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Zungún. Palabras que brotan de la tierra: Diccionario mapuche
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Zungún. Palabras que brotan de la tierra: Diccionario mapuche
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Zungún. Palabras que brotan de la tierra: Diccionario mapuche

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Este diccionario nació en un aula del sur, en una clase de Filosofía del autor, donde la visión racionalista chocaba frontalmente con el pewma o sueño de una adolescente mapuche allí presente. Él tenía que pasar a Aristóteles y ella, afuera, en el patio, no podía celebrar el We tripantu; no estaba en el currículum de esa escuela… Así fue como la conversación que se dio en esa clase originó una investigación llevada a cabo en más de tres décadas de la cual, una parte, ha servido para dar vida a Zungun, palabras que brotan de la tierra.
Se trata de un diccionario que perfila una cosmovisión; no de una traducción desangelada de términos que por su complejidad merecen ser tratados con la profundidad correspondiente, de modo que los lectores capten también los alcances de sus usos.
IdiomaEspañol
EditorialUqbar
Fecha de lanzamiento7 mar 2017
ISBN9789563760231
Zungún. Palabras que brotan de la tierra: Diccionario mapuche

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    Zungún. Palabras que brotan de la tierra - Ziley Mora

    verbos.

    I

    ¿Por qué un diccionario semántico que perfile una cosmovisión?

    Ka feipituan ñi mongelen: «Volveré a decir que estoy vivo».

    [Fragmento de un antiguo canto –üll kantun–

    recogido en la poesía de Lionel Lienlaf]

    «La lengua mapuche es la caja de resonancia de la mapu ñuke (Madre Tierra); si reúne y contiene las vibraciones de toda la diversidad existente, es una lengua de poder dotada de ser propio; es un ngen («genio» o «espíritu») una fuerza, energía viviente capaz de convocar la realidad y transformarla. Así como los ngen han huido de los bosques, del agua, también el chezungun (idioma de la gente mapuche) ha huido de nosotros.»

    [Machi Adriana Paredes,

    mujer-chamán williche, 2011]

    Componer un diccionario de una lengua, fundamentalmente si esta es aborigen, nativa u originaria, no es trasvasijar. Es decir, no es etiquetar de nuevo o de otra forma el mismo conocido mundo del compositor-autor, cambiando solo la representación de posibles sonidos nuevos y la grafía de los signos. Frente a un determinado concepto, consensuado por una cultura diferente como tal cosa y que es resultado de una milenaria historia de interacciones, no se trata de pronto de tomar las letras del alfabeto propio, desordenarlas para luego desplazarlas y ajustarlas mecánicamente en un orden diferente, pero conservando el mismo esquema mental de una concepción de mundo ya construida y fijada. Allí hay apenas un traspaso fonológico y lexicográfico según un juicio de equivalencia: no hay apertura a las nuevas e infinitas posibilidades que admite la realidad, ni acceso a una riqueza inesperadamente diferente a la conocida. Allí hay arrogancia, no un verdadero diccionario semántico. Traducir sin ninguna nota explicativa que dé cuenta de lo anterior, por ejemplo, la noción castellana de corazón como correspondiente a piwke en mapuche, es declararlas injustamente equivalentes. Es secar el pozo de la cultura traducida, es cercenar de golpe la singularidad de la cosmovisión aludida. Y es lo que en gran medida ha ocurrido con el mapuzungun cuando se lo ha intentado hacer entrar en la camisa de fuerza de la lengua conquistadora, el español de Castilla. Por tanto, si hubiésemos caído en la tentación de normalizar los significados mapuches ajustándolos al estándar semántico de las voces en español, nuestro producto intelectual estaría profundamente condicionado por el sesgo occidental dominante. Es decir, su valor sería muy relativo y cuestionado, tal como hoy lo son los primerísimos diccionarios y gramáticas del idioma mapuche que fueron escritos por sacerdotes españoles con claros propósitos evangelizadores. Valorando muchísimo el rescate que ellos hicieron, cuando se apartan del sentido nuevo, el resultado de traducir supuestas equivalencias no es honestidad intelectual sino catecismo: es decir, manipulación y reducción de mundos, por más valiosos que estos sean para alguien.

    ¿Cómo es el idioma mapuche?

