Plumaje
Por Maribel Cámara
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En Plumaje, su último libro, Maribel Cámara hace gala nuevamente de una pluma erótica cargada de sensualidad y de descripciones de un paisaje natural que se antoja completamente paradisíaco.
La poesía de Cámara rompe totalmen
Maribel Cámara
Estudió en Tabasco hasta la preparatoria y posteriormente se trasladó a la Ciudad de México donde estudio las licenciaturas en Derecho y Letras. Maribel Cámara, además de escribir, juega ajedrez y frontenis. Cuenta que ama a sus parientes y amigos; disfruta la gastronomía y el buen vino. Se considera como una mujer productiva con la tierra y es una gran luchadora en contra de la contaminación de los mantos acuíferos. Cada día, al levantarse, da gracias a la vida por sentirse tan dichosa, tan llena de felicidad. Su máximo placer es compartir con los lectores, a través de sus libros, sus vivencias.
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Plumaje - Maribel Cámara
Prosa poética
Mar brujo
El sol besaba suavemente tu piel. La brisa del mar llegaba hasta lo más recóndito. El aire nos acarició salvajemente y despeinó mis cabellos, peinando así los tuyos con esa sensualidad juguetona que tienen sus cepillos aeróbicos. Te dejó tan sensual como la misma brisa, como aquella palmera real de verde talle, con esa visión recóndita infinita y universal de cielo y agua. Entre tanta lujuria y belleza te me extraviaste un segundo, fueron los dorados del sol y la playa con sus blancas arenas de caracolas molidas lamidas por la espiral del oleaje perenne, donde mi voyerismo se perdió en pinturas entrelazadas perfumadas de sal. Luego, te vi casi llegando al oleaje suave. Respiré hondamente cuando sentí que la humedad, espacios de aguas esmeraldas, lamían tus delicados pies; entonces alcé mi vista hacia tu aterciopelada desnudez, tu color acerado de tafetán brillante gacela morena, tu masculina espalda. Tu talle estrecho. Tus nalgas, perfectas formas frutales, hicieron que yo, parada frente al océano y ante una bolsa de ostiones abierta, hundiera mis manos en ella. Sintiendo la frescura del jugo de placentas, levanté el néctar de esas conchas llenándome la boca por mis comisuras escurrió el orgasmo y de plano me bañé la mitad del rostro con ese manantial. Tu altivez, tu forma de caminar, de llegar al elegido, de pedir permiso a ese sacrosanto mar al que sedujiste con el ritual solemne, con que entraste en esa profundidad de ser tocada abrazada por un Dios, por una diosa abierta. Y tú decidida espiritualmente como doncella entregada al más profundo sentimiento de placer de ser de salir limpia, absuelta airosa de tanta polución, te le rendiste. Te me perdiste en el espacio de dunas, cementerios de caracolas. Agua metálica en verdes azules de pronto emergiste. Eras alga marina. Eras una palmera, una ceiba bien parada, agigantada en fuerza espiritual brillante, sin Dolores, sin cargas, sin angustias.
Mar de la Isla del Carmen, Campeche.
Caliéntame
El avión despegó de la gran dinámica y enigmática Ciudad de México. El aire acondicionado lo sentí frío, de por sí había temperatura baja y una persistencia gélida. Las nubes acolchonadas de la bóveda celestial, en colores pasteles, no me quitaron la irritación de la frialdad ni la contaminación del esmog que arrastraba mi cuerpo. Pensé en la seda de tus manos. Evoqué el poder de la fe. Me sentí cubierta por ti, por tu tibieza que entró primero por mis manos las cuales extendí. Abrí, queriendo penetraras, circularas; sobre todo, quería que llegaras hasta mis pies todavía húmedos.
Aterrizamos tan rápido que el café me lo levantaron en una pasada. Bajé automáticamente. De pronto, emergió ese color azul turquesa acogedor del golfo, abrazado a abrazarme. ¡Tan parecido a ti!, ¿extraño, verdad?, siendo tu del altiplano.
Llovizna
La percibo, la siento venir. Mi cuerpo sufre transformaciones. Soy un bloque de hielo. Comienzo a sudar, a mojarme, empaparme, deshidratarme.
Te conozco.
Te me metes hasta dentro. Te llevas hasta mi sudor. Me dejas fatigada. Absorbes mis humedades: el agua de todos los cuerpos.
Te vas y te vienes acercando tanto, que ya te siento aquí conmigo. Me tomas hasta el aliento. Me dejas agotada.
Ven, ven de una vez para que me dejes fresca, y descansada pueda oír tu melodioso llanto, escucharte rabiar, reír, jugar.
Te percibo. Siento tu vaho de barro, de tierra mojada. Te huelo. Hueles a norte: a lluvia de norte cerrado.
Llovizna, lluvia mía.
Serie Canalla, Villahermosa, Tabasco.
En mi casa de laguna de las ilusiones.
Euforia
Cuando me veo hermosa, cuando me siento vaporosa, cuando me vislumbro olorosa. ¿Y tú no estás? Contemplo cómo se deslizan las horas sin verte, cómo se desperdicia la estación de mi Era. Y es que aspiro, amor. A través de ti: la vida misma.
Amar la vida aprendiendo a encontrar su belleza, la sabiduría de su armonía, la grandeza de estar inyectado de felicidad interna, aspirando la alegría de vivir, de sentirte elegida.
Sí, es difícil alcanzar esa armonía; sobre todo, en esta ciudad cosmopolita. Urbe vital del planeta donde el río humano corre con el vértigo, con el estrés, con ojos de locura.
Solamente llena de amor puedes entender aún más la vida, a los que están llenos de ira, de destrucción hacia sí mismos. Qué esperarse, pues, de vivir en una ciudad limpia y sin agresiones aunada la crisis y la crisis de la educación los medios cargados de violencia. Explotada repulsión telenovelesca y policíaca de fetidez anquilosada y egoísta.
Por ello, lleno de miel mi cuerpo por dentro y por fuera, y aunque bebiera de todas las flores no endulzaría, no tocaría con ella lo que puede tocar la caricia de tu mirada mi alma amor, la has tocado.
Lo he sentido. Lo has sentido, porque yo también he tocado el alma tuya. Me gustas así: universal, diversa, terrenal, perceptiva, generosa, viva, roja, mimosa. Al tocarte siento que toco, amaso, transformo