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Crónicas del Anticristo
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Libro electrónico815 páginas19 horas

Crónicas del Anticristo

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Recopilación de las columnas publicadas durante 10 años, a partir del 2003, por el Anticristo. Un comentarista radical cuyas opiniones insólitas representaron el primer esfuerzo que se hizo en Chile por analizar seriamente el fenómeno del montañismo. Lo que explica por qué fue inevitable que sus reflexiones encontraran resistencia, gatillaran polémicas y que, por supuesto, se convirtieran en hitos.
Los textos incluidos son 100 y hablan de la escalada, el andinismo, la exploración y últimamente de la vida misma, incluyendo también un completo registro de los accidentes fatales y ascensos notables que ocurrieron durante ese período. Historias y ensayos que no hacen concesiones, que no siguen las reglas de aceptación de los tiempos digitales que vivimos, y dirigidos a quienes se precian aún de usar sus cerebros para algo más que llevar un casco.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 dic 2015
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    Crónicas del Anticristo - Rodrigo Fica

    Acerca del autor

    Rodrigo Fica es un escalador y montañista que se ha vinculado al mundo de la cultura y la extensión para ayudar a vestir de pantalón largo a su disciplina, una que en Chile es marginal.

    Inicialmente un Ingeniero Civil Industrial UC, terminó por convertirse en un Profesional de Montaña, con un abanico de certificaciones y una probada experiencia como Guía, Instructor, Pistero Socorrista, Camarógrafo y todas esas actividades de deporte, educación, cultura y trabajo que habitualmente se realizan en los macizos montañosos.

    Es el autor de Bajo la marca de la ira, el libro que relató descarnadamente el primer cruce mundial longitudinal del Campo de Hielo Sur, epopeya en la cual participó. Realizó viajes y expediciones a lugares como Patagonia, Yosemite, Alaska, Antártica, Himalaya y otros remotos lugares del planeta. Cuenta con numerosos ascensos de alta montaña, incluyendo cimas tradicionales como Aconcagua, Denali, Elbrus, Vinson y Artesonraju. Escaló la Pared Sur del Morado, la Pared Sur del Arenas, la invernal al Sur del San Francisco, el segundo ascenso a la Cara Sur del Castillo por la ruta coreana y realizó las primeras en solitario y en el día al Glaciar Colgante del Plomo, la Pared Sur del Mesón Alto y el Loma Larga. Entre los big-walls realizados, en EE.UU. y Chile, destacan la nueva ruta a la Torre Norte de Rengo y otra similar al Peineta en Torres del Paine. Habitué de la escalada deportiva, y también de la tradicional, hizo el primer encadenamiento en solitario en el día de las Placas de Lo Valdés, fue creador de la ruta de escalada deportiva más larga de Chile (Los Miserables) y también de Marea Roja, la primera íntegramente deportiva que surca la Pared Oeste de la Placa Roja.

    Fue Premio Estímulo Germán Maccio en 1994, Medalla del Congreso de la República en 1999, Piolet de Bronce DAV Chile 2011, blah, blah, blah...

    Acerca del libro

    Recopilación de las columnas publicadas durante 10 años, a partir del 2003, por el Anticristo. Un comentarista radical cuyas opiniones insólitas representaron el primer esfuerzo que se hizo en Chile por analizar seriamente el fenómeno del montañismo. Lo que explica por qué fue inevitable que sus reflexiones encontraran resistencia, gatillaran polémicas y que, por supuesto, se convirtieran en hitos.

    Los textos incluidos son 100 y hablan de la escalada, el andinismo, la exploración y últimamente de la vida misma, incluyendo también un completo registro de los accidentes fatales y ascensos notables que ocurrieron durante ese período. Historias y ensayos que no hacen concesiones, que no siguen las reglas de aceptación de los tiempos digitales que vivimos y dirigidos a quienes se precian aún de usar sus cerebros para algo más que llevar un casco.

    Libro también disponible en versión especial ilustrada, con fotografías y material original.

    Sólo para dispositivos Apple, disponible en:

    http://www.ediciondigital.cl/cronicas-del-anticristo-ilustrada/

    Contenido

    I. Diapodistorsión

    II. Temporada alta 2002-2003: agraz

    III. Temporada alta 2002-2003: dulce

    IV. Sin excusas

    V. Experiment show

    VI. El mito del liderazgo

    VII. Castillos en el aire

    VIII. Una clásica confusión

    IX. Todo tiene un costo

    X. Es la educación, estúpido

    XI. Particular, incompleta, desordenada

    XII. Fogata nuestra de todos los días

    XIII. Temporada baja 2003

    XIV. La moledora de carne

    XV. Doctor corazón

    XVI. Los expertos de siempre

    XVII. Bichos, ¡puaj!

    XVIII. Temporada alta 2003-2004

    XIX. Perdiendo el control

    XX. Frágil memoria

    XXI. Aquellas tardes felices

    XXII. Diálogo de sordos

    XXIII. Somos tan diferentes

    XXIV. El polémico séptimo considerando

    XXV. El antiproyecto

    XXVI. Los títulos de la canción

    XXVII. Temporada baja 2004

    XXVIII. Avifauna

    XXIX. Primus circumdedisti me

    XXX. La papa

    XXXI. Más acerca de tubérculos

    XXXII. Temporada alta 2004-2005

    XXXIII. Mi abuela

    XXXIV. ¡Hey!, lo tengo

    XXXV. Los cuatro pilares de la sabiduría

    XXXVI. Ha llegado carta

    XXXVII. Temporada baja

    XXXVIII. Superclimber

    XXXIX. Fundamentales tendencias sociales

    XL. El jardín del Edén

    XLI. Delenda est CONAF

    XLII. Temporada alta 2005-2006

    XLIII. La crónica que no fue

    XLIV. Un buen ejemplo

    XLV. Una breve historia

    XLVI. Una brutal verdad

    XLVII. Una blenorragia final

    XLVIII. Por qué tanta molestia

    XLIX. Temporada baja 2006

    L. Temporada alta 2006-2007

    LI. El problema

    LII. Cortar o no cortar

    LIII. No cortar

    LIV. Vasos sucios

    LV. Temporada baja 2007: agraz

    LVI. Temporada baja 2007: dulce

    LVII. Argumentos de peso

    LVIII. Acerca del doping...

    LIX. .. Y otras hierbas

    LX. Temporada alta 2007-2008: agraz

    LXI. Temporada alta 2007-2008: dulce

    LXII. Luz, cámara... estafa

    LXIII. Aseo y ornato

    LXIV. El conflicto de ser conflictivo

    LXV. El conflicto de ser competitivo

    LXVI. Temporada baja 2008: agraz

    LXVII. Temporada baja 2008: dulce

    LXVIII. Guía al fracaso

    LXIX. Ejemplo de pasado

    LXX. Turisteando la educación

    LXXI. Certifícame

    LXXII. Dejando que el bolsillo hable

    LXXIII. Comisión de seguridad

    LXXIV. El conflicto de ser supersticioso

    LXXV. Temporada alta 2008-2009: agraz

    LXXVI. Temporada alta 2008-2009: dulce

    LXXVII. Pecuniario sinceramiento

    LXXIII. Los protozoos

    LXXIX. Temporada baja 2009: agraz

    LXXX. Temporada baja 2009: dulce

    LXXXI. Temporada alta 2009-2010: agraz

    LXXXII. Temporada alta 2009-2010: dulce

    LXXXIII. Tras la cresta de la ola

    LXXXIV. ¿Delete Y/N?

    LXXXV. Pues nada importa

    LXXXVI. Temporada baja 2010: agraz

    LXXXVII. Temporada baja 2010: dulce

    LXXXVIII. Cartón inútil

    LXXXIX. Temporada alta 2010-2011

    XC. Rey puesto, rey muerto

    XCI. Lo que nadie te dijo

    XCII. Temporada baja 2011: agraz

    XCIII. Temporada baja 2011: dulce

    XCIV. Don de la palabra

    XCV. Temporada alta 2011-2012: agraz

    XCVI. Temporada alta 2011-2012: dulce

    XCVII. Mandriles chapientos

    XCVIII. Por las Ramas del Infierno

    XCIX. Temporada baja

    C. Centesimus annus

    Este libro es raro.