    El mapuche es un lenguaje polisignificante y analógico, de palabras generalmente formadas por otras, aglutinando sentidos inesperados y variados, propios de raíces originarias que conectan con otras realidades. Su base son partículas o raíces polisemánticas, es decir poseedoras de significados múltiples y amplios. Una cosa puede ser dos cosas diferentes a la vez, indicando que no existe lo unívoco fijo, por lo que de algún modo todo es también un tanto relativo, volviéndose las cosas una suerte de espejismo. Es decir, lo que para uno es, para otro no. Un idioma tal, cuyas palabras al ser traducidas literalmente a nuestra cultura desangelada y pragmática, las descontextualiza al reducirlas a una estricta funcionalidad comunicativa, despojándolas del rico trasfondo de nociones y experiencias primordiales milenarias.

    ¿Y cuáles serían esas características básicas de la estructura gramatical y de la arquitectura sintáctica mapuche? Tipológicamente, la lengua mapuche se clasifica como aglutinante, polisintética e incorporativa, concentrándose en el verbo la mayor parte de la carga semántica y de organización formal del enunciado. El verbo mapuche posee, por una parte, un grado de síntesis relativamente alto (conformado por una serie potencialmente muy extensa de morfemas fácilmente segmentables); y, por otra, un índice de fusión más bien bajo (los morfemas interactuantes retienen su identidad formal en los distintos contextos en que ocurren).

    El valor de un léxico indígena

    Estas palabras son más antiguas que la ciencia, por tanto, lo vivo de la oralidad como es el caso del verbo mapuche, guarda mejor la memoria del ser que la técnica. Mejor dicho: las palabras, el profundo y polisemántico zungun o lenguaje nativo, es la primera ciencia humana sobre esta mapu, esa ciencia decodificadora de significados ocultos que es anterior a la de los artefactos depredadores. Constituye una ciencia inclusiva de las múltiples dimensiones del todo natural que no las puede contener el concepto utilitarista de la ciencia moderna, la técnica o la lógica del razonar de Occidente. Antes de que viniera la maquinaria deductiva, con su lógica aplicada a la productividad, estaba el inarrumen, la observación inductiva y la intuición de la totalidad integradora de lo concreto y aparentemente aislado; antes de que aparecieran las máquinas y los instrumentos de precisión tecnológica, el mundo ya estaba ahí. Y de esto es lo que dan cuenta las antiguas palabras del presente diccionario: de esa inmediatez contenedora de un racimo de significados todos conexos en una raíz lingüística, en una voz-madre, en un prefijo seminal. Por lo que antes de que el científico o erudito traduzca el mundo a ecuaciones, el kimche o sabio mapuche ya lo había percibido como un todo coherente, y por eso ya lo cantó ayer como poeta, como wewpin, como orador sagrado. Y al cantarlo, se adelanta; su canto o su tan viva narración alrededor del fuego, se vuelve en una ciencia más compleja y completa, dado que en una larga palabra cargada de matices, en un verso-enunciado, en una estrofa, reúne todo lo que después se alejó pragmática pero groseramente en el pensamiento discursivo occidental, al punto luego de no reconocerse más aquello que en su origen estaba tan claro: todas las palabras están emparentadas. Es el caso, por ejemplo, del verbo pewütuwün, «la capacidad de la persona para leer los mensajes que vienen de la naturaleza». Porque detrás de la expresión nativa, al traducirla literalmente por «primavera» (pewün) más (+) «lo que uno trae conocido desde su terruño» (tuwün), se pierde casi totalmente el sentido original del vocablo, que sería el hacer predicciones oraculares con los fenómenos de la primavera. Y luego, por extensión, se subentendió que significaba la capacidad de lectura de augurios naturales presentes en todos los fenómenos. Porque todo en la naturaleza es zungun, palabra, lenguaje, y todo emite zungu, «mensaje», «signos-que-hablan» que, si no estamos dormidos, siempre escapan a lo habitual y que por ello mismo sorprenden a las personas como milagros repetidos. Todo lo que nos sucede, aunque sea lo más leve y cotidiano, se entiende como zungun, es decir, como un lenguaje que es preciso interpretar, pues contiene un mensaje con sentido, un kimüwün, una interpretación con significado. Por ejemplo, si el sonido que se desprende de la fogata es fino y agudo, llegará de visita una mujer, y si es grueso o ronco, llegará un hombre, decían los antiguos. Y si de ese mismo fuego matutino saltan de improviso brasas, la mano debe hacer el gesto sacramental de recogerlas al vuelo, desde el aire, y rápido echarlas al bolsillo o al delantal para así atrapar la bendición y la abundancia.

