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La política: júbilo y esperanza: Correspondencia entre Manuel Gómez Morin y Luis H. Álvarez, 1956-1970
La política: júbilo y esperanza: Correspondencia entre Manuel Gómez Morin y Luis H. Álvarez, 1956-1970
La política: júbilo y esperanza: Correspondencia entre Manuel Gómez Morin y Luis H. Álvarez, 1956-1970
Libro electrónico430 páginas6 horas

La política: júbilo y esperanza: Correspondencia entre Manuel Gómez Morin y Luis H. Álvarez, 1956-1970

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En este libro se reúne parte de un largo intercambio epistolar entre dos actores fundamentales de la vida política en México: Manuel Gómez Morin y Luis H. Álvarez que va desde 1956, año en que se conocieron durante una convención en la cual Acción Nacional designaría a su candidato a la gubernatura de Chihuahua que, a la postre, resultaría ser el propio Álvarez; hasta 1970, un par de años antes de la muerte de Gómez Morin. Obra dirigida a aquellos interesados en la vida política de la segunda mitad del siglo XX en México, es una muestra del pensamiento de estos políticos y de su relación de mentor y alumno forjada en su oposición a un gobierno que monopolizaba la vida pública en México.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento31 jul 2014
ISBN9786071621504
La política: júbilo y esperanza: Correspondencia entre Manuel Gómez Morin y Luis H. Álvarez, 1956-1970

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    La política - Luis H. Álvarez

    VIDA Y PENSAMIENTO DE MÉXICO


    LA POLÍTICA: JÚBILO Y ESPERANZA

    LUIS H. ÁLVAREZ

    La política: júbilo

    y esperanza

    CORRESPONDENCIA ENTRE MANUEL

    GÓMEZ MORIN Y LUIS H. ÁLVAREZ

    (1956-1970)

    Primera edición, 2014

    Primera edición electrónica, 2014

    Diseño de portada: Laura Esponda Aguilar

    D. R. © 2014, Fundación Rafael Preciado Hernández, A. C.

    Ángel Urraza, 812, Col. del Valle; 03100 México, D. F.

    D. R. © 2014, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F.

    Empresa certificada ISO 9001:2008

    Comentarios:

    editorial@fondodeculturaeconomica.com

    Tel. (55) 5227-4672

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 978-607-16-2150-4 (ePub)

    Hecho en México - Made in Mexico

    A la memoria de don Manuel Gómez Morin

    ÍNDICE

    Agradecimientos

    Sobre la selección y presentación

    La política: júbilo y esperanza

    CORRESPONDENCIA

    I. Por el gobierno de Chihuahua (1956-1957)

    II. Campaña presidencial (1957-1958)

    III. Fortaleza de la acción cívica (1958-1970)

    Apéndice. Memoranda y sugerencias

    Semblanzas

    AGRADECIMIENTOS

    Expreso mi reconocimiento y gratitud a Fermín Ramírez Gutiérrez, por su apoyo para la integración de estas páginas. En la tarea compartida, subyace la coincidencia sobre la importancia de la palabra en la política; particularmente, de la que busca probar su verdad en los hechos.

    Asimismo, agradezco a Alejandra Gómez Morin Fuentes, directora del Centro Cultural Manuel Gómez Morin, A. C., por su ayuda para recuperar parte significativa de la correspondencia que sostuve durante años con don Manuel y por sus atinados comentarios y sugerencias.

    LHA

    SOBRE LA SELECCIÓN Y PRESENTACIÓN

    En la transcripción de las cartas se respetó la redacción y el estilo originales, incluyendo expresiones o siglas actualmente en desuso (por ejemplo: q.e.s.m. [que estrecha su mano]). Entre algunas curiosidades, cabe mencionar que don Manuel no escribía las siglas del Partido Revolucionario Institucional en mayúsculas, sino en altas y bajas, como suele decirse en el ámbito de la corrección de textos: Pri. También escribía reiteradamente Poder, con inicial mayúscula, para remarcar su importancia en la política. Al inicio de la correspondencia, en cada carta se pone la fecha y el domicilio del destinatario, luego se omite por razones de brevedad, excepto cuando se registra un domicilio nuevo. Al elegir las cartas incluidas en estas páginas, se consideraron aquellas que tuvieran interés público, toda vez que algunas se inscriben en un ámbito más personal o familiar. Por lo demás, las notas al pie de página y la presentación están pensadas para facilitar lo más posible la lectura.

