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El verdugo de Rothenburg: la Inquisición en Rothenburg: El verdugo de Rothenburg: asesinato en  Rothenburg, El verdugo de Rothenburg: traición en Rothenbur
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Libro electrónico485 páginas5 horas

El verdugo de Rothenburg: la Inquisición en Rothenburg: El verdugo de Rothenburg: asesinato en Rothenburg, El verdugo de Rothenburg: traición en Rothenbur

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Rothenburg, 1526

Después de enterarse de la verdad sobre su origen, Marie comienza a buscar junto con su marido pruebas para presentárselas al corregidor Bernhard Steiner. Pero entretanto, el único testigo que sabe la verdad, ha sido asesinado.

Mientras Marie y Matthias están fuera, la Inquisición llega a Rothenburg bajo el mando del inquisidor Ferdinand von Ravensburg y asusta y amedrenta a toda la ciudad. Matthias se ve obligado por el inquisidor a ayudarlo a llevar a cabo las interrogaciones. Cuando el verdugo se niega a torturar a una niña se inicia una serie de acontecimientos que cambiarán la vida de Marie y Matthias para siempre.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento15 jul 2020
ISBN9781071556115
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    El verdugo de Rothenburg - Martina Noble

    El verdugo de Rothenburg: La Inquisición en Rothenburg

    Por Martina Noble y Werner Diefenthal:

    Descripción del libro:

    Rothenburg, 1526

    Después de enterarse de la verdad sobre su origen, Marie comienza a buscar junto con su marido pruebas para presentárselas al corregidor Bernhard Steiner. Pero entretanto, el único testigo que sabe la verdad, ha sido asesinado.

    Mientras Marie y Matthias están fuera, la Inquisición llega a Rothenburg bajo el mando del inquisidor Ferdinand von Ravensburg y asusta y amedrenta a toda la ciudad. Matthias se ve obligado por el inquisidor a ayudarlo a llevar a cabo las interrogaciones. Cuando el verdugo se niega a torturar a una niña se inicia una serie de acontecimientos que cambiarán la vida de Marie y Matthias para siempre.

    Sobre los autores:

    Martina Noble:

    Nacida en 1979 en la ciudad de Maguncia, Alemania, desde sus primeros años de infancia le gusta explicar y escribir historias. Desde 2014 escribe junto con Werner Diefenthal y ha publicado varios libros con él.

    ––––––––

    Werner Diefenthal

    Nacido en 1963 en la región de Renania, Alemania, escribe desde hace varios años y publicó su primera novela en 2010. Desde 2014 colabora con su co-autora Martina Noble, con la que ha publicado varias novelas.

    El verdugo de Rothenburg: La Inquisición en Rothenburg

    Por Martina Noble y Werner Diefenthal

    c/o 

    Club de autores Payrus,

    R.O.M. Logicware GmbH

    Pettenkoferstr. 16-18

    10247 Berlin.

    Teléfono: +49 175 2672918

    wdiefenthal@wdiefenthal.de

    www.wdiefenthal.de; www.martina-noble.com

    ––––––––

    Modelos del título:

    Valerie Matthey

    https://www.facebook.com/The-art-of-Valley-409182422597077/

    Marco Röhlich

    https://www.facebook.com/Bradley-Blackwater-742119889205680/?fref=ts

    Portada, diseño gráfico y de portada:

    Sandra Limberg

    http://www.sollena-photography.de

    Diseño del logo y de la página weg para Werner Diefenthal

    monikakloeppelt – agencia de publicidad, márketing y rr.pp.

    http://monikakloeppelt.jimdo.com/

    Traducción: Montserrat Varela Navarro

    www.puntoyaparte.de

    Cuarta edición

    Primera edición aparecida en Moon House Publishing, 2014

    © Werner Diefenthal / Martina Noble. Todos los derechos reservados.

    Cualquier reproducción, incluso parcial, requiere el consentimiento previo de los autores.

    Impreso en Alemania.

    Información bibliográfica de la Biblioteca Nacional Alemana

    La Biblioteca Nacional Alemana registra esta publicación en la Bibliografía Nacional Alemana; los datos bibliográficos detallados están disponibles en Internet bajo http://dnb.d-nb.de .