    II

    ¿Cómo y por qué se escribió este diccionario?

    Sus lectores

    Nuestra opción de enfoque

    Para construir este diccionario, nuestra opción de enfoque fue hacerlo desde el plano léxico-semántico, que estudia los significados de los elementos léxicos y los significados complejos de las construcciones mayores, hasta el nivel del discurso. Por tanto, postergamos y dejamos en la sombra otros planos legítimos para elaborar un diccionario, a saber, el plano fonológico, preocupado de describir articulatoriamente los sonidos de una lengua e identificar fonemas, y el plano morfosintáctico, que se preocupa de estudiar los elementos básicos constituyentes de las palabras, es decir de los morfemas. La razón es simple: no existen textos con léxicos nativos que ahonden y describan la semántica cultural de los vocablos mapuches de mayor relieve, esa precisión en los variados sentidos jerárquicos, excluyendo a lo común y asimilable a nuestra cultura occidental, esa articulación de significados conducentes a reconstituir el tejido de la red de la sabiduría, esa conjunción de saberes interrelacionados de un pueblo.

    Me parecía que solo escribir un diccionario mapuche orientado a la educación chilena, por más incluyente y vasto que fuese, registrando meramente voces y léxico, no hacía justicia al genio de la lengua. Que hacer una traducción pragmática para la modernidad era traicionar el espíritu de la lengua; es más, desechar la sabiduría acumulada del ancestro, singular, complejo y con otra visión de mundo y de la condición humana. Siempre razonaba que era absolutamente preferible componer una obra más bien breve pero con contenido y significado que una muy amplia en cantidad de palabras pero mecánica y vacía de ese significado, abusando de la literalidad y retorciendo hasta la deformidad el sentido de los vocablos nativos.

    Lo anterior tomó muchísimos años de trato y ahondamiento con la cultura, muchísima familiaridad con su cosmovisión, hasta que con la experiencia y la madurez comprensiva, esta se nos hiciera en nosotros un todo coherente. Primero tuvimos que entender a profundidad cuál era la originalidad de fondo del pensamiento o filosofía mapuche. Por lo que para este proyecto hubo épocas, particularmente en mis inicios de investigador, en que coleccionábamos listas de palabras diversas que eran rápidamente abandonadas porque muy pronto descubríamos que eran meras traducciones mecánicas, asimiladas y reducidas a un concepto español, cuya mala y supuesta homologación reducía injustamente su rica polisignificancia. Tal es el caso de muchos vocabularios y léxicos mapuches que hoy pululan en la cultura chilena y argentina. Constatábamos entonces que dichas listas y vocablos quedaban aislados unos de otros, pronto desechados, pues no encontrábamos el sentido de publicar otro texto más que abusara de la transliteración, simplificando groseramente el sentido de una voz aborigen, usando para ello un supuesto equivalente, muy propio de la nomenclatura de la cultura occidental dominante.

    En la práctica, la mayoría de los diccionarios mapuches disponibles, máxime si son de divulgación y para las escuelas –y con mayor razón los digitales y los diccionarios on line– más que ayudar, suelen enterrar el alma no dicha de las palabras, su contexto cultural. En esta archiglobalizada etapa de la historia contemporánea, el peligro de hoy más que de ayer, es la homologación y la homogeneización de las lenguas y, por ende, es el gran peligro que sufren las culturas en contacto. Porque, ayudados con la terrible eficacia de los nuevos soportes lingüísticos digitales, homologar es validar una equivalencia y homogeneizar es uniformar las características diversas con arreglo a una sola y depredadora mentalidad.

