Lo dijo el Padre Hurtado
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Textos que impactan y que nos transportan a épocas pasadas pero con una visión real de los tiempos presentes. Es imposible no cambiar de mirada al cerrar el libro. Es fácil imaginar al Padre Hurtado hoy nuevamente preguntando ¿Qué haría Cristo en mi lugar?
«Tenemos en nuestras manos un cargamento de profecías que nos pueden impulsar a una conversión necesaria y urgente, a una manera de ver y vivir la fe con ardor y pasión, sin tibiezas ni mezquindades. Es un tiempo propicio para hacerlo (…) es la oportunidad de volver la mirada a cada uno y a nuestras raíces para que el sentido del ser cristiano se encarne en la existencia cotidiana».
Benito Baranda
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Lo dijo el Padre Hurtado - San Alberto Hurtado C.
© 2018, Fundación de Beneficencia Padre Hurtado
© De esta edición:
2018, Empresa El Mercurio S.A.P.
Avda. Santa María 5542, Vitacura,
Santiago de Chile.
ISBN Edición Impresa: 978-956-9986-22-2
ISBN Edición Digital: 978-956-9986-23-9
Inscripción Nº A-293032
Primera edición: agosto 2018
Edición general: Consuelo Montoya
Diseño y producción: Paula Montero
Fotografías: Fundación de Beneficencia Padre Hurtado
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com
info@ebookspatagonia.com
Todos los derechos reservados.
Esta publicación no puede ser reproducida ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de Empresa El Mercurio S.A.P.
Índice
Prólogo por Benito Baranda
Notas del editor
Capítulo I
El atormentado siglo XX. Contexto mundial en que escribió el Padre Hurtado
Nuevas tendencias pedagógicas se diseñan en el mundo
Felicidad juvenil. ¿Un perpetuo weekend con el maximun de placer?
El padre Pedro Charles, S.J. Un maestro y amigo
La reacción espiritual de Europa
Educación comparada. Una amplia mirada al mundo
Ningún país europeo después de la guerra ostenta nuestra miseria
Nos ha correspondido vivir en un mundo difícil. ¿Quién no lo ve?
Capítulo II
Chile: para que exista una patria para todos
La Compañía de Jesús y la historia de Chile
Más que económico, nuestro problema chileno es educativo
Hoy, miles de ranchos con paredes de cartón
Bajo los puentes del Mapocho
«¡Pobres niños! ¿Qué esperanzas hay de que lleguen a ser hombres fuertes?»
¡Que este invierno nadie muera de hambre y frío!
Es una vergüenza cómo vivimos
Sus quiltros son sus amigos
Para que haya patria: «Un país que tolera esta miseria, no puede subsistir»
No podemos seguir tolerando…
¡Cuántos problemas, en cada hombre, que reclaman urgente solución!
Nada más deprimente que el espectáculo de nuestra cárcel pública
Dolor y miseria
Capítulo III
El rostro de la pobreza: porque el pobre es Cristo
Murió el Moñito
Aquí puedo morir…
Parece novela, pero es realidad
Dos mellizos... ¡y un tercero!
Murió ayer…
Tantos niños, hijos de nadie
Capítulo IV
Extrema urgencia en Chile: los jóvenes vagabundos
Murieron al lado nuestro, los cubrimos con papel
La readaptación de estos menores no es una teoría, es un hecho
La transformación de los adultos es sumamente difícil
Chile en la revista Time: el crimen en Santiago
El problema de la adolescencia vagabunda
Una obra realista para salvar al adolescente vago
Capítulo V
Nace el Hogar de Cristo: símbolo de la unidad de los chilenos
Un hogar para los que no tienen techo
Hoy se bendice la primera piedra del Hogar de Cristo
El Hogar de Cristo, símbolo de unidad de los chilenos
Los dolores de los pobres
Un niño llorando de frío en una cruda noche de diciembre
Cien colchones… por ese Niño que durmió en un pesebre
Estimado señor agricultor: un poco de su cosecha
Mirad sus fotos
Una despedida: porque el pobre es Cristo
Capítulo VI
Fe y justicia: mi deseo más ardiente
Es falsa la piedad que se contenta con amar a Dios y olvida a su hermano
Denme un chuzo y yo les haré hogares
La auténtica justicia social
Nace una nueva revista: Mensaje
Capítulo VII
Madre mía, mírame
8 de diciembre: por la ruta de los padres de la patria
El día del Joven Católico
Alegre, puro y valiente
La casa de los jóvenes católicos
¡Juventud Católica, en marcha!
