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Dimensiones paralelas
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Libro electrónico154 páginas2 horas

Dimensiones paralelas

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Dimensiones paralelas nos invita a recorrer los caminos de la ciencia ficción, de aquellos mundos y sucesos vinculados con lo fantástico, lo sobrenatural, lo paranormal.

Será a veces un tren que transporta a un grupo de pasajeros en un viaje por el tiempo; o las aventuras de una genio en tiempos actuales; o un espectro que viene desde otra dimensión a cobrar venganza; también una criatura alienígena con poderes curativos o bien la figura del Chupacabras dando vueltas por una ciudad cualquiera. Un encuentro con ovnis en un avión o una invitación a una misteriosa casa para enfrentarse al otro “yo”, desconocido y del que no se puede escapar.

Diversos parajes, reales y ficticios se unen en un viaje entre distintos mundos y realidades. Una caja misteriosa de cristal, un avión que se pierde en el Triángulo de las Bermudas, un desconocido que descifra el código secreto de una pirámide, un vestido guardado en un armario, las fotos que revelan un pasado que regresa, luces desde el espacio que se mezclan en un entorno multidimensional.

Los relatos de estas páginas conectan con la imaginación y la fantasía, y ofrecen un recorrido por aquello que puede ser, en algún lugar, en otro momento y espacio. Un ir y venir entre lo real y lo posible. Solo déjese llevar. La invitación está cursada.

Editorial Forja
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 jun 2016
ISBN9789563381979
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    Dimensiones paralelas - Roberto Guidotti

    DIMENSIONES PARALELAS

    Autor: Roberto Guidotti

    Editorial Forja

    General Bari 234,

    Providencia, Santiago-Chile.

    Fonos: +56224153230, 24153208.

    www.editorialforja.cl

    info@editorialforja.cl

    www.elatico.cl

    Diseño de portada: Rocío Pozo Gaete

    Fotografía solapa: Viviana Rebolledo (Estudios Claveluz Maipú).

    Edición electrónica: Sergio Cruz

    Primera edición: junio, 2016.

    Prohibida su reproducción total o parcial.

    Derechos reservados.

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor.

    Registro de Propiedad Intelectual: Nº 256630

    ISBN: Nº 978-956-338-241-9

    Quisiera que hubieses estado presente para ver este proyecto, pero el destino dijo otra cosa y decidió llevarte a mitad de camino. Tu presencia, sin embargo, se impregna en estas páginas. Un sentido y humilde homenaje a tu inmenso cariño y a tu inagotable amor, que inspiran este libro.

    A ti, Madre querida. Por siempre.

    A mi hermana Loreto, por su fundamental apoyo; a mi familia, por estar siempre ahí.

    Mis más sinceros agradecimientos a Marta y a mis compañeros y compañeras del PLC de Maipú.

    A Felipe Risco, José Antonio Lizama y Magda, por su constante aliento.

    A Rocío, por su trabajo y disposición.

    A Isabelle, mi gratitud por la paciencia y dedicación.

    Una mención significativa a Editorial Forja, por confiar en este proyecto.

    Y, especialmente, a ustedes, lectoras y lectores, que abren estas páginas, por querer ser parte de esta aventura.

    RABIA Y ARENA

    La vida suele deleitarse de las pequeñas coincidencias y de los pequeños detalles. A veces, es como un largo y oscuro laberinto de intrincados pasadizos, que conduce a caminos inesperados. Un viaje eterno, un constante peregrinar por los hilos movedizos del tiempo. Casi no nos damos cuenta. Casi no se nota.

    El hombre que llegó aquel día a la casa del Bosque Encanto era Jorge Galván. Había trabajado como paramédico en un hospital de un pueblo vecino. A bordo de la ambulancia había estado en contacto constante con el dolor, con la muerte... Aunque nunca tan cerca. Hasta que algo ocurrió.

    *

    "Aquí estoy, en esta misteriosa casa grande. En un extraño bosque... en una nueva vida. Mañana despertaré más tranquilo y relajado. Es un adorable lugar. Por la ventana puedo ver el resto del pueblo. Está oscuro, pero la luna otorga una amplia y prístina claridad. Es como si la casa brillara en la noche. Me paseo, enciendo las luces... pareciera que nadie ha estado aquí en años. Hay unos libros viejos y polvorientos que a primera vista quiero leer, pero luego no. Veo un ropero viejo en frente de mí con una puerta algo corroída, como si en años nadie la hubiera abierto. Lo abro. ¿Qué es esto? Está vacío. Dos pequeños tableros de madera lo atraviesan a lo ancho. Seguramente, alguna vez sirvieron para colocar ropa, pero hoy casi se desplomarían al suelo si los tocaran. Apenas pueden sostener algunas telarañas, grandes, pequeñas, que van y vienen y que, junto al polvo, son los únicos ocupantes. O casi los únicos. En un pequeño cajón, arriba, hay un sombrero verde, alargado en la copa. Soplo el polvo, las partículas flotan en el aire. Es hermoso, está hecho de un material muy suave. ¿Lo habrá dejado, tal vez, el último visitante? Intento ponérmelo, no me calza. Vuelvo a dejarlo donde estaba.

