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¡Gracias!: Cómo ser feliz y estar en paz con la vida
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Libro electrónico244 páginas3 horas

¡Gracias!: Cómo ser feliz y estar en paz con la vida

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Información de este libro electrónico

El poder de la gratitud para transformar tu vida.
Consejos, ejercicios prácticos y frases para vivir el día a día con gratitud y alegría.
Nina Lesowitz y Mary Beth Sammons han descubierto que estar agradecidos con la vida nos hace vivir más felices: la gratitud es un factor para el contento, la reducción del estrés y una vida sana, así como para tener relaciones más satisfactorias y reaccionar mejor ante la buena fortuna de otras personas. A partir de su propia experiencia y de su conocimiento de los avances en la neurociencia, las autoras demuestran que llevar una vida de gratitud nos permite librar la adversidad y hallar la paz interior. Con una exposición clara, frases inspiracionales y ejercicios de autoafirmación, Vivir agradecidos está pensado para ayudar a todos a alcanzar la clase de vida que siempre hemos querido construir.
IdiomaEspañol
EditorialOcéano
Fecha de lanzamiento1 sept 2015
ISBN9786077356554
¡Gracias!: Cómo ser feliz y estar en paz con la vida
Autor

Nina Lesowitz

Nina Lesowitz has over fifteen years experience orchestrating parties for corporations and organizations throughout northern California. She has planned special events on behalf of hotels, restaurants, medical centers, architectural firms, book publishing companies, and nonprofit organizations.Mary Beth Sammons is an award-winning journalist and women's issues columnist whose work appears frequently in Family Circle, the Chicago Tribune's lifestyle section, and leading consumer women's magazines. She is currently the "Finding You" editor for www.BettyConfidential.com and writes for various health and business publications. As an editorial vicepresident, Mary Beth launched the editorial departments of the largest consumer health online Web site--RevolutionHealth.com and its subsidiary, CarePages.com, for which she writes separate blogs. In addition, she is currently working with the Stanford Research Institute as editorial director of a storytelling project focused on consumer health and wellness. Mary Beth specializes in stories that inspire ordinary people to do extraordinary things from a place deep in their hearts. She has written six books in the women's self-help and mind/body/health field including, We Carry Each Other: Getting Through Life's Toughest Times (Conari Press, 2007). She lives in Chicago's suburbs with her three children.

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    ¡Gracias! - Nina Lesowitz

    Beth

    El hombre suele convertirse en lo que cree ser. Si yo no dejo de decirme que no puedo hacer algo, es posible que termine siendo incapaz de hacerlo. Al contrario, si creo que puedo, seguro adquiriré la capacidad de hacerlo, aun si no la tenía.

    —Mahatma Gandhi

    La expresión la búsqueda de la felicidad implica que debemos buscar —y perseguir— esa escurridiza condición conocida como felicidad. Pero, por alguna razón, ella logra siempre estar un paso adelante de nosotros. Si tú pudieras conseguir un trabajo mejor, ganar más, bajar de peso o lo que sea, podrías tomar más vacaciones, y sentirte y verte mejor, ¿no es así? ¿Y qué decir de los porqués que se interponen en tu camino?: ¿Por qué nací con mala estrella?, ¿Por qué contraje esta enfermedad?, ¿Por qué mi compañero consiguió el ascenso que yo merecía?, y así sucesivamente, hasta abarcar todas las experiencias humanas. No, en la vida las cartas no siempre se reparten equitativamente. Pero quizá el verdadero problema esté en hacerse esas preguntas.

    Muchas personas (¡algunas de las cuales se presentarán en este libro!) han superado penas enormes para alcanzar sus sueños, cultivar satisfacción y descubrir el significado de la felicidad. He aquí una sugerencia: sea cual fuere tu meta, no sucederá nada si no actúas. Fantasear con el cambio o esperar que las cosas se acomoden solas es natural. Pero también puede impedirnos dar los pasos necesarios para cambiar de actitud.

