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Cartas de San Alberto Hurtado, S.J.: Tercera edición renovada y aumentada
Cartas de San Alberto Hurtado, S.J.: Tercera edición renovada y aumentada
Cartas de San Alberto Hurtado, S.J.: Tercera edición renovada y aumentada
Libro electrónico568 páginas8 horas

Cartas de San Alberto Hurtado, S.J.: Tercera edición renovada y aumentada

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Alberto Hurtado vivió las tensiones, luchas y desafíos que todo eso comporta. Combatió ideologías y visiones materialistas de la humanidad, que aspiran solo a un progreso económico y material e impulsan modos de vida centrados únicamente en la búsqueda de dinero, placer y comodidad. Sus cartas nos ponen en contacto con la intimidad de este hombre santo. Impresiona su permanente deseo de servir, de encontrar la voluntad de Dios, de estimular el mejor servicio a los demás. Se percibe que su incansable búsqueda de la verdad está siempre animada por el amor.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 oct 2017
ISBN9789563571288
Cartas de San Alberto Hurtado, S.J.: Tercera edición renovada y aumentada

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    Cartas de San Alberto Hurtado, S.J. - Alberto Hurtado

    Cartas de san Alberto Hurtado, S.J.

    Tercera edición renovada y aumentada

    Selección, presentación y notas de Jaime Castellón, S.J.

    Biblioteca Jesuita de Chile

    Ediciones Universidad Alberto Hurtado

    Alameda 1869 · Santiago de Chile

    mgarciam@uahurtado.cl

    www.uahurtado.cl

    ISBN libro impreso: 978-956-357-128-8

    ISBN libro digital: 978-956-357-129-5

    Dirección Colección Biblioteca Jesuita de Chile

    Claudio Rolle

    Editor archivos san Alberto Hurtado

    Samuel Fernández

    Dirección editorial

    Alejandra Stevenson Valdés

    Editora ejecutiva

    Beatriz García-Huidobro

    Diseño de la colección y diagramación interior

    Alejandra Norambuena

    Imagen de portada

    Alberto Hurtado. Se agradece a Samuel Fernández.

    Diagramación digital

    ebooks Patagonia

    www.ebookspatagonia.com

    info@ebookspatagonia.com

    Con las debidas licencias. Todos los derechos reservados.

    Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente

    prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright,

    la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio

    o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento

    informático, así como la distribución de ejemplares mediante

    alquiler o préstamos públicos.

    ÍNDICE

    INTRODUCCIÓN

    INTRODUCCIÓN DEL EDITOR, por Jaime Castellón, S.J.

    CONTEXTO HISTÓRICO VIVENCIAL DE LAS CARTAS PRESENTADAS EN EL LIBRO

    CARTAS DE JUVENTUD

    PERÍODO DE FORMACIÓN

    APOSTOLADO SACERDOTAL EN CHILE

    ASESOR DE LA ACCIÓN CATÓLICA DE JÓVENES

    APÓSTOL DE LOS POBRES

    ENCARNAR LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

    NUEVOS IMPULSOS EN SU APOSTOLADO

    SU ÚLTIMO AÑO DE VIDA

    INTRODUCCIÓN

    Publicar las cartas de Alberto Hurtado Cruchaga, ese hombre que nació en Viña del Mar en 1901 y que habría de morir en Santiago en 1952 convertido en un hombre santo, es una oportunidad única para conocer ese camino hacia la santidad en sus etapas fundamentales y en sus fundamentos y principios, conociendo lenta y sostenidamente el cómo se construye una vida centrada en ese en todo amar y servir ignaciano que marcará una ruta en la vida del joven Alberto y luego en la de el Padre Hurtado.

    1. Los epistolarios comparten con los diarios personales —dos de las más clásicas fuentes de memoria— el presentar impresiones y vivencias de un momento, buscando compartir y transmitir experiencias, proporcionando información, tratando de dar cuenta del curso de una vida que se relaciona con otras. En ambos casos, y a diferencia de lo que ocurre con las autobiografías y las memorias, el autor no sabe qué sucederá en el futuro y captura, como una fotografía, un instante que desea compartir con otra persona buscando una forma de diálogo a la distancia. De hecho, las cartas son formas paliativas para un vago deseo de ubicuidad, de manera tal que hacen posible que vicariamente estemos, a través de una carta, en otros lugares, permaneciendo sin embargo en el lugar de la emisión o envío de la misma. Las cartas actúan muchas veces como testigos a pesar de sí mismos entregándonos, junto a informaciones precisas y concretas, imágenes e ideas propias del tono de una época y suponen un desafío importante para el intérprete que no solo debe leer lo que está escrito sino también los contextos, lo implícito y lo sugerido. Género apasionante que nos consiente a entrar en la intimidad de las relaciones de amistad y compartir dicha amistad, buscando esencialmente comprender a los hombres y mujeres allí referidos, a los que escriben y reciben este gran medio de comunicación que reúne escritura ideas, lugares y fechas.