    LA POLÍTICA: JÚBILO Y ESPERANZA

    En momentos de reflexión suele buscarse el consejo o el punto de vista de personas cercanas. Ubicado en estos tiempos en esa tesitura, surgió vigorosamente en mi fuero interno el nombre de don Manuel Gómez Morin, uno de mis mejores amigos y prácticamente un segundo padre para mí. Tenía él 59 años de edad y yo 36 cuando nos conocimos en la ciudad de Chihuahua, capital de nuestro estado natal. Avecindado en Ciudad Juárez, donde desempeñaba actividades empresariales, a invitación de amigos que militaban en Acción Nacional acudí en abril de 1956 a una reunión en la que se elegiría al candidato de esa fuerza política al gobierno del estado. Fui por curiosidad, por ver cómo se realizaban ese tipo de encuentros, qué asuntos se trataban, qué tipo de personas acudían. Sabía que estaría ahí don Manuel, de quien sólo conocía su bien ganado prestigio, apuntalado por su brillante trayectoria intelectual y su destacado trabajo en diversas instituciones públicas. Mi sorpresa fue mayor, cuando en un momento tenso de la convención él llegó hasta mí con su sonrisa cálida, con su brazo derecho que recientemente se había lastimado en un cabestrillo, y con sus palabras cordiales para decirme, sin mayores preámbulos: Señor Álvarez, soy portador de una invitación que los panistas de Chihuahua le formulan para que usted forme parte de la lista de precandidatos. Sin reponerme de la sorpresa, alcancé a decirle que no era mi intención participar en esa reunión y que él mismo no me conocía. Con el tono amable que le era característico, respondió: En efecto, yo no lo conozco, pero los panistas de Chihuahua dicen conocerlo y lo están proponiendo. Luego de meditar sobre la situación política prevaleciente entonces en la entidad y la necesidad de pasar de opiniones críticas a la acción cívica, decidí aceptar, y mi asombro aumentó cuando por voto mayoritario fui electo candidato a gobernador del estado. Así comencé mi actividad política hace 58 años.

    Creo que don Manuel se sintió, de algún modo, corresponsable de esa decisión que cambió el curso de mi vida. Por tanto, asumió la tarea institucional, pero también personal y crecientemente afectiva, de intercambiar conmigo puntos de vista políticos e ideológicos a través del diálogo directo, llamadas telefónicas y numerosas cartas. En los primeros días de 2013, reuní y volví a leer la correspondencia que tuvimos desde abril de 1956 y hasta 1970, dos años antes de su fallecimiento. Volví a sentir el fuego y la ternura de sus palabras. Su decidida vocación democrática que movió y sigue moviendo almas. Tengo la firme convicción de que en tiempos actuales dichas palabras tienen vigencia. Por ello, decidí hacer una selección de las cartas con que cuento en mi archivo y compartirlas en este texto. Sabido es que el pensamiento político de don Manuel Gómez Morin consta en diversas obras y documentos; la particularidad de este libro estriba en que se trata de un diálogo epistolar construido en el fragor de la batalla cívica. Recibí la generosidad de su guía y recomendaciones (sugestiones, como solía llamarles) desde la campaña de 1956 al gobierno de Chihuahua y, por obviedad, dada la importancia del tema, durante la campaña para la Presidencia de la República de 1958, en la que fui abanderado de Acción Nacional. Luego de esa etapa cobran relieve, entre otros asuntos, episodios por la defensa del voto ciudadano en las penínsulas de Baja California y Yucatán, entre hostilidades, golpes (literalmente) y persecución política.