    Hay un armario. En su interior hay dos fotos. En una, un hombre negro, con una mirada profunda y triste, una tristeza casi ancestral. Parece un tipo joven, por los rasgos, quizás de origen africano. ¿Habrá vivido él aquí? ¿Sería el dueño del sombrero? Imposible saberlo. Se hace tarde, debo ir a dormir. Antes me doy una ducha fría y me observo en el espejo. ¿Quién sabrá que estoy aquí? ¿Quién conocerá mi historia y la de esta casa? Salgo del baño y miro el teléfono negro al lado del sillón, encima de una pequeña mesa. No suena. Nadie llamará. Me meto en la cama, miro antes la segunda foto que dejé encima del velador. Hay un árbol, algo parecido a un pequeño monte de cemento, que se levanta desde el suelo; no logro distinguir qué es, le falta un pedazo a la foto. Se ve un bulto negro, la punta, justo donde está el corte. Por la ventana observo los árboles, el viento que trae la arena que se deposita en la orilla, y luego se va. Noche. Las diez. Agosto del 92... Empieza la lluvia fría, la oscuridad cae sobre mí. Apago la luz, me duermo".

    **

    "Por las ventanas de los vagones sigo mirando como el tren avanza veloz por entre la niebla. Es el viaje que siempre hemos soñado, todo el grupo de amigos... Duermo, pero me despierto pronto, por el ruido de unas voces, un ajetreo, un tumulto unos metros más allá... ya no sé. Solo recuerdo unos gritos, la entrada al túnel, esa oscuridad interminable... El pequeño rayo de luz en la mitad, los rostros perplejos de todos... De nuevo ese gran túnel negro.

    Ronny trae la ensalada en medio de las bromas de los demás, que siempre lo molestan por su afición al arte culinario, diciéndole que podría ir a hacer el almuerzo a algún matinal de la televisión. La mesa está repleta. Ronny deja la ensalada en el centro y se sienta. Estamos todos reunidos. Incluso llegaron los del grupo de la excursión al pueblo contiguo. Está también el Negro, sí, parece que es el mismo tipo de la foto. Todos reímos. Tienen una marca en la frente, una especie de círculo con una estrella adentro. Hay otros dos negros más que no conozco, uno de pelo largo y bigotazos, de un aspecto un poco intimidador. De pronto suena el teléfono. Me apresuro a contestarlo. Los demás parecen no haberlo oído, ni siquiera haberse dado cuenta de que me levanté de la mesa. Conversan, ríen, callan, se miran. Oigo una voz del otro lado del aparato, me dice algo, no, no logro entender las palabras. ¡Vamos, un esfuerzo! ¿Qué es lo que me dice? Ya casi las oigo... Ya casi...

    El padre Damián, Ronny, Matías y yo estamos reunidos alrededor de un árbol. Ellos tres están de rodillas, como si estuvieran haciendo una plegaria. El padre tiene su Biblia abierta. Parece que ya están terminando, pero yo me adelanto y bajo la pequeña pendiente que conduce hacia la casa. Es el atardecer y hay un silencio casi eterno. De pronto siento que algo se mueve entre los arbustos. Escucho las voces de los muchachos, al padre Damián, algo les dice acerca de una misión cumplida. Los veo y noto los ojos llenos de pavor de Ronny, que me grita y corre hacia mí con los brazos estirados. Miro hacia atrás, veo unas sombras, se mueven rápido, el grito de Ronny, de Matías. ¡Nooooo! Las súplicas del padre Damián. ¡Por Dios, qué sucede! ¡Cuidado! El sonido de los disparos rompe el silencio en pedazos...".