    Cuando dejas de pensar en qué necesitas para ser feliz y, en vez de ello, das gracias por lo que ya tienes, inicias el proceso que da origen a una vida abundante y significativa. Tener pensamientos de gratitud reprograma tu cerebro y abre caminos que te permiten dar los pasos indispensables para cumplir tus sueños.

    Bronnie Ware, exenfermera de cuidados paliativos en Australia, escribió un blog post que circuló ampliamente en el mundo entero. En él cuenta las cinco cosas que más lamentan los moribundos.

    ‘¡Ojalá hubiera tenido el valor de vivir a mi manera, no a la ajena!’ era lo que más se reprochaban, escribió ella. Cuando la gente se da cuenta de que su vida está por llegar a su fin y la recuerda claramente, suele ver cuántos sueños quedaron sin cumplirse. La mayoría de esos moribundos no habían honrado siquiera la mitad de sus sueños, y tendrían que morir sabiendo que la causa de eso eran decisiones que ellos mismos habían tomado, o dejado de tomar.

    Si sigues pensando ¿Por qué?, ¿Qué pasaría si...? y ¿Por qué yo?, como tantos de nosotros lo hacemos, lo vas a lamentar un día. Si, en cambio, actúas ahora y abres tu corazón a la gratitud, podrás evitar ese destino y alcanzar una felicidad verdadera y perdurable.

    La mejor manera de expresar nuestra gratitud por la vida es vivir plenamente, no ocultarnos de la vida en un rincón o verla pasar junto a nosotros. Nuestro mayor temor no es el miedo a morir sino a vivir, a ser nosotros mismos, a decir lo que sentimos, a pedir lo que necesitamos, a decir sí cuando queremos decir sí y no cuando queremos decir no. Expresar lo que llevamos en el corazón es vivir de verdad. Si pretendemos ser lo que no somos, ¿cómo podremos vivir de verdad?

    —Don Miguel Ruiz

    La historia de Mary Beth

    Una vida acampando junto a una cama de hospital, sosteniendo la mano de uno de tus ancianos padres y con el corazón y las entrañas llenos de preocupación y estrés por su enfermedad, puede imponer un costo muy alto.

    Lo sé por experiencia. Pasé los últimos seis años haciendo guardia a diario. Todo empezó con una carrera a urgencias tras recibir llamadas de emergencia sobre mi padre, a lo que siguió la cirugía de corazón de mi madre, su notable recuperación y, un año después, su agravamiento repentino.

    El otoño de 2012 fue la culminación de meses de citas médicas, seguidos por cuatro meses de presentarme todos los días en el cuarto de hospital de mi madre para recibir un nuevo ramalazo de malas noticias de sus análisis más recientes. Aquélla era una existencia tensa y desgarradora. Es difícil mantenerte alegre y sonriente cuando cada día te enteras de que tienes que aprender a desprenderte. Despiertas pensando que el nuevo análisis precisará qué pasa, pero todos los días te sientes atada a una soga a punto de romperse en una pendiente resbaladiza.

    Al final, después de cuatro meses en dos hospitales, el diagnóstico: el asesino serial llamado cáncer había acechado a mi madre, y ganado. En el oscuro laboratorio de GI del Loyola Medical Center, el doctor me metió al clóset para decirme que a mamá ya sólo le quedaban unos meses de vida, si acaso. Su cáncer no era tratable.

    ¿Qué puedes agradecer en un momento como ése?

    Habiendo pasado buena parte de mi vida reciente inmersa personal y profesionalmente en el mundo de la atención a los enfermos, sé que hay un montón de libros sobre cómo cuidarte antes de que el bullente infierno del estrés también te consiga a ti una cama de hospital. Yo escribí uno de esos libros, y he leído la mayoría. Pero al pensar en mi experiencia, por reciente que sea, descubrí qué fue lo que me ayudó a salir adelante, más allá de mi apasionado compromiso y deseo profundo de estar con mis padres y ayudarles en sus últimos momentos.

    ¡Jugar!