    El lingüista Edward Sapir advirtió respecto de no confundir el lenguaje con un «set de etiquetas» en un supuesto mundo prexistente y no cultural. El «mundo real, dice el autor, es inconscientemente construido sobre los hábitos de lenguaje del grupo. No existen dos lenguas suficientemente similares como para representar la realidad. Los mundos en los que diferentes sociedades viven son ‘mundos distintos’, no simplemente el mismo mundo con diferentes etiquetas».¹ Tenemos entonces que la lengua mapuche opera como un mecanismo de interpretación de la realidad y de estructuración de esquemas cognitivos a través de sus categorías gramaticales. Su jerarquía interpersonal de focalización de las personas gramaticales –el mundo es y se percibe según sea quien habla– contribuye a la configuración de una suerte de «plantilla-pantalla perceptual» que orienta al hablante a percibir su realidad de una determinada forma. Es el caso, por ejemplo, del género dual, hecho que origina nueve personas gramaticales y, por ende, nueve precisiones del ser y hacer humanos. Ya por esta sola característica del mapuzungun, resulta distinto al mecanismo de interpretación de la realidad del castellano, del inglés, del portugués o del francés o de cualquiera otra lengua indoeuropea. Es sabido y comprobado por los lingüistas modernos que el muy particular sistema semántico de organización gramatical mapuche, su arquitectura o sintaxis particular, posee implicancias cognitivas en los hablantes, contribuyendo a configurar dos esquemas interpretativos de la realidad como son: a) percepción del hombre como parte integrante del universo con una relación estrecha con la realidad significada; b) percepción de continuidad de la realidad natural y sobrenatural.² Esto es importante porque las categorías gramaticales juegan un rol decisivo en la estructuración de categorías cognitivas y sociales y en las nociones que describen el mundo y determinan las cosas, las políticas públicas entre ellas. En concreto, esto significa que la estructura de la lengua mapuche predispone a los hablantes a poner más atención a ciertos tipos de percepciones que los hablantes de otras lenguas, y los predispone además a agrupar estas percepciones en determinadas categorías. La notable y tan abundante categoría de verbos (más de catorce) y su nada accidental presencia que jalonan estructural y jerárquicamente el estado de despertar –trepeln, nepen, lliwan– ya de por sí predispone a acentuar determinados hábitos y actitudes. Entre esas, el cultivo del estado awkan, de combate y lucha, de vigilia alerta y de acechamiento, tan propios de quienes en todo momento tienen que luchar –todos somos kona/weichafe, guerreros– contra lo maligno, el wekufe, «ese externo enemigo que no duerme», si es que queremos conservar el gran don de la salud, don que no es ningún regalo. Entonces los esquemas, esas «plantillas-pantalla» de la morfosintaxis mapuche, además de ser instrumentos de reconocimiento perceptual, involucran la anticipación de eventos, recuerdos personales relacionados con el evento u objeto percibido y las imágenes asociadas a ellos. Y esto es de tal forma que no todas las partes de un esquema se actualizan o explicitan para producir interpretaciones en un mismo momento, sino que muchas de sus partes permanecen latentes, siendo potencialmente activables bajo las circunstancias adecuadas. La manera de codificar determina el mundo codificado; la manera de percibir el mundo –impuesto por el tipo de lenguaje– crea y determina el tipo de mundo percibido. A causa de las características formales de su lengua, hay una manera específicamente mapuche de internalizar la realidad. Y esta es distinta a la manera como internalizan la realidad los mestizos chilenos en razón de hablar la lengua latino-europea de Castilla, la que nos obligó a representarnos de otra forma el mundo.

    Es cierto que damos por sentado que cuanto se diga o se haga por recoger términos postergados por la fuerza del habla del español, términos y significados dispersos de la antigua habla de Chile, unificar vocablos del habla viva del mapuzungun, estimular el conocimiento de esta lengua, limpiar de interpretaciones el tesoro vivo como lo es cualquier lengua indígena, es suficiente motivo de respuesta al para qué se elaboró este diccionario. En todo caso surgió con cierto propósito instrumental primario: servir de fuente de consulta para la educación chilena, para jóvenes estudiantes y guía didáctica para sus profesores. No obstante ello, siempre un libro descriptivo –y máxime un diccionario como este– nace destinado al amplio campo de lectores inquietos por conocer más y mejor su raíz étnica y las peculiariadades del genio de su ancestro. Por tanto, no se escribió para eruditos de la lengua ni para estudiosos avanzados en lingüística nativa americana. También va dirigido a lectores del mundo mapuche, particularmente a jóvenes citadinos, que desean reaprender su lengua de un modo más sistemático y disponer de un estímulo recordatorio de las voces antiguas para así, de frente a ellas, complementarlas y precisar matices y variantes dialectales³.