    2. Escribir una carta es, muchas veces, una forma de darse a otro, de entregar algo de sí a quien se quiere y se recuerda venciendo el tiempo y la distancia, compartiendo las ilusiones y las preocupaciones, lo que estimula y preocupa a quién toma la iniciativa de poner por escrito lo que piensa y siente. Alberto Hurtado, que del dar y darse a los demás hará una parte esencial de su trabajo pastoral y de su reflexión religiosa, se entrega con transparencia y confianza en estas cartas que constituyen una suerte de diario de un alma no integrado o formal sino fragmentado y repartido entre muchas personas queridas. No se trata aun así de un diario en el sentido convencional en el que se registran las impresiones de la jornada y las inquietudes que estas pueden causar en el alma y la cabeza de quien lleva el diario, esencialmente escrito para el autor y su ordenamiento de ideas y emociones y tantas veces concebido como un instrumento de disciplina de escritura y autoconocimiento. En el caso de las cartas hay una voluntad explícita de comunicar a otros las propias vivencias y un deseo, igualmente explícito, de contar con respuestas e iniciar así un diálogo a distancia, con la mediación del tiempo y del espacio, que muchas veces genera un ansia en la espera de las respuestas en el anhelo de poder compartir intensamente lo que se está viviendo y experimentando, lo que se teme o preocupa, lo que se desea o se sueña.

    Desde las cartas enviadas por el joven Alberto con sus inquietudes espirituales y sus deseos de conocer su vocación hasta las últimas comunicaciones de quien se prepara para la muerte, el conjunto de escritos nos permite hacer un recorrido por la vida de este hombre con sus momentos de exaltación y entusiasmo, así como los de cansancio y de disputas o conflictos. Desde su mano y su cabeza se nos muestra en toda su humanidad, dándose en cada carta a su destinatario pues pone en la tinta y el papel parte de su alma. Son cartas que nos entregan información variada y rica sobre su vida y su acción, pero sobre todo nos permiten sentir su voz y sus emociones, sus entusiasmos y preocupaciones. Hay en este gesto de darse un implícito gesto de acogida y, como indicaba antes, una invitación al diálogo, a la comunicación en el sentido más rico del término.

    Alberto Hurtado se da a sí mismo en estas cartas y se muestra sensible y disponible para cumplir con lo que más le apasiona desde joven: cumplir la voluntad de Dios.

    3. En esta dimensión —la comprensión de la voluntad de Dios y la acción continua para cumplirla— las cartas nos dan una extraordinaria documentación pues leídas con atención, contando no solo con lo dicho sino también con lo insinuado, con lo tácito y con lo no dicho, podemos seguir un proceso de construcción de una persona que desde joven aprendió e hizo propio el principio y fundamento que Ignacio de Loyola había presentado al inicio de sus Ejercicios espirituales. A riesgo de sobre interpretar creo que se puede encontrar en la escritura de la intimidad compartida de Alberto Hurtado, pues en este sentido pueden ser leídas muchas de estas cartas, un sello profundamente ignaciano que de diversas maneras y en las varias etapas de su vida, en escenarios sociales y culturales diversos, se manifiesta en su modo de escribir y comunicar. Podemos interpretar estos textos privados con una sensibilidad de cartógrafo, tratando de hacer el mapa de los razonamientos y el discurrir de este hombre que buscaba conocer la voluntad de Dios para él y para su tiempo, pensando siempre de manera generosa en la proyección y difusión del principio y fundamento. Es posible encontrar las líneas de argumentación, las influencias y la dieta intelectual y espiritual de este jesuita que dejará una huella profunda en sus contemporáneos y los que les hemos seguido en la vida de este país que Alberto Hurtado amó tanto. El ordenamiento sugerido por Jaime Castellón en la secuencia de las cartas ayuda a la tarea de contextualizar estos textos, a darles un trasfondo y un alcance amplio, mostrándonos cómo al decir, Alberto Hurtado dice muchas otras cosas. Es apasionante el poder conocer de qué manera este hombre santo se dio a otros y cómo se esforzó por escuchar y dialogar siguiendo en esto el modelo de Ignacio de Loyola y su enorme actividad epistolar, entendiendo que también en esta dimensión se actuaba ese ya recordado en todo amar y servir. Al volver a poner en circulación estas cartas se nos ofrece la posibilidad de afrontar el desafío de interpretar el pensamiento de san Alberto, de conocer sus formas de argumentar y persuadir, su grado de compromiso y empeño, su modo de entender prácticamente la idea de ser un contemplativo en la acción.

    4. Este es un punto que me parece fundamental en la lectura de estas cartas: nos permite descubrir al hombre de oración que busca lo que Dios quiere de él en el servicio a los demás y por tanto un ser inquieto en la búsqueda del rostro de Cristo en los demás. En estos escritos emerge con fuerza la imaginación del hombre de acción, de quien se interpela a sí mismo y que plantea cuestiones acuciantes, que siente que debe ser un servidor de la verdad en el amor. Se puede palpar en esta escritura más recóndita o reservada parta el dialogo con las personas de confianza, con las que comparte la amistad y las exigencias que esta plantea en términos de sinceridad y confidencia, una cierta impulsividad, un entusiasmo más o menos velado en el quehacer como sacerdote, como educador y me atrevo a decir, como ciudadano.