    No se puede leer de continuo como si fuera una novela. No hay un hilo conductor claro, no es gracioso en sí y huele a petulancia. Así, ni yo podría soportar más de media hora leyéndolo.

    ¿Qué otra cosa podrían esperar? No es más que una recopilación. De temas varios. Que nacen y se centran en la práctica del montañismo y la escalada en Chile.

    Pero si le dan su tiempo, tratando de hojear no más de un texto por día, ojalá cuando estén tranquilos, idealmente en el baño, entonces quizás podrán ver surgir el verdadero potencial de estos artículos.

    El de un cariño malo y despreciado. Pero uno que no por eso se revela equivocado.

    El origen de las vanidades

    Entrando en detalles, y tal como insinué antes, este libro no es más que el resultado de juntar 100 columnas de opinión escritas por mí, las cuales comenzaron a circular en Internet en los primeros años del siglo XXI.

    Todo comenzó en el portal de montañismo Tricúspide¹, un sitio que se transformó en el más exitoso lugar de encuentro para la comunidad de alpinistas chilenos. En su seno gestándose iniciativas y corrientes de opinión que influenciaron el desarrollo de la disciplina durante varios años.

    El eje de su fuerza radicaba especialmente en la popularidad de sus foros, que eran el epicentro de conversaciones acerca de todo, desde compra y venta de equipo, hasta feroces polémicas relacionadas con la ética, la honestidad y la fama de los escaladores locales.

    Fue precisamente aquí, después de verme involucrado en una de estas discusiones, que varios amigos me manifestaron derechamente que sería mejor que mis pensamientos los expresara en una columna de opinión. Algo más formal que meros comentarios desperdigados por el enredado laberinto de conversaciones que era Tricúspide. En parte, porque así podría explicarme mejor, pero también debido al mérito que parecían tener mis argumentos.

    En un principio no me pareció buena idea y la dejé flotar en el aire por algunas semanas. Pues, entre otras cosas —y sin ser experto— sabía que si quería tener profundidad, debía ser consistente por al menos un par de años. Es decir, no era útil comprometerme a escribir y luego abortar a los tres meses.

    Sin embargo, dicen que la vanidad es el peor pecado capital. Y, por más marginal e insignificante que fuera el espacio que me ofrecían, fue demasiada tentación y terminé por aceptar.

    En el nombre de alguien

    Luego, casi de inmediato, tomé la decisión de que los artículos no serían firmados por mí.

    Me pareció más adecuado utilizar un alter ego, una figura deslenguada e independiente que llevara a la exageración mis peores características, pero sin perder la honestidad y, pueden creerlo o no, el deseo de hacer justicia. Resolución que representó un problema en sí también, pues no di con el nombre adecuado para este personaje, uno que reflejara bien el concepto.

    Pero por aquellos días yo estaba buscando financiamiento para una expedición larga y compleja, lo que me llevó a mantener una serie de reuniones con la empresa privada. No se ilusionen, ninguna de ellas dio resultado.

    Lo interesante fue que en una de las últimas, me encontré con un ex-compañero de carrera. Un Ingeniero Civil Industrial que estaba a cargo del área de marketing de su compañía, y que en su postura, tono y modales ya se reflejaba esa soberbia que tanto detesto pero que es tan habitual en los profesionales de Chile. Lo que no deja de ser curioso toda vez que buena parte de ellos provienen de hogares de clase media.

    Como sea, la conversación fue amable. Por supuesto que nos contestó que no podía ayudarnos (no por ahora nos dijo), pero eso no impidió que estuviéramos una hora hablando de nuestro país, el deporte y, por supuesto, montañismo. Al final, mientras nos despedíamos con un apretón de manos, me preguntó, a pito de nada, si conocía a Mauricio Purto.

    Cómo no ubicarlo. Si por aquella época él, junto a Rodrigo Jordán y Claudio Lucero, eran los montañistas más famosos en Chile. Especialmente debido a la apasionante carrera que se había desatado, a partir de la década del 80, por realizar el primer ascenso chileno y sudamericano al Everest. Rivalidad en la cual los tres estuvieron involucrados de una u otra manera y que terminaría en 1992 con el triunfo de la expedición liderada por Jordán (vía Kangshung Face) por sobre la de Purto (la normal del Collado Sur).

    Así es que dije que sí, que sí conocía a Mauricio Purto.

    — Ah, mira —me contestó—, yo leo su columna de opinión en el diario El Mercurio todos los sábados. Que es como la Biblia para mí. Y Purto es el Cristo del andinismo, que nos enseña a nosotros, masa de ignorantes.

    No bien se terminó de escuchar su falsa voz modulada, pues su arrogancia incluía hacerse pasar por cuico, y que se produjo un silencio que llegó a ser memorable. Por lo incómodo. ¿Yo? Preferí salir rápido sin armar lío.

    Porque, entendiendo que este no es el lugar ni el momento de analizar a una persona como Mauricio Purto (o a mayor abundamiento, a Claudio Lucero o a Rodrigo Jordán), sí es pertinente compartir con ustedes el hecho de que frases así las escuchaba regularmente. Y me tenían harto. Por lo falsas. Pues, por más increíble que pueda parecerles a los legos en la materia, estos tres montañistas chilenos poseían, y aún poseen, una fama que no merecen y, lo que es peor, una que ha bloqueado sistemáticamente el surgimiento de los verdaderos talentos.

    Vicios en los cuales yo me había prometido años atrás nunca caer. Es más, ellos no eran ni mis referentes ni mis modelos a imitar. Entonces, si precisamente iba a escribir acerca de algo tan bonito como el montañismo, y si en Chile Purto en los hechos era considerado, para personas como este ex-compañero de Universidad, un Cristo Redentor para la disciplina, pues entonces, estaba claro que yo no podía ser más que su adversario.

    El Anti-Cristo.

    Hablando de formas

    Con el nombre listo y ya Tricúspide comprometido a publicar mis opiniones, solo me quedaban por definir algunos detalles.

    Por ejemplo, que cada texto iba a ser una unidad en sí misma, completa, que desarrollaría algún concepto que hubiese arribado a mi cerebro, y que, vaya Dios a saber por qué, me transpiraban las manos por desmenuzarlo. Utilizando para ello todo el espacio que fuese necesario, hasta quedar satisfecho, ad nauseam. Si se iban a requerir 2 páginas tamaño carta, entonces utilizaría 2 páginas; si 4, pues 4. Y así. Hasta llegar al extremo de usar más de 15 en algunas de las columnas más sensibles, como por ejemplo el análisis de la tragedia de Antuco (XLII. La crónica que no fue).

    Tales extensiones, en los tiempos digitales que vivimos, eran y son una torpeza. Lo sé. Es imposible pretender que los lectores, en la actualidad, puedan mantener la concentración más de lo que dura un coito taurino.

    Pero, ¿saben algo? No me importó. Era un riesgo que quise asumir a secas, puesto que si estas ideas requerían elaboración para realmente transformarlas en un mensaje útil, entonces había que darse el tiempo y el espacio para hacerlo. Y punto.

    Además que, si no era en la Columna del Anticristo, luego ¿dónde? ¿En los programas de farándula en la televisión abierta?

