Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Cuentos de Terror. Volumen Uno: Cuentos de Terror
Cuentos de Terror. Volumen Uno: Cuentos de Terror
Cuentos de Terror. Volumen Uno: Cuentos de Terror
Libro electrónico265 páginas9 horas

Cuentos de Terror. Volumen Uno: Cuentos de Terror

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Cuentos de Terror explora aquellas cosas que nos asustan más, las cosas que nos mantienen despiertos por la noche, nos aterrorizan y nos horrorizan de la manera más inolvidable.

En la línea de Stephen King, Dean Koontz y Bentley Little, y con un estilo narrativo que recuerda a The Twilight Zone, Tales from the Crypt y Outer Limits, Cuentos de Terror te hace las preguntas que no quieres escuchar:

¿Cuál es tu miedo más profundo y más oscuro? ¿Qué es lo que te hace temer dormir con las luces apagadas?

Aquí podrás encontrar las respuestas a estas preguntas, desde un escalofriante caso de un hombre sombrío apodado el Predicador Black o un incidente de furia en el camino que se convierte en una amenaza a escala mundial, hasta una escalofriante historia de aislamiento, aterradora como ninguna otra y una historia en la que cada latido podría ser el último.

IdiomaEspañol
EditorialMichael Bray
Fecha de lanzamiento22 ago 2018
ISBN9781547538737
Cuentos de Terror. Volumen Uno: Cuentos de Terror

Relacionado con Cuentos de Terror. Volumen Uno

Títulos en esta serie (10)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Ficción de terror para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Cuentos de Terror. Volumen Uno

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Cuentos de Terror. Volumen Uno - Michael Bray

    CUENTOS DE  TERROR

    VOLUMEN UNO

    MICHAEL BRAY

    Copyright © 2016 Michael Bray

    WWW.MICHAELBRAYAUTHOR.COM

    Obtén contenido exclusivo y beneficios solo para miembros por tan solo $1 por mes al unírteme en Patreon. ¡Simplemente haz clic en el logo de abajo para registrarte!

    patreon_black

    Todos los derechos reservados.

    La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido.

    - H. P. Lovecraft

    ––––––––

    No hay tal cosa como la paranoia.

    Tus peores miedos se pueden hacer realidad en cualquier momento.

    - Hunter S. Thompson

    ––––––––

    Para quien tiene miedo, todo son ruidos.

    - Sófocles

    CONTENIDO

    AÚLLA

    LATIDO

    ARRÁSTRATE

    EXHIBICIÓN

    DESPIERTA

    VÉRTIGO

    CONDUCE

    CUERDA

    HISTORIAS EXTRA

    CON ESTAS MANOS

    APARTAMENTO 11

    LA LUZ QUE TRAJO LA OSCURIDAD

    LA VISITA

    AÚLLA

    ––––––––

    Primero, percibió un sabor a cobre, luego, el dolor en su pecho estalló. Hazel se frotó los ojos y miró sus dedos, y entonces fue capaz de asociar aquel sabor con lo que veía.

    Sangre.

    Le dolía la cabeza, el incesante quejido interior que la recorría no la dejaba pensar. Parpadeó al tiempo que más sangre corría por sus ojos. Fue entonces cuando se dio cuenta de que aquel ruido no provenía de su cabeza, sino del automóvil. Miró desde donde estaba sentada, en el asiento del pasajero, sentía un dolor en el pecho, en el lugar donde el cinturón de seguridad la había inmovilizado. Andrew estaba desplomado sobre el volante, brotaba sangre de su nariz y boca, su pecho oprimía el claxon y producía aquel horrible e incesante ruido. Estaba segura de que estaba muerto, cuando entonces este gimió y cambió de posición, dejando de ejercer presión sobre el volante y hundiendo su mundo en el silencio.