    Las cartas de Alberto Hurtado son también el registro de sus proyectos y acciones, una especie de agenda expandida de los diagnósticos que en su servicio a la Iglesia y al país hizo, con una clara voluntad de incidir con sus palabras y sus acciones en el cambio de la realidad de un presente, buscando orientar toda su vida y su actuar en el sentido del alabar, hacer reverencia y servir a Dios que se encuentra en el principio y fundamento. Las cartas de Alberto Hurtado dan cuenta de lo hecho y de lo deseado, de las tareas por realizar y de los motivos para pedir perdón o agradecer. Se trata de un conjunto de cartas que revelan una riquísima vida espiritual que se expresa en acciones concretas y en la voluntad de buscar cómo ser más eficaz en el cumplimiento de la voluntad de Dios. Él estaba consciente de que sus palabras y sus actos no eran indiferentes y se hace cargo de ello no solo en estas cartas sino en general en su actuar, atento a decir las cosas con claridad y en el momento oportuno, fórmula que se dice fácil pero que es de alta exigencia moral y espiritual, con una particular capacidad para proponer y anticipar, para articular la capacidad de analizar experiencias con visión crítica y comprensiva, la de entender los desafíos del presente y el futuro y la voluntad de actuar con coherencia y decisión. Estas dimensiones se pueden encontrar en numerosas cartas, en la convicción con que expone sus ideas y despliega argumentos, sintiendo que la caridad de Cristo nos urge.

    5. En el recorrido vital de Alberto Hurtado hay momentos, argumentos, acciones e ideas que nos lo muestran como alguien que se anticipó a su tiempo y en las cartas que aquí se presentan podemos encontrar una verdadera cantera de elementos que pocos años después de su muerte comenzaron a hacerse manifiestos en la vida de la Iglesia. Diez años después de su pascua, el papa Juan XXIII inauguraba el Concilio Vaticano II en la acción donde podemos encontrar muchas de las inquietudes e intuiciones que Alberto Hurtado desarrolló a lo largo de su vida, de esta vida documentada, casi sin quererlo, por estas cartas que tejieron la amistad y el servicio, el amor y la capacidad de propuesta, permitiéndonos acercarnos a quienes fueron los amigos de uno que buscó la amistad con Jesús y que por ello, por su coherencia y claridad en su seguimiento, se convirtió en un hombre santo, en un santo del mundo contemporáneo, de ese mundo que amó y sufrió y que sobre todo buscó comprender con los ojos de Cristo. La lectura de estas cartas permite una viva aproximación a esta vida que palpita aún en cada una de sus líneas y seguramente puede resultar un estímulo para mirar el presente y el futuro con nuestros ojos junto a los de san Alberto Hurtado.

    Claudio Rolle

    Director de la colección Biblioteca Jesuita de Chile

    INTRODUCCIÓN DEL EDITOR

    El Padre Alberto Hurtado, S.J. es una de las figuras más relevantes de la historia de Chile en el siglo XX. Fue un sacerdote santo y un profeta social, demostrando con su vida que ambas cosas no solo son conciliables sino que se exigen mutuamente.

    Con el paso de los años, el aprecio y la devoción que gran parte del pueblo chileno siente por él han ido en aumento. Esa es la razón para poner a disposición del público este epistolario, que incluye una gran cantidad de material hasta ahora inédito.

    Sus cartas nos ponen en contacto con la intimidad de este hombre de Dios. En ellas se traslucen sus estados de ánimo y sus sentimientos, tanto en los momentos felices de su vida como los vividos ante sus conflictos, dificultades y luchas.

    Impresiona su permanente deseo de servir, de encontrar la voluntad de Dios, de estimular el mejor servicio en los demás. Se percibe que su constante búsqueda de la verdad está siempre animada por el amor. Por eso, no difunde chismes ni ataques a otros, ni siquiera en ambientes de confianza. Cuando dice cosas negativas de alguien, lo hace con respeto y buscando cómo transformar positivamente las situaciones.

    La familiaridad con este hombre extraordinario y con su manera de enfrentar las realidades vitales cotidianas, estimula el deseo de discernir cómo servir en nuestro tiempo a Dios, a su Iglesia, a nuestro pueblo, a toda la gente.

    CRITERIOS DE LA TERCERA EDICIÓN

    La buena acogida de las primeras ediciones, ya agotadas, y el aumento del interés por conocer más de cerca a san Alberto

    Hurtado, gracias a su canonización, ha impulsado esta tercera edición revisada y aumentada. La novedad de esta edición radica en que se publica una buena cantidad de cartas hasta ahora inéditas, casi 50, desconocidas al momento de la primera edición, que no se conservaban en el Archivo de la Compañía de Jesús sino que estaban en poder de particulares (muchas veces los propios destinatarios). La otra novedad consiste en el cambio de orden de presentación de las cartas: en la primera edición se optó por un orden mixto, entre temático y cronológico, ahora, en cambio, se optó por un orden estrictamente cronológico.

