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Ángeles en paracaídas
Ángeles en paracaídas
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Libro electrónico279 páginas3 horas

Ángeles en paracaídas

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Ángeles en Paracaídas debió escribirse a partir del año 2002 porque en ese momento había acumulado la mayoría de las experiencias que aquí encontrarás: unas reales, algunas virtuales y otras imposibles. Sin embargo, mis carencias literarias me llevaron a olvidar el asunto. La complejidad de una narrativa más precisa que te lleve a entender y asimilar tal cual asimilé lo que tengo que decirte, aún no existía en mí. Ahora lo más difícil, lo que llamamos "Espíritu Santo" y "ángel".

IdiomaEspañol
EditorialCreaLibros
Fecha de lanzamiento27 jun 2018
ISBN9786124764998
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    Ángeles en paracaídas - Rafael Martínez Chávez

    Portada

    Ángeles en paracaídas

    Rafael Martínez Chávez

    Junio, 2018

    Lima - Perú

     Ángeles en paracaídas

    Primera edición digital

    Lima, Junio de 2018

    © Rafael Martínez Chávez.

    ISBN Digital: 978-612-47649-9-8

    Digitalizado y Publicado por CreaLibros Perú

    logo_crealibros

    +51 949 145 958. Lima, PE

    www.CreaLibros.com

    Prohibida su total o parcial reproducción por cualquier medio de impresión o digital en forma identica, extractada o modificada, en castellano o en cualquier otro idioma, sin autorización expresa del autor.

    Ángeles en Paracaídas debió escribirse a partir del año 2002 porque en ese momento había acumulado la mayoría de las experiencias que aquí encontrarás: unas reales, algunas virtuales y otras imposibles. Sin embargo, mis carencias literarias me llevaron a olvidar el asunto. La complejidad de una narrativa más precisa que te lleve a entender y asimilar tal cual asimilé lo que tengo que decirte, aún no existía en mí. Escribí los otros dos libros como jugando y recién puedo asegurar que estoy lo suficientemente preparado como para plasmar estas experiencias en algo digerible.

    Ahora lo más difícil, lo que llamamos Espíritu Santo y ángel.

    Si no tienes intenciones de cerrar este libro o aún no lo has lanzado lejos, te lo agradezco.

    El Autor

    La realidad supera a la ficción

    (a) José Carlos Mariátegui

    PROFETAS Y SOCIEDADES SECRETA

    Desde la antigüedad los mensajeros que se encargaron de hacer saber lo que Dios deseaba hacer público se llamaron profetas. Su labor principal era advertir dónde se encontraba el mal oculto y sus consecuencias. Era mostrar que el camino seguido iba hacia una encrucijada con muchas calamidades y pocas respuestas. No exactamente como castigo divino, sino que simplemente serían las consecuencias de nuestra libertad de elegir y de nuestra desobediencia o concupiscencia.

    Ellos serían perseguidos mayormente porque al advertir a la gente del mal en sus actos, hacían públicos los defectos y pasiones que guiaban a los personajes señalados; especialmente cuando se trataba de reyes, autoridades de todo tipo y hasta sacerdotes encargados del servicio de Dios.

    El principal defecto de cualquier profeta era no poder cerrar la boca mientras desfilen delante de sus ojos la injusticia y la maldad en cualquiera de sus manifestaciones. Ya sea porque lo veían directamente, en visiones o se lo advirtieran con voces internas, los mensajes entregados tenían como fin la corrección. Otras veces anunciaban los ineludibles males atraídos por la desobediencia y el mal proceder, tanto de amigos como enemigos.

    Pero algunas veces denotaban la conformidad de Dios con las acciones y pensamientos encerrados en el interior de las personas. La voluntad de hacer bien las cosas y devolverle al Señor la satisfacción de haberle obedecido. Las consecuencias eran paz y abundancia por mucho tiempo.

    ¿Cuándo aparecieron los profetas? Muy temprano en la historia del pueblo hebreo había manifestaciones de poderes debido a la adoración del mal, como personificación o cultura. Esos poderes provocaban mucho miedo en los pueblos de la antigüedad; riquezas y privilegios para aquellos que gozaban de su usufructo, como consecuencia de ese pacto. Había que hacer algo para compensar ese mal, el abuso de esas facultades ocultas y tenebrosas, que incluso hoy son bastante comunes.

    La figura de los profetas es básicamente lo mismo. Anulando el poder psíquico con los mensajes de Dios. Anulando el poder militar antagonista con un poder supremo que muchas veces asustaba y dispersaba al agresor. No es sorpresa que una sola persona –el profeta– pudiese sorprender o adelantarse a los actos de tropas enemigas, y en algunos casos, de las tropas de su propio pueblo y rey.

