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Fuego: Libro 1
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Libro electrónico411 páginas5 horas

Fuego: Libro 1

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Información de este libro electrónico

Luna C. Grayhard es Transportadora nivel siete y los Obicuos son la raza que se dedica a cazar. Desde muy corta edad empezó su entrenamiento militar, lo que le permitió ingresar a las filas militares de su Clan y, así, buscar saciar su sed de venganza contra los Obicuos que asesinaron a sus padres. Trata a diario de vivir una vida normal en la Acad
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 jul 2020
ISBN9789585623682
Fuego: Libro 1
Autor

María Alejandra Pinzón

María Alejandra Pinzón Zubieta, nace en Bogotá en 1997. Su pasión por las letras y por los libros la llevó, en un principio, a estudiar filosofía, pero al ver su capacidad y amor por la narrativa inicio sus estudios en Creación Literaria en la Universidad Central. Desde pequeña ha sido una aficionada a los libros de ciencia ficción y fantasía, empezó sus pinitos como escritora a los 14, cuando comenzó a escribir lo que se consolidó como la primera entrega de la saga FUEGO, lanzada con gran éxito en 2017. Le encanta leer, montar tabla, escuchar música, ir a teatro y el cine.

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    Fuego - María Alejandra Pinzón

    PREFACIO

    Papá uso un hechizo protector en mí, me ocultó en el armario de su habitación. Se suponía que debía quedarme escondida allí, pero me daba miedo la oscuridad y no quería estar sola, por eso salí, aunque papá me había pedido que no lo hiciera por nada del mundo. Bajé las escaleras en silencio para buscar a mis padres.

    —¿Papi? —pregunté en un susurro mientras bajaba las escaleras. Cuando llegué a la sala de estar vi a mis padres luchando con dos hombres, eran altos, corpulentos; ambos tenían ojos claros y cabello rubio.

    Papá tenía la camiseta manchada de sangre y el sudor le pegaba el cabello al rostro. Se movía con una agilidad increíble para evitar el ataque del hombre que tenía una rapidez sobrenatural. Logró asestarle un golpe en el estómago que lo desestabilizó y lo tumbó al suelo, luego sacó un puñal de su cinturón y se lo clavó en el corazón.

    Ahogué un grito y subí las escaleras corriendo, pero los escalones eran muy altos para mis piernas, tropecé y rodé haciendo un gran estrépito. El hombre que luchaba con mi mamá desvió la mirada, pero parecía no verme.

    Comencé a llorar, sabía que no podía hacer ruido, así que ahogué el llanto con mi brazo derecho, el izquierdo me dolía mucho y tenía una forma extraña, empecé a balancearme para tratar de acallar el dolor, pero no funcionó. Además, me caía sangre por el rostro, me había roto la frente en la caída.

    —¡Daniel! —gritó mamá cuando me vio en el suelo.

    Papá se acercó a mí y me levantó del suelo con cuidado, yo me acurruqué en su pecho mientras él murmuraba unas palabras. De pronto, algo le atravesó el pecho con violencia, haciendo que la sangre empezara a salir a borbotones, no pudo sostenerme y me dejó caer al suelo. Lancé un alarido cuando caí sobre el brazo roto. Papá cayó al suelo con la misma violencia.

    El hombre se quedó mirando a mi padre con repugnancia y miró alrededor como si estuviera buscando a algo, me tenía al frente, pero no notaba mi presencia, pateó a mi papá antes de salir de allí.

    Mamá estaba tumbada a unos cuantos metros sobre un gran charco de sangre. Comencé a llorar en ese rincón, gritando el nombre de mis padres, esperando que se levantaran, pero nunca lo hicieron.

    Esos dos hombres eran Obicuos, ellos fueron quienes irrumpieron en nuestra casa de verano y destrozaron todo lo que había allí. Asesinaron a mis padres cuando yo tenía cinco años y tuve que ver cómo lo hicieron. Soy Luna C. Grayhard, soy Transportadora nivel siete y los Obicuos son la raza que me dedico a cazar. Pero mi sed de venganza no se saciará asesinando cualquier Obicuo, sino al que huyó esa tarde de la casa, al que acabo con mi vida desde ese momento.