    Hogar, dulce hogar

    El 1 de abril de 2003 fue publicada la primera columna, Diapodistorsión, que criticaba la mala costumbre de exagerar cuando se cuentan las historias. Pero hoy, re-leyéndola años más tarde, me parece... ¿extraña? Casi tanto como para haberla eliminado. Mas lo que fue fue y que jué. Ahí está, juzguen ustedes.

    A ella le siguieron otras, divulgadas cada 15 días. Frecuencia que se mantuvo por algunos meses, hasta que me di cuenta que no estaba teniendo tiempo suficiente para hacerlas a consciencia. Lo que me llevó a cambiar la modalidad a una entrega mensual, periodicidad que se mantuvo, salvo algunas excepciones, sin cambios.

    Con el paso del tiempo los artículos se fueron acumulando, hasta que en el número 73, junio del 2009, tuvieron que abandonar Tricúspide. Y la razón fue simple: era imposible mantenerla al aire, de una forma decente, debido a la triste decadencia que dicho sitio experimentó. Portal que, aprovecho de agregar, si no ha desaparecido al momento en que se leen estas líneas, es nada más porque nadie se ha dado el trabajo de apagar el interruptor.

    Después vino un período de transición, en el que subí los artículos a una página web personal². Hasta que logró radicarse definitivamente en el blog de la revista Escalando³, la más importante de Chile por aquellos instantes, donde encontró un lugar inspirador para continuar desarrollándose. Incluso tan así fue, que en dicho sitio siguieron mensualmente apareciendo el resto de las columnas que no alcanzaron a ser incluidas en esta recopilación (las posteriores al número 100).

    También es relevante resaltar que el alcance del Anticristo, y sus opiniones, se amplió con el tiempo. Por ejemplo, buena parte de estas ideas fueron utilizadas por mí en un blog que la edición digital del diario La Segunda puso a mi disposición, y que mantuve escribiendo por dos años (2007-2008) hasta que me aburrí de hacerlo por la carga de trabajo que me significaba (y puesto que no me pagaban por ello)⁴. Además, la revista Escalando incorporó regularmente, en su versión impresa y bajo el nombre El recuento del Anticristo, extractos de aquellas columnas que se referían a las actividades más importantes de los montañistas y escaladores de la comunidad chilena.

    Ciclos que terminan por desembocar aquí, en la publicación de Crónicas del Anticristo. Un compendio necesario para permitirle a estas ideas machacar hasta el fin de los tiempos y hacerle honor al Padre Hurtado. Quien decía Darle hasta que duela.

    Bueno, no decía exactamente eso; pero parecido.

    El recuento aquel

    Copiar y pegar los 100 artículos en un solo ente lógico fue fácil. Pero no así darle sentido de conjunto a textos que fueron escritos en períodos distintos.

    Para darle coherencia, tuve que hacerle algunas modificaciones. En parte, porque el paso del tiempo había dejado ciertos argumentos obsoletos; en parte también porque el formato de origen (la publicación mensual) requería una cierta repetición en el contenido, para mantener atento a un lector que llevaría varias semanas sin leer la columna. Truco que, al estar todos los artículos juntos, ya no se justificaba.

    Así es que sí, se eliminaron párrafos redundantes, se cambiaron algunos títulos, el vocabulario fue menos local, algunas columnas fueron separadas en dos o tres y se borraron otras que no tenían sentido ya. Como aquella en la cual contaba que había perdido un año de trabajo debido a que el disco duro de mi computador de entonces, Antares, se había quemado. Historia sabrosa, pero ajena.

    También tuve que relajar mis criterios para poder manejar los sinónimos adecuadamente. Tal como emplear indistintamente las palabras alpinismo o montañismo como equivalentes, lo cual puede o no ser visto como un error. En rigor, son distintos, pues el primero es aquel que se realiza exclusivamente en los Alpes, mientras que el segundo es global. Sin embargo, también hay que entender que el vocablo alpinismo se ha transformado en genérico y su uso permite generar una prosa más variada. Postura que yo sostengo y que se ve refrendada en el resto del texto.

    Pantalón para la raya o raya para la suma, el resultado no cambia ni la filosofía ni el estilo del Anticristo. Esto es, entre otras cosas, que no hay un patrón definido para predecir de qué trata el siguiente texto; o de cómo está escrito.

    A veces son cavilaciones expresadas como verdaderos ensayos, los cuales llegan a tener tan buena base conceptual que califican perfectamente para llegar a ser una publicación académica. Y no es chiste. Por ejemplo, hubo un paper, publicado en diciembre del 2010⁵, que se construyó en base a los artículos que describían los problemas estructurales que tiene, o tenía, el desempeño de la profesión de Guía de Montaña en Chile (LXVIII. Guía al fracaso, LXIX. Ejemplo de Pasado y las columnas que les siguen). Publicación que solo fue posible, nobleza obliga, gracias a los esmeros de mi amigo Pablo Rebolledo Dujisin por formalizar académicamente mis reflexiones, y que explican por qué él aparece como co-autor.

    También es común que un tema abarque varias columnas, como por ejemplo los tres textos que giran en torno a la depresión y el suicidio (LXXXIII. Tras la cresta de la ola y siguientes). O usando el humor, con cartas supuestamente escritas por los lectores pidiéndole consejos al Anticristo, misivas que, si bien ficticias, son mucho más reales de lo que se podrían llegar a imaginar. Y, por supuesto, los ya mencionados recuentos deportivos de las escaladas, una contribución tan importante que requiere un poco más de explicación.

    Se trata de lo siguiente. Dos veces al año se hacía un compendio de las actividades relevantes dentro de lo que se denominaba la comunidad chilena de montañistas (que incluye a los extranjeros radicados). Por razones culturales, pero también estacionales, y con la idea de poder realizar evaluaciones apropiadas, los recuentos se estructuraron en dos períodos distintos, de seis meses de duración cada uno de ellos. El primero, la llamada Temporada Alta, abarcaba desde octubre a marzo inclusive, coincidía con el buen tiempo en la cordillera central sudamericana y normalmente venía con lo realizado en Patagonia, los Andes y Antártica. Por antinomia, el otro período, la Temporada Baja, iba de abril a septiembre, y típicamente se refería a lo realizado en Perú, Bolivia, Himalaya, los Alpes y Estados Unidos.

    Además, asociado íntimamente a esta faceta luminosa, también estaba el listado de los accidentes fatales ocurridos en la temporada en cuestión (a veces incluyendo algún otro sin resultado mortal, pero relevante por el impacto mediático causado). Segmento que era complicado de escribir pues hacía referencia al fallecimiento de seres humanos, tragedias que causan profundo dolor a quienes los sobreviven y que, por lo tanto, requiere un apropiado manejo para no faltarles el respeto. Por eso, la redacción resultante se orientaba a los hechos, usando en lo posible información de primera mano y teniendo como objetivo único informar. Nada de críticas o búsqueda de negligencias.

    Ahora, la razón para haber hecho tales resúmenes, es doble. Por un lado, combatir la desinformación sistémica que existe en los medios cuando ocurre una tragedia. Por otro, dignificar y premiar la faceta deportiva de aquellos montañistas que, al desarrollar su pasión sin límites, realizan un aporte del cual nos beneficiamos.

    Esta postura del Anticristo no fue compartida por todos y generó polémica y más de algún enojo. Válida actitud, pero equivocada. Lo que explica por qué este tema, la conveniencia o no de hacer crítica deportiva en el montañismo y la escalada, es comentado en varias oportunidades a lo largo de este libro.

    No es redundancia. Es vencer la resistencia.

