Mundos Paralelos: El Reconocimiento
Por C.M. Blackmouth
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Mundos Paralelos - C.M. Blackmouth
Copyright © 2013 por C.M. Blackmouth.
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Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.
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Índice
1 Mi Mundo Real
2 Mi Ciudad De Ensueño
3 El Primer Encuentro
4 El Río Del Destino
5 El Alven
6 El Mundo Feérico
7 Los Drows
8 Formorianos, Filborgs Y Otras Razas
9 A Medianoche, En Mi Cuarto
10 La Desaparición Y El Escape
11 Un Día Más…: John
12 Un Día Más…: Emi
13 Un Rato De Estudio En Alejandría
14 ¿Íncubos?
15 Otra Sesión Con Mike: El Tiempo
16 La Aldea De Los Silfos, El Reencuentro Con El Alven
17 Las Arpías
18 Algunas Hadas Malvadas
19 Otro Día En Mi Otra Vida: Emi
20 Otro Día En Mi Otra Vida: John
21 La Noche De San Juan En La Ciudad Etérica
22 Dodgeball Etérico
23 La Noche De San Juan En Avalon
24 Finvarra, Los Daoine Sidhe Y Los Tuatha De Danann
25 La Historia De Ethna Y Finvarra
26 El Rescate De Ethna
27 Egipto Y El Primer Encuentro En El Tiempo
28 El Reencuentro De Ethna Y Finvarra
29 Mike
30 Otro Verano En Mi Mundo: John
31 Otro Verano En Mi Mundo: Emi
A mis padres: Celia y Rubén, por la vida en este plano.
A mis hijas: Mina y Sofi, por su apoyo a esta historia.
1
Mi mundo real
Y sí, me pasaba muy seguido. Desde chica había notado que yo era diferente. Desde muy niña veía cosas de más y seres muy distintos a la gente que me rodeaba. En ocasiones decía: ¡miren, miren lo que hay ahí!
, y empecé a notar que los demás no veían nada. A veces era divertido, pues esos otros seres que los demás no podían ver, hacían cosas tan sorprendentes, travesuras como el hacer tropezar a un niño cuando jugábamos fútbol o que la pelota le pegara en la cabeza a otra persona. De repente, ellos
hacían que la pelota pegara justo en la cabeza de alguien más. Yo podía ver así las intenciones de esos seres y lo que iba a pasar. La verdad me daban ataques de risa, pues para mí era muy gracioso; sin embargo, a los otros no les gustaba tanto eso.
A mamá y a tía Carol les ponía de nervios que supiera lo que iba a pasar, sobre todo porque me daba cuenta que otros niños no podían ver lo mismo que yo; pero alguien más sí, mi primo John, ya que él se reía a carcajadas de las mismas cosas que sólo eran notables para mí.
No sabía por qué, John y yo fuimos siempre muy parecidos, jugábamos mucho de pequeños con esos diminutos duendes y hadas domésticas que hay en muchas de las casas. Cuando jugábamos con otros niños hacíamos de cuenta que no los veíamos porque pensábamos que por un extraño mal, los demás padecían de la vista. Lo sabía, porque un día le pregunté a mamá:
– ¿Por qué algunas personas no pueden ver todas las cosas?
– Verás, Emi, porque hay gente que se enferma de los ojos, por eso algunas personas usan lentes, –contestó mamá.
Me quedé con esa respuesta, que me explicó mi mamá, por mucho tiempo…, hasta que noté que aunque algunos niños usaban lentes, aun así no podían ver lo mismo que yo.
Sin embargo, John sí podía ver las cosas que eran invisibles para los demás. En ese entonces, lo que no me gustaba era que su cumpleaños fuera el mismo día que el mío. Mi mamá y tía Carol decían que por casualidad habíamos nacido el mismo día; aunque eso me disgustaba, porque en las fiestas siempre se confundían mis regalos con los suyos, y a veces no era muy bonito abrir ese hermoso regalo esperando una muñeca y que en su lugar estuviera un carrito o una chamarra de niño.