    Jugar me hizo pasar del abatimiento a la búsqueda de luz en cada momento. Me ayudó a acceder a un nuevo nivel de conciencia. Me libró de temores, permitiéndome derramar lágrimas de tristeza y alegría, y me dio esperanza y veneración por los preciosos momentos que pasaba al lado de mis padres.

    Permíteme ser franca y revelar que no descubrí el juego por un propósito deliberado. Ocurrió por accidente, de veras. Resulta, sin embargo, que el juego abre la puerta a la dicha y la gratitud. Según Kathy Sprinkle, fundadora de blisshabits.com, la aventura y el juego son uno de los trece hábitos necesarios para descubrir qué agradeces, y aumentar así tu dicha. He aquí cómo arribé al poder del juego para descubrir qué es lo que más agradezco justo en un periodo de tristeza marcado por partidas y desprendimientos.

    Soy en el fondo una niña, y tuve la suerte de contar con una amiguita: mi nieta, Rylee, que acababa de cumplir tres años. En plena experiencia de cuidar de mis padres en sus últimos días, los de Rylee vivieron conmigo antes y después de que ella nació. ¡Fue maravilloso que el nido vacío que yo preparaba a causa del ingreso de mi hijo menor a la universidad no se materializara nunca! Es difícil imaginar mi vida antes de Rylee, y la alegría que ella trajo consigo en una etapa tan ardua.

    En los últimos tres años, durante el caos y desafíos de la crisis de salud de mis padres, me di como pude tiempo para jugar, llevando a Rylee a la hora semanal de cuentos en Barnes & Noble y a múltiples caminatas al espectáculo de delfines en el Shedd Aquarium, chapoteando con ella en las fuentes del Chicago Botanic Garden, haciendo picnics en el parque y, cuando el viento helado rondaba temperaturas de un solo dígito en Chicago, patinando en hielo, nuestra nueva aventura.

    Mientras yo me dejaba sorprender por delfines que saltaban y giraban en el aire, me quitaba los zapatos para correr descalza junto a la fuente y me sentaba de piernas cruzadas a oír a la maestra compartir las más recientes travesuras de Fancy Nancy, una parte de mí sumida en el dolor y la preocupación desapareció. En su lugar, redescubrí la alegría que el juego despierta en nuestra vida. De repente pude ver que todo lo que sucedía —cuidar y amar a mis padres en sus últimos momentos y pasar instantes llenos de maravilla pura con una niña— me abría a una gratitud que nunca antes había conocido.

    El juego cambió mi perspectiva. Me llenó de recuerdos de infancia, de momentos así pasados junto a mis padres, quienes me iniciaron en el infinito placer de tomar un buen libro y entrar a un mundo nuevo en sus páginas. Di gracias de que mis padres me hubieran permitido construir con mis amigos una casa en el árbol de nuestro jardín, que se convirtió en santuario (un hogar fuera del hogar) para los sesenta chicos menores de doce años de nuestra cuadra. Recordé con gratitud que mi mamá nos llevaba a mis amigos y a mí a la pista de patinaje, donde pasábamos prácticamente todo el día la mayoría de los inviernos, corriendo por la pista a toda velocidad y sorbiendo chocolate caliente.

    Descubrí, como dice Melody Beattie, que el juego y la gratitud desencadenan la plenitud en la vida. Vuelven más que suficiente lo que tenemos, asegura ella. Convierten la negación en aceptación, el caos en orden, la confusión en claridad. Pueden hacer de una comida un festín, de una casa un hogar, de un extraño un amigo. La gratitud da sentido a nuestro pasado, trae paz al presente y crea una visión para el futuro.

    Gracias al juego, yo pude aceptar con amor el hecho de que mis padres ya no formarían parte física de mi vida. Pero aprendí que seguirían viviendo en los libros que ellos me enseñaron a amar, en el espíritu de la travesura y en la alegría que Rylee aportaba a mi vida mientras yo la veía descubrirse y descubrir su creatividad por medio del juego.