    El libro correcto

    Siempre un potencial escritor, o (si gustan) un generador de contenido, debe preguntarse ¿por qué?

    ¿Por qué quiero compartir esto? ¿Para qué lo hago? ¿Cuál es la idea?

    ¡¿Qué es lo que pretendo?!

    En este caso, en Crónicas del Anticristo, la respuesta es muy simple: darle un digno hogar final a estas meditaciones; no para que mueran, sino para que perduren.

    Elaboraciones que fueron redactadas teniendo la intuición que, si bien eran aparentemente específicas al mundo del alpinismo, casualmente de ellas surgían reflexiones que se podían aplicar a la vida misma.

    Es cosa de ver lo ocurrido no más. Por un lado, el Anticristo habló del manejo de la basura en ambientes de montaña, la superchería de usar magnesio en la escalada deportiva, de la conveniencia o no de sacarse el apéndice antes de ir a una expedición, la problemática de los rescates en montaña, la supremacía civil en la práctica deportiva, lo intrínsecamente riesgoso que es el alpinismo, los verdaderos costos financieros de ir a Himalaya, la torpeza de equipar rutas deportivas desde abajo, la mala costumbre de hacer fogatas, la necesidad de estadísticas, el uso del Diamox, etcétera, etcétera y decenas de etcéteras más.

    Abstracciones de las cuales, por otro lado, nacía natural referirse a las falencias ambientales, la destrucción de las áreas verdes, la inutilidad de acumular diplomas de postgrado, lo doloroso que es dejar ir a los hijos, la reticencia a admitir que se ha fracasado, la hipocresía latina con el concepto del dinero, la tonta actitud de negar la competencia, el pésimo manejo del conflicto, la libertad sexual femenina, la existencia de la censura, el mito del liderazgo, la obesidad, la flojera, el miedo... ¡el verdadero significado de la palabra Patria!

    Dicho de otro modo, no se engañen. Estos textos podrían parecer una estupidez, pero, tras esa aparente caricatura, hay una ambición por hacer pensar. Exteriorizando, sin tapujos, un deseo por despertar al lector y hacerlo pelear por aquellas causas que merecen un mejor destino.

    Transferencia misma que explica de paso por qué aquí nunca me preocupé por generar debates tipo hoy hablaremos de los mosquetones, comentemos la última chaqueta de Gore-tex o cuáles son los mejores nudos para estrangular.

    ¿Están locos? Qué aburrido. Para eso búsquense otro libro. Como esos grandes que adornan mesas de centros y que de lo insulsos, fofos y vacíos, nadie recuerda. Peor que un macetero.

    Al menos éste es digno, pues no traiciona su función y hace honor al amor con que fue puesta la flor que lleva en sí.

    1 http://www.tricuspide.com/

    2 http://www.rodrigofica.com/

    3 http://www.escalando.org/anticristo/

    4 Las cuales, a menos que dicho medio de comunicación cambie su estructura de direcciones, deberían poder consultarse aquí:

    http://blogs.lasegunda.com/deportes/montanismo/rodrigo-fica/

    5 LA FORMACIÓN DE GUÍAS DE TURISMO DE MONTAÑA Y ALTA MONTAÑA: EL CASO CHILENO. Gest. tur. (Valdivia), dic. 2010, no.14, p.83-95. ISSN 0718-6428.

    Nombre de una mala costumbre de la cual nadie se libra. Ni menos los montañistas. Pero para explicarlo, mejor usar un ejemplo.

    Charlie, nuestro sujeto de prueba, es un alpinista ya de cierto renombre. Se va a Himalaya con algo de cobertura periodística, envía despachos diarios hablando de lo que hace, en el cerro mismo realiza un buen esfuerzo para llegar a la cumbre, pero, al final, lamentablemente falla. Luego, se vuelve a casa.

    Tras regresar, no se habrá alcanzado a sacar las calcetas y ya algunos amigos le estarán pidiendo que muestre sus fotografías, pues se mueren por conocer la experiencia vivida por Charlie. En la semana siguiente, un club lo contactará para pedirle que, por favor, participe de su ciclo anual de charlas y diaporamas, donde se mostrarán las diapositivas de las actividades más relevantes del año. Y, después, la más importante institución deportiva del país le solicitará que hable en el salón central, contando su historia. Pronto, Charlie terminará contratado por empresas para que exponga frente a sus cientos de empleados, acerca de temas como liderazgo, trabajo en equipo y superación personal.

    Así, al final, la historia será contada muchas veces. Lo que tendría que significar repetir el cuento sin variaciones, una y otra vez. Sí, a veces reorientando las moralejas, o cambiando los detalles según el estado de humor del día. Pero el núcleo del relato seguiría siendo el mismo: Charlie fue a tal lugar, subiendo por aquí y bajando por acá.

    Eso es lo que debería ocurrir ¿Cierto?

    Pues no.

    Al parecer la evolución nos jugó un chiste, al seleccionar como viables aquellos sujetos que, al repetir sus cuentos, distorsionan el espacio y el tiempo. Pues en cada nuevo diaporama será inevitable calificar los días como cada vez más fríos, las jornadas cada vez más largas y las dificultades cada vez mayores.

    De esta manera, la primera vez que Charlie el charlista muestre las fotografías, explicará que su fracaso se debió a que no era inteligente seguir subiendo, pues el viento ya era de 30 kilómetros por hora y había una difícil sección de hielo de 100 metros de altura. Pero que sin embargo, estaba orgulloso de lo realizado, pues superado tal obstáculo se alcanzaba fácil la cima.

    En la segunda charla comentará lo mismo pero agregará que, en realidad, no eran 100 metros de alto lo que le faltó subir, sino que 70. Y que podría haberla escalado, pero que prefirió devolverse porque las ráfagas habían alcanzado los 80 kilómetros por hora y había un alpinista austríaco que necesitaba su ayuda.

    Para el quinto diaporama, ya derechamente argumentará que, en el fondo, sí hizo cumbre, pues lo que quedaba por subir eran solo 10 fáciles metros, y que lo hubiera hecho, a pesar de los vientos de 120 kilómetros por hora, si no hubiese sido porque habían dos alemanes detrás suyo que se estaban muriendo. A quienes, dicho sea de paso, tuvo que echarse al hombro para llevárselos hasta el campamento base.

    Así finaliza el diaporama. Lo que no hace más que el público sencillamente termine rendido con la historia y estalle en aplausos. Luego de lo cual la gente sale del auditórium realmente con la idea que este valiente relator ha tenido éxito; es decir, como que ha subido el cerro.

    Bueno, inocente costumbre la de Charlie, ¿no? Ésta; la de exagerar. Divertida incluso. Mas, en verdad, no está nada de bien.

    Las historias de montaña tienen material dramático que las hacen, casi por sí solas, entretenidas, sabrosas e inspiradoras. Lo que explica por qué son prácticamente inagotables para contarlas una y otra vez. Se le dan nuevas importancias, se incorporan detalles para los cuales no hubo tiempo antes, o se agregan reflexiones nacidas de la perspectiva que da el tiempo.

    Pero la Diapodistorsión va en otro sentido, uno que acaba siendo obscuro, pues hace decir cosas que derechamente no son ciertas y, de paso, desinformando. Y, créanme, no son pocas las famas que han sido construidas así, exagerando.

    ¿Y para qué hacerlo? ¿Cuál es la utilidad? ¿A quién engañan?

    Mejor evitarlo.

    Así es que si el viento había sido letal, aunque solamente soplara a 30 kilómetros por hora, pues está bien, no es necesario enfatizarlo aumentándolo con cifras rimbombantes y basta con remitirse a decir que 30 son 30. Con el frío lo mismo; si hacían -10 grados, el cuerpo ya ha entrado en una dinámica que puede ser mortal y no se necesita inflar este número para remarcarlo. Y, luego, si nos quedamos a 100 metros de la cumbre... Bueno, 100 metros son 100 metros y punto.