Por una imagen de la Virgen y un armonium
Respuesta a una juventud: cuatro mil jóvenes en camino
¡Ella sí que es buena!
Prólogo
Hambre de amor y justicia
La pasión del Padre Hurtado por servir a los demás lo llevó a trabajar sin descanso y a nunca detenerse. Hizo frente a grandes obstáculos sociales, culturales, económicos e incluso al interior de la Iglesia debió enfrentar oposición. Sin embargo, en su tiempo primaba una gran admiración por él, dado su profundo y ejemplar amor a Cristo y a la Iglesia, que se hacía efectivo en la donación al prójimo.
Su hábito de decir las cosas por su nombre, de despertar a la dormida sociedad católica burguesa de la época con llamados agudos de justicia social estrechamente vinculados al Evangelio, y de relatar las crudas experiencias de abandono y pobreza que le tocaban conocer a diario encontraron un excelente espacio de difusión en los medios de comunicación. Él rescató el rol social de dichos medios, utilizándolos como un importante instrumento de evangelización y progreso social.
Sus columnas levantaron la admiración de muchos que lo siguieron y apoyaron debido a su naturaleza y estilo, pero otros vieron en estas una amenaza, llegando a tildar al Padre Hurtado de «cura rojo» y «activista social sin vida
espiritual».
No pasaba inadvertido; sus palabras se acompañaban de acción, sus reflexiones de decisiones radicales, y sus convocatorias a la solidaridad de movilización masiva, especialmente de mujeres y jóvenes.
Este libro, que reúne varias de estas columnas y entrevistas, demuestra en primer término la profundidad espiritual del Padre Hurtado. A través de sus líneas se ve con nitidez esa permanente búsqueda de la dignidad del ser humano, pero vinculada a la realidad, a nuestra tierra, a las personas y comunidades. Por ello señala en 1948 que: «Para que el amor de la patria pueda mantenerse, se requiere que esta ofrezca a sus ciudadanos un mínimum de condiciones a su espíritu, a su cuerpo, a su vida individual y familiar, a sus aspiraciones de cultura, de ascensión, que les permitan sentirse plenamente hombres, ciudadanos conscientes y con oportunidades de progreso. Si esto falta, si la vida de un gran número de ciudadanos es inhumana, todas las campañas en pro del patriotismo están condenadas al fracaso: más aún, germinarán en el alma de los chilenos sentimientos de
rencor».
La identificación de quien vive en pobreza con el mismo Cristo es el hilo conductor de la mayoría de los escritos. Haciendo uso de una antropología teológica adecuada nos devuelve hacia los Evangelios y nos impele a actuar ahora. Prueba de ello es la creación del Hogar de Cristo, que de manera abundante sale citado como una acción solidaria inmediata hacia aquel que ya ha sido vencido por la miseria.
Estos textos presentan también, en segundo término, un momento de la historia de Chile y de la Iglesia lleno de trasformaciones sociales, políticas y económicas. Él ejercía una fuerte presión sobre la clase alta católica para que la fe enunciada y manifestada se tradujera en obras de amor y justicia, así como el mismo Jesús lo pidió en los Evangelios y también la doctrina social de la Iglesia, particularmente desde el Papa León XIII.
Fue, sin lugar a dudas, un actor que influyó, golpeó las conciencias y los corazones de los chilenos durante esos años. La dureza de sus palabras no podía dejar indiferente, especialmente cuando se refería a la miserable situación en que existían miles de personas en Chile. En 1945 decía: «El pobre no es un haragán ni un delincuente: nosotros, el resto de los miembros de la sociedad, tenemos la culpa del analfabetismo, de los vicios, de la vagancia y la delincuencia. Somos culpables directos de que haya mendigos, vagos y hombres de mal vivir. Somos culpables de la mala constitución de la familia obrera… Les pagamos bajos salarios, les cerramos las puertas de la educación, los tenemos sumergidos en la promiscuidad de los conventillos…Yo afirmo que nuestro pueblo es grande, patriota, generoso, altruista, trabajador, piadoso. Es la miseria, son los harapos, los bajos salarios, las pocilgas y las enfermedades las que anidan toda su amargura, causa de todas sus tragedias. Y se emborracha más bien por disipar esa amargura que por vicio. Y si somos culpables, es porque, en vez de considerarlos hermanos nuestros y de ofrecerles amor y caridad, les escupimos
desprecio».