    El orden cronológico permite comprender mejor el itinerario interior de san Alberto Hurtado, y ayuda a visualizar el conjunto de inquietudes que en cada etapa de su vida conmueven su corazón. De este modo, incluso quienes han leído las Cartas e Informes en su primera o segunda edición, encontrarán en esta tercera edición una verdadera novedad que le permitirá recorrer de un modo muy profundo el itinerario interior de nuestro querido Santo.

    Para la causa de canonización del Padre Alberto Hurtado, se recopilaron todos los escritos originales disponibles, y se los ordenó en carpetas dedicadas a diversos temas. Citamos las cartas de acuerdo con el Archivo, indicando en primer lugar, el número de la carpeta en que se encuentra y, luego, el número del documento al interior de la carpeta. Así, por ejemplo, s 65 y 50 significa sobre n° 65 y carta nº 50.

    Como es lógico, no han sido recogidas en esta publicación todas sus cartas, ni siquiera todas aquellas de las que se pudo disponer. Se ha dejado fuera las que tratan temas de poca importancia o que han perdido vigencia, así como las cartas que son prácticamente repetición de otras que han sido transcritas.

    Se ha buscado fidelidad en la trascripción de los originales, homogenizando solo los encabezados de las cartas, y agregando entre paréntesis cuadrados algunos datos implícitos para no multiplicar las notas, ya muy abundantes. Asimismo, se han integrado las referencias numéricas de las citas bíblicas, para facilitar el acceso a los textos.

    Por medio de la introducción y las notas a pie de página se ha querido hacer más comprensible el contexto y el contenido de las cartas. Las notas, por lo general, ofrecen datos acerca de situaciones históricas con el fin de contextualizar las afirmaciones de las cartas y así comprenderlas con mayor profundidad. Se han redactado notas biográficas de personas relevantes para la mejor comprensión de las cartas; estas notas aparecen solo en la primera mención de dichas personas.

    Jaime Castellón S.J.

    CONTEXTO HISTÓRICO VIVENCIAL DE LAS CARTAS

    PRESENTADAS EN EL LIBRO

    CARTAS JUVENILES

    La mayoría de las cartas juveniles de Alberto Hurtado que presentamos están dirigidas a su gran amigo de siempre, el futuro obispo Manuel Larraín Errázuriz. Ambos fueron compañeros en el Colegio San Ignacio, en la Universidad Católica y en el servicio a los pobres, y los unió, por sobre todo, su común aspiración de entregarse completamente a Dios. En ese tiempo los jesuitas que estaban en formación tenían muchas restricciones para escribir cartas, así que no son muchas las suyas que se conservan de estos años.

    Se aprecia el interés de Alberto por formarse. Cuando tiene solo quince años, y grandes deseos de ingresar a la Compañía de Jesús, se interesa por los clásicos españoles para formarse un estilo.

    En 1918, cuando ya había terminado el colegio y estaba en proceso de inscribirse en la Universidad, se le nota mucho más maduro. Se manifiesta como un joven deseoso de servir, preocupado por buscar trabajo a sus amigos, inquieto por la realidad social, comprometido en el Patronato Andacollo y preocupado por el servicio público. Estas características seguirán presentes en los años sucesivos.

    PERIODO DE FORMACIÓN

    El 14 de agosto de 1923, Alberto ingresa en el noviciado de la Compañía de Jesús. Durante poco más de una semana realiza la Primera probación, etapa de preparación para comenzar el noviciado propiamente dicho, hasta que el 23 de agosto se pone la sotana y se traslada a vivir con los demás novicios.

    Alberto sigue su formación en la ciudad argentina de Córdoba (1925-1927). En la comunidad de estudiantes viven ochenta jesuitas, cuyo Rector y Prefecto de estudios es el P. Matías Codina. En los primeros meses que pasa allí termina el noviciado, habiendo tenido como Maestro al Padre Luis Parola, quien quedó con una óptima impresión del hermano Hurtado: Lo he conocido muy de Dios, piadoso y fervoroso en su piedad; humilde y nada pretencioso; caritativo, sufrido, servicial, amable y social; cumplidor de sus obligaciones, votos y reglas; lleno de celo por la salvación de las almas; constante, sin altibajos; apreciado de sus compañeros. Cuando de él me han hablado, siempre ha sido con elogio. El 15 de agosto de 1925, fiesta de la Asunción, Alberto profesa sus votos perpetuos.

    En 1927 Alberto parte al Colegio Máximo de Sarriá, Barcelona, donde estudia Filosofía y un año de Teología (1927-1931). La situación que se vive en España, en tiempos de la instauración de la República, le obliga a dejar el país.