    CAPÍTULO I

    Voy cursando undécimo grado, hace solo un año estudio aquí. Es una Academia-internado, mi tío Richard me cambió porque es más económica y sigue teniendo un excelente nivel. Su trabajo nos sostiene en los términos aceptables, ya que desde que la bruja de su esposa se quedó sin trabajo –y no ha querido buscar nada– gasta más dinero que una diva, por supuesto, mi tío Richard es quien paga todas las deudas.

    También, aunque lo niegue, lo hizo para evitar que me asignen muchas misiones, que por lo general son riesgosas, en la anterior escuela podía faltar a clases, entregaba una excusa de enfermedad, me adelantaba y todo seguía perfecto. Tan solo tengo 18 años y Richard insiste en que viva una vida normal de una adolescente de esa edad; la verdad no es algo que me quite el sueño. Claro que tengo que intentar vivirla como si fuera un ser humano normal, de lo contrario todos sabrían lo que soy. Sin embargo, no es algo que quiera, no creo que lo necesite, pero hago el mejor esfuerzo por mi tío.

    En la Academia, no puedo faltar a clases sin que la enfermera dé una razón que lo justifique; no puedo escaparme porque me expulsarían. Puede que ya no haga tantas misiones, pero, la verdad tengo que aceptar que amo este lugar, es acogedor y tengo muchos amigos, no es tan complicado como una escuela normal, sí claro, hay grupos distintos, pero no son tan cerrados, ni tan drásticos. Pero es más difícil disimular el hecho de no ser humano, ya que, al vivir aquí, todo se sabe en un milisegundo.

    Es el primer día de clases después de las vacaciones de verano, un nuevo año escolar. Algunos estudiantes ya han llegado y se están bajando se sus autos con todo el equipaje.

    —Te cuidas mucho Calu— me dice Richard cuando estaciona el auto frente a la puerta de la Academia. Él es el único que me llama así, es la combinación de mis dos nombres, mis padres me llamaban así.

    —Lo haré—respondo bajándome.

    Él hace lo mismo para ayudarme a bajar el equipaje del baúl. —Nada de amores distractores.

    Suelto una carcajada. —No te preocupes por eso, papá.

    Desde que cumplí los 15 años me dice lo mismo, solo he tenido un par de relaciones, pero ninguna de ellas ha sido mala, por fortuna me enfoco bastante en mis estudios y en mis misiones.

    —Señor Grayhard, —dice Oren a nuestras espaldas —deje que le ayude con eso.

    —Oren, —saluda mi tío dándole el equipaje— ¿cómo estás?

    Conozco a Oren desde hace tiempo, él también es Transportador; pero hasta el año pasado, cuando ingresé a la Academia, comenzamos a hablar. Es un chico apuesto, su cabello es completamente negro, lo que le hace ver un poco más pálido, es alto, debe medir 1.80; los entrenamientos del Clan han forjado su cuerpo, tiene espalda ancha y brazos grandes; su abdomen se ve fuerte… la realidad es que es muy atlético. Es el capitán del equipo de baloncesto desde que ingresó a la Academia, es bastante bueno.

    —Bien, muchas gracias —responde—. Hola Lu.

    Sonrío y me acerco a él para besarlo en la mejilla. —Hola, Oren.

    —Calu, no quiero nada de pantaloncillos cortos, ni faldas para mostrar tus piernas.

    Sé que lo hace para avergonzarme frente a Oren —Sabes que no uso nada de eso, papá. —Respondo en tono seco. Richard está convencido de que estoy enamorada de Oren, es apuesto, sí, pero no es algo que me torture. Tengo cosas más importantes en las que pensar que un novio.

    Richard sonríe y me toma las mejillas con fuerza entre sus manos. —Te amo, Calu.

    —Ok.

    Me suelta las mejillas y me da unas palmadas en el hombro antes de subirse al carro e irse de allí. Sé que le duele que no le diga que lo amo, pero no me gusta expresar mis sentimientos, no me gusta hablar de ellos. Trato de demostrárselo con acciones y sé que sabe que lo amo y que es como mi papá, por eso le llamo así. Ha estado a mi lado desde que tengo cinco años, ha compartido momentos difíciles e importantes conmigo, lo amo, pero simplemente no puedo decírselo… amar es lo mejor y lo peor que alguien puede hacer.

