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La novia del griego
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La novia del griego
Libro electrónico147 páginas1 hora

La novia del griego

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Información de este libro electrónico

De simple secretaria había pasado a ser la prometida de un magnate...
Por ser nieta ilegítima de un famoso millonario griego, Andrea Fraser creció siendo pobre. Pero al alcanzar los veinticinco años la habían llamado repentinamente para que fuera a Grecia, donde la esperaban sorprendentes noticias...
Por lo visto, su abuelo le había encontrado marido, de hecho ya la había prometido con el magnate Nikos Vassilis como parte de un trato. Sin embargo Andrea era una mujer independiente que no tenía la menor intención de aceptar un matrimonio de conveniencia. Quizá Nikos fuera el hombre más sofisticado sobre la faz de la tierra, pero lo abandonaría en cuanto tuviera la más mínima oportunidad... ¿O quizá no?
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 jun 2018
ISBN9788491882091
La novia del griego
Autor

Julia James

Mills & Boon novels were Julia James’ first “grown up” books she read as a teenager, and she's been reading them ever since. She adores the Mediterranean and the English countryside in all its seasons, and is fascinated by all things historical, from castles to cottages. In between writing she enjoys walking, gardening, needlework and baking “extremely gooey chocolate cakes” and trying to stay fit! Julia lives in England with her family.

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    La novia del griego - Julia James

    Editado por Harlequin Ibérica.

    Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2003 Julia James

    © 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    La novia del griego, n.º 1478 - junio 2018

    Título original: The Greek’s Virgin Bride

    Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

    Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N.: 978-84-9188-209-1

    Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Portadilla

    Créditos

    Índice

    Prólogo

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Epílogo

    Si te ha gustado este libro…

    Prólogo

    Que quieres que haga qué? –Nikos Vassilis miró fijamente al hombre mayor que tenía enfrente.

    Yiorgos Coustakis lo miró serio. A los setenta y siete años todavía era un hombre con mucha fuerza y su mirada, tan penetrante como lo había sido de joven. Eran los ojos de un hombre que conocía el precio de todo.

    Especialmente, el de las almas humanas.

    –Me has oído muy bien –dijo sin inmutarse–. Cásate con mi nieta y podrás conseguir la fusión.

    –Me pareció haber oído mal –dijo el hombre más joven, muy despacio.

    La boca del viejo se torció con una mueca.

    –Deberías hacerlo –le advirtió–. Es el único trato posible. Por eso has volado a miles de kilómetros, ¿no?

    Las expresiones duras y atractivas del visitante se mantuvieron impasibles.

    Revelar algo al viejo Coustakis durante una negociación era un error. Desde luego, no le iba a dejar ver lo molesto que se había sentido cuando el gerente del imperio Coustakis le había llamado a las tres de la mañana a su apartamento de Manhattan y le había dicho que si quería un trato debía estar en Atenas por la mañana para firmarlo.

    Si hubiera sido cualquier otra persona, le habría colgado. Cuando el teléfono sonó, estaba con Esme Vandersee en la cama y no estaban durmiendo, precisamente. Pero Yiorgos Coustakis tenía unos atractivos con los que ni siquiera la espectacular Esme, reina de las pasarelas, podía competir.

    El imperio Coustakis era un premio por el que valía la pena renunciar a cualquier mujer.

    ¿Pero tanto como para casarse con alguien? ¿Como para perder la libertad? ¿Por una mujer a la que nunca había conocido? ¿A la que nunca había visto?

    Nikos miró por la ventana. Abajo, Atenas, atestada de gente y contaminación, única. Una de las ciudades más antiguas de Europa, la cuna de la civilización occidental. Nikos la conocía como un niño conoce a sus padres. Había crecido en sus calles y se había endurecido en sus callejones.

    Había salido de la pobreza con uñas y dientes. Ahora, a sus treinta y cuatro años, ya no se parecía en nada a aquel niño huérfano que correteaba libre por las calles.

    El viaje había sido largo y duro; pero lo había hecho. Y las mieles del premio eran realmente dulces. Estaba al borde de lograr uno de sus mayores objetivos: hacerse con las poderosas Industrias Coustakis.

    –Había pensado –dijo manteniendo la cara impasible– en un intercambio de acciones.

    Lo tenía todo planeado. Pensaba trocar su propia empresa por el imperio Coustakis, y lo haría intercambiando acciones sin soltar un céntimo. Claro que el señor Coustakis iba a necesitar que lo convenciera con un buen acuerdo personal, lo sabía, pero eso también estaba planeado. Sabía que el viejo quería marcharse, que su salud no era buena, aunque oficialmente se negara. Pero también sabía que no iba a ceder el control de su negocio sin un trato multimillonario que le salvara la cara. Se marcharía como un león, dando un último rugido. No, como un lobo al que lo echan de la manada.

    Pero a Nikos eso no le importaba. Cuando a él le llegara el momento de marcharse, también se lo pondría difícil a su sucesor, lo mantendría en su sitio.

    Pero lo que Coustakis acababa de proponerle había sido como una patada en el estómago. ¿Casarse con su nieta para quedarse con la empresa? ¡Ni siquiera sabía que el viejo tuviera una nieta!

    Por dentro, tras la cara impasible que mostraba, Nikos se quitaba el sombrero. Yiorgos Coustakis todavía era más fuerte que sus rivales. Más fuerte incluso que él, un rival que le estaba proponiendo una fusión amistosa entre socios.

    –Tendrás el intercambio de acciones que quieres; como regalo de bodas.