    Continúa su formación en Lovaina (1931-1935). La comunidad jesuita está constituida por más de doscientas personas, entre profesores, sacerdotes en formación, escolares y hermanos. Su rector es el Padre Juan Bautista Janssens, futuro General de la Compañía de Jesús. En un informe dirigido al Provincial de Chile en febrero de 1933, el P. Janssens expresa su admiración por el joven jesuita: Permítame, desde ahora, testificarle a Su Reverencia de cuán grande edificación nos ha sido a todos el joven Hurtado, por su piedad, regularidad, entusiasmo y constancia en los estudios, caridad, discreción, buen trato con todos: ciertamente ha ido delante de sus compañeros por su ejemplo. Es querido por todos. Juzgo que el Señor ha destinado a su Provincia un hombre verdaderamente eximio; por lo menos así nos parece a nosotros. Verdaderamente le agradezco que lo haya destinado a Lovaina: en esta comunidad ha ejercido un verdadero apostolado. El 24 de agosto de 1933, Alberto Hurtado

    es ordenado sacerdote, por el arzobispo de Malinas, cardenal Josef Ernest van Roey. Desde septiembre de 1934 hasta junio de 1935, el Padre Hurtado se retira a Tronchiennes donde junto a otros cuarenta

    y cuatro jóvenes sacerdotes hace la Tercera Probación, última etapa de la formación como jesuita. Su instructor es el P. Jean Baptiste Herman, S.J. En octubre de 1935 visita varios centros educacionales europeos y regresa a Chile a comienzos de 1936.

    Los estudios que hace en este tiempo dejan una huella imborrable en Alberto Hurtado, particularmente la teología del Cuerpo Místico. Años después llegará a decir que ella estaba llamada a unificar toda la teología católica (Humanismo social ). En efecto, sus escritos y su predicación posterior están profundamente influenciados por esta visión.

    Es digno de ser destacado el esfuerzo que, con un sentido eclesial y con una amplitud de criterio admirable, hace Alberto Hurtado en favor de la creación de la Facultad de Teología. Las cartas que reproducimos reflejan su entrega y buen criterio. El rector de la Universidad Católica dirá que a nadie debía tanto la nueva facultad como a él. El Padre Hurtado concibe la buena formación teológica como una exigencia del trabajo apostólico: Cada día me persuado más que mientras más ahondemos el dogma y la moral y la apologética fundamental, más preparados estaremos para tratar con los prójimos: esto es lo que los jóvenes exigen de nosotros, y hay veces en que uno suda tinta para responderles adecuadamente (s 62 y 63).

    APOSTOLADO SACERDOTAL EN CHILE

    El Padre Hurtado regresa a Chile el 15 de febrero de 1936. Durante los primeros años de su ministerio sacerdotal se dedica sobre todo a la educación, trabajando en el Colegio San Ignacio y enseñando Pedagogía en la Universidad Católica y en el Seminario de Santiago. En 1936 publica La vida afectiva en la adolescencia y La crisis sacerdotal en Chile. Al año siguiente, La crisis de la pubertad y la educación de la castidad.

    Se dedica a la promoción de vocaciones sacerdotales y se le encarga la construcción de una nueva casa para el noviciado jesuita en el pueblo de Marruecos, a unos treinta kilómetros de Santiago, la que será inaugurada a comienzos de 1940. Junto al edificio se instala una Casa de Ejercicios, cuya dirección se le confía. El pueblo de Marruecos hoy se llama Padre Hurtado.

    En septiembre de 1939 es nombrado Ecónomo Provincial, cargo que desempeña hasta agosto de 1940. El 2 de febrero de 1941 pronuncia sus últimos votos como profeso de la Compañía de Jesús.

    En estos años el Padre Hurtado publica varias obras: en 1941, ¿Es Chile un país católico?, libro que causó gran revuelo, y La restauración del hogar y la formación de los niños, en la obra colectiva El matrimonio cristiano (Semana Familiar y Semana del Matrimonio. Acción Católica de Chile). Al año siguiente, 1942, aparecen El catolicismo en nuestros días y Puntos de educación. En 1943, Elección de carrera y Cine y moral. En 1944, publica junto a Fidel Araneda Bravo la obra Parroquialidad y especializaciones en la rama de los jóvenes católicos.

    En 1944 es nombrado Consultor de la Viceprovincia, cargo que ejercerá hasta 1950. En octubre de 1944 funda el Hogar de Cristo.

    Las cartas que reproducimos dan a conocer sus experiencias personales, sus criterios y los conflictos que debe enfrentar durante los primeros años de su ministerio sacerdotal.

    ASESOR DE LA ACCIÓN CATÓLICA DE JÓVENES

    La Acción Católica (A.C.), impulsada en 1923 por el Papa Pío XI, fue un gran impulso mundial de renovación de la actividad eclesial. La A.C. se instauró en Chile en 1931 y se estructuró en base a diversas ramas: la Asociación de Hombres Católicos (A.H.C.), la Asociación de la Juventud Católica Masculina (A.J.C.), la Asociación de Mujeres Católicas (A.M.C.), la Asociación de la Juventud Católica Femenina (A.J.C.F.) y la Juventud Obrera Católica (J.O.C.). A su vez, existía una directiva a nivel nacional y otra diocesana. La Asociación Nacional de Estudiantes Católicos (A.N.E.C.) había sido fundada en 1915 y en 1931 y pasó a formar parte de la A.C. Una parte de la A.N.E.C., en 1935, dio origen a la Juventud Conservadora, que tomó el nombre de Falange Nacional.