    Tercera parte:

    La Inquisición en Rothenburg

    Todas las personas y todos los acontecimientos de esta historia son ficticios. Cualquier similitud con personas vivas o fallecidas es puramente accidental y no intencionada.

    El corregidor de Rothenburg y su mujer son ficticios. El verdugo es un producto de nuestra fantasía. A pesar de nuestras intensas investigaciones, no hemos podido encontrar ninguna prueba fehaciente de la existencia de un verdugo en Rothenburg. Un hecho histórico fue la expulsión de los judíos, que vivían en el barrio judío, alrededor de 1520. Lo que pasó después es una ficción.

    Los acontecimientos locales se relataron según nuestro leal saber y entender, pero fueron adaptados parcialmente para el transcurso de la historia que escribimos aquí. Por ejemplo, no existía ninguna institución del corregidor, y también el restaurante ›Cisne dorado‹ es ficticio. Al nombrar las calles, las plazas y las puertas de la ciudad, tomamos como referencia mapas antiguos. En caso de que no se correspondiesen en todos sus aspectos con la realidad, pedimos disculpas.

    En la medida de lo posible, los procesos y los acontecimientos históricos se usaron conforme a la verdad. En algunos casos, sin embargo, se cambiaron de tal manera que encajasen en el contexto de la novela.

    Los métodos de interrogación y los castigos por parte del verdugo y más adelante por la Inquisición que se relatan en esta novela se corresponden lo más fielmente posible con la jurisprudencia y las nociones prevalecientes de la justicia de la época. Las herramientas de tortura descritas eran habituales en esa época, aunque algunos historiadores dudan de que se usaran. Los castigos impuestos en la novela no reflejan de ningún modo la opinión o el parecer de los autores.

    Por ello, sean advertidas las mentes sensibles: correrá la sangre.

    En nuestras investigaciones sobre la vida en esa época nos han sorprendido algunas cosas. Sobre todo, la vida no precisamente mojigata de esa época. Tuvimos que tener en cuenta también este aspecto e integramos esta parte de la vida cuotidiana en la trama.

    También adaptamos el idioma a los tiempos modernos para que sea más fácil de entender. Intentando hablar como la gente de esa época en la que tiene lugar esta historia, nos dimos cuenta de que nadie nos entendía. Por eso nos decidimos a utilizar un lenguaje comprensible para el público en general de hoy en día. Les pedimos su comprensión también para este aspecto.

    Nota sobre la nueva edición:

    La presente versión fue revisada cuidadosamente. Adaptamos tanto en el lenguaje como en el contenido sobre todo las escenas de contenido sexual para que no fueran tan explícitas. También redujimos el impacto en las escenas de la versión original en las que Matthias lleva a cabo los castigos.

    La mayoría de los cambios, sin embargo, tiene que ver con el fomateo o el aspecto del libro, ya que no estábamos contentos con el aspecto de la primera edición. Esperamos haber creado también esta vez un nuevo placer de lectura.

    Índice de personas

    Bernhard Steiner

    Corregidor de Rothenburg

    Elsa Steiner

    La mujer del corregidor

    Eckhart Steiner

    Padre del corregidor, el anterior corregidor

    Matthias Wolf

    Verdugo de Rothenburg

    Marie Wolf

    Mujer del verdugo, antigua criada en casa del corregidor Steiner

    Popolius Harthrath

    Escribano

    Magdalena Holzapfel

    Dueña del ›Cisne Dorado‹

    Greta Dinkelsbraun

    Amiga de Marie

    Helga Bonnekamm

    Amiga de Marie

    Klaus Bonnekamm

    Maestro panadero, padre de Helga Bonnekamm

    Agatha Bonnekamm

    Madre de Helga Bonnekamm

    Meginhard von Scharfenstein

    Cabeza de una familia adinerada, padre de Jakob

    Margarethe von Scharfenstein

    Mujer de madre de Jakob

    Jakob von Scharfenstein

    Hijo de Meginhard y Margarethe von Scharfenstein

    Karl Schwattner

    Amigo de Helga Bonnekamm, criado del corregidor

    Nikolaus von Brümme

    Médico y cirujano, sanador

    Pater Remigius

    Párroco von Rothenburg

    Heinrich Meisner

    Capitán de la guardia municipal

    Markus

    Aprendiz de Matthias

    Irmtraud Wallner

    Prostituta en el ›Cisne dorado‹

    Ferdinand von Ravensburg

    Inquisidor

    Lotte Lambrecht

    Mujer del arrendatario en la finca de los Steiner

    Max

    Soldado de la guardia de la ciudad.