    Andy, ¿te encuentras bien? Hazel miró a su marido, esperando que le contestara que estaba bien, que, por algún milagro, habían escapado ilesos del choque que había destrozado su automóvil. No respondió. Miró a su alrededor, tratando de juntar todas las piezas y averiguar dónde estaban y como habían llegado a esa situación. De repente, la memoria regresó, materializándose desde la oscuridad de su mente y aclarándolo todo. Andrew la había sorprendido con unas vacaciones en Canadá, ya que era el país que ella siempre había deseado conocer. Su reacción había sido de emoción, seguida por la preocupación acerca de quién cuidaría de los niños. Andrew había pensado en ello también. Había hecho los arreglos para que Kelly Ann viniera desde Newcastle y se quedara en la casa, vigilándola y cuidando a los niños. Kelly Ann había traído a Mash con ella, el perro salchicha parecía disfrutar el encontrarse en un nuevo ambiente que podía explorar y hacer suyo. Andrew organizó el viaje para que coincidiera con las vacaciones escolares, de modo que así podría obtener tiempo libre en su trabajo como profesor. Era tan perfecto, tan increíble para ella que no lo creía hasta que tomaron el avión y emprendieron el prolongado vuelo hacia Calgary (Andrew incluso había pagado asientos de primera clase). Cuando llegaron, amenazaba con nevar. Alquilaron un coche para conducir hacia su destino, una cabaña de troncos ubicada en medio del bosque canadiense. Ahí encontrarían la absoluta privacidad y relajación que necesitaban y se darían un respiro de la rutina diaria de administrar el hogar familiar. No vieron ni un solo vehículo en la carretera durante las últimas millas mientras se adentraban en la profundidad del bosque canadiense, la vista de los enormes pinos en medio de un impresionante cielo azul era increíble y estaban lo más lejos posible de casa. La cabaña en sí misma era todo lo que siempre habían soñado. Simple y lujosa, una enorme chimenea abierta dominaba la sala de estar. Desde el exterior, tenían una vista increíble del bosque y un aislamiento absoluto del mundo. Hazel recordó cómo había pensado que todo era perfecto, un momento que nunca olvidaría. Eso había sido hace tres días. Cerró sus ojos, tratando de juntar el rompecabezas y enfocarse en el ahora, en lo que les había sucedido. Miró por el agujero donde antes estaba el parabrisas hacia el tronco del árbol, que ahora estaba envuelto por el coche alquilado, diminutos diamantes de vidrio cubrían la abollada parte delantera del automóvil. Un pensamiento fortuito vino hacia ella, uno que no tenía nada que ver con la situación actual.

    Nadie sabe que estamos aquí. Nadie vendrá a buscarnos.

    Los niños sabían que ellos estaban de vacaciones, por supuesto, pero parte de la sorpresa había sido la secrecía acerca de su destino final.  Hizo un esfuerzo para concentrarse y recordar qué había sucedido que los había llevado a la escena del accidente. Se pasó una mano por el cabello, haciendo una mueca cuando miró su palma y vio sangre.

    La cabaña

    La cabaña

    La cabaña

    Si, la cabaña. Ambos habían ido al pueblo a comprar algunas provisiones. Comida y bebida suficiente para algunos días. Estaban emocionados por la nevada que se aproximaba. Sería un pequeño y perfecto complemento para el viaje de sus sueños. Aunque ellos consideraban que los inviernos eran fríos en Inglaterra, su lugar de residencia, aquí en Canadá era una historia distinta. Por la noche, la temperatura bajaba a menos quince grados, y probablemente bajaría aún más cuando la nevada se hiciera presente. Ahí estaba todo a la vez, el recuerdo completo de cómo habían llegado a su situación actual y cómo había ocurrido el accidente. Tal claridad, a su vez, le provocó pánico e hizo que se pusiera a arañar el cinturón de seguridad.

    Detente.

    Hazel escuchó su propia voz dentro de su cabeza. A diferencia de ella misma, la voz aún estaba tranquila y pensaba racionalmente, algo por lo que estaba agradecida. Estaba empezando a perderse, su mente se desmoronaba al darse cuenta de cuán grave era la situación. Exhaló, su aliento flotaba en el aire. Podía oler la nieve, consciente de que el viento fresco que comenzaba a sentirse significaba que estaba en camino. Sabía que podría ser mortal si quedaban expuestos por demasiado tiempo. Necesitaban ayuda para llegar a un lugar seguro. Sin embargo, no podía concentrarse en nada de eso. Todo en lo que podía pensar era en el choque. Este se repetía una y otra vez en su cabeza, los detalles de cómo habían terminado en la parte inferior de la colina dentro de los fierros retorcidos de lo que había sido su automóvil.

