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Todos los caminos llevan a India: 30 impulsoras de un proyecto solidario en África
Todos los caminos llevan a India: 30 impulsoras de un proyecto solidario en África
Todos los caminos llevan a India: 30 impulsoras de un proyecto solidario en África
Libro electrónico244 páginas2 horas

Todos los caminos llevan a India: 30 impulsoras de un proyecto solidario en África

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Segundo título de la colección de libros solidarios con la que queremos rendir un homenaje a diferentes mujeres que tienen mucho que enseñar. El anterior, "Todos los caminos llevan a África", fue elegido el mejor libro sobre mujeres en los EE.UU., entre miles de títulos presentados por 18 países.
Hay una razón que las protagonistas de este libro comparten: formar parte de la solución. Ayudar. Algunas porque la vocación les llevó a marcarse rumbos lejanos, otras porque el propio viaje les despertó su dimensión más humana para devolver apenas un poco de lo recibido. Todas ellas, porque comprendieron que el mundo es un lugar a medio hacer en el que cada uno ha de aportar lo que mejor sepa hacer.
"Cada paso que una da y cada experiencia que una asimila, cada éxito y cada error te conduce a comprender de forma más clara lo que debes hacer a continuación y lo que funciona bien y lo que no", comenta Anna Ferrer (Fundación Vicente Ferrer) en el prólogo. Una opinión compartida por las protagonistas del libro, mujeres anónimas pero enormes en sus logros. Sus proyectos están ordenados por temáticas en los cinco capítulos del libro.
"Un libro donde todo el dramatismo de la pobreza que se sufre en la India recoge un halo de esperanza gracias a estas mujeres, para mí, unas auténticas heroínas. Tratan el tema desde lo más profundo de su ser, que lo han querido transmitir para que nos pongamos en su piel y seamos conscientes de lo que sucede allí y en muchos lugares. Como dice en el libro Namasté. Gracias por hacer posible un mundo mejor". Testimonio recogido en la valoración del libro en la web de la editorial.
IdiomaEspañol
EditorialCasiopea
Fecha de lanzamiento15 jun 2015
ISBN9788494672712
Todos los caminos llevan a India: 30 impulsoras de un proyecto solidario en África

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    Todos los caminos llevan a India - Loreto Hernández

    Ferrer.

    CAPÍTULO I

    SEMBRANDO FUTURO

    MARÍA MORENO,

    tras los pasos de Lapierre

    ¿Q ué hace que una mujer deje su vida neoyorkina dedicada a las finanzas para entregarse a la divina providencia como ella misma dice?

    Para María Moreno, todo comenzó precisamente por la Madre Teresa de Calcuta, por el germen que sembró y que contagió a hombres como Gastón Dayanand y Dominique Lapierre.

    Después de licenciarse en Derecho en España, María se había trasladado a la Universidad de Columbia para estudiar Economía. Fue entonces cuando conoció a la Madre Teresa, que había aterrizado en el Bronx para construir la primera casa de enfermos de sida en el mundo, en la gran manzana, en el centro neurálgico del mundo occidental. Pudieron conversar, la Madre Teresa le habló de la India y le enseñó la oración que rezaba a orillas del Ganges:

    La vida es una oportunidad, aprovéchala.

    La vida es un reto, afróntalo.

    Defiéndela, vívela y disfrútala

    El entusiasmo por la vida de aquella mujer se le quedó a María impregnado en el alma. Como si la India se hubiera colado por una rendija y se hubiera instalado en algún lugar de la memoria, la semilla de aquella conversación fue la gran catalizadora que durante años mantendría a María en un estado de revolución latente y, aunque continuó desarrollando su vida profesional como ejecutiva financiera, esa llamada la mantuvo alerta y en contacto con la Madre Teresa y con quienes la acompañaron y siguieron.

    María siempre había mostrado un alma solidaria. Desde pequeña andaba metida en voluntariados, cuando todavía no lo llamaban así. Ayudaba en proyectos de educación, se implicaba en los países a los que le llevaba su trabajo. No había un lugar por el que no hubiera pasado esta mujer sin dejar algún rastro de implicación con los más necesitados.

    Nos planteamos: ¿y si creamos una fundación inspirada en los principios espirituales de la Madre Teresa para los más pobres, y que sea conducida sobre todo por voluntarios?

    Pero quizás aún no era el momento. Quizás María tenía que curtirse en adquirir recursos, experiencia, sabiduría. Quizás antes tenía que vivir otras cosas. Quizás por eso tardó aún un tiempo en ocurrir. En esos años, la vida llevó a María a trabajar en diferentes países de Latinoamérica, en México y definitivamente –o eso creía ella– en Nueva York. La visa la llevó a ser la primera mujer española que trabajó como agente de bolsa en Wall Street, a ejercer como directora para Iberoamérica de Inversiones, y ser Presidenta de Trade Counsel. La vida llevó a María a casarse con Carlos, a tener tres hijos y crear una familia.

    Y entonces llegó la carta que cambiaría su vida. Y la de muchos otros.

