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Piedra y piel
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Piedra y piel
Libro electrónico23 páginas17 minutos

Piedra y piel

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Información de este libro electrónico

Diana es marchante de arte y acude al taller de Miguel para comprobar el estado de un busto que ha de vender. "Piedra y piel" es el relato de ese encuentro. Una historia de la relación del artista con su obra y del arte como mercancía y nada más.

IdiomaEspañol
EditorialMarc Barrio
Fecha de lanzamiento28 may 2020
ISBN9780463407332
Piedra y piel
Autor

Marc Barrio

Marc Barrio tiene una amplia carrera como productor de cine y publicista. En el sector literario tras incontables negativas de editoriales, decidió convertirse en su propio editor.Su primer libro en solitario «Las ratas de la galaxia» es una space opera episódica que transcurre a través del tiempo y el espacio. Tras unos meses en las librerías, la editorial que lo respaldaba quebró lanzando el libro al montón de descatalogados. Actualmente se puede comprar en Amazon la segunda edición, editada por el autor.«La gran mentira» es su primera novela autoeditada. Fue un éxito de crítica, pero un fracaso comercial al ser imposible de catalogar.

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    Piedra y piel - Marc Barrio

    Piedra y Piel

    Copyright 2020 Marc Barrio

    Published by Marc Barrio at Smashwords

    Contenido

    Piedra y Piel

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    Piedra y Piel

    Era un agradable día de primavera en el que la humedad y el calor habían pactado una tregua con los habitantes de la ciudad, lo cual permitió a Diana subir la avenida, a la sombra de los plataneros, y llegar a la puerta del taller sin que su fina blusa quedara empapada en sudor. Aquel insignificante detalle de comodidad le hizo pensar que la reunión sería provechosa. Esperanzada, golpeó la persiana metálica del taller con los nudillos. La hoja de metal tañó entre las guías como una campana desafinada. Tras tres golpes, Diana comprobó si se había manchado la mano con el descolorido grafiti de la persiana o con la película de mugre que la cubría; en sus nudillos encontró unas finas líneas negras que dibujaban las grietas de su piel, sacó una toallita de limón del bolso y se limpió con cuidado. La puerta lateral se abrió antes de que terminara la tarea.

    —¿Quién es? —dijo Miguel asomando la cabeza al exterior. Despeinado y sin afeitar, las ojeras le afeaban el rostro y tenía las mejillas hundidas, como si llevara días sin comer.

    —Me alegro de verte, Miguel —dijo Diana. Los años

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