    Y adivina qué. Esas oportunidades de diversión son justo los que los médicos recomiendan. Cuando se trata del estrés, más risas y diversión son el antídoto, de acuerdo con Stuart Brown, fundador del National Institute for Play.

    El juego no puede quitar el estrés o la preocupación por un ser querido, pero hay cada vez más datos sobre las cosas positivas que puede hacer.

    Jugar es particularmente importante en periodos de estrés sostenido, escribe Brown, autor también de Play: How It Shapes the Brain, Opens the Imagination and Invigorates the Soul (Jugar: Cómo da forma al cerebro, despierta la imaginación y forja el espíritu, Penguin). Con sede en Carmel, California, la organización no lucrativa de Brown recopila investigaciones sobre el juego y envía a especialistas a dar conferencias sobre la importancia del juego en instituciones educativas y compañías de Fortune 500.

    Ahora que mis deberes como cuidadora han transitado a tratar de ocuparme decorosamente de las posesiones físicas de mis padres, y a pasar mucho tiempo de espera en el teléfono comunicándome con compañías de seguros de vida, bancos y otras instancias para finiquitar lo ya finiquitado, comprendo mejor que esas pequeñas evasiones fueron vitales.

    Ayer abrí una de las cajas de pertenencias de mi madre y hallé un fólder lleno de fotos de Rylee que mi hermana mandó a imprimir para que mamá pudiera mantenerse en contacto con su bisnieta (las maravillas de Facebook). Muchas de esas fotos son destellos de aquellas aventuras.

    Alegría y gratitud nuevamente, en medio de una tarea complicada.

    Práctica de vida agradecida

    Busca la manera de incluir más juego en tu vida diaria:

    Da un paseo en el bosque con tu perro.

    Visita el parque con un amiguito, o súbete solo a los columpios y descubre la felicidad de tu niño interno.

    Ve a la playa y chapotea entre las olas.

    Toma tus patines y busca una pista de patinaje.

    Saca el Scrabble o arma un rompecabezas.

    Inscríbete en un curso de zumba o de baile.

    LA RED DE LA VIDA AGRADECIDA

    Filósofos tan remotos como los antiguos griegos y romanos mencionaban ya la gratitud como una virtud humana indispensable, pero científicos sociales y consejeros espirituales comienzan apenas a estudiar cómo se desarrolla esa virtud y los efectos que puede tener.

    El hermano David Steindl-Rast, monje benedictino, es considerado el líder espiritual del movimiento de la gratitud. Autor de Gratefulness, the Heart of Prayer (Gratitud, el corazón de la oración, Paulist Press) y A Listening Heart (Un corazón que escucha, Crossroad/Herder), es también fundador de www.gratefulness.org. Ahí, la Red de la Vida Agradecida ofrece información y apoyo para la práctica de la vida agradecida como una ética global, inspirada en las enseñanzas del hermano Steindl-Rast y sus colegas.

    Esa red sostiene que la gratitud es la respuesta plena a un momento y todo lo que éste contiene. Es una práctica universal que fomenta la transformación personal, el entendimiento transcultural, el diálogo intercredos, el respeto intergeneracional, la resolución no violenta de conflictos y la sustentabilidad ecológica.

    Buda enseñó que quien experimenta la delicia de la generosidad verdadera jamás querrá volver a comer nada sin compartirlo.

    —Martha Beck

    ¿Qué hiciste en tu cumpleaños? ¿Cenaste con tus familiares y amigos y disfrutaste de su afecto y aprecio? Añade a eso cien niños huérfanos o abandonados y sabrás cómo ha pasado su cumpleaños Cristina Peczon, de cuarenta y tres años de edad, en las últimas dos décadas. Cristina empezó a alimentar a los niños de White Cross Children en San Juan, Metro Manila, Filipinas, el 17 de agosto de 1994. Y aunque ahora vive con su esposo y sus dos hijos en Mission Viejo, en el sur de California, la tradición continúa.

