En una diminuta localidad californiana devastada por el fuego, un muralista encuentra una vocación y notoriedad
PARADISE,
California. - Nicole Weddig sintió una extraña sensación de calma cuando se
detuvo en el camino de entrada, con la mirada fija en la pared.
No
esperaba volver a encontrar la paz en esta ciudad, donde todo lo que quedaba de
su hogar eran cenizas, escombros y metal oxidado, escalones que no conducían a
ninguna parte y una amalgama de piedra chamuscada.
Sin
embargo, fue reconfortante ver el retrato de su hija plasmado delicadamente en
la pared, su pequeño perfil mirando hacia los árboles, con mechones de cabello
fino que se apartaban de su rostro flotando como si los agitara el viento.
Eleanor
se había negado a poner un pie en Paradise en las semanas posteriores al
incendio. "No quiero ver un edificio quemado", les dijo a su mamá y su
papá la niña de nueve años. Así que Nicole
había ido de visita solo dos veces: primero para ver si algunas pertenencias habían sobrevivido a las llamas y, ahora, a fines de
enero, para ver el mural.
Nicole
le había ofrecido el muro a un viejo amigo de
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