    Y no 100 dividido por el número de diaporamas.

    Si quieres hacer algún comentario a esta crónica lo puedes hacer aquí.

    (http://www.rodrigofica.com/cronicas-del-anticristo/diapodistorsion/)

    A partir de este momento, comenzaré a compartir con ustedes un recuento de las principales incidencias del montañismo chileno, un ejercicio útil porque es necesario que se haga justicia a quienes se están esforzando por ampliar nuestros límites. Además, ningún medio de comunicación ni organización lo está haciendo de manera formal y sistemática.

    Para ello, tengo algunas reglas, la primera de las cuales es haber separado los eventos en dos temporadas lógicas. Así, se representa mejor nuestra realidad y no se hacen comparaciones entre actividades tan disímiles como, por ejemplo, ir a Himalaya o Cochamó.

    La primera de ellas, denominada Temporada Alta, es el período entre octubre y marzo, es decir, esencialmente primavera y verano en el hemisferio austral, concentra la mayor cantidad de noticias y se enfoca típicamente en actividades en los Andes, Patagonia y Antártica.

    De rebote, la temporada opuesta, la Baja, es la que acontece entre abril y septiembre, lapso de tiempo que generalmente involucra expediciones a Europa, Himalaya, Yosemite, Perú o Bolivia.

    La segunda consideración es que puse la palabra incidencias entre comillas, porque solo hace referencia a dos explícitos tipos de novedades: los accidentes y las escaladas.

    Entonces hoy, por razones de orden, partiré refiriéndome a los accidentes, con especial preocupación de los fatales pues son éstos los que causan mayor preocupación.

    Las tormentas de siempre

    Parto con lo más grave: la tragedia ocurrida en el Campo de Hielo Norte (CHN) en el mes de diciembre, desgracia ampliamente comentada por los medios de comunicación, quienes no dejaron arista sin analizar.

    Se trataba de una expedición oficial de la Rama de Montañismo de la Universidad Técnica Federico Santa María. La constituían 11 miembros: Patricio Jiménez (líder), Erlan Pontío, Héctor Romo, Carlos Vidal, Daniel Bustamante, Daniel Núñez, Pablo Carrasco, Camilo Hornauer (todos los anteriores miembros de la Rama y estudiantes de esa Universidad), Marco Espinoza (profesor de educación física), Dennis Gómez (MONVAL) y Lucía Vivar (Asociación de Andinismo de Valparaíso). El objetivo principal de la expedición era el ascenso del monte San Valentín.

    Las acciones en terreno se iniciaron el 7 de diciembre y pronto se vio que la fortuna definitivamente no estaba con ellos. El 8, mientras realizaban la aproximación, Espinoza se cayó del caballo y resultó con una fractura expuesta en su pierna derecha, lo que lo obligó a regresar a Coyhaique, acompañado por Hornauer, Carrasco y Jiménez. Éstos, luego, se regresarían y volverían a reunirse con el resto del grupo 4 días más tarde.

    Cuando estuvieron juntos de nuevo, en las riberas del lago Los Leones, dieron inicio a los porteos, exploraciones y avances típicos de una actividad de este tipo. No hubo mayores incidencias, hasta que el lunes 16 accedieron a la gran meseta del CHN, específicamente en un lugar ubicado entre los cerros Tronco y Cristal, donde establecieron el Campo VI.

    Habían llegado nada más que con el equipo necesario para pasar una noche, porque su intención era bajar a buscar al día siguiente el resto de la carga, la cual estaba localizada en un depósito anterior.

    Infortunadamente esa noche fueron atacados por una severa tormenta que los dejó bloqueados. Al principio no hubo drama, pero con el paso de los días debieron racionar la comida y, luego, se les acabó el combustible. Hasta que el 23, 6 días después, la dureza climática pareció declinar.

    Era la oportunidad que estaban esperando y presurosos iniciaron la bajada. Pero no llegaron muy lejos; fueron sorprendidos por un inesperado renacer de la tormenta y pronto estuvieron en medio de fuertes vientos, sin visibilidad y con baja sensación térmica. Al tratar en vano de refugiarse, y viendo los primeros síntomas de hipotermia en el grupo, Jiménez ordenó volver al campamento (el cual no estaba lejos).

    Es en este desplazamiento que Carrasco se cayó a una grieta, afortunadamente sin consecuencias, y descubrió que era un lugar idóneo para capear el temporal. Vidal y Hornauer se le unieron y juntos se acomodaron de la mejor forma posible, esperando a que las malas condiciones climáticas amainaran. En el proceso, perdiendo comunicación con el resto del grupo.

    El 24 de diciembre no hubo cambio. Solo el 25 pudieron salir de la grieta e iniciaron una rápida bajada, pensando que sus amigos habían alcanzado el campamento. En el descenso pasaron por donde debía estar el depósito, pero no lo encontraron a pesar que sondearon el terreno. Viendo lo delicado de la situación, optaron por seguir hacia abajo.

    En la orilla del lago Leones se encontraron con una expedición de la Universidad Católica, la cual les brindaría asistencia y que, en los hechos, daría la alerta general. Al pasar las horas y los días, se gatillaría un operativo de búsqueda y rescate del resto del grupo, por parte de diversas organizaciones y voluntarios, el cual terminaría por encontrar los cuerpos sin vida de los otros miembros de la expedición, en los alrededores del Campo VI.

    Las consecuencias de esta desgracia en la sociedad serían enormes; solamente aplacadas, en parte, por otra mayor que ocurriría algunos años más tarde.

    Un problema de sustentación

    Por esos mismos días, pero en la zona central de los Andes de Chile, la comunidad fue impactada por el accidente que sufrió Andrés Zegers.

    Ocurrió el 25 de diciembre, a las 3 PM, en la Pared Sur de San Gabriel, en los alrededores de Santiago. Zegers y su amigo Manuel Bugueño estaban rapeleando en simultáneo en las proximidades de la ruta El Jote. En el último de ellos, Bugueño no vio venir el extremo final de su cuerda, que no tenía nudo, y lo dejó pasar por el descendedor, inmediatamente precipitándose unos 3 metros, antes que se detuviera solo, ileso. Pero, de pasada, esto le quitó la necesaria sustentación al extremo de la cuerda por la cual venía Zegers, haciéndolo caer a éste libre unos 10 a 15 metros y, de ahí, varias decenas más, con tumbos.

    Ocurrido el accidente, Bugueño bajó por ayuda al retén de San Gabriel y solicitó rescate. Acto seguido, volvió a subir acompañado por 2 policías. A medida que transcurrió la tarde, llegaron más personas a ayudar, entre ellos Gina Alvarado, Misael Alvial, Ignacio Morales, miembros del Cuerpo de Socorro Andino (CSA), efectivos del Grupo de Operaciones Especiales de Carabineros (GOPE), etc. A la postre, Zegers sería evacuado, por helicóptero, a las 8 de la mañana del día siguiente⁶.

    Los otros

    Hubo más accidentes, no con igual cobertura mediática.

    Por un lado, el problema que afectó a Leonardo Plenkovic, el jueves 6 de febrero, en el cerro Marmolejo. Era integrante de una expedición del Club de Montaña Viento Blanco de Puerto Montt, quien, estando en el Campo II a 5.200 metros de altitud, se sintió mal, aquejado, según los medios de comunicación, de un edema cerebral.

    Dado el estado de Plenkovic, la lejanía del campamento base y a las dificultades en el acceso a movilización, el grupo decidió solicitar rescate por helicóptero. En el intertanto, lo bajaron al Campo I, a 4.100 metros, desde donde fue evacuado al día siguiente por vía aérea sin mayores complicaciones.