Cuando empezamos a ir a la escuela, nos dimos cuenta que nuestra habilidad era muy favorable para nosotros, sobre todo en los exámenes. Algo realmente extraño pasaba en mi cabeza, pues cuando yo recibía mi examen ya sabía las respuestas y cuando no las sabía en ese momento, repentinamente aparecían en mi mente; siempre y cuando me concentrara para escuchar lo que pensaba mi maestro.
Recuerdo bien que yo veía lo que iba a suceder, o bien, las cosas que pasaban a la distancia, las podía ver si pensaba en ellas, era algo que me ocurría muy seguido. Así, cuando ocurría algún accidente a una persona conocida, yo podía saberlo con anterioridad. Por eso, en ciertos momentos, mis compañeras me veían raro, porque cuando me contaban lo sucedido en su casa con sus papás o con alguna otra persona, mientras ellas platicaban yo veía la escena que me estaban platicando y les podía decir:
– Ah sí, lo veo, tu papá traía una camisa verde y se molestó contigo por algo que dijiste.
Este comentario hizo que se me quedaran mirando con una especie de extrañeza.
Así transcurrió mi niñez, sintiéndome diferente, por lo que a veces optaba por no decir nada de lo que estaba viendo en mi cabeza. Como mi primo John era la única persona que me entendía y veía casi todas las mismas cosas que yo, me gustaba mucho jugar con él o por lo menos platicar sobre lo que veíamos.
Un día escuchamos algo que nos entristeció: mi tía Carol y Mamá hablaban, papá y mi tío también estaban ahí, aunque no estábamos cerca alcanzamos a escuchar que John y sus padres se irían del país por el ofrecimiento de un mejor trabajo a mi tío, en una ciudad que estaba muy lejos.
También escuchamos a mi tía decir:
– Quizá para John y Emi sea mejor estar separados –comentó mi tía Carol con tristeza en su voz.
– Sí, quizá sea mejor –dijo mamá–, aunque están muy unidos, sin embargo, será mejor para ellos, que son tan diferentes a los demás.
Y entonces, ese día me despedí de mi primo, mi mejor amigo de la niñez; nos dijimos adiós como sabíamos hacerlo, jugando y riéndonos mientras platicábamos de lo que veíamos y escuchábamos. Así pasó el tiempo y fuimos creciendo, mi primo se fue lejos y yo seguí mi vida lo más normal que pude.
Evitaba hablar de más, primero me aseguraba que los demás vieran lo que yo, si no, mejor ni hablaba. Tampoco podía prevenirlos, si alguna cosa les iba a suceder, solo si era muy desagradable, trataba de persuadir a la gente para que de algún modo lo evitaran y así nada malo les sucediera. Después entré a la adolescencia, y mi don en lugar de ir disminuyendo al crecer, parecía que iba creciendo a la par que yo, pero consideraba que lo había aprendido a usar para bien… bueno, al menos eso creía.
Para entonces iba en la escuela secundaria, la relación con mis papás y mi hermana era muy bonita, siempre me apoyaban en lo que yo quería hacer, me había metido al equipo de básquetbol de mi escuela, aparte me gustaba ir a practicar atletismo a un centro de entrenamiento que me quedaba muy cerca de mi casa.
Yo vivía a las afueras de mi ciudad y mi escuela me quedaba cerca. Vivíamos en un cerro, y aún no estaba muy poblado mi vecindario. Mi casa era grande, teníamos un perro guardián y una gata de compañía. Mi hermana no era como yo, ella no veía ni escuchaba de más, me imagino que era como toda la gente que me rodeaba. Por lo mismo, no podía hablar mucho con ella y también, como era más pequeña, le gustaba jugar con sus muñecas y a mí, ya casi no.