    —Estás muy hermosa, Lu —dice Oren con una sonrisa en el rostro—, el bronceado te queda bien.

    Sonrío. —Teniendo en cuenta que pasé todo el verano bajo el sol, pero sigo igual de pálida, seguro que mi bronceado debe ser espectacular.

    Oren podría llegar a gustarme, bueno, a cualquier chica podría llegar a gustarle. Es tierno y atento; somos buenos amigos, creo; supongo que por eso lo es; no hay ningún otro motivo que lo explique, nunca ha pasado nada entre los dos. Tal vez se debe a que él tiene novia, Belinda Blackburn, la capitana del equipo de porristas.

    Ella y yo no nos llevamos bien en lo absoluto, bueno, no se lleva bien con nadie, solo con sus otras amigas seso-hueco. El punto es que no le agrada que Oren pase tiempo conmigo y que esté tan pendiente de mí. Además, insiste a que me una al equipo de porristas, me ha visto entrenar y cree que todos esos movimientos me servirán para pasar las audiciones. La verdad es que no me llama mucho la atención todo el tema de las porristas y mientras menos tiempo tenga que pasar cerca de esa chica, mejor; Belinda puede sacar de quicio a cualquier persona, incluso a la madre Teresa de Calcuta, si estuviera viva, claro.

    Lo irónico es que odia que Oren esté con cualquier otra chica que no sea con ella, en especial yo, pero ella está con todos los chicos que se le da la gana… no es que se acueste con ellos, o eso es lo que dice, pero coquetea con todos y se pavonea siempre con sus blusas de escote y faldas mega cortas por toda la Academia. Claro que no le preocupa hacerlo, es muy bonita y todos botan la baba por ella. Mide 1.75, su cabello es castaño claro, casi rubio y llega a sus caderas; sus ojos son color miel, y por supuesto sus pechos y trasero son… prominentes.

    —Gracias, Oren —digo cuando llegamos a mi habitación. Él deja las maletas en el suelo, se acerca a mí y me besa muy cerca a los labios. Le muestro una sonrisa y arrastro las maletas lo más rápido posible al interior de la habitación para poder cerrar la puerta a mis espaldas.

    —Estás sonriendo— dice Antonia cuando sale del baño— ¿qué pasó?

    —Oren casi me besa —Respondo— ¿A qué va eso de estás sonriendo? No soy una amargada, Antonia.

    Ella levanta los hombros. —No dije que eras una amargada, pero tampoco eres de las que sonríen. —Se levanta de la cama y va hacia el baño. —Te he dicho varias veces que Oren está loco por ti —insiste Antonia— eres muy hermosa y él no es el único chico que quisiera tener algo contigo.

    Pongo los ojos en blanco. Ha usado de nuevo ese maldito tono depresivo contra mí, estoy harta de que me diga que soy muy hermosa… Bla bla bla, incluso más que ella, y no es así. No creo ser más o menos bonita que alguien, solo soy yo y Antonia es ella, no es fea en lo absoluto. Mide 1.70, sus ojos son café claro y su cabello es una especie de rubio rojizo bastante bonito, le llega más abajo de las caderas y es muy abundante. Es bastante delgada, lo que hace que parezca que sus pechos y su trasero son bastante grandes.

    Yo soy pelirroja, mi cabello llega apenas hasta la cintura, es ondulado y un verdadero infierno para controlar; mis ojos son verde oscuro, soy delgada y eso hace ver mi trasero perfecto, tengo pechos… reducidos, pero no me afecta, lo único que en verdad me molesta, es mi estatura, ni siquiera llego al 1.60.

    —También tienes tus pretendientes, Toni.

    —No seas ridícula, Lu, no es así —responde ella— en vez de discutir eso de nuevo, deberías decirle a Oren que te gusta.

    —Oren y yo somos amigos, Antonia, y él tiene novia, no me importa que sea Belinda, no pienso romper esa relación; ni siquiera es un hecho que le guste. Además, tú odias a Oren, no entiendo por qué quieres que sea su novia.

    —Porque te gusta y tú a él, sería más fácil saberlo si no fueras una insensible que no demuestra con facilidad lo que siente por las personas, ¿no crees que eso puede confundirlo? —reprocha Antonia— y porque Belinda se lo merece, es una zorra.