    Finalmente comentar el accidente que ocurrió en el volcán Villarrica el 25 de febrero, a la una de la tarde, cuando una piedra de unos 35 centímetros de diámetro cayó desde el sector de La Colada y golpeó al guía, de 27 años de edad, José Ángelo Fuentes, dejándolo inconsciente (pérdida de volumen sanguíneo y TEC abierto). Fue rescatado por Carlos Manque y Pedro Retamal, voluntarios del CSA de la zona.

    Al momento de escribir estas líneas no fue posible averiguar en qué condiciones quedó Fuentes, excepto que salió del coma varios días después y que luego fue derivado a su hogar.

    Continuará

    Sería todo. Este fue el trago amargo. En la columna que viene, las cosas buenas de la vida.

    Como es habitual, si alguno de ustedes tiene antecedentes contradictorios o quiere hacerme ver cuán equivocado estoy, por favor, les pido que se contacten conmigo para hacer las correcciones del caso.

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    (http://www.rodrigofica.com/cronicas-del-anticristo/temporada-alta-2002-2003-agraz/)

    6 Este escalador se recuperaría completamente de sus heridas y volvería a acometer notables escaladas en los años subsecuentes.

    En la columna anterior toqué el tema de los accidentes ocurridos en la temporada pasada, ejercicio útil para estar informados y poder opinar con conocimiento de causa.

    Corresponde ahora repasar las cosas buenas, pero antes algunas aclaraciones.

    Primero, que a propósito me he centrado en las actividades de los chilenos y no a lo que han hecho extranjeros en nuestras montañas. ¿Por qué? Bueno, porque quiero. Y también porque me preocupa mucho más nuestra geografía humana y no la física. Es aquella la que requiere más ayuda en la actualidad.

    Segundo, que las actividades a las cuales he hecho referencia aquí son las que representan un aporte a la disciplina desde el punto de vista deportivo. Entendiendo que es discutible definir esta palabra, aporte, aún así sirve para filtrar.

    Como es primera vez que hago esto, es posible que ascensos notables quedaran afuera porque yo no los evalúe adecuadamente. Si fuese así, mil disculpas, fue sin querer y avísenme.

    La gran travesía

    Para empezar tenemos a la Expedición Antártica, proyecto ideado y conducido por Rodrigo Jordán, en los cuales también participaron Ernesto Olivares, Eugenio Guzmán y Pablo Gutiérrez.

    El objetivo era efectuar una travesía sin soporte de 400 kilómetros en la meseta Antártica, desde el macizo del Vinson hasta Patriot Hills; línea que, tal como estaba propuesta, nunca antes había sido realizada. Además, estaba considerado hacer algunos ascensos en su recorrido: el Anderson (inescalado), Giovinetto (inescalado), Jumper, Mohl, Segers (inescalado) y el Vinson por el flanco noreste. De los anteriores, quizá era la escalada del Anderson la de mayor valor, dado que es el cerro de cuatro mil metros más alto aún no ascendido de la cordillera Centinela y no precisamente un objetivo fácil desde la vertiente Este.

    Usando a la agencia Adventure Network International (ANI) como soporte logístico, arribaron al punto de partida, el glaciar Newcomer, el 10 de noviembre de 2002. Desde ahí avanzaron hacia el sur, fallaron en su intento al Giovinetto, tuvieron éxito en el Segers y arribaron a Patriot Hills el 2 de enero del 2003, tras 53 días de expedición.

    Esta travesía fue lo mejor de la temporada y sus integrantes, bien experimentados, fueron capaces de realizar la mejor actividad jamás hecha por chilenos en la Antártica (el otro gran hito, la llegada al Polo Sur de 1996, repetía algo hecho varias veces antes).

    Lo anterior no oculta el hecho que solo subieron un sexto de las montañas que se propusieron, lo cual, sin ser algo necesariamente negativo, demuestra la conveniencia de ser más cuidadoso con las expectativas generadas, especialmente si éstas tienen repercusión en los medios de comunicación.

    Hago esta observación porque una de las variables con que se evalúa una actividad es precisamente ver si se hace lo que se dice que se va a hacer.

    También es bueno confirmar que la travesía inversa, desde Patriot Hills al Monte Vinson, sí había sido realizada antes por un grupo francés, donde también se encontraba el experimentado explorador polaco Marek Kaminsky. Lo cual no quita validez a Expedición Antártica, porque sus miembros partieron desde más al norte y, además, se desplazaron por el sector oriental del Macizo.

    El blanco molido

    Hubo más chilenos en la cordillera Centinela, concentración que no deja de ser curiosa dado que desde el ascenso de Jordán al Vinson (1995-96) no se registraban actividades en este sector de Antártica.

    En orden cronológico, primero está el ascenso que hizo el australiano Damien Gildea y el chileno Rodericus Kaffi al Monte Shinn el 1 de diciembre de 2002. El objetivo principal fue colocar un GPS en su cumbre y obtener una medición fiable de su altitud. El resultado fue de 4.661 metros, con un error de 50 centímetros, lo que la ratifica como la tercera montaña más alta de Antártica. Además, este sería el primer o segundo ascenso sudamericano, dependiendo si es efectivo o no que Alejo Contreras lo hubiese subido a fines de la década del 80, información que aún debo ratificar.

    Un mes después hubo una expedición comercial al Vinson guiada por Conrad Anker y Misael Alvial, donde participaron Andrónico Lúksic y Máximo Pacheco. La idea era una nueva ruta por la vertiente Este, para lo cual aterrizaron en el glaciar Dater. Si bien el equipo fue capaz de establecer un primer campamento, el persistente mal clima les impidió progresar y fueron evacuados a fines de enero.

    La tierra de las tormentas

    Mala temporada en Patagonia, contradiciendo una vez más a quienes insisten en buscar patrones de conducta en un lugar que es intrínsecamente caótico.

    El éxito fue escaso, aunque partió promisoriamente. El 3 de noviembre, Sergio Mujica, Nicolás Bennett, Francisco Irarrázaval, Martín Butazonni, Rafael Arrosamena y Emilio Zabala subieron el Gorra Blanca (2.840 m), Campo de Hielo Sur (CHS), montaña que ya habían intentado un año antes.

    Distinta suerte corrió la tercera expedición del grupo Cumbres Australes a la Pared Suroeste del Cerro 3.018 (ahora renombrado Buracchio), ubicado en el cordón Risopatrón. En esta oportunidad, la expedición estuvo conformada por 9 integrantes. Ellos eran Camilo Rada (líder), María Paz Ibarra, Eugenio Guzmán (¡el mismo que había ido a Antártica con Jordán!), Viviana Callahan, María Fajardo, Oliver Flores, Verónica Ibáñez, Juan Pablo Meza y Juan Antonio Villarroel. Ellos entraron por el fiordo Exmouth el 30 de enero y se retiraron por el mismo sitio el 2 marzo, sin poder hacer un intento serio de cumbre debido al mal clima.

    Ese mismo mes tampoco obtuvieron mejores resultados Marcelo Camus, Ismael Mena y Franco Valdés, aunque por razones diferentes. Su objetivo era abrir una ruta nueva a la cara sureste del Almirante Nieto. Partieron temprano de la Hostería de las Torres, a las 3 de la mañana, con la intención de pasar temprano por una peligrosa barrera de séracs que caracteriza esa vertiente. A las 6 ya estaban listos para cruzar cuando cayó un gigantesco bloque de hielo de 30 metros de alto. O sea, mejor regresar.

