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Historias de Autobús
Historias de Autobús
Historias de Autobús
Libro electrónico81 páginas1 hora

Historias de Autobús

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En este libro se pueden encontrar tres historias diferentes, las cuales tocan temas diversos. Un Alivio entre el Orgullo, narra de forma precisa la extraña relación entre un preso y la madre de su víctima. Mesías, es una fantasía sobre el final del mundo tal y como lo conocemos, teniendo como personaje principal a un hombre atormentado por su pasado. San Bernardino, se encarga de converger diferentes realidades existentes en el pueblo que lleva este mismo nombre.
Todas estas historias muestran características personales distintas e intenta acentuar comportamientos existentes de acuerdo a las situaciones planteadas, así como las emociones vividas por sus protagonistas.

IdiomaEspañol
EditorialArturo Chaves
Fecha de lanzamiento1 ene 2020
ISBN9780463662021
Historias de Autobús

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    Historias de Autobús - Arturo Chaves

    Historias Incluidas

    Un alivio entre el orgullo

    Mesías

    San Bernardino

    Entre el cielo y el infierno sólo hay un destino de diferencia…

    Un alivio

    entre

    el Orgullo

    La señora Catalina Madriz se sentía impotente al escuchar a su abogado y conocer su situación actual. No estaba acostumbrada a depender de nadie, pero entre todo el dolor que estaba sufriendo, reconocía que necesitaba con urgencia algo que la pudiera sacar de las sombras de la incertidumbre y le diera una esperanza a los años de vida que le quedaban. Ella lo había perdido todo, pese a ser aún una de las personas más influyentes y acaudaladas de la ciudad. La señora Madriz sabía dónde buscar, pero lo que no sabía era cómo hacerlo, y su mente y cuerpo experimentaban una profunda agonía que no la dejaban tener respuestas.

    Desde hace más de media hora se encontraba en el despacho del señor Johnson, su abogado, pero no había sido capaz de concentrarse totalmente en la conversación que éste dirigía, seguramente debido en parte al cansancio acumulado. Sin embargo, entendió que la de hoy era una reunión distinta a las demás, e hizo un esfuerzo adicional para alinear su pensamiento.

    - Como comprenderá señora Madriz, el caso que tenemos ya está resuelto, y una posible intervención adicional podría crear confusión innecesaria que bien puede no valer la pena. Entiendo el dolor que usted está pasando, pero créame que no considero prudente el iniciar negociaciones a su nombre, especialmente cuando se trata de llegar a acuerdos con el asesino de su hija.

    Estas últimas palabras retumbaron una vez más en el corazón roto de Catalina, quien aún no soportaba la idea de que alguien le hubiera arrebatado súbitamente al amor de su vida, y a cambio le haya dado un mundo lleno de tristeza y soledad.

    - Durante el juicio – prosiguió el abogado – las evidencias en contra del señor Santana fueron abrumadoras, y de ahí el veredicto final del juez, el cual no tuvo reparo alguno en dar la pena más alta posible, tomando en cuenta la forma abominable en que se dieron los sucesos. Adicionalmente, sabemos que una posible apelación no surtirá efecto alguno, debido a los débiles argumentos de la defensa.

    La señora Madriz escuchaba pasivamente, segura de que el hombre que se encontraba al lado de ella no tenía idea de sus motivos verdaderos, e intentaba convencerla de algo que no ameritaba discusión alguna.

    - Yo sé que el juicio está reciente – continuó el señor Johnson- y que este es un hecho muy lamentable, pero creo que logramos lo que buscábamos dadas las circunstancias. Ese hombre va a pagar con su vida el mal que le hizo a usted y a Giselle. ¿Qué más buscas intentando un acercamiento innecesario con ese asesino? Tú sabes que siempre he estado a tu lado cuando me has requerido, y que tengo más de veinte años de ser el abogado de tu familia, y por ese cariño que te tengo y por el recuerdo que guardo de tu hija, tengo que decirte que no veo que esto sea necesario.

    Cada vez que Catalina escuchaba el nombre de Giselle, su única hija, era como recibir un dardo directo al corazón de madre que aún tenía, y en las últimas semanas, lo había escuchado tantas veces en el juicio, en la calle y en su casa, que le generaba una pena absoluta, especialmente cuando era mencionado por personas que no la habían conocido bien. Sin embargo, muy dentro de ella sabía que el señor Johnson era un hombre de confianza, pese a la profesión que ejercía, por lo que optó como último recurso, en ser un poco más clara con sus peticiones y la razón de estas. Con cabeza baja y voz firme pero un poco más pausada de lo acostumbrado, la señora Madriz se dirigió a su abogado:

    - Mi estimado señor, usted sabe que siempre estaré agradecida con toda la ayuda profesional y de carácter personal que ha tenido siempre conmigo y con mi familia. En estos momentos difíciles, he podido tener a su lado un apoyo incondicional el cual no ha pasado desapercibido, pese a los nublados que existen en mi mente. Sin embargo, hay algo que me sigue atormentando, y que no puedo dejar pasar, porque estoy segura me llegaría a consumir el resto de mi existencia. Una duda tan grande para mí, que significaría la diferencia entre vivir cada día con una incertidumbre desgastante, o poder creer que en algún momento voy a conseguir resignación y consuelo.

    El señor Johnson escuchaba con atención las palabras de su cliente, quien prosiguió exponiendo sus razones:

    - Usted ha sido parte de todo este proceso, y posiblemente algo que es muy importante para mí, resultó ser sólo un detalle de estrategia para usted. Como recordará, desde que inició el juicio, el señor Santana… - y al pronunciar su apellido Catalina sintió quebrar su voz y no pudo dejar de hacer una pausa para poder aclararla, y de paso tomar aire, luego prosiguió…

    - El señor Santana nunca reconoció haber sido la persona que le quitó la vida a mi hija. Yo sé que al inicio el abogado de su defensa dijo que era inocente, como se esperaba, sin embargo, pese a todas las evidencias presentadas y los alegatos escuchados durante esos días…, aún sigo esperando su confesión del hecho. Luego de que el juez lo condenó a muerte, creí que se iba a derrumbar y que de forma instintiva iba a buscar algo de

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