    Desde la primera carta que me envío en 1956, se advierte en don Manuel la concepción de la política, entre otras acepciones de profunda raigambre ética, como júbilo y esperanza. Eran tiempos aquellos que nos tocó compartir, en una perspectiva, de derrota tras derrota, de fracaso tras fracaso, de golpe recibido tras golpe recibido. Sin embargo, don Manuel reivindicó siempre la alegría y el gozo que debe sentirse por elegir libremente y defender la verdad, la justicia y la democracia, valores intemporales por los que habrá de lucharse siempre. Y refrendó una y otra vez la esperanza, sustentada en la firme convicción de que las cosas cambiarían y serían mejores para todos. Por eso, he decidido reunir estas cartas bajo el título de La política: júbilo y esperanza.

    A manera de homenaje personal a don Manuel Gómez Morin, que anhelo colectivo y plural, hago eco de las ideas compartidas con él en esta correspondencia, las cuales me han acompañado siempre en mi actividad política, para exponer en forma sucinta algunas de sus ideas y de las propias con respecto al quehacer cívico, en el vértice de esas tres palabras paradigmáticas: política, júbilo y esperanza.

    Política

    a) Razones para luchar. El problema esencial de México es el de sus contrastadas condiciones de vida. Mientras pocos disfrutan de pleno bienestar, hay, por otro lado, un pueblo abrumado de carencias y necesidades, que padece marginación, discriminación, falta de oportunidades y que está anhelante de una vida común basada en la justicia. Por ello, Gómez Morin subrayó siempre la importancia de decir en forma sencilla y directa, la más adecuada para expresar verdades fundamentales, cuáles son los problemas básicos del pueblo mexicano, así como manifestar la ardiente convicción de que sus justas demandas pueden y deben ser atendidas, ya que está a nuestro alcance hacerlo si nos lo proponemos y organizamos una vida común limpia y ordenada, con autoridades responsables. Los factores básicos de las privaciones, la ignorancia y la pobreza en la que viven millones de mexicanos tienen origen en la política. Mucho debe decirnos el que nuestro país cuente con algunos de los hombres más ricos del mundo y también con no pocos de los más miserables. Mientras haya quienes carecen de lo más necesario para una vida digna, no podemos sentirnos satisfechos ni como personas ni como país, porque esas asimetrías no existen por sí mismas, por fatalidad abstracta, sino que resultan de nuestras acciones u omisiones, del conformismo, la autocomplacencia o la molicie. Para determinar qué tanto nos toca de esa grave responsabilidad, más que repartir culpas debemos vernos en el espejo de nuestra propia conciencia. Ante esas circunstancias, don Manuel señalaba con insistencia la urgencia de llevar la verdad de la acción cívica a la conciencia ciudadana, para hacer que formara parte de la convicción profunda y permanente de las mujeres y los hombres de México. Decía, con verdad, que debe asumirse dicha tarea con la resolución que se pone en los asuntos de vida o muerte. Sabía que el camino es arduo, pero transitable y que exige valor, constancia, convicción, responsabilidad, respeto y solidaridad con quienes en la sombra de la pobreza, y tantas veces en el olvido, merecen ser plenamente parte de la patria; con derechos, sí, pero también con la posibilidad real de ejercerlos. Quienes hemos tenido mayores oportunidades estamos más obligados a trabajar para tener un pueblo unido, consciente, organizado y positivamente inconforme, que implacablemente denuncie y combata posibles abusos de poder y exija los servicios que él debe darle y lo llame a cuentas. De esa manera, don Manuel remarcaba que no podemos lamentar indefinidamente que las prácticas sociales que atentan contra el bien común existan, quedándonos en nuestras casas a murmurar y a sufrir la humillación y todos los daños que ocasionan, sino decidirnos a cumplir nuestro deber y a usar nuestro derecho ciudadano para combatirlos. Así, la acción política debe grabar imborrablemente en el alma del pueblo la certeza de que es nuestro deber y nuestro derecho, y está en nuestra posibilidad, lograr las condiciones adecuadas de una vida común de bienestar; hacer genuina la representación política e instaurar autoridades legítimas y verdaderas. Cuando la ciudadanía y el pueblo, unidos, deciden hacer valer resueltamente su derecho, y cumplen organizadamente su deber, nada puede impedir la realización de sus objetivos. Gómez Morin ponía de relieve que la batalla cívica no debe moverse por el odio ni mezquinos intereses personales o de grupos. Sólo debe alentarla el afán de que los recursos físicos y humanos del país sean utilizados para el bien común; de que todas las mujeres y todos los hombres y todos los niños de México, aquí y ahora, y no en promesas vanas, tengan casa, vestido, sustento, educación, y también la paz, la libertad y la seguridad que anhelamos tanto para nuestra vida colectiva, como para la familiar y personal. Nadie que piense en el porvenir que vendrá para sus hijos debe dejar de luchar con fervoroso empeño por el derecho, la dignidad y el bien de México. Nadie debe ser indiferente ante los desafíos del presente.

