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Manifiesto por la ciencia: Un nuevo relato para la ciencia en Chile
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Manifiesto por la ciencia: Un nuevo relato para la ciencia en Chile
Libro electrónico271 páginas6 horas

Manifiesto por la ciencia: Un nuevo relato para la ciencia en Chile

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La ciencia chilena está aquejada por un grave mal, y necesita con urgencia un nuevo relato. Pablo Astudillo –uno de los fundadores del movimiento “Más Ciencia para Chile”– revela el entramado de cómo se implantó en Chile una política científica que busca reducir la investigación a su dimensión económica y que con el tiempo ha demostrado su fracaso. Sin embargo, hay esperanza; al diagnóstico le sigue una serie de propuestas que todo ciudadano debiera impulsar para ver brillar la ciencia en Chile.

«Este libro de Pablo Astudillo debería ser tomado muy en serio por todos quienes se interesen en el futuro de Chile. En las democracias se suelen tomar decisiones motivadas por ciclos electorales de corto plazo y se precisa de un liderazgo sabio y visionario para comprometer las inversiones de largo plazo necesarias para el éxito futuro de una nación.» Bruce Alberts, Presidente Emérito US National Academy of Sciences; ex editor jefe revista Science.

«Pablo Astudillo disecta el contexto actual con la precisión de un agudo observador y hace un llamado a la comunidad científica, política y social a tomar conciencia de la responsabilidad que recae en nuestras manos. Deberíamos acoger la invitación de Pablo y responder a su llamado sin vacilaciones.» Cecilia Hidalgo, Premio Nacional de Ciencias Naturales.

SOBRE EL AUTOR:

Pablo Astudillo Besnier (1980) es uno de los fundadores del movimiento “Más Ciencia para Chile”, que nació el año 2010 con el objetivo de promover el debate en torno a la necesidad de un mayor apoyo para la ciencia en Chile. Es también uno de los fundadores de la “Fundación Más Ciencia” y ha escrito numerosas columnas relacionadas con el estado de la ciencia en Chile en medios nacionales e internacionales. Ingeniero en Biotecnología Molecular de la Universidad de Chile y Doctor en Ciencias Biológicas con mención en Biología Celular y Molecular de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Realizó su entrenamiento de postdoctorado en el Wellcome Trust Centre for Cell-Matrix Research de la Universidad de Manchester, Reino Unido.

COLECCIÓN CIENCIA & VIDA

La ciencia es una manera de pensar que descansa sobre preguntas metódicas, diálogo y consenso. Es una búsqueda sin fin y uno de los más potentes desafíos que como humanidad tenemos: comprender nuestro entorno y a nosotros mismos. Pero el pensamiento crítico que la ciencia ejercita no es solo materia de laboratorios y estudios de campo, es también una poderosa herramienta en un mundo en el que el conocimiento y el diálogo son la base de la democracia. Esta colección busca irradiar la voz de científicos que quieran hablarle a la sociedad y ayudarnos a comprender el mundo, admirarlo y desafiarlo; promoviendo ciudadanos más racionales y curiosos, soñadores e inquisitivos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 ene 2017
ISBN9789563244670
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    Manifiesto por la ciencia - Pablo Astudillo

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    Agradecimientos

    La publicación de este ensayo no habría sido posible de no ser por la valiosa ayuda de un grupo de personas que creyó en este proyecto desde el primer minuto. Es por ello que mi primer agradecimiento es para Carolina Torrealba. Cuando busqué a Carolina para pedirle consejos sobre cómo publicar un libro, nunca pensé que terminaríamos trabajando juntos, y su confianza en el ensayo ha sido vital para sacarlo adelante, y estoy muy agradecido por la ayuda de todo el equipo editorial a lo largo del proceso de edición. Quiero agradecer también a Editorial Ciencia y Vida y a Editorial Catalonia por trabajar en este proyecto, que espero contribuya al debate que hoy vive nuestra ciencia, un momento sin dudas único en los últimos años.

    Agradezco también a algunos científicos que han sido importantes en mi proceso formativo y que no solo han aceptado de buena manera mi faceta de activismo científico, sino que incluso la promovieron. Agradezco también a quienes leyeron fragmentos de este ensayo y me entregaron valiosos consejos o puntos de vista. Quiero hacer un agradecimiento especial a Cecilia Hidalgo, quien aceptó el desafío de leer el borrador final del ensayo. Es extraordinario el poder contar aquí con la visión de una investigadora del prestigio y carisma de Cecilia. También me siento honrado de contar con las palabras de Bruce Alberts, quien ha demostrado en incontables ocasiones su compromiso por un mejor trato para la ciencia. Contar con un prólogo de su autoría es algo que sin dudas me hace sentir aún más orgulloso de haber trabajado en este ensayo, y quisiera expresar mi agradecimiento por su invaluable contribución.