    El remitente era Gastón Grandjean, más conocido como el Padre Gastón Dayanand, el hombre que presentó la Madre Teresa a Dominique Lapierre y en el que se inspiró el escritor para dar vida al padre Lambert en La Ciudad de la Alegría. En 1972, Gastón Dayanand, enfermero suizo, había decidido dejar su país, uno de los más ricos del mundo, para marcharse definitivamente a la India a ayudar a los desheredados. Cuando Dominique Lapierre convivió con él en el slum y compartió el día a día, no sólo le convirtió en el protagonista de su novela más laureada, sino que sus destinos se unieron a través de la Asociación Action pour les Enfants des Lepreux de Calcuta que creó Dominique y que llevó a Gastón a navegar el delta del Ganges en un barco hospital y dedicarse a las poblaciones isleñas de la zona.

    Cuando Gastón escribió a María fue para pedirle ayuda: el delta había sufrido unas fuertes inundaciones que devastaron la región y dejaron miles de muertos. Gastón estaba recogiendo cadáveres y cadáveres si ningún apoyo; eran intocables.

    Debió de despertarse entonces aquel germen sembrado por la Madre Teresa, alimentado por la propia María durante años de apoyo económico al trabajo de aquellos hombres y mujeres en la India. Era el momento de dar el paso.

    Aquello fue la gota que colmó el vaso, recuerda María. Nos planteamos: ¿y si creamos una fundación inspirada en los principios espirituales de la Madre Teresa para los más pobres, y que sea conducida sobre todo por voluntarios?. La decisión estaba tomada. Me costó romper con mi profesión porque me gustaba mucho. Me había preparado durante toda la vida, creando mi empresa, formando mi familia… Estaba feliz con lo que hacía, pero soy una persona muy intensa y cuando me involucro en un proyecto lo hago al cien por cien.

    Corría el año 2001 cuando María creó la "Fundación Esperanza y Alegría, dejando su trabajo y redirigiendo su vida en cuerpo y alma hacia las personas más desfavorecidas de la India para ayudarlas a trasformar su pobreza en autosuficiencia".

    Era el momento de poner todo lo vivido al servicio de su compromiso vital. Y por supuesto que su experiencia ejecutiva le ayudó: trasladé lo que aprendí en el mundo financiero y empresarial al mundo solidario. He mantenido la disciplina del trabajo y la responsabilidad que conlleva sacar adelante los proyectos. Me esfuerzo por conseguir financiación y, por su puesto, auditamos todo para tener un control exhaustivo. María se propuso gestionar la Fundación como una auténtica empresa de voluntarios y amplió sus conocimientos realizando un máster en cooperación. Quizás no fuera sólo la providencia: simplemente, tenía que ir bien.

    Al principio apoyaron proyectos que ya existían: ayudaron al Padre Gastón en el delta, construyeron una casa para menores con lepra –el Asha Bhavan Centre–, crearon un centro de menores con discapacidades, apoyaron programas de microcréditos para mujeres, financiaron los Barcos-hospital del delta del Ganges, realizaron campañas de prevención contra la lepra y la tuberculosis… Y además fueron poniendo en marcha sus propios proyectos, que respondían todos a una visión muy clara: la Educación como vía para salir de la pobreza, generar esperanza y construir futuro.

    La vida de los emprendedores sociales no es precisamente fácil, pero en estos años María ha contado con el apoyo incondicional de su familia, con su personal perseverancia (¡incapaz de aceptar un no!) y, cuando todo fallaba, con la mejor inyección de vida: «Es una labor que requiere mucho esfuerzo, pero cuando me flaquean las fuerzas viajo a la India, veo todo lo que estamos logrando y me lleno de energía para seguir adelante.»

    Son ya quince años de revolución personal, como dice ella, quince años en los que siempre se han mantenido dos constantes: un interés casi vocacional por los que sufren y el no tener pereza por nada. Quince años dedicados a que los más desfavorecidos sean los protagonistas de su propio cambio a través de la educación. Con una decena de proyectos localizados sobre todo en la región de Tamil Nadu, en el sudeste de la India, la Fundación, que sigue fiel a su carácter estrictamente voluntario, ha provisto de educación a más de 27.000 niños y jóvenes, ha apoyado a más de 4.000 niños y niñas con discapacidad, y hoy en día cuenta con más de 150.000 beneficiarios.

    La India tiene algo que no he encontrado en ninguna otra parte. Tiene elegancia de espíritu, repite María. Y eso, la espiritualidad, es algo fundamental para ella. Siempre buscamos que la contraparte local sea de religiosos. Pero no sólo cristianos católicos. Hemos trabajado con religiosos de distintas creencias. Lo que sí nos parece importante es que haya una base de espiritualidad detrás de los proyectos. Su modus operandi es iniciar un proyecto, formar a la contraparte local y, cuando han pasado dos años y se han asegurado de que el proyecto funciona, es independiente y autosostenible, retirarse (auditando desde la distancia) para que sean los locales quienes lo lideren y le den continuidad.