    Silvanus

    Juglar, cabecilla de un grupo que va de feria en feria

    Anna

    Chica en un grupo de juglares que van de feria en feria

    Bandido, Trueno, Luna

    Tres cachorros de lobo

    Prólogo

    Después de que Matthias Wolf, el verdugo de Rothenburg, salvara del cadalso a Marie, la criada del corregidor, y se casara con ella, la vida para los dos no mejoró.

    Elsa Steiner, la esposa del corregidor, sigue queriendo atentar contra la vida de Marie, ya que Marie es la hija ilegítima de su suegro y, por tanto, heredera de una parte de sus bienes por un testamento de cuya existencia Elsa se enteró.

    Para evitar que este secreto tan bien guardado salga a la luz y que Marie tome posesión de su herencia, Elsa inculpa a Marie de la muerte de Eckhard Steiner, su suegro, y la acusa de ser una bruja. Matthias Wolf, el verdugo de Rothenburg, salva a Marie de una muerte segura casándose con ella. Sin embargo, Elsa Steiner sigue intentando desacreditar a Marie en cada oportunidad e intenta retratarla como bruja.

    Mientras tanto, un lobo está asolando en la finca en la que nació Marie, y el corregidor Steiner envía a su verdugo para resolver el asunto. Ya que Marie tenía prohibido irse de Rothenburg bajo amenaza de castigo, el corregidor tiene que tomar una decisión que no le gusta nada a su mujer.

    Pero Bernhard Steiner confía más en su verdugo que en su mujer y permite que Marie viaje a la finca con Matthias, para que cace a los lobos. Allí, Marie se entera de la verdad de su origen. No puede entender, aunque parece que es verdad, que el corregidor sea su hermano y su mujer quiera atentar contra su vida.

    Entretanto, sin embargo, ya ha corrido la voz de que en Rothenburg han ocurrido algunas cosas que llaman la atención de la Inquisición.

    Matthias y Marie entran en un ciclo mortal de violencia, lujuria y traición, que solo podrán romper con mucha astucia, suerte y con la ayuda de sus amigos.

    Julio de 1526

    Primer capítulo

    Cuando Marie salió por la puerta, se sintió bastante mareada. No había bebido nunca tanto vino. Sacudió la cabeza, como si con ello pudiera volver a pensar claro.

    Le habían sobrevenido demasiadas cosas. Volver a ver a la gente con la que había crecido, luego la visita a la tumba de su madre, cuando Matthias creyó haber escuchado un nombre entre el sonido de las hojas. ›Elsa‹, había creído oír. Pero lo peor había sido la revelación de la anciana Lotte. ¡Eckhard Steiner, el antiguo corregidor de Rothenburg, era su padre! Justamente el hombre que, según las acusaciones de Elsa Steiner, la mujer del corregidor actual, habría asesinado ella mediante la brujería. Marie había intentado ahogar esta verdad con el vino, pero lo único que había conseguido era sentirse atormentada por el mareo, y sentirse mal. Se aferró en una esquina de la pared. En su cabeza todo daba vueltas.

    —Soy la hermana del corregidor, —balbuceó—. La hermana del tipo que quiso que fuera decapitada. —Eructó fuerte y claramente—. Mierda de vino, —dijo—. Pero el corregidor no pudo haberlo sabido. No lo creo. Solo fue su mujer. —Al menos eso era lo que Marie esperaba—. La idea de que el corregidor quizás también hubiera querido deshacerse de la molesta coheredera era demasiado. Se inclinó hacia delante y vomitó. —Matthias, ¿dónde estás?, —gimió, después de haberse limpiado la boca—. ¡Te necesito ahora!

    

    El verdugo había seguido a su mujer; estaba preocupando por ella. Esa noche se habían precipitado demasiadas cosas encima de ella, más el vino, del que había bebido abundantemente. La vio en la esquina de la casa, inclinándose hacia adelante y vomitando. Fue hacia ella y oyó cómo ella lo estaba llamando.

    —Estoy aquí, —dijo a media voz y acariciándole la espalda.

    Marie se enderezó.