    Conducían hacia el pueblo que estaba a unas seis millas de la cabaña. El camino era estrecho, la ladera caía hacia el bosque a su izquierda, y subía hacia las montañas coronadas de nieve a su derecha. Andrew charlaba acerca de su libro, de cómo esperaba dedicarse a este de tiempo completo, haciendo a un lado el ajetreo. Era una propuesta excitante, sobre todo porque ya había asegurado los servicios de un agente y publicado su primer libro, una colección de historias cortas llamada Cuentos Retorcidos, la cual había tenido una buena recepción y les brindaba esperanza y optimismo de que esto podría ser el inicio de un grandioso futuro para ambos. Recordó las últimas palabras que se dijeron uno al otro antes de que su mundo fuese transformado en una violenta tormenta de acero y vidrios rotos. Andrew le platicaba acerca de uno de los hoteles en que se había hospedado en Inglaterra, el cual tenía una escalera que no conducía a ninguna parte y un pequeño rincón de lectura, cuyo extraño diseño lo había desconcertado. Recordó haberse reído, y ella estaba a punto de recordarle que él ya le había contado esta historia antes y que incluso le había enviado las fotografías en línea cuando el automóvil se salió de la carretera, la parte trasera se volvió liviana y el estrépito de los neumáticos los silenció.

    Hielo.

    Aunque la nieve todavía no comenzaba a caer, el clima ya era lo suficientemente frío como para se formara una capa de hielo. Fue algo inesperado y repentino, el automóvil moviéndose hacia el borde de la carretera y la vertiginosa caída. Andrew era un conductor experimentado y reaccionó tratando de volver a la carretera, cuando las llantas inesperadamente dejaron de resbalarse y fueron lanzados sobre el borde. Recordó el sonido y lo increíblemente fuerte que había sido mientras los cristales se hacían añicos, el acero se doblaba y el auto rodaba hacia su destino final. No recordaba el impacto contra el árbol, y daba gracias por ello, incluso al ver cómo había quedado la parte frontal del vehículo, totalmente destruida. Era obvio que había sido un desastre.

    Andy, ¿puedes moverte? Hazel preguntó de nuevo, mirándolo. Sus ojos se habían abierto ahora, pero estaban vidriosos y ausentes. Hazel había tenido suerte, a pesar de la violencia del accidente parecía estar bien. Andrew no había sido tan afortunado. Sus piernas estaban aplastadas, atrapadas entre el automóvil y una gruesa rama del árbol, que había perforado el chasis con facilidad y se había ensartado en su pantorrilla para finalmente detenerse en una explosión astillada en su pie. La sangre y las astillas de madera se acumulaban en el sitio, y sabía que sacarlo por sí misma no era una opción. Necesitaba conseguir ayuda.

    No trates de moverte, veré si puedo regresar al camino. Solo quédate quieto.

    Andy la miró de manera ausente, ojos vidriosos en el crepúsculo. No estaba segura de sí la había escuchado o comprendido, pero sabía que el tiempo estaba en su contra. Hacía frío. En unas pocas horas comenzaría a helar. Con las manos temblando, se desabrochó el cinturón de seguridad, notando que una de sus uñas había sido arrancada durante el choque. Se preguntó por qué no le dolía y sospechó que podría deberse a que se encontraba en estado de shock. Probó con la manija de la puerta, pero el marco estaba doblado y deformado, el mecanismo de apertura, dañado.

    Agnn. Fnmmmm. Gnhhhh Miró a Andy mientras gemía y entraba y salía de la conciencia. Sabía que tenía que actuar, o él moriría. Ya estaba frío y había perdido mucha sangre.

    Un teléfono.

    Un teléfono para buscar ayuda.

    Miró el desastre y supuso que encontrar su teléfono sería prácticamente imposible. Este se encontraba en su mano cuando ocurrió el accidente y con toda seguridad había salido disparado fuera del automóvil mientras rodaban colina abajo. Miró a Andrew, preguntándose si podría tomar el suyo, pero una mirada a la manera en la que el coche estaba doblado y aplastado contra sus piernas bastó paran que advirtiese que incluso si lo tenía en su bolsillo, no podría llegar a este sin causarle potencialmente algún daño a Andy. Tendría que inclinarse sobre él y alcanzar la gruesa rama que lo aprisionaba. Tenía miedo de moverlo, sabiendo que podría empeorar las cosas.  Incluso si pudiese tomar su teléfono, no sabría a quién llamar, no podía decirle a nadie dónde estaban. Sus teléfonos no funcionaban internacionalmente y ninguno de ellos tenía número de contacto alguno de las autoridades canadienses. Su única opción era tratar de salir del automóvil y buscar ayuda manualmente.

