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Flor de Loto
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Libro electrónico61 páginas43 minutos

Flor de Loto

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¿Qué sería de la vida si su objetivo fuera la muerte? ¿Valdría la pena el sufrimiento  y el dolor? Pero la vida es más que nada una caminata, una larga lección que nos permite evolucionar y superar a cada oportunidad, un desafío, en cada desaire, un deseo de levantarse y estar otra vez vivo. El amor es el eslabón que nos une de una vida hacia la otra, un puente que se extiende más allá de la neblina y la muerte es sólo nuestra capacidad de enfrentar ese telón que separa los mundos. Saltemos al abismo con la seguridad de que del otro lado, hay mucho más para ser vivido.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento2 dic 2019
ISBN9781071515570
Flor de Loto

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    Flor de Loto - Antonio Almas

    Flor de Loto

    Prólogo

    ¿Qué sería de la vida si su objetivo fuese la muerte? ¿Valdría la pena el sufrimiento y el dolor? Pero la vida es más que todo un camino, una larga lección que nos permite evolucionar y superar, en cada oportunidad, un desafío, en cada desesperanza, un deseo de levantarse y estar vivo otra vez.

    El amor es el eslabón que nos une desde una vida hacia la otra, un puente que se extiende más allá de la neblina, y la muerte es apenas nuestra capacidad de enfrentar ese telón que separa los mundos.

    Saltemos al abismo con la certeza de que del otro lado hay mucho más para ser vivido.

    Capítulo I

    Te encontré una mañana de neblina, estabas descalza en la playa mirando hacia el infinito y yo llegué con el amanecer, sintiendo en la piel los primeros rayos de Sol. Te ví sóla, parecías estar fuera de tu cuerpo, el infinito era tu límite de sentidos y ni percibiste que había llegado con el día.

    Tu cabello revoloteaba con la fría brisa, pero seguías inmóvil, indiferente al ambiente a tu alrededor. Yo, quieto, te observaba atento, preguntándome qué haría allí aquella mujer sóla, perdida en sus pensamientos.

    Parecías diluída en la espuma de las olas que adormecían tus pies. Dejé que el tiempo te despertase como despierta la vida cada mañana, que los pétalos se abriesen y tus ojos vieran que estaba allí, ahora lado a lado, mirando hacia el mismo infinito que tú.

    De la nada, tus dedos tocaron los míos y al minuto siguiente estábamos tomados de la mano contemplando el Sol, que ya estaba alto en el azul de los cielos. Extraños, pero con las manos entrelazadas, como si hubieses estado ahí toda la vida esperándome y yo hubiese llegado en el momento exacto de tu Primavera, de tu florecer.

    El día continuó sin que nos dirigiéramos una palabra al otro, me llevaste de la mano hacia la arena mojada de la playa hasta un alcantilado donde una cueva excavada por el mar nos cobijó del Sol caliente del día, nos sentamos frente a frente, con las piernas cruzadas, los ojos hacia los ojos, las manos en las manos, como si estuviésemos en una especie de comunicación extra sensorial. Había silencio y el mar se desdibujaba a lo lejos, nosotros y el viento, la arena nos rodeaba y tu mirar lleno de estrellas.

    Tú me dejabas encantado con tu energía y yo te hipnotizaba con mi mirada, no había nada que nos disuadiera de aquella contemplación.

    Debo haber cerrado los ojos momentáneamente, cuando los abrí, estaba en la cueva, pero no estabas allí, sólo yo, ni señales de ti. Pensé: ¿Habré soñado? ¿O tú has sido un sueño realizado? Una Yemayá que vino con la marea se fue con ella, me dí cuenta luego de que realmente entre el momento en que te ví y el instante en que sentí tu ausencia, la marea había subido y bajado.

    Aquella mañana, necesitaba aclarar las ideas y fue ese el motivo que me llevó hasta aquella playa, ahora me convenzo de que al final, no era por eso que estaba ahí, sino por tu llamado. Cuando llegué al lugar, te había encontrado al amanecer, había una flor de Loto de color rosa, la tomé con la delicadeza con que la brisa toca una hoja moribunda para depositarla levemente en el piso, y te llevé conmigo, bajo la forma de esa mítica flor, símbolo de elevación y espiritualidad, de la pureza del alma.

    Cuando llegué a casa la coloqué en una copa ancha, con un poco de tierra y mucha, mucha agua, quedó flotando

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