    b) Episodios electorales. Las campañas políticas, afirmaba don Manuel, son más que una contienda entre partidos y candidatos por el poder; son algo más hondo, esencial e inaplazable: la exigencia de reformas fundamentales de nuestra vida común; son episodios de la lucha contra las necesidades que agobian a la inmensa mayoría de los mexicanos. No se trata sólo de ganar elecciones, las cuales deben ser limpias y respetadas. Se trata de trabajar al lado del pueblo mismo; hombres y mujeres reales, que aquí y ahora, en su cuerpo y en su alma sueñan y trabajan para vivir conforme a su dignidad. No debe disputarse el poder por el poder. Ni actuar por odio o desesperanza. Al contrario, la lucha es por amor a México y por la encendida esperanza de construir un hogar común generosamente ordenado en la justicia, en la suficiencia y en la libertad, que han sido siempre anhelos del pueblo mexicano. La victoria definitiva no es la de llevar a un hombre al poder, sino la de darle a México el bien incomparable de un pueblo capaz de entender su deber y de cumplirlo, capaz de ejercitar su derecho y de crear él mismo la fuerza necesaria para hacerlo valer. No se trata en esa lucha de personas, sino secundariamente. Lo esencial es que quien asuma una posición de autoridad, lo haga con la genuina representación popular y sepa que la ocupa por voluntad del pueblo y que es responsable ante él de sus acciones. No se trata de combatir a personas, porque si hoy son unos, ayer fueron otros y mañana serán diferentes, pero los funcionarios ineptos, se llamen como se llamen, seguirán esclavos de su ineficiencia mientras existan las rutinas que los conforman y caracterizan. El episodio electoral, subrayaba Gómez Morin, termina porque es por esencia transitorio, pero algo que olvidan quienes sólo depositan su confianza en la mercadotecnia y en las encuestas, es que los problemas, necesidades y anhelos del pueblo no son transitorios sino permanentes y demandan un trabajo político constante e intenso. Se equivocan quienes consideran que el esfuerzo cívico comienza y culmina en una jornada de comicios, porque luego de éstos se abren y se alumbran los caminos para continuar la lucha cada día con más vigor. Quienes han tenido el honor de encabezar campañas, independientemente del resultado de éstas, deben estar dispuestos a continuar el trabajo cívico, contribuyendo a crear la ciudadanía que tanta falta sigue haciendo: capaz de todos los esfuerzos y perseverancias. Con meridiana certeza, don Manuel decía que la participación en la vida pública y el voto ciudadano no son asuntos teóricos y sin trascendencia. Son deber y derecho de importancia primaria y principalísima porque de ese voto, de esa ordenada y consciente participación de los ciudadanos en la vida pública, dependen los problemas de México. De ahí, la importancia de votar libremente, de acuerdo con la conciencia y de estar dispuestos a defender ese voto; y, con él, el decoro, la paz, el bienestar, la tranquila convivencia en el orden y la libertad. Pero la ciudadanía no puede limitarse al día de las votaciones. Es tarea permanente. Por eso —exhortaba don Manuel— antes, durante y después del proceso electoral hay que seguir unidos, trabajando organizadamente y con perseverancia para extender a todos esa conciencia de deber y de derecho. Hay que seguir unidos y trabajar organizadamente para apoyar a la autoridad legítima que surja del proceso electoral, independientemente de su signo partidista, o para demandarle sus errores u omisiones. Hay que seguir unidos y trabajar organizadamente para conocer y remediar las necesidades y problemas de nuestro pueblo, en toda la patria, lo mismo en el orden de los servicios públicos inmediatos que en la defensa de las libertades esenciales, y en las exigencias de la cultura y del espíritu. Hay que seguir unidos y trabajar organizadamente frente al poder para limitarlo cuando sea necesario, para exigirle servicios y justicia, y para hacerlo responsable.