    —No soy una insensible, no es mi culpa que tú vivas en un mundo de cuentos de hadas, esperando a que llegue un príncipe azul en un corcel a rescatarte de tu horrible vida.

    Wow, tienes razón, no eres una insensible en lo absoluto —responde Antonia en tono seco.

    Aprieto los labios. No creo que sea insensible, que no diga o demuestre lo que siento con tanta facilidad es diferente… bueno, tal vez no tengo un filtro para decir las cosas que pienso, y por eso a veces puedo llegar a ser hiriente con lo que digo. Pero no lo hago con una mala intención, solo que no estoy acostumbrada a pensar las cosas antes de hablar. —Lo siento, Toni, no quise…

    —Ya déjalo así, Luna, no importa —Antonia sale del baño tras haber puesto todas sus cremas y cosas en las gavetas. —¿Harás la prueba para el equipo de porristas?

    Suspiro. Antonia insiste, al igual que Oren, con eso. Dicen que tengo que buscar algo más que hacer que estar encerrada todo el día en la habitación o en la biblioteca. Sí, estoy bastante tiempo en la biblioteca, siempre adelanto todo lo que tengo que hacer y además me gusta leer, bastante. Sin embargo, la realidad del asunto es que voy al gimnasio de boxing que hay en la Academia a pegarle al saco de arena por horas. No es un lugar muy concurrido, ya que queda lejos de todos los lugares sociales, muy poca gente se toma la molestia de caminar hasta allá. —No creo que ese asunto de las porristas sea para mí, Toni, Belinda es la capitana…

    —Belinda no es la que decide.

    —No voy a hacerlo, Antonia.

    —Esto podría ayudar a distraerte, Lu, así no piensas en lo que sea que te perturbe la vida —vuelvo a mirar a Antonia con una mueca en el rostro. —No me mires así. Eres una buena persona, Luna, pero nadie sabe nada de ti, siempre estás encerrada en ti misma. No digo que seas una chica asocial o introvertida, solo que nunca hablas de ti o de tu vida. Así que supongo que habrá algo en tu pasado que te ha hecho así y creo que en serio, esto te ayudaría a pensar en otras cosas. Eres mi mejor amiga, Luna.

    —¿Ahora eres psicóloga? —respondo molesta. —No es tu problema si ando pensando en las tristezas de mi vida pasada o si simplemente soy así porque odio a la gente. —Antonia reniega con la cabeza y da la vuelta al baño, de nuevo. Suspiro, de nuevo la he molestado. Odio que las personas intenten entrar en mi mente, que quieran saber lo que pienso, es realmente molesto. Busco en mi equipaje mis vendas, ahora es un buen momento para desquitarme con ese saco.

    Abro la puerta de la habitación, vuelvo la mirada un segundo; Antonia sigue encerrada en el baño. Sigo por mi camino, pero antes de que pueda dar un paso, choco con un chico. Vaya que es un chico guapo, supongo que ha llegado este año, no lo había visto antes por aquí y no es posible olvidar su rostro. Sus ojos son de un verde claro con pequeñas motas doradas en ellos, su cabello es rubio oscuro, tiene facciones afiladas y duras; debe medir más de 1.90, tiene la espalda ancha y parece ser bastante musculoso.

    Me toma de la cintura con cuidado. —Fíjate por donde caminas, enana.

    —No te vi, lo lamento.

    Él me muestra una sonrisa. Otro punto a su favor. —Tal vez necesites un par de lentes para que veas bien —dice tocando un par de veces mi cabeza —así no volverás a interrumpir mi camino, enana.

    Pongo los ojos en blanco. ¿Quién se cree este imbécil para hablarme de esa manera?

    —No me llames, enana.

    Él ríe. —Eso es lo que eres, enana —repite— por poco y te quedas pegada al suelo.

    Le doy un pisotón que le hace soltar una palabrota y me voy de allí. Espero no tener que verlo muy seguido, no necesito que me recuerde mi estatura a cada minuto.

    —¡Ey! —exclama Oren— ¿distraída?

    Perfecto, ahora he chocado con él también. —Lo siento.