    En abril de 1941, el Padre Hurtado es nombrado Asesor Arquidiocesano de la Asociación de la Juventud Católica. El obispo auxiliar de Santiago, Augusto Salinas, su antiguo amigo y compañero de estudios de Derecho, lo propuso para el cargo de Asesor Nacional de la Juventud Católica, cargo que asumió en julio de 1941. Desde entonces, la A.C. cobró una gran vitalidad.

    Poco tiempo después de su nombramiento, una diversidad de criterios entre ellos comienzan a manifestarse. En febrero de 1942, el Padre Hurtado pide a Monseñor Salinas que reconsidere la exclusión de los casados y universitarios de la rama de jóvenes de la A.C., establecida en los nuevos estatutos. La falta de acuerdo hizo que el Padre Hurtado presentara, por primera vez, su renuncia al cargo, la que le fue rechazada.

    La marcha de la A.C. siguió adelante con grandes frutos para la Iglesia. En 1943, Alberto Hurtado recorrió muchos lugares de Chile promoviendo el desarrollo de la A.C. Creó el Servicio de Cristo Rey, para quienes se sentían llamados a un compromiso especialmente estrecho con el Señor.

    Las discrepancias con Monseñor Salinas fueron cada vez mayores, lo que lo llevó a renunciar por segunda vez a su cargo, en diciembre de 1944, y esta vez de manera indeclinable. Todas las circunstancias que rodearon el hecho fueron muy amargas.

    La renuncia le fue aceptada, pero muchos obispos le expresaron su solidaridad y el deseo de recibir ayuda suya en sus diócesis, lo que revela que no pensaban de ninguna manera que su actitud ante la Jerarquía hubiera sido incorrecta (cf. A. Lavín, Lo dicho después de su muerte, pp. 76-79). El Consejo Nacional de los Jóvenes de A.C. le dirigió una carta, con fecha 27 de diciembre de 1944, diciéndole que su alejamiento había sido para ellos un momento terrible de prueba, que les había suscitado un espíritu de rebelión. Pero de entre la confusión de nuestras mentes surgió una enseñanza imborrable que usted nos había dejado grabada: ‘Cuando la Jerarquía dice la última palabra, nada podemos decir’. Y el ‘Sursum corda’ que usted siempre nos lanzaba en medio de las dificultades y desalientos sonó muy nítido una vez más (Ibíd., p. 80).

    APÓSTOL DE LOS POBRES

    Desde muy joven el Padre Hurtado sintió como suyo el dolor de los pobres y se dedicó a aliviarlo. Durante los últimos años de su vida (1945-1952) estuvo dedicado principalmente a labores sociales, sobre todo al Hogar de Cristo (H.C.) y la Acción Sindical Chilena (ASICH).

    El H.C. nació en circunstancias providenciales. Un frío día de octubre de 1944, el Padre Hurtado se conmovió al ver a un hombre en la más extrema miseria, afiebrado y entumecido. Sin habérselo propuesto, habló de ello, con mucho dolor, a un grupo de señoras a quienes daba un retiro. Sus palabras produjeron tal impacto, que no se hicieron esperar las primeras donaciones para que comenzara una obra en favor de los desamparados, que él no tenía en sus planes realizar. El Padre Hurtado quiso ir más allá que el auxilio urgente e inmediato a los marginados. Tal como él mismo escribe: Hay entre los directores de esta obra un firme propósito de no contentarse con el mero acto de caridad de dar alojamiento al pobre, sino también de hacer cuanto se pueda por irlo readaptando en la vida humana. Una de las primeras cualidades que hay que devolver a nuestros indigentes es la conciencia de su valor de personas, de su dignidad de ciudadanos, más aún, de hijos de Dios (s 10 y 41).

    En 1945, hizo un viaje a Estados Unidos, con el objeto de conocer experiencias de trabajo que le sirvieran de inspiración para el Hogar de Cristo (H.C.). En sus cartas se muestra feliz porque el H.C. ha funcionado sin ningún problema, a pesar de su ausencia. Le alegra la fidelidad de sus colaboradores y deposita en ellos toda su confianza.

    ENCARNAR LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

    La cercanía a los pobres siembra en el Padre Hurtado el deseo de contribuir de manera más eficaz a la construcción de una sociedad justa. Con ese fin estudia y difunde el magisterio social de la Iglesia. Fruto de ello son sus libros Humanismo social (Santiago 1947) y El orden social cristiano en los documentos de la jerarquía católica (2 volúmenes, Santiago 1948).

    El 13 de junio de 1947, Día del Sagrado Corazón, se reúne con un pequeño grupo de universitarios para tratar un proyecto de trabajo en favor de los obreros. Así se constituye la Acción Sindical y Económica Chilena (ASICH), con el propósito de establecer en Chile un centro de formación sindical cristiano, tal como existía en algunos de los grandes países.

    En 1947, el Padre Hurtado realiza un importante viaje a Europa para estudiar varias instituciones especializadas en temas sociales, y participar en congresos. Al Padre Álvaro Lavín, su superior, le solicita el permiso para el viaje: "¿Será mucha audacia pedirle que piense si sería posible que asistiera este servidor al Congreso de

    París?… Le confieso que lo deseo ardientemente porque me parece que me sería de mucho provecho para ver las nuevas orientaciones sociales y de A.C. y Congregaciones [Marianas]" (s 62 y 21).

