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El relieve de la Tierra y otras sorpresas
El relieve de la Tierra y otras sorpresas
El relieve de la Tierra y otras sorpresas
Libro electrónico195 páginas2 horas

El relieve de la Tierra y otras sorpresas

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El verdadero conocimiento del relieve de la Tierra exige no sólo advertir la presencia de planicies, lomeríos, montañas, ríos y lagos, sino además explicar el origen de cada forma, su evolución y su futuro. Este libro trata los temas fundamentales vinculados con la superficie terrestre y otros como el idioma geomórfico o la actividad sísmica y volcánica. El lector encontrará definiciones, mapas, esquemas y fotografías que lo acercarán a la comprensión de su propio entorno y posición en la Tierra.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 nov 2014
ISBN9786071623812
El relieve de la Tierra y otras sorpresas

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    El relieve de la Tierra y otras sorpresas - José Lugo Hubp

    hombre.

    I. El tiempo de la Tierra

    Sabia virtud de conocer el tiempo.

    RENATO LEDUC

    EL TIEMPO es un elemento del Universo, es el cambio constante que medimos con unidades convencionales: segundo, minuto, mes, año, siglo, milenio. El hombre ha concebido al tiempo en función de su memoria. Es común la anécdota del geólogo que en su trabajo de campo se topa con el campesino que pregunta qué es lo que busca. Aquél explica: investiga sobre la existencia de un antiguo lago. El campesino lo mira como a un extraviado y dice: Le aseguro que en esta tierra nunca hubo un lago. En más de sesenta años que vivo aquí, no lo ha habido, ni antes lo vio mi padre, ni mi abuelo; y nadie le contó a mi abuelo que lo haya visto. Usted debe buscar en otro lugar que no debe estar cerca de aquí.

    Las huellas que busca el geólogo quedaron impresas tal vez 2 000, 10 000, 50 000 o más de un millón de años atrás.

    El concepto reducido del tiempo es algo común. Nuestro tiempo es, en primer lugar, el de la familia, el árbol genealógico. A éste sigue la historia, que generalmente se explica como sucesos aislados de importancia fundamental, más que como una secuencia en cadena. Marcan nuestro tiempo acontecimientos como la llegada de Cristóbal Colón a las islas del nuevo continente, el Renacimiento, las Cruzadas, las grandes culturas de Roma, Grecia, Egipto, China. La historia nos conduce 5000 años atrás, mucho tiempo o nada, según el enfoque.

    Dieciocho mil años atrás tuvo lugar el último extremo glacial. Los hielos del polo norte cubrían grandes territorios hoy habitados de Europa, Asia y Norteamérica. La superficie del planeta ocupada por el hombre era considerablemente menor que la de 10 000 años después. Los hombres de entonces vivían de la caza y la recolección. Y al máximo glacial siguió el cambio climático que influyó de manera sustancial en el desarrollo de la especie humana. Se produjo un ascenso de la temperatura del planeta y un retroceso de las masas de hielo. En etapas alternas de ida y vuelta dominó el deshielo, lo que favoreció la presencia del hombre en territorios cada vez mayores.

    Hace 10 000 años el clima alcanzó una estabilidad, lo cual produjo condiciones más favorables para la vida. Es la etapa del hombre moderno que en la geología se denomina Holoceno (todo nuevo), tiempo en que surge la agricultura y la domesticación de animales; es el dominio definitivo del hombre en toda la superficie de tierra firme. Diez mil años son muchos en la historia humana, nada en la historia de la Tierra. Damos un salto al inicio del siglo XX, cuando los descubrimientos de la radiactividad y los rayos X asombraban al ciudadano común, igual que en los inicios del siglo XXI el mapa del genoma humano, la clonación y la incipiente exploración del Sistema Solar con satélites artificiales.

    Los avances de la física y la química permitieron hacia la mitad del siglo XX establecer la edad de la Tierra en 4 500 millones de años, después de tormentosas controversias, tanto científicas como religiosas.