    Este libro se escribió exactamente para lo mismo que nuestras anteriores obras: revelar a los lectores modernos la distinta gramática de la realidad aún hoy disponible en nuestro suelo, en los hablantes de las comunidades originarias. Es decir, se escribió para apreciar una cultura nativa, cómo nuestro pueblo-raíz percibe y designa el mundo y articula una descripción que viene a constituirse en preciosas noticias de un antiguo camino. Siempre estuvo la misma intención de fondo que guía desde un inicio nuestro trabajo: perfilar la originalidad profunda de una cosmovisión.

    El propósito de este diccionario es, entonces, revitalizar el fondo de sabiduría de la lengua, los significados profundos, los matices finos, los arcaísmos y términos en desuso, muchos de ellos de tal misteriosa relevancia, que hoy podrían realumbrar el extraviado camino del hombre de Occidente. Y este lo tuvo en la lengua celta irlandesa, en la germánica y en la concepción presocrática del mundo (léase en los misterios de Eleusis, por ejemplo), hoy dramáticamente perdidos en las esferas dominantes. ¿Cómo no ya adelantar aquí y relevar términos tales como püntevünentun, esa ceremonia de autoanálisis, de examen de conciencia que consistía en «poner en la balanza todos los aspectos de la vida de las familias, la comunidad y evaluar las acciones de cada persona»? O bien, trañma manguiñ, ese tan poético cognomento para el ser divino del cielo que la tradición traduce como «aplastador de las crecidas de los ríos». Notable el poder rencontrarse con un verbo salvador del desastre ambiental y hoy inexistente en las lenguas occidentales modernas, el pewütuwün, «la capacidad de la persona para leer los mensajes que vienen y que presiente la naturaleza». O bien, simplemente reparar en los dieciocho sinónimos del despertar o formas de la conciencia que tiene el genio idiomático de esta lengua de mujeres chamanas y guerreros despiertos. Tal es el caso de, por ejemplo, lliwan: «darse cuenta, apercibirse a causa de empezar a intuir y visionar». La amplia divulgación digital, la urgente tarea de digitar un vocablo en la Internet para obtener una traducción express, su pragmatismo atenta contra la trascendencia del pensamiento mapuche. La enemiga de Arauco es hoy la insoportable superficialidad del ser⁴. El peligro que hoy acecha al zungun de la tierra es el olvido de una matriz de pensamiento, esa que explica los vocablos mas allá de sí mismos, sostenidos por toda una red de significados afines, la que soporta un tejido semántico sutil y que proporciona a la palabra individualizada toda su amplísima resonancia, apareciendo conectada al vasto océano del misterio de lo real y de lo humano⁵. En la descripción del mundo mapuche, toda palabra o realidad aludida por ella a su vez se vuelve lenguaje connotativo y resonante de otra. Es lo que remite el vocablo zugulkawe que designa los medios por donde podemos expresar nuestro zungun (palabra-mensaje) y comunicar nuestro rakizuam (pensamiento) a otras personas o mundos no visibles en forma de melodía vibratoria. El zugulkawe puede no estar lejos de las personas pero se escucha muy bajo, dice el saber de la tradición; y, al contrario, también puede estar muy lejos y escucharse nítido.

    III

    ¿Cómo leer y tratar este diccionario?

    Advertencias

    Criterios de inclusión de los vocablos y conceptos

    El criterio fundamental de este diccionario semántico-etnográfico-cultural fue regido por el siguiente principio: que aparecieran con suficiente inclusión y explicación todas las palabras o conceptos que en mi investigación de campo en la Araucanía entre los años ochenta y noventa me parecieron más importantes, y que sin mis aportes (y el de mis informantes, además), cierto perfil de dicha palabra quedaría severamente empobrecida, tergiversada o simplemente olvidada para siempre.

    En general, y como todo diccionario, no se justifica la procedencia de las acepciones y casi no se citan fuentes in texto, pues en el largo auditar y en el recorrido cultural del autor, se estimó que a la sazón eran voces de significado corriente, propias de un canon tradicional y, si no tan vigente, muy común antaño.