    Tan importante como dar los mensajes era obedecer en todo lo que se le pedía al profeta, de tal manera que al final daba como resultado una manifestación de poder verdadero que pasaba por encima de cualquier plan humano. Muchos opositores a los profetas armaban trampas para acabar con estos mensajeros. Sin embargo, después que los opositores habían hecho gala de una astucia y maldad de alto nivel, terminaban encerrados en sus propias trampas, mientras se resarcía de polvo y paja al profeta y a sus allegados.

    Aparentemente se trataba de un poder privilegiado que en más de una ocasión devolvió la vida a los muertos, cerró y abrió los cielos, sanó de enfermedades incurables y de otros males a muchas personas. Pero las persecuciones y maltratos recibidos no eran del agrado de los designados para recibir el don. Muchos de los escogidos preferían huir o no haber nacido porque al cumplir con llevar los mensajes de Dios, se exponían a un sinnúmero de persecuciones, castigos y amenazas.

    Hablando personalmente de un profeta, opino que los escogidos tenían la común y extraña tendencia a no encajar con su sociedad. A ser solitarios e incomprendidos. A veces ni sus propios familiares aceptaban sus palabras, porque no entendían que la voluntad de Dios no maneja los mismos tiempos ni deseos de los hombres.

    Tanto ayer como hoy se han formado sociedades secretas de hombres y mujeres, que desde siempre no veían con buenos ojos se les cuestione por sus actividades ilícitas a los ojos de Dios. Mediante el uso de esas facultades estarían a la expectativa de cualquier oportunidad para pervertir a la gente buena que aún existía. Los profetas no eran la excepción. Sólo que ellos sí se encontrarían advertidos.

    Frases como ningún profeta es bien recibido en su tierra o Dios escribe derecho en líneas torcidas nos llevan a pensar que el mundo de todos y cada uno de los tiempos no se encontraría en sincronía con la voluntad de Dios. Pero a Dios nadie puede pedirle cuentas. Ni siquiera pedirle una cita. No tiene oficina ni teléfono y no responde a las cartas ni correos. Él vive en el corazón de los seres humanos pero muy pocos tienen las agallas para dejarse guiar por ese mundo interior. Prefieren la gloria del mundo material y la riqueza, el desorden y la impunidad; entonces la ley encerrada en el corazón del hombre ya no los afecta. ¿Quién escoge a quién?

    El hecho de saber que cualquier ser humano tiende a enfocarse en sus oportunidades en el mundo aleja la posibilidad de aceptar. Por eso, el momento en ser llamado a llevar los mensajes de Dios a los infieles seres humanos tendría un efecto inverso. En vez de aceptarlo, muchos elegidos se lamentaron y trataron de evadir esa gran responsabilidad. Pero el poder de Dios es imposible de rechazar. A pesar de habernos dado la libertad para escoger, creo que ningún profeta pudo oponerse a esa voluntad divina. Entonces ¿Dios nos ha hecho libres?

    Hay algo que debes saber para responder a esta pregunta con acierto. Dios creó todo lo que existe, puedas percibirlo con tus sentidos e inteligencia o no. Dios y sus ángeles existían desde antes que los hombres inventaran el tiempo. Parece paradójico pero si con las líneas anteriores entendiste que solamente existe el adimensional presente en el que vivimos, recién podremos resolver el enigma del tiempo.

    Volviendo al tema de la libertad de elegir, saltándome muchas explicaciones que quedan pendientes y sabiendo que los ángeles existen desde mucho antes que la raza humana, te puedo decir que ellos ven lo que nos ocurre y no son indiferentes a nuestros errores cometidos día a día. A tantas muertes sin sentido por un pedazo de tierra o la riqueza ajena.

    En algún momento y a manera de servicio militar, ellos piden libremente venir a la vida y al mundo, cada uno con un propósito especial. El mismo Dios les asegura que después de ayudar a reparar el mundo y la mala actitud de los hombres, deberían salvarse al final de su vida –si cumplen lo que se le pide– recuperando su lugar inicial. Una vez que el mismo Dios escoge entre una multitud ansiosa de participar en la salvación de los seres humanos (antes que te formaras dentro del vientre yo te escogí), se les advierte que olvidarán todo porque esa información elevaría su ego, dificultándoles cumplir su misión. También el enemigo se daría cuenta contra quién combate, atrayéndole calamidades innecesarias antes de tiempo.

    No es una regla general porque algunos pocos sí llegarían a saberlo en vida y podrían vivir con la noticia sin alteraciones en su comportamiento o escudados detrás de las puertas de un convento, santuario y monasterio de cualquier religión. Pero la edad precisa para recibir esta revelación no es una constante. Y mucho menos serían los llamados a hacérselo saber al mundo. Saberlo nomás es una fuente de males.