    Hospitales, unidades médicas móviles, escuelas primarias, secundarias y superiores, orfanatos, residencias de menores, programas de acogida para niños de la calle, hogares de integración, un programa de fútbol para niños y niñas…. Nuestra misión fundamental es la educación, sin perder de vista alimentar y curar a los menores y adultos con los que trabajamos. Estamos convencidos de que sólo a través de la educación las personas pueden ser artífices de su propio destino. A través de la educación todo cambia, hay una esperanza. Hay futuro.

    María desprende una fuerza y una confianza en la vida abrumadoras. Repite sin parar que todo lo que no se da, se pierde. Por eso cada gesto, cada pequeño voluntariado es para ella tan valioso. Porque, como ella misma dice, esto lo hemos ido construyendo con el esfuerzo de muchos que, como hormiguitas, hemos ido sumando y sumando.

    www.fcesperanzayalegria.org

    ANA VILLANUEVA,

    del Space a Calcuta

    Todas las cifras sobre educación cobran vida en Tollygunge, uno de los slums de Calcuta. El suelo es un barrizal infinito en el que huele a huevo podrido. Los cuervos sobrevuelan las montañas de basura que se acumulan entre las chabolas, que son más bien habitáculos a los que apenas se puede llamar infraviviendas. La vida transcurre en lo que ellos llaman calle. Allí lavan y se lavan, cocinan lo poco que tienen, pasan el tiempo, juegan, esperan. Pocos niños van a la escuela y pocos hombres se ocupan de ellos, de conseguir comida o de la casa. Las que llevan el peso son ellas.

    A estas calles llegó un buen día Ana Villanueva. Iba por dos meses de vacaciones. Su trabajo habitual: jefa de prensa del Space, la famosa discoteca de Ibiza. Ana se había licenciado en Publicidad y Relaciones Públicas y se había establecido en una de las grandes mecas de la fiesta del Mediterráneo. Un trabajo de ocho meses que le permitía viajar el resto del año. Y se fue de mochilera a la India. En unos días pasó de estar rodeada por el glamour a participar como voluntaria en un Centro de la Madre Teresa.

    La India supone siempre un shock para una mentalidad occidental. La invasión de estímulos, de imágenes, de olores, de ruidos, desborda cualquier capacidad de asimilación y, más allá de estas primeras sensaciones, la realidad humana de este país supera absolutamente la capacidad de integrarlo desde el mapa mental con el que los viajeros, curiosos y voluntarios llegamos. Cuando Ana aterrizó en el ojo del huracán, en aquellas calles, algo se transformó para siempre. Fueron semanas en las que Ana descubrió cómo vivir con poco, cómo compartirlo todo y cómo aferrarse a la alegría y la esperanza. Lo aprendió de los niños a lo que se supone que iba a ayudar. Me cambió el concepto de la vida, dice. Parece simple, pero nuestra sociedad no está preparada para dar sin esperar recibir nada cambio. Aquella experiencia me dio una felicidad de la que ya no podía prescindir.

    El problema fue regresar a casa. El primer año el choque fue tremendo. Ana estaba entre dos mundos que difícilmente podía conciliar. Algo había ocurrido que le hacía cuestionarse su existencia.

    El segundo año regresó a la India en sus vacaciones y de nuevo se repitió la situación. Volvía a casa con su sensación de vacío, de jet lag vital. Aquel año en Ibiza se le hizo insoportable. Aquel año en Ibiza se cuestionó muchas cosas y recordaba constantemente lo vivido en la India.

    Finalmente Ana dejó el trabajo en el Space, cosa que en el fondo todos sabían que ocurriría, y se fue de nuevo a Calcuta. Se fue sin saber por dónde empezar. No quería incorporarse a una ONG grande, por miedo a ver cosas que le desilusionaran. Prefería el trabajo directo con la gente; crear algo a partir de las necesidades que ella misma estaba viendo. Y entonces conoció a Mimí, una mujer valiente de Tollygunge que tenía una pequeña escuela sin apenas recursos en pleno slum. Me parecía muy egoísta empezar un proyecto de cero cuando ahí ya había 312 niños. Pero ahí los niños no comían, ¿cómo les puedes dar una educación cuando vienen con el estómago vacío? ¡Y venían! Así que se quedó e invirtió todos sus ahorros en aquella escuela. Decidí que hasta que tuviera claro cómo iba a ser el proyecto, utilizaría sólo mi dinero, no implicaría a nadie más. Fue el principio de una colaboración que con el tiempo se ha convertido en el Proyecto Amavida, que consolidó como ONG en 2009. Después llegó el artículo que publicaron sobre su historia, De las noches de Ibiza a los slums de Calcuta, y la repercusión se convirtió en el apoyo económico de muchos particulares. También el Space se comprometió con el proyecto, convirtiéndose la discoteca en uno de sus grandes aliados, cosas de la vida.

    Ana y Mimí consiguieron mantener a flote la escuelita, The Joyeet Das Memorial School, en la

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