    Levanta los hombros desinteresadamente. —Sería mejor si pasara más a menudo.

    Le muestro una sonrisa y lo hago a un lado para seguir mi camino. Pero él vuelve a bloquearme el paso. —Oren —mascullo— necesito pasar.

    —No —responde— tú vas por aquí —Oren me toma del brazo y me arrastra por el pasillo hasta el gimnasio.

    Casi todas las porristas están reunidas alrededor de Belinda lanzando grititos emocionados cada vez que ella dice algo interesante y por interesante es la última noticia de Justin Bieber o de alguna celebridad. Por suerte no tengo que soportar ese espectáculo; no podría estar con ellas ni siquiera un minuto sin querer tirarme desde un rascacielos.

    —¿Para qué me traes acá? —respondo molesta— No quiero ver a tu novia dando saltos por todo el gimnasio.

    —Te traje aquí para que hagas la prueba.

    —Tienes que estar bromeando.

    Oren niega con la cabeza.

    —Ya te había dicho que no quiero hacerlo, esto no es para mí y creo que tu novia y yo no podremos convivir juntas tanto tiempo.

    —Richard y yo estamos preocupados.

    Gruño. No es posible que Richard haya convencido a Oren para hacer esto. No necesito ninguna actividad extracurricular, estoy perfectamente. Seguro no soy la única persona en el mundo que prefiere estar sola. Además, las cosas del entrenamiento y la base me mantienen ocupada. —Debes estar de broma, no necesito que te preocupes por mí, no eres nadie para hacerlo, así que no te molestes.

    —¿Alguna vez te han dicho que no tienes tacto para decir las cosas?

    —Sip.

    No me había dado cuenta. Todas las chicas se han quedado en silencio y están mirando hacia nuestra dirección. Genial, ahora drama, Belinda nos mira molesta y se acerca a nosotros. —Gracias, Oren —digo molesta— ahora tendré que aguantarme el drama de tu novia.

    —¿Qué haces aquí? —dice Belinda mirándome de pies a cabeza.

    Oren pasa su brazo por mi hombro. —Viene a hacer la prueba para entrar al equipo.

    Todas abren la boca y Belinda me mira furiosa en cuanto ve el brazo de Oren sobre mi hombro. El aire podría cortarse fácilmente, estoy empezando a sentirme incómoda. Intento apartarme, pero Oren me sujeta con más fuerza.

    —Lo lamento, no aceptamos ballenas en el equipo —dice furiosa— adelgaza y vuelve.

    —A mí me parece que Luna está en excelente estado —interrumpe Oren antes de que yo pueda responder algo. —Está bellísima.

    Todas nos quedamos en silencio, es especial Belinda. De seguro lo matará después de que salgamos de aquí, y obviamente yo no quedaré libre de esto, ella es un poco radical cuando se trata de Oren y de mí.

    —Largo, Oren —dice Belinda furiosa.

    Oren levanta los hombros, se acerca a mí y me sujeta de la cintura con delicadeza. —Eres preciosa—.Me suelta y sale del gimnasio con la mirada de todas encima.

    Belinda camina y se acerca demasiado a mí, es más alta, entonces tiene que bajar un poco la mirada. —Por si no te has dado cuenta, Grayhard, Oren está conmigo, no contigo. Si quisiera estar contigo ya serías su novia, pero no lo eres, entonces deja de fingir algo que no eres para llamar la atención, eso te hace más insignificante.

    Suelto una carcajada. —¿No crees que la que desea llamar la atención eres tú? Es decir, mírate, gritando y pavoneándote. Por mí no te preocupes, yo no soy la que está interesada en Oren.

    —Está conmigo —gruñe furiosa.

    —Seguro. Eso nadie lo pone en duda, lo presumes todos los días para ganar atención.

    Belinda se lanza sobre mí y me hala el cabello con fuerza; la tomo de los brazos para tratar de quitármela de encima, pero sus dedos están enredados en mi cabello y me lastimo al tratar de zafarla. Su rostro está lo suficientemente cerca al mío, de doy un cabezazo lo tan fuerte como para que ella se desoriente un poco. Intenta sujetarme de nuevo, pero la agarro y la giro con brusquedad, dejando su brazo en una posición incómoda; solo necesita un jalón para dislocárselo.

