Silencio en las aguas
El sonido viaja muy bien bajo el agua; puede recorrer cientos e incluso miles de kilómetros de distancia y, por eso, la mayoría de los animales marinos lo utilizan para navegar y comunicarse en el océano. Incluso nosotros, a través de los sonares. A varios científicos les preocupa cómo todo el ruido generado por nuestras actividades podría afectar a los ecosistemas submarinos; basta decir que más de 90% del comercio mundial se transporta por mar, así que seguramente somos para todas las criaturas marinas un vecino bastante ruidoso.
Para averiguar cómo estamos afectando el comportamiento de la vida bajo el agua, en 2015 se comenzó el Experimento Internacional de Océano Tranquilo (IQOE, por sus siglas en inglés). Su objetivo: mapear los paisajes sonoros y realizar mediciones en el tiempo de sonido ambiental en muchos y diferentes puntos oceánicos.
En la actualidad cuenta con 231 hidrófonos no militares o micrófonos submarinos, dispositivos sumergidos que transforman las ondas sonoras en señales acústicas (transductores electroacústicos).
Imprevistamente, la pandemia por COVID-19 y la pausa en los viajes marítimos ofreció el escenario ideal para conocer los impactos del sonido antropogénico, explica el creador del proyecto Jesse
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