    A fines de julio de 1947, viaja a Francia para asistir a la 34ª Semana Social, que se realiza en París entre el 28 de julio y el 3 de agosto. El encuentro en París le parece una mesa llena de golosinas (s 65 y 15) y ve tan claramente que su estadía en Europa puede dar nuevos y valiosos frutos para su ministerio en Chile, por lo que solicita permiso para prolongar su viaje: Al Padre Vice una consulta: Hay tanto, tanto que ver con provecho y utilidad que me siento tentado me permita prolongar un poco el viaje para llegar a Chile en enero, pues me parte el alma no sacarle el jugo a lo que veo y no aprovechar las ocasiones de estudiar que se me presentan (s 62 y 23).

    Se dedica a un intenso trabajo de estudio de los nuevos movimientos sociales europeos. Participa en la Semana Internacional de Versailles organizada por los jesuitas, que tiene como tema: Nuestra responsabilidad en la formación de un espíritu cristiano internacional. En ella, el Padre Hurtado hace una exposición sobre la situación de América Latina, que a un jesuita europeo le pareció un grito de angustia, pero al mismo tiempo, una irresistible lección de celo apostólico puro y ardientemente sobrenatural.

    A comienzos de septiembre viaja a España, pasando algunos días en Lourdes. A su regreso, desde Barcelona, permanece unos días en Marsella con los sacerdotes obreros. A continuación, asiste al Congreso de Pastoral litúrgica en Lyon (del 17 al 22 de septiembre). A fines de septiembre, participa en la Semana de Asesores

    Jocistas (es decir, de la J.O.C.), en Versailles.

    Viaja a Roma, donde permanecerá casi un mes. Allí sostiene tres importantes entrevistas con el Prepósito General de la Compañía de Jesús, su antiguo superior en Lovaina, el Padre Juan Bautista Janssens. Este le dice: Yo no soy su provincial y es él quien debe resolver, pero pienso que debería usted dejar el colegio y los otros trabajos y dedicarse de lleno a esta labor social. Si su provincial me lo presenta, se lo aprobaré de pleno, pues es de importancia capital… Ánimo, usted tiene un alma grande, láncese y esté dispuesto si es necesario hasta a salir de Chile, pero todo vale la pena ante la tarea que reclama solución urgentísima (s 65 y 27).

    El 18 de octubre, lo recibe el Papa Pio XII, de quien recibirá un importante respaldo en su trabajo sacerdotal y sus proyectos sociales. Según declara el propio Padre Hurtado: El mes romano fue una gracia del cielo, pues vi y oí cosas sumamente interesantes que me han animado mucho para seguir íntegramente en la línea comenzada. En este sentido las palabras de aliento del Santo Padre y de Nuestro Padre General han sido para mí un estímulo inmenso (s 65 y 63).

    De vuelta en Francia, se queda un par de semanas en La Tourette, participando en Economía y Humanismo con los Padres Dominicos. Hace una rápida visita a Bélgica, para estudiar la liga de campesinos católicos. Finalmente, se instala en París, en Les Études desde el 17 de noviembre al 20 de enero, para encerrarme por un tiempo en mi pieza, pues las experiencias acumuladas son demasiado numerosas y hay que asentarlas, madurarlas, anotarlas (s 65 y 50). Tiene la convicción de que es necesario de tiempo en tiempo encerrarse a pensar y repensar para hacer un bien más hondo, más intenso y más extenso (s 65y15). El Padre Hurtado regresa a Chile con renovados bríos y se entrega con todo entusiasmo al trabajo social que se le encomienda. En los años siguientes, la ASICH tiene un importante crecimiento.

    NUEVOS IMPULSOS EN SU APOSTOLADO

    Desde 1948 hasta 1951, el apostolado del Padre Hurtado está en un periodo de mucha intensidad y fecundidad. Envía periódicamente al Padre Álvaro Lavín, Viceprovincial, un informe de sus actividades. Ellos hablan por sí solos de su transparencia y de su disponibilidad, verdadero modelo de espíritu de obediencia ignaciana. Además, son la mejor descripción de la marcha de sus trabajos y de su vida espiritual. Impresiona la intensidad de las actividades que desarrolla durante estos años.

    Respecto al Hogar de Cristo y la Acción Sindical y Económica Chilena, describe su funcionamiento y sus logros. Está lleno de proyectos, pero le falta el tiempo.

    Tiene una constante preocupación por discernir seriamente, junto a sus superiores, cuál es el trabajo que Dios le pide. Demuestra mucho amor y preocupación por la Compañía de Jesús, proponiendo al P. Viceprovincial algunas medidas concretas.

    Las incomprensiones tampoco están ajenas a su ministerio en esta etapa de su vida. Lo conmueve la partida del Padre Gustavo Weigel S.J., gran amigo suyo.

    Su amor por la Iglesia y su amplitud de miras se refleja en sus desvelos por traer a Chile algunas comunidades religiosas conocidas por él en Europa. Merece especial atención su correspondencia con el P. René Voillaume.