    c) Representación popular. Manuel Gómez Morin enfatizaba que una de las instituciones esenciales del sistema democrático, que históricamente le dio nacimiento, es una asamblea deliberante representativa de la comunidad y que en nombre de ésta, y en salvaguardia de sus anhelos e intereses, tiene la tarea de aprobar los programas de gobierno, vigilar su realización, exigir y revisar cuentas, demandar responsabilidades, impedir excesos o abusos de poder y garantizar, en suma, el eficaz funcionamiento de las instituciones creadas para realizar el bien común. Esa asamblea deliberante es en México, en el ámbito nacional, el Congreso de la Unión. Observaba que a éste no sólo le incumben constitucionalmente funciones legislativas, pues tanto o más importantes son sus funciones administrativas y políticas; la organización fiscal de la República, el empleo que se dé a los fondos recaudados del pueblo; el respeto a los derechos y a los intereses de las entidades federativas; el control de los programas de gobierno y de los proyectos concretos de ejecución, así como de los resultados y de las cuentas; el señalamiento de errores o deficiencias y la denuncia y corrección de eventuales abusos de la administración ejecutiva; el constante cuidado de la vigencia de las instituciones; la exposición de necesidades insatisfechas y la exigencia del correcto planteamiento y la eficaz solución de los problemas nacionales. Un buen Congreso, apto y limpio, es esencial para que nuestra vida pública tenga decoro y eficacia, para asegurar estabilidad y el equilibrio económico y social, el desarrollo del país, el bienestar generalizado, la suficiencia, la paz, la libertad de todos los mexicanos. Un buen Congreso puede abrir perspectivas insospechadas de adelanto, de segura tranquilidad en el orden y de digna y respetada posición internacional. Un buen Congreso fortalece la labor de un Ejecutivo capaz de entender su misión genuina de organizar, presidir y orientar el inmenso esfuerzo nacional, y puede dar a la actuación de ese Ejecutivo una trascendencia inmensa, como es necesario dársela para que la acción del gobierno pueda concitar un esfuerzo de cooperación nacional contra la miseria, la insalubridad física y espiritual, el temor y la ignorancia.

    Júbilo

    Consideraba don Manuel que la alegría profunda del quehacer político estriba en asumir las causas comunes que se han adoptado libremente porque son nítida y ordenada expresión de convicciones y anhelos propios. México merece vivir dignamente y cumplir cabalmente su destino de grandeza y la lucha por lograrlo debe ser alegre, porque debe sustentarse en la adhesión a los valores de justicia. Una lucha así invita a levantarse con ánimo contra el conformismo y la desesperanza. Advirtió que no son el rencor ni el espíritu de venganza las fuerzas que han de mover nuestro ánimo, sino la serena certidumbre de que se ejerce un derecho y se cumple un deber para lograr que la miseria, la ignorancia y las desigualdades desaparezcan, como es posible y debido lograrlo, de nuestra vida común. La acción política debe ser lucha jubilosa; con la alegría de la libertad como bandera. La alegría de la adhesión sincera, de la convicción arraigada en el alma, del trabajo espontáneamente ofrecido, del riesgo voluntariamente aceptado para decir la verdad; para hacer patente que nada logrará matar en México el anhelo de libertad, que es cimiento de nuestra vida, de nuestra cultura, de nuestro ser como personas y como nación. Una lucha como ésta concita a la acción de mujeres y hombres que, venturosamente, han conservado intacta esa virtud juvenil que es la esperanza. Y si todos entienden su deber, decía don Manuel, y lo cumplen no sólo con entusiasmo, sino con organización, con resuelta alegría, nada podrá frenar el avance cívico. Al comprometer la vida en esa lucha, se debe procurar nada menos que el milagro de seguir siendo iguales y de seguir siendo diferentes; idénticos en los principios y distintos en las circunstancias políticas que implican la grave responsabilidad de ser núcleo de tantas voluntades y de tantas esperanzas. Y el campo de la lucha, porque así hemos querido escogerlo y porque es el único adecuado para la auténtica victoria, es el campo del derecho y de la verdad. Don Manuel subrayaba que es deber ineludible limpiar la vida pública, instaurar autoridades legítimas y hacer que las instituciones no sólo estén escritas en el papel, sino realmente vivas en el corazón y en la conducta de todos los mexicanos.