Estas reflexiones del Padre Hurtado siguen estando muy vigentes. No se requiere cambiar tanto de lenguaje ni de metáforas. En el contexto actual de la Iglesia Católica chilena, en medio de una crisis nunca antes experimentada, distante de los más pobres y de los jóvenes, acomodada, con un neoclericalismo y baja credibilidad, la actualidad de estas provocaciones nos empuja a una íntima introspección. Los permanentes llamados de atención e invitación a cambiar nuestro estilo de vida por uno más cercano al Evangelio no nos dejarán indiferentes. Tengan por seguro que hoy nos volverán a revolver el alma, la conciencia y el corazón.
En este sentido podemos encontrar pistas por donde reencantar y reencaminar nuestra Iglesia. Una de ellas es la columna donde afirma: «Es indispensable abordar con seriedad y valentía los urgentes problemas económicos sociales del país, para dar a nuestro pueblo condiciones tales que su vida llegue a ser en verdad ‘humana’».
En fin, tenemos en nuestras manos un cargamento de profecías que nos pueden impulsar a una conversión necesaria y urgente, a una manera de ver y vivir la fe con ardor y pasión, sin tibiezas ni mezquindades. Es un tiempo propicio para hacerlo, ya que en la comunidad eclesial católica estamos tomando creciente conciencia de la importancia del rol proactivo de cada uno de nosotros, particularmente de los laicos, para salir de la crisis. Es la oportunidad de volver la mirada a cada uno y a nuestras raíces para que el sentido del ser cristiano se encarne en la existencia cotidiana, algo tan buscado por el Padre Hurtado, quien, siguiendo el ejemplo del mismo Jesucristo, fue capaz de abajarse para entregar su vida al servicio del prójimo.
Benito Baranda
Junio de 2018
Notas del editor
Si hubieran existido las redes sociales hace ochenta años, el Padre Hurtado las habría usado todas. La recopilación de sus columnas y entrevistas publicadas en El Mercurio y en otros diarios de la época demuestran que para él los medios de comunicación eran una herramienta eficaz para informar, convocar, adherir y evangelizar.
Este material, por primera vez reunido en un libro tras su muerte en 1952, tiene un innegable valor histórico; sin embargo, su mayor mérito radica en corregir el recuerdo que ahora podemos estar transmitiendo de San Alberto a las nuevas generaciones. Lo revelan ante nosotros como dueño de habilidades más propias de un joven del siglo XXI que de un nacido en 1901: viajero, posgraduado, políglota, emprendedor, innovador… y por supuesto, con una fe coherente que habría resistido el escrutinio de cualquier internauta.
Recopilar el legado documental del Padre Hurtado después de su muerte no fue fácil si se considera que escribió tres tesis, diez libros, cientos de artículos y dejó más de nueve mil páginas manuscritas. Un grupo dirigido por Samuel Fernández, con el apoyo de la Universidad Católica de Chile, comenzó, en 1999, a estudiar, datar y publicar sus manuscritos inéditos. Dos proyectos Fondecyt se desarrollaron en torno al Padre Hurtado, y en ellos participaron Fredy Parra y Patricio Miranda. Dentro de este amplio proyecto, se investigó la presencia del Padre Hurtado en la prensa contemporánea. En este trabajo de identificación y análisis trabajaron Mariana Clavero, Carola Loyola, Francisco López, Sergio Henríquez, Inés Contreras, Gabriel Ugarte, entre otros... Fue un trabajo de enormes proporciones y uno de sus frutos es este libro.
Hemos clasificado las columnas, entrevistas y algunos extractos de prédicas radiales en siete capítulos temáticos y no cronológicos, que nos permiten comprender la riquísima personalidad del Padre Hurtado y conocer más de su vida, habilidades y extraordinaria formación profesional, religiosa y humana.
En el primer capítulo presentamos las columnas y entrevistas que reflejan su conocimiento del