    —¡Basta! —grita la entrenadora —¿Qué es lo que les pasa a ustedes dos? —suelto a Belinda y ella cae al suelo con un golpe sordo. —Señorita Blackburn, póngase de pie. —Belinda se levanta despacio. Su rostro está pintado de un rojo intenso. —Señorita Grayhard, me sorprende verla aquí; no esperaba verla nunca presentando una prueba.

    —Oh no, no vengo a eso. De hecho, me voy ya.

    —Debería explotar su potencial, señorita—dice la entrenadora ante de que salga del gimnasio —Hay otras cosas más que un saco de arena —dice señalando mis manos vendadas —¿Qué es lo peor que podría pasar?

    —Con todo respeto, entrenadora. No creo que ser porrista sea lo mío —Belinda me mira furiosa desde su lugar —Y no creo que a Blackburn le plazca mucho que yo haga parte de su equipo.

    —Sí, es mejor que te vayas de una vez por todas —Responde Belinda tajante.

    Y eso es justo lo que hago. Salgo del gimnasio en silencio hacia el de boxing. La Academia parece estar repleta, los pasillos principales están llenos de estudiantes con sus maletas; saludando a todos. Un par de chicos del equipo de baloncesto me saludan de lo lejos, les devuelvo el saludo con una sonrisa. Tras atravesar casi todo el lugar, por fin llego; igual que la mayoría de veces, no hay nadie. Empiezo a golpear la bolsa con fuerza; tengo diminutas marcas en los nudillos de hacer esto tan seguido, en algunas ocasiones paso tanto tiempo golpeándola que me sale sangre, por suerte, sana rápido.

    —Esperaba que hicieras la prueba —dice una voz familiar a mis espaldas.

    Me vuelvo. Oren está en la entrada observándome. —Te dije que eso no era para mí.

    —¿Prefieres estar aquí sola?

    —Sí —respondo sin dejar de golpear la pera.

    Oren se acerca a mí y detiene el movimiento de la bolsa. La aparta para que le ponga atención. —¿No crees que deberías pasar más tiempo en la sociedad?

    —No sé si lo has notado —respondo tajante— no soy una persona a la que le guste demasiado la gente.

    Él se acerca y se pone frente a mí. —Para serlo, tienes varios amigos en la Academia.

    —Casi nunca paso tiempo con ellos.

    Oren se vuelve y le da un golpe seco al saco. Hace una mueca de dolor y se soba la mano. Le ha pegado mal, si fuera otra superficie podría haberse roto la mano. Tomo su brazo con cuidado, deslizo mi mano hacia la suya; siento como se le eriza mi piel frente a mi tacto. Cierro su mano en forma de puño, pero lo hace mal; guarda su pulgar dentro de la mano.

    —Debes sacarlo —digo acomodando su pulgar y cerrando su puño con mi mano de forma correcta. —Si dejas tu pulgar dentro de los otros dedos puedes dislocarte. Por eso te dolió más de lo que debería cuando le pegaste a la bolsa. —Suelto su mano —ahora inténtalo. —Oren obedece y le da otro golpe al saco, y otro, y otro.

    Hace mucho tiempo que entreno. Empecé desde muy pequeña, así que sé bastantes cosas de defensa personal, lucha y demás. Por el contrario, Oren apenas empezó hace unos meses y está aprendiendo técnicas de combate. Lo que es raro, para ser el hijo de nuestro jefe, debería haber empezado su entrenamiento hace ya bastante tiempo. Al parecer su madre, humana, no le permitía involucrarse en el Clan. Lo que es entendible, estar en las filas militares no te da una tasa de supervivencia muy alta; sin embargo, mientras más tarde entres, más difícil será aprender todas las cosas.

    —¿Crees que podrías ayudarme? —dice Oren tras pasar un rato golpeando el saco. —Sé que tengo entrenamientos en la base. Pero no me vendría nada mal tu ayuda. Además, tú entrenas a algunos y haces pruebas de ascenso.

    —Seguro. ¿Qué te parece si hacemos nuestros horarios? Así miramos que espacio nos queda libre para entrenar.