    Esperanza

    Don Manuel manifestó reiteradamente su profundo amor al pueblo. Siempre quiso verlo iluminado por valores eternos, conservados y defendidos con firmeza; en pie, contra todo tipo de tiranía. Coincidimos en que nada hay más agradable que compartir la sencillez del pueblo, en el contacto directo y sincero, sin barreras o limitaciones, en la unidad de aspiración, de riesgo y de fervoroso empeño. Sin embargo, nuestras acciones u omisiones han derivado en que millones de personas estén aun alejados de oportunidades de trabajo digno, salud, educación y desarrollo. Los rezagos que todavía presentan miles de comunidades indígenas en el país y las condiciones de vulnerabilidad o la discriminación que afectan a mujeres, niños y adultos mayores, que culminan una vida de esfuerzo en el desamparo, nos dicen que no hemos hecho bien muchas cosas, que nuestros esfuerzos han sido insuficientes, que debemos hacer mucho más para mejorar nuestra democracia, nuestra vida institucional y todos aquellos elementos de nuestra vida pública que hacen posible el pavoneo de la injusticia, la corrupción y la impunidad. Esos males nos aluden a todos. Nadie debe ser indolente ante lo mucho que falta por hacer para alcanzar condiciones de justicia plena. Para lograr que los cambios necesarios se conduzcan en un ámbito de paz social, la ciudadanía organizada y activa tiene el deber ineludible de evitar los abusos que hacen posible tanta riqueza al lado de tanta miseria. La ciudadanía es el arma más poderosa y la única que puede conducir a la realización de las mejores esperanzas para la patria, porque los males de la nación sólo tienen fuerza en la medida en que los ciudadanos los toleran. En la lucha cívica debe buscarse el fecundo contacto con el pueblo, porque éste sabe claramente cuáles son los males sociales que sufre en su propia carne, en la angustia del porvenir de sus hijos. Un dato insoslayable, conmovedor si hay algo que lo sea, es que gran parte del pueblo que he visto resistir en la pobreza tiene esperanza y fe en México.

    Por ello, en los tiempos actuales, de alternancia y pluralidad, debemos valorar el papel de la política como el medio idóneo para instaurar plenamente condiciones de justicia y democracia en la vida pública, mediante el diálogo y el entendimiento. Quien asuma así el quehacer cívico entenderá que es irrelevante hablar de victorias o derrotas partidistas. La lucha sigue siendo por justicia para todos y muy especialmente para aquellos que han padecido durante más tiempo los flagelos de la pobreza extrema, la discriminación y el olvido.

    LUIS H. ÁLVAREZ

    CORRESPONDENCIA

    I

    POR EL GOBIERNO DE CHIHUAHUA (1956-1957)

    Abril 13 de 1956

    Sr. D. Luis Álvarez

    Av. Ferrocarril 276 Nte.

    Ciudad Juárez, Chih.

    Muy distinguido amigo:

    Al volver a ésta me apresuro a escribirle para reiterarle cordialísimamente mi felicitación y mi agradecimiento por su conducta ejemplar, que es estímulo y lección para todos.¹ Sé muy bien cuán pesada es la carga que ha caído sobre sus hombros, pero ni usted la buscó ni fue el resultado de un entendimiento previo y ni siquiera fue consecuencia de la presión que pudieron haber ejercido quienes más podían haber deseado su candidatura. Auténticamente una decisión espontánea, una como iluminación súbita de la Asamblea, que nos llenó de júbilo y de esperanza a todos los que de ella formábamos parte.

    Ya el ingeniero Gutiérrez Lascuráin² está haciendo las gestiones, tanto para asegurar una información nacional sobre la campaña, dándole las dimensiones que realmente tiene, cuanto para obtener la colaboración de personas de diversos estados y de esta capital, a fin de que lo acompañen en su gira y tomen parte en las convenciones que faltan y en los actos públicos que el Partido celebre.