     Quiero agradecer también a Carlos Blondel, Tomás Norambuena, Katia Soto, y todos quienes han trabajado junto a nosotros en el movimiento Más Ciencia para Chile y Fundación Más Ciencia. Han sido años de mucho trabajo, frustraciones y períodos de enorme desgaste, tanto físico como emocional. Pero la convicción de todos en este proyecto ha sido fundamental no solo en lo personal, sino que para mantener vivo el debate en torno al estado de la ciencia en nuestro país. Espero que algún día se reconozca como corresponde la importancia del movimiento que comenzamos por allá por octubre del año 2010. Mis agradecimientos sinceros a todos ellos, y a las miles de personas y adherentes que nos han dado su apoyo a lo largo de estos años.

    Finalmente, quiero agradecer a mis amigos y especialmente a mi familia. Este viaje que he iniciado me ha llevado muchas veces lejos de todos ellos, y en el caso de mi familia, mantengo una deuda enorme con ellos, especialmente con mi esposa, Paola, quien ha tenido que enfrentar mis tristezas y frustraciones. Su constante apoyo me ha ayudado a no rendirme y seguir luchando por algo que creo correcto e importante, por lo que le debo mi infinito agradecimiento.

    ¿Por qué debería Chile apoyar la investigación básica?

    Este nuevo libro de Pablo Astudillo debería ser tomado muy en serio por todos quienes se interesen en el futuro de Chile. En las democracias se suelen tomar decisiones motivadas por ciclos electorales de corto plazo, y se precisa de un liderazgo sabio y visionario para comprometer las inversiones de largo plazo necesarias para el éxito futuro de una nación.

    Particularmente sensibles son las inversiones gubernamentales en la infraestructura, instituciones y capital humano necesarios para la investigación científica de excelencia. Muchos de los descubrimientos revolucionarios en ciencia y tecnología del pasado se han traducido en grandes mejoras en la condición humana, ya sea en salud, agricultura, medio ambiente o ingeniería. Estos se derivan de los grandes avances en nuestra comprensión del mundo que nos rodea, que a su vez son generados por la investigación científica básica.

    No es casualidad que los actuales centros de innovación industrial en los Estados Unidos se hayan desarrollado alrededor de las más importantes universidades centradas en la investigación científica, desde donde alumnos expertos en ciencia básica y plenos de energía y ambición han emigrado, llevando consigo el conocimiento, las conexiones y habilidades necesarias para crear miles de empresas nuevas.

    ¿Por qué debería Chile apoyar la investigación básica? Las personas, métodos e ideas que se encuentran en las fronteras del descubrimiento científico han generado una comunidad internacional sólida fundamental para impulsar el desarrollo económico de toda nación moderna. Chile, sin embargo, solo podrá explotar sus ricos recursos si es que sus propios químicos, físicos, especialistas en ciencias de la tierra, biólogos e ingenieros pasan a formar parte integral de esa comunidad —que crece a pasos agigantados—, trabajando en la condición de colegas de quienes lideran cada una de estas disciplinas. Esto requerirá de universidades y centros de investigación de excelencia dentro del país que persigan el descubrimiento fundamental, el tipo de investigación que solo puede generarse a través de la competencia basada en méritos que lleve a obtener un financiamiento gubernamental significativo.

    Bruce Alberts, 

    Presidente emérito de la US National Academy of Sciences 

    Ex editor en jefe de la revista Science

    ¿Por qué Chile debe reformar su política científica nacional?

    Nuestro país cuenta con una sólida tradición en ciencia. No obstante, hoy enfrenta una aguda crisis, originada por una política científica nacional economicista y carente de visión, y que además ha sido ineficaz en impulsar el desarrollo de la ciencia y en lograr que los conocimientos generados por nuestros científicos impacten y contribuyan al desarrollo del país.

    Aunque la frase con la cual convocó la presidenta Michelle Bachelet en 2015 a la comisión asesora presidencial Ciencia para el desarrollo de Chile suena bien y ha concitado el apoyo transversal del mundo político y social, se corre el riesgo de que se transforme en un simple eslogan vacío, ya que hasta ahora no se han evidenciado cambios sustantivos en la política científica nacional. Una política que ciertamente ha reflejado la visión neoliberal imperante durante la última década. 