    Más al norte, Eduardo Mondragón, Pablo Crovetto y Rodericus Kaffi escalaron la Pared Sureste del Castillo el 16 de febrero, en lo que sería su primera repetición desde que esta ruta fue abierta en 1983. Las buenas condiciones de la nieve y hielo, sumado a una ventana de buen tiempo, les permitió realizar la escalada, bajar por la ruta normal y volver a sus carpas en 19 horas, lo que no deja de ser destacable toda vez que subir los últimos 10 metros les demandó 4.

    También en la Región de Aysén, Felipe Gonzáles Díaz escaló la virgen Torre del Moro, una aguja de roca que se accede desde Villa Tapera, al interior de Puerto Cisnes. Lo hizo el 16 de febrero e involucró una aproximación por un fácil glaciar, en seguida un filo de roca y 3 largos de cuerda con dificultad máxima de 5.8.

    Finalmente, en Darwin, hubo una nueva tentativa al Sarmiento, a cargo de una expedición televisiva internacional denominada Extremo Sul. En ella participaron los argentinos Walter Rossini y Eduardo López, los brasileños Nelson Barreta y Ronaldo Franzen y el chileno Julio Contreras, quienes instalaron su Campo Base el 12 de marzo y se retiraron el 4 de abril sin éxito, debido a la lluvia, el viento, la nieve...

    Otras actividades individuales llevadas a cabo en Patagonia durante la temporada (Ignacio Morales, Víctor González, Mauro Vásquez...), fallaron también por la misma razón: mal tiempo.

    La tierra del smog

    En la zona central, destacaron 2 ascensos.

    Uno de ellas fue una nueva repetición a la poco conocida Cara Sur del Cortaderas, realizado por Francisco Urzúa y Nicolás Von Graevenitz, el domingo 23 de marzo. Las dificultades encontradas hablan de varias rimayas extraplomadas y una pendiente final de unos 60 grados.

    La otra es la estupenda escalada de Diego Vergara y Carlos Pinto a la Pared Sur del Morado, la vía más clásica, renombrada y famosa de los Andes Centrales. Ellos partieron el 28 de febrero y acamparon en el extenso plateau ubicado antes del collado Morado-Mirador. Al día siguiente observaron la ruta, y el 2 de marzo, a las 4 de la mañana, iniciaron la escalada. Tras 12 largos de cuerda hicieron un vivac arriba del paso Vásquez, desde donde continuaron con 6 largos más antes de salir.

    Este fue el séptimo ascenso de esta vía. Antes estuvieron Vásquez y Tangol; Maccio, Izquierdo y Delgado; Brewer y Cassasa; Thiele, Buracchio y Montes; Fuentes y Vivanco; Farías y Besser.

    Salón de la fama

    Bueno. Para terminar, como todo comentarista que se precie de tal, llegó el momento de los premios. Tut-tut-tut-tuuuu. Sí. Cuatro categorías. Mejor Expedición, Mejor Ascenso Técnico, Mejor Deportista y Mejor Iniciativa.

    Mejor Expedición: Brújula de Uranio para... Expedición Antártica. Porque hicieron algo nuevo, en una tierra lejana, con un buen grupo humano y tuvieron éxito.

    Mejor ascenso técnico: Jeringa de Plutonio para la cordada con nombre de collera de rodeo: Pinto-Vergara, a la Sur del Morado. Porque, pese a ser una repetición, todavía es una escalada delicada, larga y comprometida, donde la leyenda que la rodea aún es una barrera psicológica a resolver.

    Mejor Deportista: Ajo de Molibdeno, para... nadie. Desierto. Estos últimos seis meses no hubo montañista alguno que desarrollara varias actividades exitosas de buen nivel y que destacara sobre el resto.

    Mejor Iniciativa: Colchoneta de Tungsteno para... el Foro de Tricúspide. Un lugar de encuentro que, en pocos meses, ha hecho más por la comunicación de nuestra comunidad que todo lo prometido estos últimos 10 años por el resto de los agentes oficiales. Una iniciativa privada, de gente joven.

    Un nuevo ejemplo de cómo el verdadero cambio sí puede venir de nosotros mismos.

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    (http://www.rodrigofica.com/cronicas-del-anticristo/temporada-alta-2002-2003-dulce/)

    El montañismo deportivo tradicional, clásico, aquel que considera la cumbre como el verdadero punto de la felicidad infinita, posee un karma con el cual debe lidiar.

    En un ascenso, el resultado se mide sin términos medios: o se tiene éxito, o se fracasa. No hay espacio para áreas grises. Si llegaste a la cumbre, triunfo; si no, derrota.

    ¿Injusto? Puede ser. Además de incompleto y cruel. Pero, gústenos o no, es lo que a la gente le queda. Lo cual no deja de ser irónico pues en otras áreas deportivas (o, si gustan, en la sociedad) no necesariamente es así.

    Por ejemplo, en el atletismo en Chile, donde en alguna final mundial sus corredores podrían llegar en posiciones secundarias y aún así no se les vería como un fracaso, pues tales deportistas evidentemente compiten con desventaja y no es justo pretender que lo hacen en igualdad de condiciones frente a los profesionales del resto del mundo. O sea, incorporando una variable de evaluación ajena al rendimiento deportivo neto. Solo pidiéndoles que mejoren sus marcas. Nada más, nada menos.

    Pero esto no sirve para el alpinismo. Para bien o mal, de la misma manera que la figura de hombres coronando una cima es el estereotipo del éxito, el retorno sin ella es la figura clásica de la derrota, sin importar ninguna otra consideración (por ejemplo, el tiempo climático, que no depende de uno).

    Lo anterior es así. No cambiará. Pero si lo saco a colación es porque ayuda a entender por qué es tan difícil para los montañistas manejar el tema del fracaso.

    La verdad que escondemos

    La palabra es fuerte. Fracasar.

    Duele. Quema por dentro. Tan poderosa fuerza es, que nos puede llevar al extremo de actuar de manera vergonzosa y decir cosas de las cuales después nos arrepentimos, especialmente si la actividad en la cual hemos estado involucrados tiene algún grado de exposición pública.

    Miren que no es fácil dar la cara y esgrimir explicaciones. Ya sea a un periodista, un auspiciador, a tus amigos o a tus seres queridos. A veces será en una conferencia de prensa; en otras ocasiones, acompañado de una cerveza en un pub. Pero en todas ellas, es embarazoso. Incluso humillante (y ni hablar si justo en la mesa hay otros escaladores que sí tuvieron éxito).

    Por eso es que, estando en una situación como esa, es tan tentador disfrazar un poco la verdad y aplicar la Diapodistorsión. Tan solo un poco. Nada esencial. Maquillar hechos, silenciar cosas o darle mayor ponderación a argumentos que en realidad en la expedición misma fueron irrelevantes.

    Miremos por un momento las clásicas excusas que se dan cuándo un grupo regresa sin la cumbre. Que el clima, la comida, el amigo, la avalancha, la infección estomacal, el Viagra o la Janis. Curioso que nadie diga tuve miedo, me cansé, es más de lo que creía, lo organizamos mal, no entrené o me bajó la angustia.

    Contradicción flagrante. Porque es un secreto a voces que, en la mayoría de las ocasiones, las escaladas fallaron sencillamente porque sus integrantes no estaban a la altura de las circunstancias.

    No es que fuesen malos deportistas o no tuvieran las capacidades, sino que en ese instante ese grupo no dio la talla. Se aburrieron de seguir, no estaban en su día, les dio pánico el largo de cuerda o venían tan cansados que agradecieron que el viento incrementara su potencia en esos instantes, dándoles así la excusa perfecta para bajar.

    Y, ¡oh! Maestro, yo también he pecado.

    El primer lema del Anticristo

    Admitir el fracaso.