    Para empezar con los relatos te adelanto que la única manera de evitar una profecía de malas consecuencias es remover el corazón de la masa colectiva de una enorme nación –como alguna vez fue el pueblo hebreo– que mayormente no conoce a Dios; para que cambie de actitud y proceder. Si advertirles es peligroso, imagínate que hacerle cambiar de parecer sería una hazaña. Pero lo peor ocurre cuando las palabras del profeta no tienen valor debido a la indiferencia de un pueblo o del mundo actual. Evitar las desgracias sería imposible. Y cuando las consecuencias de su mensaje sean buenas, regocíjate, es un adelanto del premio –en líneas generales porque los problemas siempre existen–, porque afirma que llegará el tiempo de paz y prosperidad en un mundo que ya no cree en nada ni en nadie.

    ¿Que no crees en nada o te autodenominas ateo? Ya te veía venir...La ley moral está escrita en la mente y en el corazón de los seres humanos. Obnubila tu pensamiento con la desobediencia y esa ley te perseguirá el resto de tu vida. Cúmplela y te aseguro que no necesitarás mensajeros.

    Jonás, el último servidor del Señor del Tiempo

    BUSCANDO A LOS ÁNGELES I

    Antes que los hombres inventaran el tiempo, cuando no existían ni el día ni la noche; cuando no había necesidad de marcar los días, los meses, las estaciones, ni los años, existía la Luz eterna y esa Luz no podía ser consumida por las tinieblas de la nada, del caos.

    Luz llena de vida, no podía permanecer como única creatura. Con tres manifestaciones del mismo ser, no podía existir otro que sea perfecto como Él, sin ser Él. Sin embargo podría ser acompañado por otros seres muy parecidos a Él, pero diferentes a Él. Seres inmateriales que no necesitarían nada, aparte de su Creador, para tenerlo todo.

    Para no ser Él debían ser distintos en algo, en la perfección. Si bien los haría casi perfectos y similares a Él, esa era la condición para crear algo distinto a Él, pues Él es perfecto en sus diferentes manifestaciones. Lo que iba a crear no debía ser perfecto, aunque estuviera bien cerca de serlo.

    Esa cuasi perfección debía ser obediente a lo perfecto para evitar el deterioro. La vida generada por lo perfecto iba a llenar de vida a lo imperfecto por toda la eternidad. Lo perfecto es la fuente de vida porque lo imperfecto no puede ser eterno, sino transitorio…

    Ángel de la mañana, de la Creación. Ése era su nombre. Lo más parecido a lo perfecto, apenas distinto a Él. Reflejo de la belleza del Creador que solamente la perfección puede ostentar. Entre todos los ángeles, el más cercano a Él.

    Luzbel veía la creación de otra manera. Seres perfectos sumisos –esa era la soberbia que lo subyugaba– que a pesar de tener consciencia no eran capaces de ser libres. ¿Libres de qué, de la obediencia que prodigaba la vida?

    Sabía que todos los seres creados hasta ese momento eran eternos, no comprendía qué les podría arrebatar la existencia. Pero ¿y la libertad?

    El Creador lo sabía todo, desde antes de la creación de estos seres celestiales, porque conocía la esencia de la imperfección que había puesto en sus creaturas. Sabía que hasta un mínimo atisbo de error podía generar grandes y graves consecuencias. Sabía lo que iba a pasar y se adelantaría a los hechos, pero de manera reservada. Nadie sabría que Él se anticiparía a todo y a todos. Lo perfecto no iba a cometer errores, solamente iba a probar la libertad de sus creaturas.

    Entonces ese falso argumento –eternidad y libertad– fue iniciado y propagado por el ángel que más se le parecía, generando una respuesta automática en el resto.

    Esa libertad barrió con un tercio de las estrellas del cielo. Esa tercera parte de ángeles prefirió la libertad lejos de su Creador. Bajo el amparo de la eternidad inherente a su esencia y a la libertad para hacerse igual a lo perfecto –otro error más–, ya no podían existir en el mismo lugar de la perfección, de la obediencia, del bien producto por la presencia de lo perfecto.

    En ese instante se creó un lugar lejos del cielo de Dios en donde se expulsaría a aquellos que prefirieron ser libres. Sus murallas infranqueables por toda la eternidad sería la propia voluntad de aquéllos que se alejaron de la luz, de la verdad, de la vida.

    La tradición cristiana explica que los ángeles, debido a su inteligencia absoluta, no se permiten cambiar sus decisiones una vez tomadas. Después de elegir por ser o no ser de Dios, no había arrepentimiento ni cambio de decisión posible. Instantáneamente un segundo grupo de ángeles se reafirmó en servir a Dios en forma incondicional. Hasta aquí lo revelado y válido.