    ***

    "El ulular de las sirenas de la policía y el ajetreo de los demás que suben y bajan la escalera me inquieta. Todos corren para afuera. Es obvio que algo está sucediendo. Trato de preguntarle a Ronny qué ocurre, pero nadie me responde, así que salgo a ver qué pasa. En medio de policías, parapsicólogos, exorcistas, especialistas de diverso tipo, una serie de personas extrañas y cientos de curiosos, empiezo a comprender. Gino, el pequeño niño de tres años que desapareció hace unos meses, acaba de ser encontrado frente a la casa. Y, por supuesto, muestra el mismo comportamiento extraño que cuando aprendió sus primeras palabras: desde que empezó a hablar cuenta historias muy detalladas acerca de su ‘otra vida’ y, periódicamente, describe los pormenores de ‘su’ asesinato, pero que corresponden al crimen de un tal Ramkar, como dice llamarse; asegura que buscará a su ‘alter ego’, que liberará y salvará a todos sus seguidores. Además, proporciona información inédita sobre la vida personal de Ramkar, que solo este podría saber.

    La historia de Gino se ha popularizado en poco tiempo, y desde diversas latitudes surgen teorías para explicar un fenómeno que, a todas luces, es extraño. ¿Cómo puede un niño contar una historia con tantos detalles? ¿A qué se refiere con su ‘otra vida’? Algunos investigadores indican que Gino solo repite un discurso que probablemente ha escuchado de algún adulto y que, obviamente, este lo manipula para obtener algún beneficio. También se postula la teoría de la ‘memoria compartida’, es decir que por alguna razón el pequeño reproduce recuerdos pertenecientes a otra persona. Otros piensan que se trata, simplemente, de alucinaciones de Gino o que, derechamente, el chico es un fraude; lo cierto es que ninguna hipótesis lógico-racional puede aplicarse al asunto. Una en particular circula con gran fuerza por las mentes de algunos... Pocos se animan, sin embargo, a aceptarla.

    Las quejas y el bullicio de la gente interrumpen mis cavilaciones. Ronny y Matías vienen de regreso a la casa, mientras la multitud se dispersa cuando, entre vítores y rostros perplejos, se llevan al muchacho.

    –¿Otra vida? ¿Qué diablos es eso? –viene reclamando Ronny, que suele ser bastante incrédulo en cosas como estas–. Aquí hay gato encerrado, estoy seguro.

    –Tú siempre desconfiado –le recrimina Matías–. Hay que reconocer que es un caso raro.

    Entramos a la casa. Seguimos conversando un rato sobre el asunto. Cada uno tiene su propia teoría. Luego seguimos con nuestras actividades, pero hay un ambiente extraño. Llega la noche y vamos a dormir. Miro por la ventana. El cielo se ve oscuro, con un particular tono verde; no se aprecian las luces de la ciudad.

    Cuando despierto está encendida la televisión de mi cuarto. Me levanto y miro por la ventana: el cielo está claro. De pronto, escucho una noticia que llama mi atención: Óscar Oviedo, destacado magnate de la ciudad, fue asesinado brutalmente anoche por desconocidos. Su cabeza fue partida en dos con una extraña arma, parecida a un hacha, tal vez de fabricación artesanal. Se sospecha de un individuo de color, de iniciales B.R.S...; se exhibe la foto de un sujeto negro en pantalla, pero no le pongo mucha atención. Al poco rato me visto y salgo.

    Afuera Matías y Ronny se están saludando con unos tipos que me parece conocer. Sí, es el Negro de la foto, acompañado por el otro que estaba con él en la cena, con la marca en la frente. Matías y Ronny me miran con sorpresa.

    –¡Menos mal que apareces hoy! –exclama Matías–. Son casi las once.

    Me encojo de hombros, como esbozando una disculpa.

    –Ellos son el señor Ramkar y su asistente, Muka. Nos ayudarán a conocer mejor el lugar –explica Matías.

    –Sí claro, ya los conozco –replico–. Estábamos en la cena, él, su asistente y los de la excursión, ¿no recuerdas? Sonó el teléfono...

    Hay un breve silencio. Matías, Ronny y los dos negros me miran fijamente, perplejos.

    –¿Qué dices? –pregunta Ronny–. ¿Cuál cena? Los señores acaban de llegar.

    –¿Pero Willy y los demás de la excursión? –interrumpo confundido–. ¡Estaban allí adentro!

    –Willy y los demás no llegarán hasta mañana por la tarde –aclara Matías, mirándome muy extrañado–. ¿Te sientes bien?

    No puedo creer lo que estoy oyendo. Yo los he visto, estoy seguro. A esos dos negros, a Willy, a todos. ¿Estaré volviéndome loco?

    –¿Qué día es hoy? –atino a preguntar.

    –Sábado –responde Matías, con una voz algo débil.

    Corro adentro a mirar el calendario. Efectivamente es

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