    A secas. Sin apellidos, disfraces, excusas o justificaciones.

    Porque debemos asumir de una vez por todas que, tal como el resto del mundo entiende las reglas de nuestro juego, si no llegamos a una cumbre, es automáticamente no-éxito; es decir, derrota.

    Esta actitud no es mediocre, no aplaca nuestro rendimiento, no nos hace más débiles ni tampoco significa cobardía. Lo contrario. Nos ayuda a aprender de nuestros errores para no volver a repetirlos. Además que quien enfrenta la adversidad y da la cara honestamente, demuestra temperamento, carácter y una humildad que denota nobleza de espíritu.

    En una disciplina que ha demostrado hacer pagar cara, muy cara, la soberbia y la arrogancia.

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    (http://www.rodrigofica.com/cronicas-del-anticristo/sin-excusas/)

    Si algo siempre caracterizó a las actividades del deporte aventura fue su marginalidad mediática. Tanto así que sus cultores se sentían miembros de una cofradía única, una que era inescrutable para quienes no habían sido iniciados en ella.

    Pero eso ha cambiado. Por diferentes motivos, ahora se tiene acceso algo más expedito a reportajes y noticias en los medios de comunicación, llevando imágenes heterogéneas al público no experto de lo que se supone es la realidad de estas actividades.

    Dudo que este incremento sea moda o coincidencia. Más bien tiene la impronta típica de las sociedades que se hacen más desarrolladas, que es cuando sus habitantes, agobiados por las presiones de la vida urbana, buscan en el contacto con la naturaleza una manera de mantener sus equilibrios.

    Explicaciones sesudas que me hacen bostezar, pero que necesito para analizar un fenómeno puntal que explica parte importante del auge de este último tiempo. Evento de indudable parentesco con el montañismo.

    Me refiero al reality show Los Conquistadores del Fin del Mundo.

    Los hechos

    En Chile fue emitido por el canal de televisión de la Pontificia Universidad Católica (también conocido como Canal 13), quien se unió a otras cinco cadenas y a la productora internacional Promofilm para llevar a cabo el proyecto.

    Se trataba de una competencia entre cinco equipos de hombres y mujeres que representaban a Chile, Ecuador, México, Brasil y Estados Unidos. Ellos debían sortear diversas pruebas de aventura a medida que iban avanzando por los 250 kilómetros que separan Esquel de Ushuaia, en la Patagonia Argentina. En el proceso, los equipos perdían integrantes debido a eliminaciones que dependían de varios factores, hasta que quedó un expedicionario por país. Fue entonces que los sobrevivientes se reunieron para determinar a un único ganador en el Faro del Fin del Mundo.

    Su emisión comenzó el 4 de abril del 2003 acompañada, como es habitual, de una fuerte campaña de promoción.

    Inocente paloma

    Al principio yo solo quería evaluar si las imágenes emitidas que tenían relación con nuestra disciplina eran correctas. Nada más. Pero bastó un par de minutos para darme cuenta que era un tongo, una farsa, un verdadero show.

    Obvio, torpe columnista. ¿Acaso no lo dice su nombre, Reality Show? ¿Qué otra cosa podías esperar?

    Es que pequé de inocente. Me dejé engañar por el implícito mensaje de la sobre-saturada difusión y creí que participarían monstruos del outdoors. O sea, individuos duros y curtidos por el sufrimiento. Personas con un historial de aventuras propias, o adquiridas, que a pesar de tener con qué vanagloriarse, exhalan humildad. Porque han sentido el dolor y saben lo ridículo que es la soberbia cuando se está sometido a los humores de la salvaje naturaleza. Montañistas por supuesto, pero también hippies, kayaquistas, viajantes, mochileros, marinos...

    Pero no esa amalgama de aficionados, cuenta cuentos, engrupidores y tarados que se quebraban en llanto a la primera ocasión.

    Que quede claro. Los miembros de los equipos participantes merecen mi respeto como personas. Está de más decirlo. Se esmeraron y dieron su mejor esfuerzo al competir. Sin embargo, desde el momento en que optaron por aparecer en el programa, su proceder en la competencia fue público y, por ende, susceptible de crítica.

    Bueno o malo, pero honesto

    A mayor abundamiento, el problema no es discutir acerca de si el susodicho programa era bueno o malo. Es otra cosa. Y es que no puedo aceptar que haya sido deshonesto, defecto imperdonable toda vez que cualquier mentira, tomada por verdad, tiene un alcance enorme, casi imposible de contrarrestar.

    El primer engaño es que se les hizo creer a la audiencia que quienes estaban ahí eran los expertos, los mejores.

    ¡Falso! Porque sus historiales, sus perfiles, no revelan a personas que sobrevivieran al Yukón, el Matto Grosso o en el Khumbu. No eran instructores, guías o expedicionarios; ni tampoco escritores, periodistas o pensadores con relación al deporte aventura. Eran nada más que... lo que arrojó el casting.

    Además, Conquistadores fue deshonesto porque, ¡por favor!, no me vengan a decir que este esfuerzo fue por Chile.

    Si Canal 13 tenía en mente que nuestro país ganara la competencia, entonces tendría que haber seleccionado a los mejores exponentes, aunque eso hubiese significado obtener un producto televisivo más plano, sin peleas ni llantos. Pero ante la dualidad, ganar o tener rating, privilegiaron este último y, consecuentemente, usaron criterios televisivos para armar un equipo.

    OK, está bien, fue su decisión.

    Pero no me metan a Chile en esto. Un país que es también de mi propiedad y que cuando lo ridiculizan, me injurian a mí también.

    Experiment show

    Tal vez no todo fue malo. Algunas externalidades positivas habrá.

    Por ejemplo, puedo imaginar a una mayor masa de jóvenes viendo individuos en contacto con la naturaleza, lo que podría despertar sanas motivaciones y un cambio en la forma como entienden sus vidas.

    También puedo inferir que ayudará a una mejor comprensión de algunos estigmas clásicos del montañismo, como por ejemplo el manejo del conflicto. Incluso, ahora la audiencia debería entender mejor cómo se debe vivir en tales circunstancias, dado que el constante seguimiento televisivo muestra como cocinan y duermen.

    Sin embargo, estos beneficios no equilibran el error de base que existe, porque ¿de cuál realidad me están hablando? Lo que vimos en ese programa no es la realidad. Díganme ustedes, ¿cuándo han visto una expedición de verdad organizada así? Nunca.

    Conquistadores del Fin del Mundo no es un reality show. Es un experimento y, como tal, mejor sería llamarlo Experiment Show.

    Alcance que también debiera afectar a otros programas del estilo. ¿O acaso es muy real, por ejemplo, tener a jóvenes encerrados por tres meses, sin contacto alguno con el exterior, para determinar quién es el más apropiado para protagonizar una teleserie?

    Los verdaderos héroes

    Suficiente. Basta. Demasiado enojo mata el alma.

    Solo les diré que he visto como jóvenes escaladores chilenos, talentosos y sencillos, han tenido que mendigar migajas para ir a la montaña de sus sueños. Durmiendo en aeropuertos, viajando escondidos, arrancándose de la formalidad. Aceptándolo todo, con tal de tener una oportunidad.

    Ellos son los que realmente han hecho increíbles hazañas. Ellos son los verdaderos Conquistadores que han llevado nuestros emblemas por doquier.

    Ellos son mis verdaderos héroes.

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    (http://www.rodrigofica.com/cronicas-del-anticristo/experiment-show/)

    Si le preguntaran a la gente común y corriente qué imágenes tienen del montañismo, aparecerán respuestas tales como compañerismo, trabajo en equipo y otras similares.

    También saltará la palabra

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