    El Holoceno es parte del Cuaternario, último periodo del tiempo geológico, de dos millones de años. Otra vez una cifra elevada, pero insignificante en comparación con la edad de la Tierra. Si consideramos sólo 4 000 Ma (tiempo al que llegan los estudios geológicos), representa menos del 0.1 por ciento del tiempo total. Si hacemos una equivalencia de esta cifra con la pista olímpica de un estadio, de 400 m de longitud, el Holoceno equivale a un milímetro. El Cuaternario también es conocido como Antropógeno o Antropozoico, la vida del hombre, y equivale a sólo 20 cm de una vuelta al estadio.

    Originalmente la historia geológica se clasificó en tres eras, que van de la primaria a la terciaria. Los nombres dados a cada etapa fueron cambiando gradualmente a términos construidos con raíces griegas. La era primaria se convirtió en Paleozoica (vida antigua), y fue seguida por la Mesozoica (vida media) y la Cenozoica (vida joven). Esta última se subdivide en los periodos Terciario y Cuaternario. En muchos países se alude poco al Terciario, sustituido por los periodos Paleógeno y Neógeno. En cambio, el Cuaternario persiste (véase más adelante el cuadro I.1).

    A la era Paleozoica antecede el Proterozoico y a éste el Arqueano, sobre el cual la información geológica es escasa, ya que abarca 1 000 Ma de vida rudimentaria. Y más atrás no hay una verdadera historia, pues es la etapa de enfriamiento y consolidación del planeta, el Hadeano, de Hades, el dios de los infiernos en la antigua Grecia.

    La historia de la Tierra se ha reconstruido, sobre todo, con base en los restos o huellas de organismos animales y vegetales conservados en las rocas: los fósiles, cuya edad se determina a través de métodos diversos. Sabemos que la vida macroscópica surgió, por razones aún no bien conocidas, hace aproximadamente 600 Ma, 15 por ciento del total, equivalente a 60 m de la pista olímpica o, en una regla de un metro, a 15 centímetros.

    En la compleja evolución geológica siempre hay organismos que dominan sobre otros y tienen mejores condiciones para reproducirse y sobrevivir. En el Silúrico fueron los peces, en el Mesozoico los saurios, que incluyen a los gigantes que vivieron hasta el fin del Cretácico. En el Cenozoico dominan los mamíferos, y el hombre es el amo en los últimos 10 000 años, aunque es un poderoso depredador por lo menos desde hace 60 000 años. Regresemos en el tiempo. Antes del Paleozoico y el Proterozoico la vida ya existía en el Arqueano, que inició hace 38 004 000 Ma, cuando el planeta contaba con atmósfera y agua en la superficie. Aparecieron los microorganismos que dominaron en la Tierra por un lapso de aproximadamente 3 000 Ma. En la regla de un metro esto equivale a 75 cm, y en la pista olímpica, 300 m, algo considerable. No sabemos qué provocó la evolución de los micro a los macroorganismos. El hecho es que está escrito en las rocas, como también el florecimiento de la vida en el mar. Luego, la tierra firme fue poblada por la flora, los insectos, los reptiles, a los cuales siguieron las aves y finalmente los mamíferos. Los primates más antiguos conocidos datan de hace 40 Ma y a través del tiempo se diferenciaron los hominoides, semejantes al hombre actual, pero sin las características de los homínidos que, se considera, existen desde hace unos 4-5 millones de años.

    Llegamos a un tiempo muy breve en la escala geológica. Sin embargo, conocemos muy poco al respecto. Una razón es que los organismos del pasado se han conservado mejor en los sedimentos del fondo marino, como los trilobites y los amonites. Con el tiempo fueron levantados y en muchos casos se convirtieron en altas montañas, de miles de metros sobre el nivel del mar (msnm).

    Los restos humanos y humanoides del Plioceno y Cuaternario quedaron en tierra firme, donde su conservación es muy difícil, y su hallazgo aún más complicado. Los antropólogos están convencidos de que el hombre surgió en el continente africano, donde se han encontrado los restos más antiguos. Los descubrimientos que se dan esporádicamente, al tiempo que enriquecen nuestro conocimiento sobre el tema, generan muchas dudas. Hace algunos años se hablaba del eslabón perdido, en referencia a un antepasado del hombre intermedio entre humano y simio. En realidad se han encontrado varios eslabones perdidos y existe la convicción de que hay muchos más, todavía desconocidos.

