El futuro pasado: Para transformar el presente, hay que cambiar el futuro.
Por Marcelo Manucci
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Me dediqué casi una década a investigar la interrelación entre los síntomas, el sufrimiento y la inercia. Analicé situaciones disfuncionales y autodestructivas en las personas (desde pequeños grupos hasta grandes organizaciones). Lo que encontraba un como patrón recurrente era que las personas quedaban atrapadas en condiciones sintomáticas de vida cuando perdían el futuro; cuando perdían el sentido de inspiración que le daba sentido a su vida cotidiana.
Entender nuestra historia nos ayuda a dar sentido a nuestro presente, pero si queremos cambiar la inercia de nuestras vidas, debemos aventurarnos a un nuevo horizonte. Nuestro presente está condicionado por las experiencias del pasado, pero limitado por la inspiración del futuro. Para transformar el presente, lo nuevo debe iluminar al pasado.
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El futuro pasado - Marcelo Manucci
Referencias
PRÓLOGO
La lógica de los pensamientos y las emociones, a menudo, se consideran dimensiones separadas e incluso antitéticas de la experiencia humana. Por lo tanto, formular un marco lógico para abordar algo tan enigmático como el universo emocional de las personas no es algo que muchos aspiren o tengan la capacidad de emprender. Sin embargo, esto es precisamente lo que Marcelo Manucci se propone abordar en El futuro pasado.
Si bien el esfuerzo no es fácil, Marcelo lo aborda con desenvoltura. Integra hábilmente el rigor académico con un respeto cabal por el misterio de nuestras emociones y, al hacerlo, crea un marco de referencia científico que otorga claridad sin dejar de considerar la naturaleza profunda e incluso mágica de nuestras emociones. El resultado es una alquimia de estética profunda, ya que el libro combina psicología, neurociencia y filosofía para forjar marco de referencia a través de la cual podemos examinar lo que de otro modo podría parecer insondable.
Tendemos a sentirnos víctimas de las fuerzas que afectan nuestras vidas, las cuales no entendemos. El trabajo de Marcelo es liberador porque corre el velo
para que podamos mejorar nuestra comprensión de la dinámica emocional. En El futuro pasado, tenemos más que una simple fuente de información útil, es un texto que nos permite avanzar en nuestra capacidad de vivir vidas sin ataduras.
Si bien el trabajo magistral de Marcelo brinda nuevos abordajes e ideas, no esperes que todas tus preguntas sean respondidas. Él no completa la investigación que comienza aquí, nunca tuvo la intención de hacerlo. Más bien, presenta lo que ha discernido sobre el espacio emocional para ayudarnos a construir una plataforma desde la cual podamos formular nuestras propias preguntas de crecimiento.
Ya sea que estés buscando un mayor conocimiento de tu propio universo emocional o desees desarrollar habilidades para acompañar a otras personas a explorar su mundo emocional, la sabiduría que estás a punto de encontrar en este libro es un recurso inusual e inspirador. Sumérgete, deja que estas ideas te conduzcan, que se arraiguen dentro de tu universo emocional. Estas condiciones permitirán que algo nuevo aparezca en tu vida. Ese es el momento en que nos damos cuenta que hemos dado un paso para vivir mejor nuestro mundo cotidiano.
Daryl Conner
Chairman, Conner Advisory
Atlanta (USA).
INTRODUCCIÓN
¿A qué paisaje te enfrentas?
Hace aproximadamente seis millones de años, un grupo de primates abandonó los árboles y empezó a caminar por la sabana de lo que hoy es el continente africano. Las transformaciones climáticas los obligaron a buscar otras formas de vida para adaptarse a las nuevas condiciones del territorio. Los que pudieron sostener la postura bípeda transformaron la especie: levantaron la mirada, liberaron las manos, descubrieron el horizonte, exploraron territorios, crearon comunidades, diseñaron herramientas, compartieron códigos y símbolos.
Desde aquellos primeros pasos, casi tres millones años pasaron hasta que las manos pudieron responder a movimientos conscientes y planificados. Este salto evolutivo posibilitó a los primates bípedos pasar de comportamientos reactivos (acotados a un campo visual inmediato) a comportamientos complejos (relacionados con la anticipación de decisiones en un paisaje extenso).
Se necesitaron casi tres millones de años para que nuestras manos respondieran a las características del paisaje. Este fue el tiempo evolutivo que nos permitió planificar, crear, construir, explorar y convivir en comunidades. Así, la especie pasó de los petroglifos a los museos, de los sonidos guturales a los símbolos, de las piedras a las armas químicas, de las cavernas a los templos, de las señales de humo a los mensajes de texto.
Se necesitaron casi tres millones de años para que tus manos tengan el nivel de precisión necesario para contestar mensajes en el teléfono móvil. Para ello, tu cerebro debe articular: reconocimiento espacial, lenguaje, emociones e intenciones y enviar una señal a las manos para que todo este entramado complejo se pueda expresar en un pequeño teclado.
Nos enderezamos hace seis millones de años aproximadamente; nos estabilizamos corporalmente hace casi dos millones y medio y comenzamos a simbolizar la realidad hace muy poco, casi sesenta y cinco mil años atrás. Estos son los antecedentes evolutivos del paisaje donde vives.
Creamos nuestros propios territorios que se expresan a través de historias, las cuales dan sentido y significación a la relación subjetiva con los hechos. Vivimos en un mundo explicado donde la línea de tiempo (pasado, presente y futuro) se pliega y se recrea en un espacio emocional. En este territorio íntimo, el presente es un relato, el pasado es un conjunto de experiencias y el futuro es una inspiración.