    El Padre Alberto Hurtado era muy querido y admirado por sus superiores y compañeros jesuitas. Sin embargo, fue víctima de incomprensiones e incluso mezquindades.

    Sus cartas muestran una visión parcial de los hechos: era la que él podía tener. Una documentación complementaria podría aportar una perspectiva adicional, pero existe el problema de que muchos documentos se han perdido y otros, siendo demasiado recientes, aún están cubiertos por el secreto de los Archivos. De todas maneras, sus cartas dejan traslucir la honda sensibilidad de Alberto Hurtado, que lo hace sufrir mucho, pero que al mismo tiempo lucha con una serena firmeza para que la verdad se haga manifiesta.

    Realicemos una breve síntesis de cómo se gestaron estos problemas que tuvo el Padre Hurtado.

    En agosto de 1945, el Padre Tomás Travi, Provincial de Argentina, fue enviado a Chile como Visitador. El Padre Hurtado había renunciado hacía pocos meses al cargo de Asesor de la A.C., en las conflictivas circunstancias que ya hemos conocido. El Padre Álvaro Lavín, entonces Viceprovincial, dice que Travi tuvo ocasión de oír comentarios y aun críticas acerca de algunos juicios y actividades del Padre en el campo político-social (…). Llamó, pues, el P. Visitador al P. Hurtado y le expuso con sencilla franqueza lo que había oído (A. Lavín, Aspectos críticos, p. 226). Como respuesta, este escribió un informe titulado: El Padre Hurtado frente a algunas acusaciones (s 62 y 98).

    Para comprender esta situación es necesario tener presente que años antes, en 1936, había sido enviado a Chile el Padre Camilo Crivelli en calidad de Visitador. La visita se realizó entre el 12 de noviembre de 1936 y el 8 de febrero de 1937, acompañaron al P. Crivelli los Padres Luis Canudas, secretario, y el Superior de la Provincia Argentino-Chilena, Tomás Travi. En una conversación que tuvo en esa oportunidad con el Padre Sergio Hurtado, este le refirió con escrúpulos (s 62 y 05) las conversaciones que había tenido con su primo, el Padre Alberto, acerca de las ideas del jesuita Achille Gagliardi (1537-1607), el que insistía en que la oración propia del jesuita es la unión con Dios en la vida apostólica. El Padre Hurtado se había interesado mucho por este autor durante la Tercera Probación que hizo en Bélgica (1934-1935). Crivelli habló sobre el tema con el Padre Alberto y quedó con mala impresión de su concepto de la vida religiosa. Además, criticó al Padre Hurtado por no cumplir con los horarios de la vida comunitaria. Al Padre Hurtado pareció que Crivelli había quedado satisfecho con sus explicaciones (cf. s 62 y 14), pero en 1938 Crivelli escribió al Viceprovincial chileno una carta (que no conservamos) donde decía que el Padre Hurtado no tenía verdadero espíritu jesuita (cf. s 62 y 14). Transmitió la misma opinión al Padre Janssens quien, posteriormente, le dirá al Padre Hurtado que tanto él como el Padre Carlos Van de Vorst, entonces Provincial belga, consideraron exagerados los juicios del Padre Crivelli (s 62 y 27). Esto se lo confirmó personalmente el Padre Janssens al Padre Hurtado cuando se encontraron en Roma, en octubre de 1947. En esta ocasión, el Prepósito dio su pleno respaldo al Padre Hurtado en lo referente a su modo de pensar y a la calidad de su vida religiosa.

    Cuando el Padre Janssens asumió este cargo, recibió muy positivos informes sobre el Padre Hurtado por parte del Viceprovincial chileno, Pedro Alvarado. Conservamos una carta autógrafa de este al Padre Hurtado fechada el 22 de septiembre de 1946, en la que le dice que pidió audiencia al nuevo Padre General para hablarle bien de usted. Le hablé (…) exponiéndole mi punto de vista y lo que yo no creía justo sobre lo que se había pensado de usted en Roma y quizás aún se pensaba por algunos. Hablé con toda franqueza y Nuestro Padre me contó con toda confianza lo que a él le habían dicho de usted, en que aparecía usted distinto al que había tratado íntimamente y con tanta confianza en Bélgica. Dije no era así y le di mi juicio. Casi todo el coloquio fue hablar de usted. Al terminar el encuentro, el P. Janssens le dijo: Le agradezco (…) sobre todo por la consolación que me dan las óptimas noticias del carísimo P. Hurtado.

    Pero los problemas no habían terminado. El 17 de enero de 1950, el Padre Tomás Travi, ahora Asistente del Prepósito General para América Latina, fue enviado nuevamente como Visitador a Chile, y le hizo sentir al Padre Hurtado que desconfiaba de él, porque introducía novedades. El Padre Hurtado entendió que Travi había llegado a imponer al Viceprovincial que lo cesara en su cargo de Consultor de Provincia (s 62 y 44), lo que le fue desmentido poco después por el mismo Prepósito General: el motivo del cambio había sido el deseo de realizar una rotación más

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