    Quitó el borde del marco roto del parabrisas, haciendo una mueca mientras el vidrio se clavaba en sus palmas y abría nuevas heridas. Haciendo caso omiso de estas, se impulsó hacia el frente, cayéndose al salir por la ventana frontal y aterrizando de manera poco elegante sobre el lodo, a un costado del vehículo. Se quedó ahí un rato, con el aliento empañado y el cuerpo dolorido, pero todavía estaba viva y aún podía moverse. Se puso en pie cuidadosamente, evaluando los daños. Una cosa estaba clara cuando miró los restos del automóvil. Había sido un milagro que ambos hubieran sobrevivido. El vehículo había quedado casi irreconocible. Un verdadero desastre. El automóvil se había detenido en la arboleda, el camino estaba cubierto por una oscura maraña de ramas, mientras, el sol había descendido por debajo del horizonte y anunciaba la llegada de la noche. Detrás, se podía distinguir el agujero que el coche había dejado en la arboleda y la gran cantidad de trozos de cristal roto y metal, la ladera excavada y cubierta por un rastro de escombros. Sabía que nadie podría ver el auto desde la carretera. Estaban demasiado adentro de la arboleda y completamente fuera de la vista. Asomó su cabeza en el automóvil.

    Andy, ¿estarás bien? Trataré de regresar a la carretera para conseguir ayuda.

    Gnff. Fgrrrrmph. Hazel no estaba segura de cómo interpretar sus gemidos, o por qué se encontraba tan tranquila bajo tales circunstancias, pero decidió que eso no tenía importancia. Todo lo que importaba era conseguir ayuda. Aunque iba contra todo instinto dejarlo ahí, se alejó del automóvil y siguió el rastro de escombros hacia la colina, dándose cuenta de que no podía ejercer mucha presión sobre su pie derecho. Sentía como si tuviese un esguince en su tobillo, tal vez incluso una fractura. Con cautela, avanzó cojeando hacia la ladera y la invitante luz pálida de la luna, que ahora se distinguía en un cielo cada vez más oscuro.

    Bastó un vistazo para que se diese cuenta de que era imposible. Incluso con un pie sano, no había manera de que pudiese escalarlo. La primera parte en la cual se encontraba no era tan mala. Era rocosa con matas de hierba amarilla, con una pendiente de alrededor de cuarenta grados. Un tercio del camino hacia arriba, una pared vertical de roca se extendía unos seis metros más o menos, antes de que la ladera volviera a ascender hacia la carretera. Incluso aunque parecía imposible, cojeó tan lejos como pudo por la colina, medio caminando, y medio trepando mientras respiraba entrecortadamente. Cuando subió, se dio cuenta de que era imposible que alguien la viese desde la carretera. La pieza de roca sobresaliente, una formación natural, bloqueaba cualquier visibilidad. Incluso si se parara en la arboleda y agitara sus brazos, nadie podría verla. Aun así, se dirigió hacia la pared, de todos modos; la piedra arenisca lisa erosionada no ofrecía ningún punto de agarre. Carecía de asideros o puntos de apoyo. La pared seguía la curva de la carretera y luego era tragada por más árboles. Fue entonces cuando tomó conciencia de lo desesperanzador de la situación que llegaron las lágrimas. Golpeó la pared con el puño y gritó hasta que le dolió la garganta y pudo saborear la sangre. Agotada, se dejó caer en una postura sentada, apoyándose en la roca que le impedía obtener ayuda. Ambos habían comentado acerca de lo aislado que se encontraba aquel sitio.

    Vamos a morir aquí.