    El trabajo de Pablo Astudillo es un análisis amplio y profundo del actual desafío de la ciencia chilena; en el cual nada queda dicho al azar, todo tiene respaldo. Y si bien su visión es bastante crítica, muestra un evidente afán de comprender y construir. 

    En su libro, Pablo Astudillo explica con lucidez el proceso mediante el cual se instaló este modelo en las políticas científicas de Chile, cuál ha sido la ideología imperante, quiénes son sus defensores acérrimos y cuáles han sido sus consecuencias. Esta ideología, que ha privilegiado la ciencia por propósito -o ciencia aplicada- en desmedro de la ciencia motivada por curiosidad o ciencia básica, omite los potentes efectos benéficos que esta última aporta a la sociedad en términos de educación, cultura e innovación. Más aún, sus proponentes ignoran -o pretenden ignorar- que la ciencia aplicada no es más que la aplicación de la ciencia básica y que en esto no hay atajos posibles. No apreciar el aporte de la ciencia básica al desarrollo del país es nefasto. Nos debilita como país creador y nos lleva a la pérdida de talentos y de posibles aplicaciones del conocimiento generado, lo que restringe el avance hacia el anhelado desarrollo integral de Chile.

    Peor aún. La estrategia imperante, con su visión reduccionista, ha mostrado ser ineficaz en su principal objetivo, el cual es aumentar la competitividad del país. El escrito de Pablo Astudillo nos muestra con implacable nitidez el fracaso de esta estrategia -usando los indicadores internacionales en competitividad- y nos revela cómo otros países que incursionaron por la misma vía han dado pie atrás y han cambiado la estrategia que hoy se impulsa en Chile. La lectura de este ensayo lleva inevitablemente a concluir que es necesario erradicar este modelo y defender la instalación de una visión más integral que considere que la ciencia, como disciplina generadora de conocimiento, incluye las distintas ramas del saber humano. 

    Por ello, además de impulsar las ciencias exactas y naturales, debemos potenciar áreas tradicionalmente rezagadas, como las ciencias sociales y las humanidades. Nuevamente, el papel de la ciencia no puede limitarse a perfeccionar el actual modelo de desarrollo, que solo busca fortalecer la tecnología o la innovación para mejorar la productividad de los sectores exportadores de recursos naturales u otras áreas estratégicas de la economía. Por el contrario, debemos impulsar un amplio concepto de desarrollo científico que fomente tanto la investigación motivada por curiosidad como por propósito, en todas las áreas del conocimiento y con recursos y visión a largo plazo. Así se podrá transformar nuestro actual modelo de desarrollo hacia uno que asegure el bienestar, la educación y la salud de todos sus habitantes, y que logre generar soluciones para los desafíos de hoy y del futuro. 

    En su libro, Pablo Astudillo disecta el contexto actual con la precisión de un agudo observador, y hace un llamado a la comunidad científica, política y social a tomar conciencia de la responsabilidad que recae en nuestras manos. Me parece muy valiosa su aseveración de que los científicos chilenos hemos perdido la capacidad de incidir en la generación de la política científica en el país. Según el autor, la división de la comunidad científica conspira contra la formulación de propuestas apoyadas colectivamente. Por mi parte pienso que esta división es menos grave de lo que él plantea, y que la falta de participación en la generación de políticas refleja más bien la poca experiencia de los científicos en este ámbito, que hasta ahora les ha parecido bastante ajeno a su labor, unida quizás a un poco de comodidad. Es difícil abandonar los laboratorios y no hemos sido entrenados para defender nuestro quehacer. Más allá de los matices, no estamos acostumbrados como comunidad científica a plantear propuestas comunes, pues las iniciativas masivas que nos han movilizado han sido más bien reactivas frente a situaciones puntuales. 

    Por ello quiero destacar nuevamente el valor de este libro, pues plantea muy claramente los desafíos que enfrenta a futuro la ciencia en Chile, haciendo un lúcido recuento de la trayectoria histórica de las políticas científicas que se han aplicado en el país y cómo hemos llegado a la crítica situación actual. No solo corremos el riesgo de perder a toda una generación de científicos jóvenes que no encuentra acogida en el país, sino que además peligra todo el sistema de apoyo a la ciencia por una falta de visión, pues poco se considera que la generación de conocimiento es un elemento esencial para el desarrollo integral del país. 

    Finalmente, opino que deberíamos acoger la invitación de Pablo y responder a su llamado sin vacilaciones. Una ciencia vigorosa será nuestro agente de cambio, una ciencia fortalecida podrá hacer que vivir en nuestro país sea mejor para todos sus habitantes. Tenemos lo esencial. Una comunidad de científicos bien preparados, activos y conectados con el mundo; comprometidos con su quehacer y deseosos de trabajar en Chile generando nuevos conocimientos y dispuestos a encarar los múltiples problemas que enfrentamos como país y como habitantes de este planeta. 

