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Los árboles que poblarán el Ártico
Los árboles que poblarán el Ártico
Los árboles que poblarán el Ártico
Libro electrónico89 páginas32 minutos

Los árboles que poblarán el Ártico

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Antonio Deltoro ha registrado las más diversas gradaciones de la luz, sin evitar aquellas que colindan con la invisibilidad. Al adentrarse de lleno en zonas sombrías, sus poemas apuntan la inminencia de un caos. De frente a una realidad erizada de malos agüeros, Deltoro aún halla motivos para persistir en el humor y la ligereza. Hay en estas página
IdiomaEspañol
EditorialEdiciones Era
Fecha de lanzamiento20 jun 2020
ISBN9786074452228
Los árboles que poblarán el Ártico
Autor

Antonio Deltoro

Antonio Deltoro (ciudad de México, 1947) ha publicado, entre otros, los libros de poesía: Algarabía inorgánica, Los días descalzos, Balanza de sombras –con el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes–, Poesía reunida y El quieto. Ha publicado con prólogo y selección suyos, entre otras, las antologías: La vida básica. Antología mínima de Josep Pla; Un sol más vivo, antología de la poesía de Octavio Paz y, en colaboración en la selección con Christian Peña y con prólogo suyo, El gallo y la perla. México en la poesía mexicana. En septiembre de este año apareció Favores recibidos, volumen que acoge una selección de sus ensayos. Fue coordinador cultural de la Casa del Poeta Ramón López Velarde. Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte y tutor de poesía en la Fundación para las Letras Mexicanas.

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    Los árboles que poblarán el Ártico - Antonio Deltoro

    www.edicionesera.com.mx

    Primavera

    Me suenan a milagro,

    pero en estos cantos

    anida otra catástrofe.

    ¿Qué hacen silbando aquí?

    Vienen de abajo,

    en dirección contraria

    a las barrancas;

    ¿conquistando la cima?

    Su aparición

    parece buena señal

    para la piel friolenta

    y los frutales,

    pero algo me dice

    que son malas noticias.

    Los pájaros de voz más grave

    volarán hacia el norte

    desplazando, a su vez, cantos nativos.

    Los seguirán los árboles

    que poblarán el Ártico.

    Zopilote

    Descubrí que eran el mismo

    el doctor de los signos silenciosos,

    sereno, resistente, infatigable,

    sosegado maestro de los giros,

    y el retórico, histérico, rijoso,

    pequeño saltarín endemoniado,

    danzante en la carroña

    con sus patas y pico:

    los dos zopiloteando;

    pendientes de las vísceras,

    de lo muerto o lo herido.

    Pero en lo alto del calor,

    en Cuernavaca,

    encima de la barranca y la alberca,

    planeaba, para mí, sólo el artista.

    La barranca

    Tenemos que bajarnos al barranco

    que es Dios cuando bosteza.

    Tristan Tzara

    Se abría al fondo del jardín,

    al final de los búngalos...

    Era más vieja

    que el suelo circundante:

    estaba más cerca

    del centro de la tierra.

    La separaba de nosotros la maleza:

    ni una brizna de jardín,

    de césped para el pie

    y para el ojo,

    de pasto perfecto y prodigioso

    en el que no pasta

    sino la piel

    descalza.

    Donde el césped perdía

    su uniformidad y su pereza

    comenzaba a enmarañarse

    y a estirarse

    desordenadamente

    y retorcerse,

    a convertirse en hierba

    y en algún punto insomne:

    el abismo

    y el despeñadero

    y caías.

    En las noches la barranca sonaba,

    con la fuerza seductora del miedo,

    a niños perdidos y lloronas.

    Al sol su voz era más clara,

    pero seguía siendo

    inaccesible y prohibida.

    Algunos decían conocerla,

    pero no contaban sino leyendas,

    ni un dato duro que avalara su

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