– Emi, ¿quieres venir a jugar? –me preguntó un buen día.
– No Mary, necesito hacer una tarea en mi compu, no puedo ahora, –contesté.
– A veces pienso que no me quieres, –dijo Mary.
– Claro que te quiero, lo que pasa, es que ahora no puedo.
Mi mamá pasaba el tiempo con nosotras, contrario a papa, pues él trabajaba mucho para mantenernos. Para entonces, creo que la única que me entendía era mi gata Galleta, pues ella sí parecía ver algunos de los seres que de súbitamente aparecían en la casa o en el jardín, a veces intentaba perseguirlos. Con Mary eran muchos pleitos, pues ella amaba la gata y siempre peleábamos por ella.
– Es que ella es mi gata, –decía mientras se la llevaba de mi cama y corría a su cuarto con la gatita.
– Sí, pero es que ella estaba aquí conmigo, ¿por qué te la llevas?, ella quiere estar conmigo, –le decía.
– Es que es mía, ella me quiere a mí, ¡¡¡mamá!!!, –gritaba.
– ¿Niñas, están peleando otra vez?, ¡dejen en paz a esa gata!, –decía mi mamá, aunque Mary siempre se salía con la suya y se llevaba a Galleta.
En la escuela, tenía varias amigas, con ellas iba al cine, al centro comercial y nos divertíamos jugando básquet. Juntas nos reíamos y yo las quería mucho pues me platicaban sus sueños, lo que querían ser cuando fueran más grandes, sin embargo, yo no podía comentar mucho de mis sueños, pues algunos de ellos sí que eran raros.
Muchas veces soñaba con él, con mi primo, también aparecían algunos seres que en los libros catalogaban como seres imaginarios, y luego parecía que yo podía hablar con ellos y entenderlos, llegué a pensar que siempre sería una niña pequeña que soñaba con las hadas, dragones y unicornios, que solo habitan en la mente fantasiosa de los niños. Muchos de los seres que veía en mis sueños, eran seres alados de distintos tamaños y colores.
Me gustaba mucho peinarme de dos colitas, pues para mí era agradable sentir mi cabello sobre mis hombros y también me gustaba girarlo para que se formaran dos grandes caireles; creo que era mi distintivo y me hacía ver diferente, y también sabía que realmente no era igual al resto de las personas. Incluso ese pequeño lunar entre mis dos cejas era bastante distintivo en mí.
Como me gustaba pintar, en ocasiones esos seres que veía formaban parte de mis cuadros, los dibujaba dentro de sus bosques o en un firmamento eterno de color azul.
Otras veces me soñaba a mí misma en otro tiempo, en otro lugar, los sueños eran tan reales y a la vez tan extraños. Una vez soñé con una ciudad que estaba sitiada por un gran ejército de seres extraños, y yo formaba parte de la defensa de esa ciudad.
Y un buen día, empecé a soñar de un modo diferente, y digo soñar porque no sé qué otra palabra usar, aunque más bien, mi vida empezó a partirse en dos, desde mi adolescencia empecé a vivir en dos mundos: el de la vida de todos los días y el mundo de ensueño. Uno transcurría tranquilo, entre la escuela y mi entrenamiento deportivo: entre tareas, básquetbol y atletismo. Al mismo tiempo, empecé a viajar a la ciudad etérica, en un universo paralelo, donde las aventuras nunca paraban.
2
Mi ciudad de ensueño
Y bueno… empecé a soñar. Tenía una sensación muy extraña, difícil de distinguir. Físicamente era cuando empezaba a dormir y dejaba de saber de mí en este mundo, sin embargo, las primeras veces yo no controlaba hacia dónde ir. Bueno, incluso ahora no sé si en realidad soy yo la que dirijo las cosas. Cuando empezaba a dormitar, la primera vez que lo sentí, creí haberme sentado en la cama, pero sin sentarme, pues seguía estando