    No está demás insistir –una vez más– que aquí se privilegiaron aquellas voces que, como ninguna otra, son vivas portadoras de la cosmovisión, y que por ello se haría un triste favor apenas traducirlas con un par de palabras en español, mismas que iban a dramáticamente reducir, rebajar o hasta traicionar su contenido, si dábamos una traducción rutinaria que no alcanzara a explicarlo lo suficiente. En consecuencia, se decidió hacer mención –tanto en la elección del vocablo como en la explicación del mismo– de todo lo esencial y clave que permita comprender mejor el perfil de la cosmovisión, el núcleo de la originalidad irreemplazable que tiene la cultura mapuche para su gramática de la realidad y su descripción del mundo. Junto a ello, y para ceñirnos completamente a este objetivo, se privilegiaron jerárquicamente los siguientes tipos de lexemas y de semas:

    • Lexemas «joyas», palabras-conceptos cuya singularidad descriptora del mundo no fueran asimilables a ningún otro en español. A modo de ejemplo, püntevünentun, la ceremonia de autoanálisis y trabajo interno evaluativo. O el concepto de üy, «nombre», tan asociado al «miedo a no existir» y al acecho del wekufe, del mal, por lo que ya los cronistas registraban que en vida los mapuches se cambiaban cuatro veces el nombre.

    • Lexemas de cuño antiguo, tradicional, que ya casi caen en desuso, muchas veces mencionados como de pasada, casi como reminiscencias imprevistas, sea por informantes directos o indirectos. Es el caso del lexema ngelay (literalmente, «mis ojos [están como] muertos», es decir como dormidos para la visión) en cuanto recurso que marca la negación en una frase, porque en el mapuzungun no existe el «no». El sufijo verbal nolu es de cuño reciente y con claro influjo occidental, en donde, si se rastrean las partículas negativas hasta sus orígenes, encontraríamos que todas nacen de verbos transitivos. El mismo no del español y el not inglés proceden de la raíz na sánscrita, que significa «estar perdido», «perecer»; en chino, el ideograma respectivo significa lo mismo: «estar perdido en un bosque», por lo que nuestro lenguaje moderno también tuvo una referencia directa (hoy olvidada) con la naturaleza. Y en ella, todos los procesos están interrelacionados: es lo que nos recuerda directamente el chezungun o mapuzugun austral. Y en la naturaleza no hay negaciones; nosotros –en un acto subjetivo arbitrario y lógico– podemos afirmar una negación aunque la naturaleza no pueda hacerlo. En ella, no existen posibles transferencias de fuerzas negativas, dado que todo es newen, energía, que luego de producida, se requiere un gran esfuerzo para aniquilar dicha transferencia.

    • Lexemas y conceptos aportados por la larga investigación del autor, ayer repartidos entre distintos papeles de campo y hoy por fin sistematizados aquí. Se trata de registros extraídos de informantes directos que formaron al autor en la ciencia mapuche: de entre los muchos y tan variados coleccionados en nuestro largo trabajo de campo, destacaríamos –aparte de todos los ceremoniales de machi– por ejemplo, la ceremonia del kapun, o bien, el tan desciscivo killchenmayew, que hace décadas nos refiriera en Santiago, el kimche Domingo Curaqueo y que después este traspasara a su hijo, quien muchos años después y en un conversatorio, nos entregara aquella joya del Hapa, el nombre femenino de Dios.

    • Lexicografía y lexemas de autores mapuches, de preferencia kimches reconocidos. Aquí es el caso de los nombres propios y de términos cultos como elpazungun y el mismo lexema troncal zungun, o de la precisión del significado del wenumapu, en cuanto que allí, en su explicación, pudimos aportar el tan clave principio de correspondencia, que debemos a la fórmula del Juan Ñanculef: Chumley ta wenu mapu ka feley ta mapu, «tal como es arriba así es abajo».

    • Léxico, lexemas y criterios de traducción aportados por reconocidos lingüistas tradicionales y araucanistas expertos. Aquí tenemos muchísimos casos, la mayoría de ellos vinculados a los procesos de la naturaleza (Cap. V), donde dispusimos a la vista lo que recogiera en la zona williche María Catrileo. Ni se diga la herencia troncal de tantos vocablos lafkenches y wenteche de variada temática, pertenecientes a lo que investigara Félix de Augusta, los de su colega capuchino el Padre Moesbach, o los lexemas transandinos de la Sra. Koessler y de E. Erize.