Somos los guionistas de la historia personal que vivimos. Las circunstancias a las que te enfrentas son representaciones personales que expresan lo que crees acerca de lo que viviste, lo que vives y lo que vivirás. La realidad no es ficticia; la ficción la creamos nosotros. La comprensión de los hechos siempre es fragmentada; nosotros organizamos esas piezas en un guion que enmarca el entusiasmo, el desconcierto o la victimización ante diferentes situaciones. La vida cotidiana despliega hechos, la definición emocional de las circunstancias son parte de nuestra ficción.
Mi trabajo consiste en escuchar el paisaje que las personas construyen (individual o colectivamente) para encontrar posibilidades de transformación en sus condiciones de vida. Siguiendo los senderos de estos territorios, comprendí que el sufrimiento relacionado con la opresión o el agobio del presente es causado por el peso emocional de las palabras que definen el espacio donde vivimos. Las palabras están ligadas al cuerpo a través emociones. Por lo tanto, el cuerpo sostiene el relato del presente, las experiencias del pasado y las posibilidades del futuro.
Usualmente, culpamos al pasado por nuestro sufrimiento, a lo que nos ha sucedido tiempo atrás en el calendario. Sin embargo, la opresión no está relacionada con el tiempo, sino con las condiciones emocionales del paisaje interior. Estas condiciones opresivas son consecuencia de la inercia de la vida cotidiana personal.
No sufrimos por el pasado, sufrimos porque necesitamos sostener el pasado para darle sentido al presente (ante la ausencia de sentido en el presente). Sufrimos por la imposibilidad de que algo pueda ser diferente en nuestra vida. No sufrimos por los síntomas, sufrimos por la inercia del paisaje interior. El síntoma es solo una señal que expresa la imposibilidad de transformación, es un aliado de la inercia. Aunque suene paradójico (de hecho, lo es), el sufrimiento es el modo que encontramos de convivir con la inercia.
Siguiendo las pistas de este diagnóstico me dediqué casi una década a investigar la interrelación entre los síntomas, el sufrimiento y la inercia. Analicé situaciones disfuncionales y autodestructivas en las personas (desde pequeños grupos hasta grandes organizaciones). Lo que encontraba como un patrón recurrente era que las personas quedaban atrapadas en condiciones sintomáticas de vida cuando perdían el futuro; cuando perdían la inspiración que le daba sentido a su vida cotidiana.
Este libro trata sobre la transformación de la inercia basada en una concepción diferente del sufrimiento y un modo distinto de abordar el cambio. En primer lugar, no sufrimos por el pasado, sufrimos ante a la imposibilidad de lo nuevo en nuestras vidas. En segundo lugar, la transformación de estas condiciones surge de sutilezas, pequeños cambios que permitan abrir el paisaje y renovar las circunstancias cotidianas.
El sufrimiento no se resuelve en el tiempo, se resuelve cambiando las condiciones de inercia del paisaje interior. Esta premisa me permitió abordar la transformación estructural de la inercia en tres dimensiones de intervención. La primera es el relato personal, es la trama que enmarca el presente. La intervención en las narraciones que componen el guion personal permite la apertura de los límites del territorio en el que vivimos. La segunda dimensión es la experiencia, es la dinámica que marca emocionalmente momentos específicos de nuestra vida. La intervención en las experiencias permite dar forma a lo nuevo para recrear la relación con las situaciones cotidianas. Finalmente, la tercera dimensión es la inspiración, es el horizonte que define el sentido del futuro. Esta intervención permite desarrollar y sostener un proceso de cambio para hacer posible lo nuevo.
El libro dedica un conjunto de capítulos a cada una de las dimensiones de intervención. La primera parte se refiere al relato del presente: cómo recrear este territorio de palabras y emociones para transformar las limitaciones en posibilidades. La segunda parte se refiere a las experiencias que definen nuestra historia: cómo redefinir nuestra participación en los hechos cotidianos. La tercera parte refiere a la inspiración que enmarca nuestro futuro: cómo abordar este espacio virtual y desconocido para sostener un proceso que permita nuevas condiciones de vida. Además de estas tres secciones, el libro concluye con una serie de capítulos que hablan sobre las condiciones de bienestar: cómo crear posibilidades de transformación en la vida de otras personas.
Comprender el pasado, incluso aceptando compasivamente nuestra historia, no necesariamente genera o permite nuevas condiciones de vida. Comprender el pasado es necesario para que podamos avanzar hacia el futuro; pero resolver el rompecabezas inconcluso de nuestra historia, no define la imagen de un nuevo destino. Piensa en los verbos que te guían hacia el pasado, no son los mismos que te llevarán al futuro. Hacia el pasado puedes: conocer, aceptar, perdonar, entender, sanar, despedir, aliviar, entre otros. Hacia el futuro, puedes: crear, soñar, proyectar, diseñar, emprender, inspirar, entre otros.
Entender la historia nos ayuda a dar sentido al presente, pero si queremos cambiar la inercia de lo cotidiano, debemos aventurarnos a un nuevo horizonte.
Nuestro presente está condicionado por las experiencias del pasado, pero limitado por la inspiración del futuro. Para transformar el presente, lo nuevo debe iluminar al pasado.
Parte 1
EL PRESENTE ES UN RELATO
Cómo creamos el paisaje donde vivimos
1. Mamíferos simbólicos
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