    Oren asiente con la cabeza. Ambos salimos en silencio; supongo que él ira al otro gimnasio donde está Belinda, yo iré a la sala de computación. Avanzamos en silencio por los pasillos, Oren está demasiado cerca de mí, su brazo rosa con el mío y aunque trato de alejarme un poco, él parece seguirme.

    Al llegar a la puerta del gimnasio donde está Belinda nos detenemos. Belinda sale y me da un empujón. —Hola, amor —dice dirigiéndose a Oren— ¿Nos vamos SOLOS?

    —Tenemos que hablar —Oren toma a Belinda de la mano y la lleva al otro lado del pasillo. Yo me quedo observando.

    —Escucha, Belinda, he tratado de decirte esto un millón de veces, pero nunca escuchas; creí que al alejarme durante las vacaciones de verano te ayudaría a entender, pero veo que no es así.

    —Cielito, ahora no es tiempo de eso.

    Oren pone los ojos en blanco. Parece molesto. —No, el tiempo es ahora, no cuando a ti se te dé la maldita gana. Estoy cansado de esto, de ti.

    Belinda se ríe nerviosa. —¿A qué te refieres?, es por Grayhard, ¿no? —antes de que Oren pueda responder ella lo hace. —Claro que es por esa zorra, no es posible que estés enamorado de ella, Oren, tú y yo tenemos que estar juntos.

    Oren suelta una risa. —No, no tenemos, y Luna no tiene nada que ver —Belinda abre la boca indignada—, pero no es por eso que estoy terminando esto, es porque estoy cansado, crees que por ser mi novia puedes decirme lo que tengo que hacer, pero no es así.

    —Tengo que ser respetada.

    —Respeto es diferente —objeta Oren molesto—, pero tú crees que soy tu esclavo, yo no tengo que estar contigo todos los días, las veinticuatro horas; no tengo que hacer todo lo que tú dices y no tenemos que estar juntos. Tengo vida propia, Belinda, tú no eres la dueña.

    —Solo estás estresado por el partido del jueves, cariño, pero para eso estoy aquí y seguiremos juntos.

    —Se acabó, Belinda —dice Oren con firmeza. Da media vuelta y desaparece por el pasillo.

    No puedo creerlo, Oren acaba de terminar con Belinda Blackburn, por lo que sé nunca nadie le había terminado, bueno, de seguro ella siempre controlaba a todos y como no, si se la pasa pavoneándose de un lado a otro de la manera más vulgar, es claro que por alguna razón vuelve locos a todos los chicos que la ven.

    Ya casi todo el mundo está llegando, será mejor que vaya a la sala de sistemas para hacer el horario de clase, más tarde se convertirá en un verdadero dolor de cabeza tan solo intentarlo. Desearía más que nada que nos dejaran elegir las clases a nosotros, así podría eliminar cálculo y física de esa lista; soy un verdadero desastre con lo que respecta a números y operaciones matemáticas, pero no es posible hacer eso ya que bajaría el rendimiento de la Academia.

    —¡Luna!

    —¡Hola, Hugh!

    Hugh hace parte del equipo de baloncesto junto a Oren, es un gran chico y muy inteligente; conversar con él es muy fácil, nunca te quedas sin tema, sabe un poco de todo y siempre tiene guardado un dato curioso para distraernos. Además de inteligente, es guapo; igual que todos, es más alto que yo, corpulento y de espalda ancha, tiene cabello negro y ojos cafés.

    —¿Qué tal tus vacaciones de verano?

    —Bien, ya sabes, playa, brisa y mar, igual que siempre.

    Hugh suelta una risa. —¿Has hablado con Sarah?

    Pongo los ojos en blanco. —Ustedes dos en verdad llegan a ser un verdadero dolor de cabeza. Siempre me preguntan lo mismo y la respuesta es la misma: sí le gustas, solo pídele que salgan de una vez.

    Él sonríe y se rasca la cabeza con un gesto ansioso. —Es que… me pone nervioso.

    —Bésala y ya.

    Hugh abre los ojos como platos y niega con la cabeza. —Podría molestarse conmigo, Lu.

    —¡Dios, Hugh! ¡No se va a molestar! Solo hazlo y ya, apuesto que eso es lo que ella está esperando.

    Hugh levanta los brazos a manera de rendición. —Bien, Lu, pero cálmate.

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