    Cecilia Hidalgo,

    Premio Nacional de Ciencias Naturales

    Introducción

    La ciencia ha sido definida de varias maneras. Una de las definiciones más famosas proviene de Carl Sagan, quien afirmó que la ciencia es una manera de pensar, mucho más que un conjunto de conocimiento. Esta definición se complementa a la perfección con la del célebre Isaac Asimov, quien señaló que la ciencia no provee la verdad absoluta. La ciencia es un mecanismo. Es una manera de intentar mejorar nuestro conocimiento acerca de la naturaleza. Es un sistema para testear nuestros pensamientos contra el universo y ver si calzan¹. Entonces, la ciencia es un mecanismo que, aunque no es perfecto, permite corregirse a sí mismo a través del tiempo, por lo que se ha consolidado como el mejor que ha desarrollado la humanidad para formular conocimiento acerca de nuestro universo, incluyéndonos a nosotros mismos. Y aunque algunos escépticos dudarán respecto de esta afirmación, hoy nuestra esperanza de vida a nivel mundial ya sobrepasa los 70 años, podemos comunicarnos con otra persona al otro lado del planeta en tiempo real, y podemos recibir un diagnóstico médico preciso acerca de un dolor o malestar, entre tantos otros maravillosos adelantos. Todo lo anterior se debe principalmente al conocimiento generado gracias al trabajo de los científicos de diversas disciplinas a través de los años. 

    La ciencia es crucial para el progreso, puesto que provee conocimiento fundamental para tomar decisiones informadas acerca de un gran número de temas relevantes para nuestro desarrollo. En efecto, cuesta pensar en algún tema de relevancia pública y política que no requiera del aporte del conocimiento científico. Entre otras cosas, el ejercicio de la investigación científica nos puede servir para estimar si es seguro agregar timerosal a una vacuna, para agregar valor a nuestras materias primas y crear una economía más competitiva, para entender las causas del fenómeno de la marea roja, o para conocer más acerca del universo y nuestro lugar y significado en él.

    Ante todo, la ciencia es hoy una actividad profesional, realizada por personas que se someten a una exhaustiva formación, y que requieren de infraestructura y un conjunto de condiciones para ejercer esta labor. Considerando el trascendental valor de la ciencia y el conocimiento científico, uno esperaría que los Gobiernos otorguen prioridad a su desarrollo, proveyendo dichas condiciones. En efecto, los países desarrollados destinan cuantiosos recursos para permitir la investigación en múltiples áreas del conocimiento, tanto en las universidades como en institutos públicos y privados, y empresas. Además, dichos países procuran facilitar la continua comunicación entre la ciencia y la ciudadanía a través de distintos caminos. Por ejemplo, entregan financiamiento para el funcionamiento de museos de ciencia, o para que los propios científicos se reúnan con la ciudadanía, muestren su trabajo y expliquen por qué este es relevante para sus vidas. Pero todo esto no ocurre en el aire. Los países desarrollados cuentan con estructuras dentro de sus Gobiernos, encargadas de diseñar e implementar políticas públicas orientadas a formar científicos y entregarles recursos, así como también a estimular al sector privado, a través de exenciones tributarias o subsidios (incluyendo incentivos para la contratación de científicos) para la realización de actividades de investigación y desarrollo (I+D). Estas políticas suelen materializarse a través de planes o agendas de desarrollo científico. Aunque lo que aquí se presenta dista de ser una lista exhaustiva, ejemplifica algunos de los elementos que se espera que existan en un país genuinamente preocupado de fomentar y fortalecer el desarrollo de la ciencia.

    Cuando nos preguntamos si esta situación se observa en Chile, la respuesta es negativa, como veremos en este ensayo. Resulta lamentable que la ciencia en Chile, y especialmente la ciencia chilena, no posea la importancia que el país necesita y merece. Hoy, la ciencia en nuestro país vive la que probablemente puede calificarse como la peor crisis de las últimas décadas. La inversión en I+D se mantiene estancada bajo la línea del 0,4% del PIB, una cifra absolutamente insuficiente para nuestros desafíos, y comparativamente más baja que la de varios países desarrollados e incluso de países vecinos. Mientras, se han formado miles de nuevos científicos, quienes hoy carecen de oportunidades laborales acordes a su nivel de formación. Como consecuencia, varios de los concursos públicos de financiamiento a la I+D destinados a los científicos se encuentran con tasas de adjudicación en su mínimo histórico, y con una serie de problemas de gestión. Esto, sumado a las condiciones laborales del personal de I+D y de los propios investigadores, ha resultado en una seguidilla de protestas en el frontis del edificio de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica, CONICYT, principal organismo público encargado de financiar las labores de I+D. Y este organismo vive su peor crisis desde su creación. Desde el año 2006, ninguno de los presidentes del organismo ha permanecido en su cargo durante los cuatro años correspondientes a la administración del Gobierno.