    • Palabras-conceptos asociados a otros como binomios explicativos irreemplazables, sin los cuales quedarían mutilados en su significación. Aquí los casos más señeros fueron la inclusión de binomios tales como wekufe-machi, «mal-curadora del mal», weza düngun-kümey zungun, «mala y buena palabra»; la trilogía am-pellü-pillan, «alma, espíritu, supra-espíritu», el concepto de ngen y sus derivaciones, etc.

    • Explicación semántica con suficiente extensión que formara en el lector una síntesis clara del fondo de la palabra, de qué es lo que con ese zungun se trae y se tiene entre manos.

    • Lista de términos que interesen particularmente a los profesionales de la educación: docentes, profesores de aula, investigadores en educación intercultural bilingüe. Es el caso de la lista alfabética de las palabras para el cuerpo humano, por ejemplo.

    • La inclusión de etimologías probables (algunas de ellas en estado de hipótesis) y de raíces mapuches que entregan diversas variantes interpretativas posibles, se hizo debido a la característica central y propia del mapuzungun: ser una lengua polisintética, aglutinante e incorporativa. En este acápite, en cada caso hicimos la relación y referencia respectiva. Destacamos, dada su trascendencia, la raíz ayü, amar, querer, raíz vinculada a la luz del amanecer, de aywon (literalmente «luz que mira», que se espejea, que devuelve la imagen), originante del ayün, el amor, reforzándose en dicha raíz la clarividencia lúcida del amor. O bien, la notable composición del lexema llafkelen, el «estar sano», la que etimológicamente entronca con llafken, «fontanella», «mollera»; y con llaf llaf, que es «la parte copuda y más alta del rewe», adornada con lo mejor de ciertas flores, lo que lleva a concluir que la salud estaría determinada por la energía «que entra por arriba», y sería resultado del correcto flujo, energético y sutil, que ocurre en los niveles superiores.

    • Se buscó privilegiar la semántica más que la descripción fonética y la morfosintaxis del lexema, apuntando siempre a desentrañar mejor el sentido de la palabra, el significado profundo y conector de realidades diversas de un término. Nuestra hermenéutica, nuestras descripciones interpretativas, aparecen obviamente comentadas en español porque sus destinatarios son hispanohablantes monolingües o bilingües de español-mapuzugun. Es el caso del término elpazungun. Nuestros idiomas modernos terminan siendo códigos comunicativos, meras transmisiones acústicas, es decir vibraciones sin el elpazungun indígena. Este concepto corresponde al «mensaje que procede del mundo no visible y que viene a visibilizarse a través de un mediador o kimmüw-wüngen». Es decir, el elpazungun es el significado o sentido oculto de la naturaleza que nos comunican los sucesos que vivimos o sufrimos en nuestro vivir. La idea implícita mapuche es que todo lo que nos pasa, todo lo que nos llega, nos quiere comunicar algo, dado que todas las cosas vienen o se acercan a nosotros deseosas de convertirse en signos de un mensaje superior y constante, como dice Heráclito: «la armonía oculta es superior a la manifiesta». En general, también el elpazungun son los mensajes implícitos del habla –no dichos y aunque «invisibles» pero no por ello inaudibles– según los contextos. La imagen, por tanto, es toda una metáfora de la imposición del idioma castellano europeo en la tierra de Chile, porque el español ha devenido como una pura etiqueta comunicativa, pura vibración sonora, porque, a fuerza de ser tan intensamente usado como lenguaje utilitario de mercaderes, hace siglos aparece mutilado de su primitivo elpazungun de la tierra.

    • Incluir cierto análisis hermenéutico de las raíces mapuches, buscando su prístino sentido original; porque hay un dato histórico innegable: la historia de la interrelación entre el mapuzungun (lengua minoritaria y ritual) y el idioma español dominante, que vino con el ejército, las leyes de la Corona y la Iglesia con sus misioneros, inevitablemente contaminó o deformó el sentido original de muchísimos vocablos nativos, particularmente los de la esfera religioso-espiritual. La historia nos muestra que la lengua también adrede ha sido utilizada como instrumento de poder. Muchos pueblos indígenas y no indígenas en el mundo, han sido sometidos a través de una política lingüística asimilacionista para así hacer aplastar o hacer desaparecer su irrepetible genio.