    —Ah, estás aquí, mi querido verdugo. —Se rio—. Creo que estoy borracha.

    Matthias se rio.

    —No, no estás borracha, llevas una buena cogorza.

    Ella lo amenazó con el dedo, pícara.

    —Espero que esto no lo oiga mi hermano, el viejo corregidor de Ri... Ra... Rothenburg.

    Matthias la miró sorprendido. ¿Estaba realmente solo borracha? ¿O había algo más?

    —¿Qué pasa, Marie? Venga, voy a llevarte a la cama.

    Ella se enderezó.

    —Quieres decir a tu cama. En la que me puso mi propio hermano. —Él retrocedió. Fue como una puñalada en el corazón. Pero Marie no había terminado todavía. —Matthias, te quiero... pero, —volvió a reírse entre dientes— un poco de respeto, por favor.

    —Marie, basta ya. ¿Qué vamos a hacer?

    Magdalena se lo quedó mirando. En su cabeza, los pensamientos no paraban de dar vueltas. La situación en la que se encontraba la desbordaba.

    —¿Que qué vamos a hacer? ¿TÚ preguntas qué vamos a hacer? Te lo voy a decir: Vamos a cerrar el pico y no vamos a decirle a nadie lo que hemos descubierto esta noche aquí.

    —¡Marie! —Dijo Matthias, sorprendido—. ¡Esto no lo podemos hacer! Si esto no lo aclaramos, no vamos a vivir nunca tranquilos. Elsa siempre vendrá a por nosotros y tratará de eliminarnos.

    —Con Elsa ya podremos enfrentarnos. ¿Pero qué pasa si el corregidor es tan codicioso como su mujer? Entonces quizás se lo va a pensar otra vez eso de la clemencia concedida y te ordena que termines con todo.

    Matthias se dio cuenta de que su mujer ya no era dueña de sus sentidos, y se acercó a ella, queriendo tomarla en sus brazos. Ella lo rechazó.

    —Marie, por favor. Yo no te ejecutaría nunca.

    —¿Nunca? —Marie se lo quedó mirando. En su cabeza estaba todo confuso—. ¿A quién se lo vas a contar? Si el corregidor no hubiera cedido a tu petición de gracia o yo no hubiera consentido, entonces me habrías cortado la cabeza sin dudarlo. Aunque tú no habías creído que yo fuera culpable. Si es que realmente fue así. ¡Quizás también esto también es una mentira! ¡Aléjate de mí!

    Se tambaleó, se inclinó hacia delante y volvió a vomitar. Matthias no podía creer lo que oía. Entrecerró los ojos. No reconocía a su propia mujer, que lo estaba insultando y que lo acusaba de haber mentido.

    —Marie. ¿Es esto realmente lo que te preocupa, o se trata de una excusa? ¿Quieres decirme que ya no soy lo suficientemente bueno para ti? ¿Es esto lo que me quieres decir? ¿Que ahora que perteneces a los nobles, quieres echar al verdugo de tu vida y de la cama? Si es así, entonces vete.

    Las lágrimas le saltaban de los ojos. Marie lo volvió a mirar. Los pensamientos se arremolinaban en su cabeza; no los podía capturar. No tenían ningún sentido.

    —Piensa lo que quieras, —le dijo gritando.

    Dicho esto, se dio la vuelta y se fue corriendo. Durante un momento, Matthias se quedó quieto, conmocionado; luego la siguió tan rápido como pudo. A pesar de correr rápido, Marie había desaparecido. Primero la buscó en su habitación, pero allí no estaba. Tampoco la pudo encontrar en todas las demás habitaciones y estancias de la hacienda.

    —¡Marie! ¿Dónde estás?

    

    Estaba perdida a través de la noche. Cuando Marie huyó en su confusión de borracha, había olvidado que cerca de la finca todavía rondaba un lobo, y que en la oscuridad, allí fuera podía ser peligroso para ella. Poco a poco fue recobrando la razón y se dio cuenta de lo que había hecho. Había ahuyentado a su marido, al que amaba por encima de todo. Lo había insultado, le había gritado y le había acusado de haber mentido. Ella no era mejor que todas esas mujeres que siempre había despreciado; se había comportado como sus distinguidas señorías que miraban a Matthias por encima del hombro. ¿Cómo le podía haber reprochado algo de lo que él no hubiera tenido ningún control? ¡Si ahora venía un lobo, le daría igual! Si tenía que perder a Matthias, entonces el lobo también la podía matar. Siguió caminando con la mirada cubierta de lágrimas hasta que de repente se encontró delante de la tumba de su madre. Se dejó caer de rodillas y dio rienda suelta a su tristeza.