    Era la primera vez que se permitía creer que aquello era una posibilidad, y ahora que estaba en su cabeza, era lo único en que podía pensar. Se imaginó a sus niños recibiendo la noticia de que sus padres habían muerto. Aun peor, ella y Andy serían reportados como desaparecidos al principio, prolongando el calvario familiar hasta que los restos de su automóvil fueran descubiertos. Se imaginó como sería, morir ahí, ya sea a causa de sus heridas, hipotermia o inanición. Recogió un puñado de piedras sueltas y las tiró por la colina con frustración, viéndolas rodar y caer en la oscuridad. Fue entonces cuando vio las luces. Desde su ventajosa posición colina arriba, podía ver sobre las copas de los árboles. Más allá de la maraña negra de árboles que se extendía para siempre, podía distinguir luces. Probablemente una granja. Se maginó a un anciano y a su mujer sentados frente a una chimenea, la mujer tal vez tejiendo mientras el hombre se sentaba con los pies en alto después de un arduo día de trabajo, quizás leyendo su periódico o engullendo un plato de estofado caliente. Tan cliché como pudiese parecer así es como ella lo imaginaba. Percibió calidez, seguridad y ayuda. Vislumbró un escenario en el cual no tenían por qué morir, y en donde sus niños no tendrían que ser criados como huérfanos. No tenía alternativa. Para llegar a la granja, debía internarse en el bosque. Aún peor, tendría que dejar a Andrew. Parte de ella no creía poder hacerlo hasta que pensó en la alternativa. Volvió a mirar las luces a lo lejos, tratando de calcular qué tan lejos se encontraban. Juzgando que resultaba casi imposible, y la verdad del asunto era que ella sabía que no importaba. Tenía que llegar allí. Con renovado optimismo, bajó la colina, haciendo una mueca ante el dolor en el tobillo y el pecho, donde el cinturón de seguridad había hecho su trabajo y la había inmovilizado en su lugar durante el choque. Corrió de vuelta al automóvil, inclinándose a través de la ventana del lado del pasajero. Andrew no se había movido y si no fuese por sus respiraciones ásperas y húmedas y la ocasional burbuja de sangre que se formaba en sus labios y luego estallaba, podría haber pasado por un cadáver. Verlo así le dolía. Sintió calor en sus mejillas y, distraídamente, se secó las lágrimas antes de que pudiese calmarse.

    Hay una casa, parece una granja, del otro lado del bosque. Iré para conseguir ayuda, ¿sí?

    Mnmf, Mnmf...

    Regresaré tan pronto como pueda. Hazel se quedó ahí, esperando alguna respuesta afirmativa o negativa, pero el simplemente se desplomó sobre el volante, el miedo en sus ojos expresaba las palabras que era incapaz de vocalizar. Suponiendo que no había nada más que decir, lo dejó y se dirigió hacia la arboleda.

    DOS

    En cuestión de minutos, los restos de su automóvil se perdieron de vista, engullidos por la densa maraña de ramas nudosas y desnudas. Hazel avanzó lentamente, tratando de no pensar en el miedo que se había apoderado de ella con cada paso tentativo que la adentraba más en la oscuridad. Cuando se le ocurrió la idea de cruzar el bosque para buscar ayuda, su mente estaba llena de imágenes de las incontables películas de terror que había presenciado a lo largo de años de terreno bien recorrido a través de una vía claramente definida. La realidad, sin embargo, demostraba ser diferente. No había iluminación sutilmente colocada por expertos para que los actores pudiesen ver lo que estaban haciendo, ni tampoco había un equipo de cámara y un director que la guiasen a través de un camino predefinido despejado de cualquier obstáculo y ya cubierto en ensayos una docena de veces. En vez de ello, solo había una oscuridad que lo consumía todo, un negro tan profundo y denso que desafiaba la creencia. Se movía casi por instinto, tropezando con problemáticas raíces que serpenteaban a lo largo de su ruta elegida, casi gritando de terror cada vez que una rama fría y delgada tocaba su piel, como los dedos de algún cadáver momificado que acechaba fuera de la vista. Incluso el dolor en su pecho y pie era secundario ahora, cada sentido estaba vivo. Con su capacidad visual ampliamente disminuida, sondeaba con sus manos frente a ella, tanteando alrededor de las ramas de los árboles mientras se adentraba más y más.

    Esto está durando demasiado tiempo.

    Las palabras se repetían, una y otra vez, acompañadas por la imagen de Andrew desplomado en el automóvil, sangrando y solo. Ella sabía que tenía que ayudarlo. Una brisa revoloteó entre los árboles, y se dio cuenta del silencio que imperaba. No había animales haciendo sonidos, ni señal de movimiento alguno, lo cual supuso que era algo bueno. Sabía que se encontraban en tierra de osos, aunque pensó que estos se encontrarían hibernando ahora, pero no podía asegurarlo. Como resultado, todo lo que hacía le parecía increíblemente ruidoso. Se preguntó qué tan lejos se encontraba la granja, y si podrían regresar en el tiempo para auxiliar a Andy. Siguió adelante, decidida a hacer todo lo posible por salvarlo. Ignorando el peligro, siguió adelante, de alguna manera manteniéndose erguida mientras tropezaba en la oscuridad. Rodeó un árbol, su sombra ocultaba una empinada pendiente. Cayó,

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1