    • Siempre se tuvo presente el carácter iniciático-filosófico-místico que posee esta extraordinaria lengua arcano-litúrgica de kimches, lliwas (videntes) y machis, hoy un tanto perdido con la escritura profesional-académica, pero muy vivo en nuestras fuentes orales y las fuentes etnográficas tradicionales ya mencionadas. Por lo que obviamente nuestras aproximaciones al misterio de la condición humana, que se explica o revela a sí mismo en una lengua y que a su vez crea y re-crea constantemente lo humano, son solo eso: «aproximaciones al secreto», conscientes de que siempre se nos escapará la total riqueza de fondo, la verdadera hondura filosófico-espiritual de una lengua aborigen, arcana como ninguna, por más expertos lingüistas o eximios filólogos con tres doctorados en antropología que alguien sea. La explicación es simple: quien investiga e interpreta no puede dejarse de lado a sí mismo y no traer el inarumen de nacimiento, el ngen (daimon) del kimün, de la sabiduría infusa para decodificar lo que de suyo es esotérico (tras lo aparentemente solo exotérico), ni tampoco se la ha cultivado en los oficios ritual-epistemológicos de máxima revelación del significado cultural de lo mapuche. Nos referimos al del ngenpin, a la machi o el pewün, por solo mencionar tres oficios que «para saber» se conectan con fuentes de otras dimensiones (el filew de la machi en estado de wenwen, en trance, por ejemplo), antepasados y fuerzas divinas inteligentes que revelan las cosas (zungun) desde el otro plano.

    Notas lexicográficas y alfabéticas para el uso

    1. Conscientes de la diversidad de grafemarios mapuches, de las legítimas opciones de autores mapuches de normar su lengua escrita, nuestro criterio fue de aportar llaneza y no dificultad –ya más que suficiente con la profunda originalidad semántica–, simplicidad grafo-fonológica en la representación de los sonidos vernáculos, facilitando el acceso al lector chileno no competente ni en la lengua de sus antepasados ni en los significados culturales. Por eso que, en general, este diccionario optó por regirse por el grafemario del alfabeto unificado y cierto estilo tradicional de grafías de cuño latino ya cotidiano en los escritores bilingües. Junto con mencionar a veces variantes dialectales (el modo de pronunciar –o incluso de definir– legítimamente diverso en otros sectores o lof comunitarios mapuches), se buscó así facilitar el aprendizaje de su pronunciación sin menoscabar (en la medida de lo posible) su sutileza fonológica.

    2. Por la sumatoria de razones antedichas en esta introducción, estimamos conveniente no conservar el típico formato del orden alfabético, tan propio de los diccionarios tradicionales. Se optó por privilegiar más bien la importancia etnográfica de sus contenidos reflejados en el esquema general de la obra, es decir, en su estructura de capítulos. Estos están dispuestos según el criterio «de lo general a lo particular».

    3. Con excepción de la toponimia, la terminología se agrupó según campos semánticos y por grandes categorías de palabras (capítulos). Su presencia y orden de aparición obedece, entonces, a la trascendencia cultural intrínseca (sea practicada u olvidada), a la proximidad de significado, afinidad etimológica, o bien, simplemente al estimarse cierta utilidad de uso. Demás está decir que este diccionario nunca pretendió ser exhaus­tivo ni mucho menos omniabarcante (pretensión casi absurda con el mapuzungun), sino solo destacar lo esencial de la cultura y la cosmovisión con fines de conservación semántica.

    4. A veces, la comparativamente larga explicación de un término en medio de un listado breve, parco y sobrio, se explica porque con dicha explicación quedaba ilustrado el esquema de significación semántica que comparten casi todas las restantes otras palabras parientes del capítulo. Es decir, lo que fundamenta la estructura mítica del luan, el guanaco –por citar un ejemplo– es de algún modo replicable para los otros animales. Es decir, esas explicaciones operan a modo de ejemplo paradigmático.

    Ziley Mora Penrose

    En Peñalolén, «valle donde hay gavillas», Santiago de Chile, a 28 de diciembre del 2015, estas gavillas de antiguas palabras que

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