    Me permití dejar en Chihuahua un memorándum con el ruego de hacerlo llegar a usted y a don Raúl.³ Se refiere con algún detalle a la organización de la campaña en el Comité Regional. Igualmente me permití dejar un memorándum para don Raúl y para usted sobre los periódicos fronterizos.

    Espero que, especialmente el memorándum de organización, podrá servir como base para que desde luego se inicie el esfuerzo. Si el justificado entusiasmo de nuestras gentes y la buena respuesta que todos esperamos de la ciudadanía pueden ser organizados de manera firme y ágil, los resultados serán sorprendentes, como lo hacen esperar la limpieza de los hombres y de los propósitos y la feliz iniciación de la campaña con esa Convención admirable.

    Espero poder estar en Chihuahua, ya en condiciones de moverme más libremente, en los primeros días de mayo para poder colaborar en la forma que usted se sirva indicarme; pero, desde luego, quedo en ésta a su disposición para servir en cuanto pueda hacerlo desde aquí.

    Por este mismo correo me he permitido remitirle dos libros que podrán darle una buena idea del pensamiento y del esfuerzo de Acción Nacional.

    Con saludos muy afectuosos, esperando que en toda la campaña encontrará usted siempre la cariñosa y entusiasta colaboración, no sólo en sus amigos, sino en todas las mujeres y en todos los hombres del estado, me es muy grato repetirme su amigo sincero q.e.s.m.

    Manuel Gómez Morin

    24 de abril de 1956

    Licenciado Manuel Gómez Morin

    Esquina Bolívar y 16 de Septiembre

    México, D. F.

    Muy estimado amigo:

    Su carta de fecha 13 de los corrientes dirigida a esta población me fue reexpedida a la ciudad de Chihuahua donde pasé una buena parte de la pasada semana. Mis más cumplidas gracias por los inmerecidos conceptos que expresa usted acerca de mi persona. Se me ha conferido el más grande honor de mi vida y a Dios pido ilumine y me ayude a cumplir con la difícil tarea que se me ha encomendado.

    Celebro que haya mejorado de su brazo y deseo que pronto esté completamente restablecido para que pueda acompañarnos y ayudarnos con sus sabios consejos.

    Le adjunto el itinerario que se confeccionó en Chihuahua y que, aunque sujeto a cambios, podrá servir de base para planear la visita de las personas que deberán venir de fuera del estado. Por lo pronto, se nos ha informado ya que el licenciado Rodríguez Lapuente⁴ concurrirá a nuestra Convención del día 29, en representación del Comité Nacional.

    Confidencialmente, quiero manifestarle que hay una corriente muy marcada a favor de la candidatura de don Raúl García para la Presidencia Municipal, pues se sostiene el criterio de que para dicho puesto sí reúne los requisitos legales necesarios. Huelga manifestar que don Raúl sería el candidato ideal. No obstante, si los impedimentos subsisten,⁵ se pueden encontrar otras personas de magníficos antecedentes, pero que para que acepten su postulación posiblemente se necesite de la intervención directa de personas como usted y del propio don Raúl; Dios les permita acompañarnos en dicha ocasión.

    Como todavía no recibo los libros que tan gentilmente me ofreció en su carta, mucho he de agradecerle se sirva indicarme el conducto empleado para su remisión y así poder hacer las reclamaciones necesarias.

    En espera de sus noticias quedo de usted su amigo sincero y seguro servidor.

    Luis H. Álvarez

    Abril 25 de 1956

    Señor D. Luis Álvarez

    Apartado núm. 128,

    Ciudad Juárez, Chih.

    Muy estimado amigo:

    Con mucho gusto acabo de recibir su grata del 24.

    He estado informándome todos los días del curso del trabajo allá y me alegra saber que está efectuándose en equipo y con entusiasmo. Creo que pronto la organización estará bastante completa y la labor podrá hacerse más amplia y más intensa. Espero también que en unos días más llegarán elementos del Comité Juvenil de Jalisco que están muy bien preparados para formar los equipos de organización y propaganda.