    —¡Mama! ¿Por qué ya no me quiere? ¿Por qué me dice que tengo que irme?

    Olvidó que ella misma había hecho exactamente lo mismo solo unos momentos antes. Tergiversó lo que había pasado en un hecho en el que ella misma creía. Marie lloró desenfrenadamente. El vino y su tristeza, más el miedo repentino al futuro, se cobraron su precio. Se dejó caer al suelo y cayó en un sueño inquieto en el que la atormentaban las pesadillas.

    

    Marie estaba delante de las puertas de Rothenburg, en medio de una tormenta. Llovía a cántaros, el viento le silbaba por las orejas, y la lluvia le azotaba la cara. Su ropa estaba empapada y ella estaba tiritando de frío, pero podía ver desde lejos la cálida luz detrás de las ventanas de la casa del verdugo, que iluminaba invitándola a entrar. Quería correr hacia casa, pero de repente, algo la retenía. Miró hacia abajo. Tenía unas cadenas atadas en sus piernas. Cuando levantó los brazos, también vio allí los eslabones de la cadena. De pronto, alguien la arrastró hacia él, lejos de su hogar, lejos de la casa donde vivía, la llevaba a rastras hacia el cadalso, en el que estaba Matthias con un hacha de mango largo. Su mirada era siniestra, y su cara no tenía ninguna expresión.

    —¡Decapítala ya, a la puta del demonio! —Oyó decir una voz. Elsa Steiner estaba a la izquierda de Matthias, y a su lado el corregidor. Este le puso la mano en el hombro a Matthias, y su sonrisa era fría. —Piensa en lo que te he prometido. Te voy a dar un terreno, una casa, lejos de Rothenburg. No tendrás que ser más el verdugo, podrás llevar una vida normal y hornada y casarte con cualquier mujer que quieras.

    Señaló una serie de mujeres jóvenes que ya estaban esperando con caras entusiasmadas. Marie reconoció a Helga, a Greta e incluso a Magdalena.

    Matthias asintió. No movió ningún músculo de su cara. La mataría. Marie, presa de pánico, gritó pidiendo ayuda.

    —¡Markus! ¿Dónde estás?

    —No te voy a ayudar, —oyó que decía, y entonces vio que era él quien la había arrastrado hasta el cadalso—. Solo obedezco a mi señor.

    Markus la obligó a arrodillarse, la empujó hacia delante hasta que su cabeza tocó el bloque en el que Markus siempre partía la madera.

    —¡Córtale la cabeza de una vez! —Dijo Elsa, rabiando, y Marie vio por el rabillo del ojo cómo Matthias levantaba el hacha.

    «¿Por qué utiliza un hacha?», se le pasó por la cabeza, cuando la herramienta mortal cayó hacia abajo y le mordió el cuello.

    

    Se levantó jadeando y bañada en sudor, y miró a su alrededor. Estaba estirada al lado de la tumba de su madre, y seguía estando en la finca a la que había ido con Matthias. ¡Solo había sido un sueño!

    Marie esperó a sentirse aliviada, pero el alivio no quería llegar. Volvió a ver a Matthias levantando el hacha. Volvió a ver al corregidor y a Elsa vociferando. ¿Ser decapitada era su destino después de todo? Marie se levantó tambaleándose, corrió un poco y vomitó otra vez lamentándose. Entonces notó una mano en su hombro, y oyó el alivio en la voz de Matthias.

    —¡Estás aquí! Te he buscado por todas partes. —Ella estaba allí, inclinada hacia delante y desamparada, y volviendo a vomitar—. Marie, —dijo él. ¿Qué pasa?

    Ella lo miró.

    —Matthias, —susurró Marie—. Tengo miedo.

    —¿De qué tienes miedo?

    Ella le contó entrecortadamente su sueño, interrumpiéndose por el llanto una y otra vez. Él la tomó del brazo. La consolaba sentirlo cerca de ella.

    —Ha sido solo un sueño, una pesadilla.