    Las causas de la grave crisis que enfrenta la ciencia en Chile son múltiples y, como intentaré proponer a lo largo de este ensayo, obedecen a una combinación de factores que van desde la propia incapacidad de la comunidad científica para organizarse y trabajar por propuestas para el desarrollo de la ciencia nacional, hasta una débil institucionalidad pública para la investigación científica. Esto ha traído como consecuencia la imposición, por parte de un reducido grupo de economistas, de una política nacional de desarrollo científico que ha intentado limitar la contribución de la ciencia principalmente a su dimensión económica. 

    Mientras este grupo de economistas y tecnócratas ha logrado exitosamente imponer el relato de una ciencia para la competitividad, los científicos hemos sido incapaces de hacer nuestra tarea y concretar la construcción de un relato propio. No obstante, y tal vez por primera vez en muchos años, estamos frente a una oportunidad histórica para comenzar dicho camino. Lentamente, comienza a ser inaceptable para científicos, académicos, escépticos, geeks y organizaciones civiles el continuo deterioro que vive la ciencia en Chile. Los científicos han comenzado a perder la timidez y se han movilizado por diversas demandas, realizando manifestaciones públicas y organizándose en torno a agrupaciones y movimientos. Más aún, diversos organismos y fundaciones han nacido, algunos de ellos al alero de universidades, motivados por trabajar para fomentar la comunicación y educación de las ciencias, o para contribuir a las políticas públicas pertinentes. Hoy es cada vez más frecuente presenciar defensas públicas de la evidencia científica y de la relevancia de la ciencia y la investigación, insinuando un cambio en el ambiente, un nuevo entusiasmo por la ciencia. Los movimientos sociales, en especial el movimiento estudiantil, han promovido el debate público de temas considerados anteriormente como tabúes, sobre el rol de las universidades como espacio de generación de conocimiento, el libre acceso a la información, y el aporte que las universidades reciben para financiar sus actividades de investigación, dando una nueva relevancia a la discusión sobre la investigación chilena y su financiamiento. Y en plena época del hegemónico discurso de la innovación como única consecuencia útil de la ciencia y del llamado de empresarios y políticos a priorizar la ciencia con impacto económico o productivo, son los propios científicos los que han salido a defender su trabajo. Todo esto es insuficiente. Sin embargo, debemos valorarlo, puesto que representa una madurez respecto a la actitud histórica de la comunidad científica en Chile.

    El ensayo que tienen en sus manos es una invitación. Una invitación a perder el miedo y unirse a este renovado ambiente que, de ser bien encauzado, puede dar nuevos bríos a la ciencia en Chile. Los científicos hemos permanecido por un largo tiempo en nuestras torres de marfil², y aunque muchos académicos e investigadores han demostrado interés por temas de relevancia social, económica y cultural, no siempre hacen uso de su conocimiento para promover debates, influir en políticas públicas, o alzar la voz ante los problemas que afectan a la ciencia nacional. Y cuando un científico se involucra más activamente en las controversias y discusiones políticas del país, es considerado un llanero solitario que pierde el tiempo que podría ser mejor invertido en el laboratorio. Solo cuando se presenta una crisis, los científicos parecen tener más fuerza para involucrarse en el debate público. ¿Por qué esperar a una polémica, o una crisis, para hacerlo?

    Por ello, este ensayo es también una invitación a debatir y a contribuir activamente en las discusiones públicas. ¿Dónde están los científicos en las editoriales de los medios impresos, en los paneles de invitados de los programas de televisión, en los numerosos medios digitales que hoy existen en Chile? Las discusiones públicas sobre una serie de temas en Chile han quedado en manos de unos pocos expertos, principalmente economistas, exautoridades y cientistas políticos, quienes predominan en las vitrinas de análisis político y cultural. Solo unas pocas excepciones se pueden encontrar desde el mundo de la ciencia. 

    ¿Por qué soy yo quien escribe este ensayo, y no un premio nacional de ciencias o un miembro de la Academia de Ciencias? Después de todo, solo soy uno más de los miles de científicos jóvenes que están en etapa de formación en distintas áreas del conocimiento, no cuento con una

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