    En el recorrido del tiempo geológico llegamos al inicio del tercer milenio. Dos mil años es el 20 por ciento del Holoceno, 0.1 por ciento del Cuaternario. El hombre domina la tierra firme, el océano y la atmósfera. Es el dueño y amo del planeta. Ninguna especie en la historia geológica pudo lograr esto en tan poco tiempo. Con apoyo en la paleontología, la geología explica los cambios bruscos que ocurrieron en el pasado, por cambios graduales del clima y el relieve terrestre—separación y unión de masas continentales, formación y erosión de las montañas, glaciaciones, ascensos y descensos del nivel del mar—. A esto se agregan los fenómenos catastróficos, como la caída de grandes meteoritos en la superficie terrestre o erupciones volcánicas colosales, de magnitud nunca observada en el tiempo histórico. Los fenómenos lentos o violentos permitieron definir las fronteras entre eón, era, periodo y época (cuadro I.1).

    El cine logró en un par de años difundir en el mundo lo que nunca consiguieron los cursos de geografía y biología de la escuela básica: la vida en un periodo de la era Mesozoica a través de Parque Jurásico, nombre que proviene de El Jura, región de los Alpes donde son comunes las rocas de esta edad (de 141 a 200 millones de años atrás).

    CUADRO I.1. El tiempo geológico

    El tiempo geológico no es fácil de asimilar y es común que se confunda y tergiverse. Algunas encuestas practicadas en Estados Unidos revelan que una buena parte de la población está convencida de que los matutes y dinosaurios son contemporáneos y de que el hombre primitivo convivió con ellos, como en las caricaturas de Pedro Picapiedra.

    AL FINAL DEL HOLOCENO

    Todas estas cuestiones nos llevan a una serie de temas diversos de gran interés, en distintas direcciones. Al inicio del tercer milenio el hombre ha logrado un desarrollo tecnológico que representa el dominio de la naturaleza y el aprovechamiento de los recursos naturales de la superficie y el subsuelo. La vida cómoda de la casa-habitación, con los servicios indispensables de agua, gas, drenaje y luz eléctrica, además de otros como teléfono, televisión e internet, es un aparente privilegio, común en la mayoría de los hogares de los países ricos pero raro en los países pobres. Contamos, además, con vehículos de transporte individual y colectivo, terrestres marítimos y aéreos. En 2001 un ciudadano estadounidense se dio el lujo de hacer un viaje en una nave espacial pagando en dólares una cantidad exorbitante.

    La cápsula rusa Soyuz trajo de vuelta a la Tierra, en Kazajstán, al ciudadano estadounidense Dennis Tito, quien estuvo en el espacio durante seis días acompañado de los cosmonautas Talgat Musabayeb y Yuri Baturin. Tito pagó unos 20 millones de dólares a Rusia por viajar a la Estación Espacial Internacional. (Excélsior y La Jornada, México, 7 de mayo de 2001.)

    Lo que actualmente llamamos modernidad es algo que no era concebible, no digamos en la Edad Media, sino en el siglo XIX. La tecnología digital, las armas nucleares, la biología molecular, las comunicaciones por satélite y otros ejemplos, son noticias de todos los días.

    Los beneficios se acompañan de efectos negativos: contaminación, daños a la salud, extinción de especies vegetales y animales. El gran problema es que los perjuicios ya no sólo afectan a localidades pequeñas o regiones mayores, sino que son de índole global. Ocurren en el planeta Tierra, un sistema cerrado. El derrame accidental de petróleo en el océano por parte de buques que lo transportan afecta a una zona determinada, pero al volverse un caso frecuente es el océano en su conjunto el que resiente los daños; a esto hay que agregar la pesca excesiva, la caza de ballenas, las descargas del drenaje de las zonas urbanas, la contaminación que provocan los barcos. En tierra firme los problemas son mayores: los basureros, el agua (ya no es un recurso renovable), la erosión de las tierras de cultivo, el

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