    Para el próximo día 4, y con el deseo de acompañar a usted unos tres o cuatro días, llegará a ésa en avión don Juan José Hinojosa. Es un extraordinario orador y va dispuesto a trabajar duramente. Confío en que para él y para usted será muy grata experiencia la de estos días que pasarán juntos.

    Irán después Antonio de la Peña, los licenciados Víctor e Ignacio González Luna y David Alarcón, jóvenes oradores y bien fogueados batalladores del Partido. También irán Pedro Reyes Velázquez y Rafael Alonso Prieto, excelentes luchadores de Monterrey. El propósito es que durante la campaña, especialmente para los mítines de fin de semana (sábados, domingos y tal vez lunes y martes) puedan ustedes contar con alguno de estos destacados amigos de fuera del estado.

    Enviamos los libros a Av. Ferrocarril 276 Nte., en ésa. De todas maneras, hoy enviamos otro ejemplar al Comité de Chihuahua, pues siempre será útil que se tengan a la mano porque en ellos se expresan muchas de las tesis básicas del Partido.

    Todavía no sé si me será posible salir a fin de semana para acompañarlo en Ciudad Juárez y volver el 2 (un hijo se me casará por lo civil el 4, D. m.), o si tendré que diferir el viaje hasta el 5 o el 6 de mayo, para estar con ustedes hasta el 12 o el 14 (la boda religiosa del mismo será el día 16, si Dios quiere). Creo que después podré volver para acompañarlo en la gira por Parral, si se cambia el itinerario como me he permitido sugerirlo al señor ingeniero Ochoa,⁶ y durante el mes de junio acompañarlo también para antes del fin de la campaña.

    Para los mítines finales en Juárez y en Chihuahua espero que podremos contar con don Manuel Samperio y con don Miguel Estrada Iturbide.

    Sé de la posibilidad de la postulación de don Raúl. Sinceramente, creo que por él y por la unidad misma de la campaña, sería muy conveniente que la postulación se haga en favor de alguna de las personas que junto con ustedes tan brillantemente han trabajado en Ciudad Juárez. Por supuesto que él sería un magnifico candidato.

    Con el ruego de que se sirva darles recuerdos de todos los amigos y compañeros y esperando que usted y todos los suyos estarán bien y que será posible dar la campaña extraordinaria que el estado y México necesitan y merecen, me repito su amigo sincero q.e.s.m.

    Manuel Gómez Morin

    23 de agosto de 1956

    [De Luis H. Álvarez a Manuel Gómez Morin]

    Muy estimado Sr. Licenciado y fino amigo:

    Con mucha pena por no haberlo hecho antes, como hubieran sido mis deseos, le escribo en primer lugar para agradecer profundamente las atenciones que usted y su apreciable familia nos dispensaron a Blanca y a mí durante nuestra estancia en ésa y para hacerle patente nuestro agradecimiento por su gentil obsequio de Figuras y episodios de la historia de México, así como la Historia de México, de García Granados, y el ejemplar de Jaime Castiello, que ya hemos recibido.

    Refiriéndome a la conversación telefónica del martes por la noche le reitero la invitación para que nos acompañe el domingo para el mitin en esta población. Desde luego que si, por los motivos que apuntaba usted, no le es posible venir en esta ocasión, con todo gusto recibiremos a Juan José Hinojosa o al diputado Ituarte.⁸ Sanz Cerrada⁹ mandó ayer telegramas invitándolos, así como a don Miguel Estrada Iturbide y a Hugo Gutiérrez Vega.

    Anoche me habló el profesor Avilés,¹⁰ para indicarme que la prensa capitalina considera de tal importancia el mitin de Ciudad Juárez que el diario La Prensa mandará un reportero para el domingo. Francamente, yo tengo mis temores de que dicho mitin no resulte tan concurrido como los anteriores, pues se han tenido que ausentar de la población Fernando Villalobos, Sanz Cerrada y Arronte,¹¹ aparte de que yo también he tenido que salir con bastante frecuencia. Si a esto agregamos la falta de organización en nuestras filas y la nula atención que la prensa local ha dispensado a nuestro movimiento, es de esperarse

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