    —¿Y si no? —contestó ella.

    Matthias no sabía qué tenía que decir.

    —Yo te quiero, ya lo sabes. Y no voy a permitir nunca que te pase algo malo. Y cualquiera que te ponga la mano encima, lo va a pagar.

    Por primera vez desde que lo conoció, Marie se enfadó con él.

    —¡Al diablo, Matthias! —Le bufó ella a un Matthias sorprendido—. ¿Es que no lo entiendes? ¡Amor! ¡No se trata de esto!

    —¿De qué se trata, entonces?

    Ahora Marie se puso más furiosa.

    —¡Maldita sea! Tú te casaste conmigo porque no tenías ninguna opción mejor. Pero si ahora el corregidor quisiera deshacerse de mí, y te diera a cambio una vida mejor, no estoy muy segura de que tú lo rechazaras.

    Matthias dio un paso atrás.

    —Esto no es verdad...

    Marie ya no podía contenerse.

    —¿En serio no es verdad? ¿A quién se lo vas a contar? Sé lo que piensas. No quieres ser más el verdugo. Quieres casarte como cualquier otro con la mujer que amas, y no con la que se te aparece por casualidad en el cadalso. ¿Por qué no ibas a aprovechar la ocasión, si te lo ofrecen? —Él quiso tocarla, pero ella le retiró la mano. —¡NO ME TOQUES!

    —¡Marie! ¡Esto no es verdad! Si el corregidor lo hace, entonces me fugo contigo, pase lo que pase. ¡Y lo sabes perfectamente!

    Ella miró al suelo. ¿Podría ser verdad? Pero su cerebro, todavía nublado por el vino, no le permitió creer a Matthias; para ella su sueño se iba convirtiendo en una realidad. Miró a Matthias con expresión de denuncia.

    —Tú hablas, y hablas y hablas. Y te crees que lo entiendes todo. ¡Pero no entiendes nada! ¡Nada de nada! ¿Por qué no me cortaste la cabeza? ¡Eso no habría sido tan doloroso!

    Matthias ya no sabía qué tenía que hacer. Marie lo estaba acusando de que siguiera viva y que no estuviera en la tumba. ¿Cómo tenía que entenderlo?

    —Marie, ¡por el amor de Dios! —¿Qué significa esto? Te he salvado la vida. Más de una vez. Y me he enamorado de ti. ¡Al final da igual cómo ocurrió! ¿Crees que verdad que ahora te podría matar? Pero quizás eres tú quien quieres deshacerte de MÍ. Ahora perteneces a la buena sociedad y puedes conseguir algo mejor.

    Marie lo negó.

    —Piensa lo que quieras. Últimamente me has dicho muchas veces que te gustaría irte. ¿Y ahora quieres decirme que no aprovecharías la oportunidad solo por mí? No lo creo. Si no fueras el verdugo, las mujeres te darían la lata. ¡Habrías encontrado rápidamente a una nueva mujer, una a la que tú realmente quisieras, y no una solución de emergencia!

    Dicho esto, lo dejó plantado y se fue corriendo. Matthias se quedó como si le hubiera dado un relámpago. Se puso furioso. Furioso contra Marie, furioso contra él mismo. ¿Debía correr detrás de ella? ¡No! Él también tenía su orgullo.

    «Apenas se entera de que quizás podría ser una dama de la buena sociedad, y ya no soy lo suficiente bueno para ella», gruñó. Sacudió la cabeza. Las lágrimas le saltaron a los ojos, pero no iba a llorar.

    Regresó lentamente hasta el patio de la finca, al taller donde había dejado su espada y su hacha. Las tomó, más unas cuantas antorchas y una cuerda, y se fue al bosque. Sus pensamientos eran claros, y su decisión estaba tomada: Esa noche iría a por el lobo. Y si iba a morir en ello, en ese momento le daba igual.

    Su mujer, su alma, lo había abandonado. Y esto era algo que no podía soportar. Sin Marie nada tenía sentido.

    Segundo capítulo

    El verdugo avanzó a hurtadillas por el bosque, sin hacer ningún ruido. Escuchaba los sonidos una y otra vez. Oyó un aullido suave desde lejos. Eso tenía que ser los lobos. La luna ahora brillaba lo suficiente, de modo que encontró el rastro de la manada y la pudo seguir. Los aullidos no tardaron mucho en aumentar. Y luego Matthias notó cómo lo estaban observando varios pares de ojos. Siguió andando lentamente.