    La respuesta de Yiorgos fue clara. Nikos se quedó en silencio. Detrás de su apariencia tranquila, su mente iba a toda velocidad, echando chispas.

    –¿Y bien? –preguntó Yiorgos.

    –Me lo pensaré –le respondió, en un tono frío.

    Se giró para marcharse.

    –Sal por esa puerta y se acabó el trato. Para siempre.

    Nikos se paró. Miró al hombre sentado en el escritorio. No estaba echándose un farol. Lo sabía. Todos sabían que el viejo Coustakis nunca se echaba un farol.

    –O firmas ahora o nunca –insistió el hombre

    Nikos había heredado del padre al que no había conocido unos ojos grises y una altura de un metro ochenta que excedía la media del resto de los griegos. Miró sin pestañear al hombre que tenía delante. Después, volvió al escritorio y tomó el bolígrafo de oro que le estaba ofreciendo y, sin decir ni una palabra, firmó el documento. Después, soltó el bolígrafo y salió de la habitación.

    Durante el breve trayecto hacia la salida, Nikos intentó, en vano, refrenar sus pensamientos.

    Se sentía exultante y furioso a la vez. Exultante porque había logrado algo que deseaba hacía mucho tiempo y furioso porque el zorro más astuto que conocía lo había manipulado.

    Levantó la cabeza. ¿Qué importaba si Coustakis había salido con un trato que no esperaba? Nadie podría haberlo adivinado. ¿Y si era capaz de sacarse del bolsillo a una nieta de la que nadie había oído hablar nunca a él qué le importaba? Él iba a conseguir algo por lo que había luchado toda su vida. E iba a estar en la cima.

    Que la mujer que iba a ser su esposa fuera una desconocida era algo totalmente irrelevante, comparado con hacerse con el imperio Coustakis.

    Él sabía muy bien qué era lo que realmente importaba en esta vida. Lo que siempre había importado.

    Y el viejo Coustakis y su nieta tenían la llave de sus sueños.

    Ni se le ocurría renunciar a ellos.

    Capítulo 1

    Andrea oyó toser a su madre en la cocina, mientras preparaba el desayuno. Su cara se tensó. Esa tos estaba empeorando. Kim había sido asmática toda su vida, lo sabía, pero la bronquitis que había pillado el invierno pasado duraba ya más de dieciocho meses y sus pulmones estaban más débiles que nunca.

    El médico había sido muy amable, pero, aparte de mantener la medicación, lo único que le había aconsejado había sido que se marchara a un lugar con un clima más cálido y más seco. Andrea le había sonreído con educación y no se había molestado en explicarle que eso era tan difícil como llevarla a la Luna. Apenas tenían para cubrir gastos, cuanto más, para pensar en irse al extranjero.

    Escuchó que metían el correo por la ranura de la puerta de su piso de alquiler y fue deprisa a recogerlo antes de que su madre pudiera verlo. Últimamente, sólo llegaban facturas que sólo traían más preocupaciones. Su madre ya se estaba preguntando cómo iban a pagar la calefacción durante el invierno.

    Andrea ojeó el correo. Dos facturas, propaganda y un sobre de color sepia dirigido a su nombre. Frunció el entrecejo. ¿Y ahora qué? ¿Algo del Ayuntamiento? ¿Una orden de desalojo? ¿Un comunicado del banco?

    Abrió el sobre y sacó el papel del interior. Se trataba de un folio timbrado con un párrafo escrito a máquina que comenzaba con: Estimada señorita Fraser:

    Mientras leía la misiva, Andrea se fue quedando de piedra. Tuvo que leer la carta dos veces para creérselo. Después, arrugó el papel con furia y lo tiró contra la puerta. Este rebotó y cayó en la alfombra.

    «¡Miserable!»

    Sentía una furia enorme. Se obligó a respirar hondo, a calmarse. Se agachó y recogió el papel; no podía dejar que su madre lo viera.

    Durante todo el día, no pudo dejar de darle vueltas al contenido de aquella nota que le quemaba, hecha una bola, en el fondo de su bolso.

    Le convocamos para que se presente al señor Coustakis a finales de la próxima semana. Encontrará un billete de avión en el aeropuerto de Heathrow para el viernes por la mañana. A su llegada a Atenas, un coche pasará a recogerla. Mañana a las cinco de la tarde, llame al número de abajo para confirmar el recibo de esta comunicación.

    Simplemente estaba firmado: «En nombre del señor Coustakis». Yiorgos Coustakis. El fundador y dueño del imperio Coustakis, valorado en millones de libras. Un hombre al que Andrea odiaba con todo su ser.

    Su abuelo.

    Aunque él nunca había reconocido aquella relación.

    Aquella carta le trajo a la memoria otra. Una que le había escrito directamente a su madre. También había sido corta, como aquella. La había escrito para informarle de que cualquier intento de volverse a comunicar con él resultaría en una denuncia legal. Eso había pasado hacía diez años. Yiorgos Coustakis había dejado claro que, por lo que a él concernía, su nieta no existía.

    Ahora, salido de la nada, le escribía para que fuera a verlo.

    Andrea apretó la boca. ¿De verdad pensaba que iba a hacer la maleta así como así y tomar aquel avión a Atenas? Una nube gris cruzó por sus ojos. Yiorgos Coustakis podía morirse antes de que ella fuera a verlo.

    Al día siguiente, le llegó otra carta. De nuevo, de las oficinas en Londres de Industrias Coustakis. El contenido era aún más seco.

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