    Al no existir el tiempo y quedando pendiente un tercer grupo para quienes ambos argumentos pesarían por igual, en ese mismo instante en que los ángeles rebeldes eran exiliados lejos de la presencia del único Dios, también se creaba una realidad alterna en donde el último grupo decidiría ser o no ser de Dios –dice el hagiógrafo porque eres tibio y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca–; para que como ángeles que son, no se arrepientan jamás…

    EN LAS ARENAS DEL DESIERTO

    Hoy a media tarde ha salido del pueblo un pequeño grupo de gente, no más de diez personas. Por un camino estrecho llevan cargando un cuerpo, el cuerpo de una mujer. Entre llantos y lamentaciones la depositan en un lugar del desierto, bastante alejado de las casas en donde habitan los presentes.

    Luego de terminar de untarla con bálsamos y de envolverla con un sudario, la introducen en un agujero cavado en las arenas del lugar. Ya han pasado varias horas; después de las condolencias y del último adiós, los familiares del viudo se retiran uno por uno, porque la tarde empieza a mostrar sus sombras alargadas.

    El hombre se niega a marcharse y pide que lo dejen solo. No quiere alejarse de la que fue su mujer por tantos años. Quiere hablar con ella por última vez y las palabras se niegan a dejar de brotar, a pesar que no recibe respuesta alguna.

    Una vez solo y cuando al fin logra entender que debe retirarse, luego de un largo e imperceptible sollozo, emprende el retorno a su hogar. El que ahora lucirá solitario como él ya que no llegaron a tener descendencia.

    Mientras camina y piensa, recuerda tantas vivencias pasadas. Algunas le devuelven cierta alegría por la intensidad con que fueron vividas. Otras no tan afortunadas lo devuelven al doloroso momento que viene pasando.

    De pronto, la voz de un viejo amigo lo saca de sus cavilaciones y penas. Ese amigo que le mostró tantas cosas, que le enseñó todas las iniquidades secretas del pueblo en donde vive. Esa voz, que le reveló un gran poder para el cual ahora trabaja, lo intentaba consolar. La voz denotaba una firme serenidad. Entendía el dolor pero no se dejaba influenciar. Había aún muchas cosas pendientes y le pedía voltear la página.

    –No siento más ganas de vivir. Yo esperaba muchos males para mi persona porque estaba preparado, pero esto me ha traspasado el alma.

    –Debes sobreponerte. Este pueblo no corrige sus actos y debes advertirles las consecuencias de sus acciones. Eres el centinela de mi pueblo.

    La admiración se dibujaba en la expresión del anciano. La voz podía ser muy enigmática, pero ya estaba acostumbrado a ella. Sin embargo, esta vez lo cogió desprevenido. Esperaba que lo deje en paz por algunos días porque se encontraba bastante dolido, pero la voz podía ser muy insistente y serena a la vez.

    –¿Qué significa eso?

    Mientras caminaba, el anciano prestaba oídos a la voz que le explicaba los pormenores del asunto.

    –Cuando un pueblo entra en guerra, de entre ellos escogen a un centinela. Cuando vea llegar al enemigo deberá tocar el cuerno para dar aviso al resto. Si él toca el cuerno, el que lo escucha y hace caso, se salvará. Pero el que oye el cuerno y no hace caso morirá por las armas del enemigo, siendo culpable de su propia muerte. Escuchó el cuerno y no hizo caso…

    Mientras Ezequiel caminaba tratando de pensar qué significaría todo aquello, la voz continuó con su mensaje.

    –Pero si viene el enemigo y el centinela no toca el cuerno, los que caigan morirán por sus propias faltas pero el centinela será responsable de las muertes. Vio llegar al enemigo y no tocó el cuerno; se le pedirán cuentas por lo sucedido, por la sangre de los caídos.

    Ya estaba llegando al pueblo. El ocaso mostraba sus últimos destellos de luz mientras que la voz terminaba de explicar.

    –Tú eres el centinela de mi pueblo. Has visto toda su maldad y herejía. No voy a permitir que continúe así por más tiempo.

    –Adonai, ¿qué deseas que haga en tu nombre? ¿Qué les advierta de tu enojo para evitar morir? ¿Porqué más muertes? ¿No te basta con mi dolor por la muerte de mi esposa? ¿Debo seguir atrayendo calamidades a tanta gente?

    –Tú solamente lleva el mensaje. No temas porque estaré contigo.

    Después de caminar buen tiempo, la conversación no daba señales de terminar.

    –Todo esto no tiene sentido–, replicó el anciano ya casi llegando a su morada.

    –Sí, hay una buena razón Ezequiel. Debes escribir todo esto junto a lo que has llegado a ver hasta hoy…Y lo que viene. Después de muchos años otros entenderán lo que deben hacer cuando enfrenten algo similar. Otros que no me conocerán tanto como tú y que andarán prácticamente a ciegas. Tu testimonio es muy importante para mí. Ayudaremos a mucha gente que nunca conocerás.

    Ya en el interior de su

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