    De repente, estaba delante de él, en medio del camino. ¡El macho alfa! Había levantado los belfos y mostraba unos dientes afilados como cuchillas. Sus ojos brillaban en la oscuridad.

    —Ven aquí, demonio. ¡Tú o yo! —murmuró Matthias, mientras daba un paso hacia adelante sin miedo.

    Se sentía cansado, triste y solo. Pero al mismo tiempo una rabia que no se podía describir le recorría las venas.

    Solo un par de horas antes había querido darlo todo por Marie. Él le había dicho que moriría por ella. Y si tenía que ser esa noche, entonces estaba listo. Sentía que la había perdido, y sin ella no quería vivir más.

    Solo unos pocos metros lo separaban del lobo. Un crujido a su izquierda le indicó que el animal no estaba solo. Matthias se dio la vuelta y vio un segundo lobo saltando de un arbusto y atacó con el hacha. El lobo gimió y supo que le había dado. El cuerpo del animal voló por el aire y cayó al suelo. Quiso levantarse, pero cada vez se doblaba; su columna vertebral estaba rota.

    Un dolor caliente atravesó la pierna del verdugo. Otro lobo le estaba mordiendo en el muslo. Matthias dejó caer el hacha, agarró al animal con las dos manos, se lo sacó de la pierna y le apretó el cuello. El lobo intentó morderlo, gruñó, pero Matthias no tuvo compasión. Se oyó un crujido, como si se partiera una rama, y el cuerpo peludo perdió la tensión. Le había roto el cuello.

    El verdugo recogió su hacha y fue cojeando hacia el macho alfa. Este aulló un sonido largo. Luego, cinco lobos más se abrieron paso entre los arbustos. Pero Matthias no se dejó impresionar.

    Hizo girar el hacha, le partió la cabeza al primero, le destrozó el morro al segundo y le golpeó las patas posteriores al tercero.

    Los otros dos pusieron pies en polvorosa con el rabo entre las piernas y se esfumaron. Por lo visto habían entendido que Matthias no era una presa fácil.

    —Cobardes, —dijo Matthias, siguiéndoles con la mirada.

    Luego se volvió hacia el macho alfa, que ahora estaba delante de él solo a algunos brazos a distancia. Se puso de cuclillas y luego saltó hacia el verdugo con una fuerza que incluso le sorprendió a él. Solo por un puro reflejo pudo Matthias evitar que el lobo le desgarrara el cuello: levantó el brazo izquierdo y el lobo le hincó los dientes. La sangre salió en seguida a chorros de la profunda herida, pero Matthias no sintió ningún dolor. El lobo lo soltó, se retiró y lo volvió a atacar. El verdugo pudo volver a levantar el brazo. Le quedó otra herida profunda. Ahora Matthias sacó la espada; ya tenía suficiente.

    —Solo uno de los dos va a sobrevivir, ¡lobo! —bramó.  

    El animal fue dando vueltas alrededor de Matthias, buscando una buena posición de ataque. Luego volvió a saltar. Pero esa vez fue la última; Matthias ondeó la espada y dio exactamente en el cuello del animal. El filo de la espada penetró profundamente en la carne blanda, desgarró la vena y le cortó la nuca. Con un último gemido, el lobo se derrumbó y murió.

    Luego Matthias tuvo que sentarse. La pérdida de sangre de todas las mordeduras que había recibido lo estaban debilitando. Pero su misión todavía no había terminado.

    Fue de animal en animal para comprobar si ya habían muerto. Redimió a los que todavía vivían. Finalmente, tomó la cuerda y ató a todos los animales por las patas traseras. Luego arrastró su carga por el bosque hasta la finca. Notó que cada vez sentía más frío, pero al mismo tiempo empezó a sudar. El camino le pareció infinitamente largo, mucho más que cuando fue al bosque.

    Estaba amaneciendo cuando vio por fin las casas delante de él. Movilizó todas sus fuerzas para llegar a la finca.

    Delante de la casa principal dejó caer la cuerda y miró a su alrededor. Creyó ver a su mujer detrás de una de las ventanas. Levantó la mano izquierda para saludar, luego cerró los ojos y se cayó al suelo.