    Exconductora de noticieros, periodista de televisión y animadora de programas de entrevistas en GMA 7, la televisora más importante de Filipinas, y el canal gubernamental RPN9, Cristina dice: Como es de imaginar, vivir con los ojos pegados a la pantalla en un país del Tercer Mundo no siempre es una imagen agradable. En ese país en desarrollo, miles de niños crecen en orfanatos cuando sus indigentes padres no pueden hacerse cargo de ellos.

    Por increíble que parezca, más de dos millones de los treinta y cuatro millones de filipinos menores de dieciocho años de edad son huérfanos. Y el supertifón Haiyan —el más devastador de que se tenga noticia hasta ahora, que tocó tierra el 8 de noviembre de 2013, dejando a más de seis mil personas sin vida y a más de cuatro millones sin hogar— hizo crecer esa cifra con más niños desplazados y desprotegidos.

    Desde su fundación, en 1937, White Cross ha dado alojamiento temporal a casi siete mil niños, de recién nacidos a los seis años de edad. Según su página en internet, 263 de esos pequeños ya han sido adoptados, y ahora viven en países del mundo entero. Para la mayoría de los que no encuentran un hogar por siempre, los donativos de tiempo y dinero de voluntarios y benefactores suelen ser una salvación, puesto que White Cross no recibe asistencia gubernamental ni financiamiento extranjero.

    Por lo común, los orfanatos tienen poco personal, y dependen de voluntarios para complementar la atención y afecto cruciales para el desarrollo social, físico y emocional de los niños. Para Cristina, saber que ayuda en una pequeña forma es el mejor regalo de cumpleaños. Ésta es su historia.

    Un verano, justo una semana antes de mi cumpleaños, mi novio rompió conmigo, luego de tres años de relación. Me sentí destrozada. Tenía veintitantos, y creí que él era ‘el elegido’, explica Cristina. Pasé varios días deprimida, más aún por la cercanía de mi cumpleaños. A mi juicio, las cosas no podían marchar peor. Fui a la iglesia, me arrodillé y pedí inspiración. De regreso a mi departamento en San Juan, pasé frente a la White Cross Children’s Home.

    Como adolescente nacida y crecida en Estados Unidos, Cristina sabía poco de cómo era la vida en Filipinas. Tras mudarse a Manila con su familia, su padre la llevó al orfanato de White Cross durante uno de los programas de asistencia de su compañía, para enseñarle cómo vivían los menos favorecidos. Cuando ella era chica, su familia tenía una pequeña farmacia, con la que se ganaba la vida. Si alguien tocaba a su puerta a media noche porque un niño tenía fiebre, la abuela de Cristina le daba medicina, aun si aquella persona no tenía con qué pagarla.

    Pasar ese día por el orfanato fue una señal, dice Cristina: "Junto con algunas de mis mejores amigas, decidí visitar a los huérfanos el día de mi cumpleaños en vez de salir a cenar. Fuimos de cuarto en cuarto y pasamos un momento con los niños, quienes nos brindaron grandes y calurosos abrazos y sonrisas afectuosas.

    Recuerdo que pensé entonces que si esos niños, que no tenían idea de qué les depararía el futuro, podían ser tan alegres y optimistas, ¿cómo era posible que nosotras nos quejáramos tanto de nuestro sitio en la vida?, dice. Ése fue el principio de una historia de amor con White Cross, que me ha llenado de gratitud y cambiado mi vida.

    Al año siguiente, cuando cumplió veinticinco, Cristina pidió a sus amigas y familiares que lo celebraran con ella, y todos llevaron globos, bolsas de dulces y un pastel a White Cross. Organizaron juegos, y no hubo niño que no recibiera un premio. En lugar de hacerle regalos a Cristina, a petición suya sus amigas les llevaron obsequios a los niños. Ella exclama: ¡Fue MÁGICO! Los huérfanos ‘adoptaron’ a mis amigas, les contaron historias y todos quedamos enamorados.

    Trabajando en la televisión y viviendo en Manila, Cristina sabía que, sin la intervención de White Cross, era muy probable que esos niños acabaran en las

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