    Tercer capítulo

    En el momento en el que Matthias fue al bosque a cazar a los lobos, Marie se había encerrado en la habitación de los dos y se deshizo en lágrimas. Se arrepentía de haber gritado a Matthias.

    No tendrían que haber ido nunca allí. Todo en su vida era una única mentira. Incluso su matrimonio.

    Matthias no se había casado con ella porque la deseara, sino porque Magdalena se lo había dicho. Y ahora él quizá estaba contento de encontrar la ocasión de deshacerse de ella. En la cabeza de Marie revoloteaban las teorías de conspiración más descabelladas; todas con el mismo resultado: Matthias intercambiaba su vida por la propia libertad. En su cabeza, la idea de que Matthias abandonaría Rothenburg ya se había convertido en una realidad. Desesperada, se durmió agotada entre sollozos.

    Cuando Marie se despertó de sus sueños confusos, ya estaba amaneciendo. Matthias no había venido ni había llamado a la puerta. Quizás ya estaba preparando un mensaje para el corregidor, pensó con amargura. Se levantó, sintió el efecto del vino en su cabeza y se fue tambaleando hacia la ventana. Lo que vio hizo que se le pusieran los pelos de punta: Matthias se tambaleaba viniendo del bosque, arrastrando detrás de él, atada a una cuerda, una masa gris, que Marie solo pudo identificar como los cadáveres de un grupo de lobos después de mirar por segunda vez. Una de sus piernas y una manga de la camisa estaban empapadas de sangre. Marie se lo quedó mirando. ¿Había ido ese loco completamente solo, en medio de la noche a cazar a la manada de lobos e incluso la había liquidado?

    Levantó la cabeza, miró hacia ella y la saludó. Luego se derrumbó completamente.

    Marie chilló, horrorizada. ¡No podía morir! Estaba segura de que había hecho esa locura solo porque ella lo había increpado de esa manera. Todos sus miedos desaparecieron de un solo golpe. Llamó al cirujano dándose prisa en bajar las escaleras y en salir de la casa.

    Cuando Matthias volvió en sí, apenas podía abrir los ojos de lo débil que estaba. Su brazo y su muslo latían quedamente, pero lo podía soportar. Marie estaba sentada en la cama, desmoronada, y lloraba en silencio, mientras Nikolaus von Brümme cerraba su maleta.

    —Venga, ahora no te exasperes, —gruñó el cirujano, intentando calmarla—. Se va a curar. Las heridas están limpias, las he cosido y van a curarse rápidamente. Si eres lo suficiente fuerte para liquidar a toda una manada de lobos, unas mordidas de amor no te llevarán tan rápidamente a la tumba.

    Marie intentó sonreír, pero solo le salió una mueca.

    —Os doy las gracias por vuestra ayuda.

    —Faltaría más. Cuando se despierte, dale la bebida que le he preparado. Le va a dar fuerzas.

    Dicho esto, el médico se fue de la habitación. Marie y Matthias se quedaron solos. Cuando él gimió en silencio, Marie se dio cuenta de que estaba despierto, y se inclinó hacia él con miedo.

    —Matthias, ¿qué cosas haces? ¿Te hace mucho daño? ¿Cómo estás?

    Matthias no dijo nada. No quería hablar ni ver a nadie. Volvió a cerrar los ojos. Pero Marie no se rindió, y siguió cotorreando.

    —Déjame, —gruñó Matthias.

    ¿Qué más quería? La última noche lo había abandonado igual que hacía siempre la gente noble de Rothenburg cuando ya no lo necesitaban más. Se sentía herido. No en el cuerpo, pero sí en el alma. Oyó cómo se abría la puerta. ¿Lo dejaría ahora en paz? Pero luego oyó otra voz.

    —Y bien, Marie, ¿lo has conseguido otra vez? —Lotte había entrado en la habitación. Marie quiso decir algo pero Lotte la increpó—. Cierra ese pico tonto que tienes. Sé qué pasó anoche. Soy vieja, pero no idiota.

    —Pero... ¿Cómo lo sabes...? —balbuceó Marie.

    —Duermo muy poco y tengo que ir cada dos por tres a mear. Y por eso oí cómo le gritabas y le hacías reproches. ¿Sigues todavía en tus cabales? Esta no es la Marie que yo crié.

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