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Estación Juárez
Por Teófilo Guerrero
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En esta tríada de "partituras dramáticas unipersonales" se emprende un viaje por la experiencia del individuo a través de su propia voz: por ello estas obras de teatro pueden leerse como relatos en primera persona, con sus singulares efectos explícitos de ambientación.
La unipersonalidad ofrece al actor una amplia libertad de interpretación, un espacio para que se involucre plenamente con su personaje, multiplicando así la diversidad de reacciones en el espectador-lector. El título alude a un sitio de Guadalajara, una ciudad que con sus peculiares referentes (su habla y sus costumbres), se desempeña como conectora de las tres piezas. Aun así, el carácter de cada obra es distinto y definido: por momentos se tiende hacia la reflexión, a la introspección (individual y social); pero también se busca reflejar lo hilarante de la condición frente al mundo, los sueños rotos en esa realidad que descalabra.
La unipersonalidad ofrece al actor una amplia libertad de interpretación, un espacio para que se involucre plenamente con su personaje, multiplicando así la diversidad de reacciones en el espectador-lector. El título alude a un sitio de Guadalajara, una ciudad que con sus peculiares referentes (su habla y sus costumbres), se desempeña como conectora de las tres piezas. Aun así, el carácter de cada obra es distinto y definido: por momentos se tiende hacia la reflexión, a la introspección (individual y social); pero también se busca reflejar lo hilarante de la condición frente al mundo, los sueños rotos en esa realidad que descalabra.
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Estación Juárez - Teófilo Guerrero
México
Sin pretextos
No tengo pretexto para no escribir; tengo que confesar que he sido afortunado en poder ser ubicuo casi desde siempre, tener una mirada migratoria que hoy puede estar en un espacio donde el lujo es la regla y capturar cada detalle, y mañana en un lugar marginal y dejarme invadir por las sensaciones y la indignación de ver tanta miseria en un país que puede darnos todo a todos, sin problema.
Cuando encuentro algo que me interesa me gusta adoptar la postura del gato: ver, rodear, medir, mirar, acercarme, oler, observar, y en silencio, subitamente, llevarme lo que se pueda. Durante algún tiempo traeré los estímulos visuales, auditivos, emocionales incluso, dando vueltas por todo el cuerpo; luego, mucho después, a veces hasta años, llegará la primera letra, seminal y poderosa. La escritura siempre llega al final. Remata, muestra, sirve de guía para ir por la experiencia llevada a la forma.
En este volumen se incluyen tres partituras dramáticas unipersonales, es decir: pautas accionales y verbales para un solo actor, con la amplitud suficiente para que pueda erigirse como creador, como diseñador de su propio viaje por el texto en colaboración con el director de escena. Estos textos forman una trilogía acerca de mi ciudad, Guadalajara, tratando de verla más allá de los símbolos consabidos del mariachi y el tequila, una ciudad que me sugiere cariño y dolor, sueño y pesadilla, una ciudad que merece ser vista de otro modo, en este caso a través de la mirada de tres personajes que no pueden evitar el viaje por su experiencia.
En la dramaturgia sobran las recomendaciones y sugerencias, pero es justo señalar que los textos bien pueden dialogar entre ellos y hasta mezclarse. Creo que esto puede ser un ejercicio interesante en lo escénico; de hecho, provienen de una realidad confundida, mezclada, de alguna manera son simbiontes, pues el uno colaboró para que los otros surgieran.
No me quedará más que agradecer a mi padre por la ubicuidad, y a mi madre por la mirada. Ya es tiempo.
Viajemos.
Estación Juárez
Sed fugit interea, fugit irreparabile tempus, singula dum capti circumvectamur amore.
VIRGILIO, GEÓRGICAS
Para Gonzalo, constructor de mundos posibles desde lo imposible. Para Ernesto, que sueña lo real como si fuera posible. Para ambos, por todas las razones existentes.
«Estación Juárez» se estrenó en la Casa Suspendida en mayo de 2011 bajo la dirección del autor y la actuación de Vera Wilson, con el apoyo del Programa de Estímulos a la Creación y el Desarrollo Artísticos de la SCJ.
ROSALBA FERNÁNDEZ
Que puede ser una presencia, un fantasma, un alma ciega, no sé si un personaje, eso le corresponderá a la actriz.
No necesariamente hay tiempo ni necesariamente espacio; hay un paso buscando un tacto, una mirada buscando un gesto, unos labios sin pelo, una pierna persiguiendo la mirada y una mano buscando una voz que aparece de la nada…
Uno
Siempre fui novia, amiga, compañera, amante, sobrina, hija, hermana, detalle, estudiante, espía, canalla, carne, entrepierna, Fernández, la chica, culito, sombra, la elegida, mujercita, tontita, vieja, la chava de los jeans rotos, piernas, esa, la legítima, aquella, Rosalba Fernández… pero casi nunca yo.
Ahora camino por Federalismo, un monstruo de avenida que aplastó sueños y propiedades. A los lados hay casas mutiladas, incompletas, intervenidas, violadas, ninguna está íntegra, su pasado es difuso, casi inexistente, saben lo que son, pero no lo que fueron. Hay un árbol que debió haber caído hace mucho tiempo, una cajetilla de Marlboro aplastada, un perro herido a la orilla de la banqueta que entiende al mundo porque está a punto de morir, una mujer vendiendo periódicos sin importarle si vende alguno, y enfrente, pasando la calle de López Cotilla, está la entrada de la estación Juárez del tren subterráneo.
Bajo por las escaleras, la mochila me pesa, pero menos que los ojos que me ven pasar sin darme mucha importancia, o regalándome un interés que no me gusta; no hay nada que pueda considerar para extrañarlo. Guadalajara tendrá muchas razones para extrañarse, pero ninguna me parece lo suficiente como para empezar a hacerlo. O no sé. Nunca lo supe.
Voy al torniquete, dejo caer la tarjeta sobre el tapetito electrónico, escáner, o como se llame. Me da acceso a las tripas del sistema, hay una parvada de gente que corre, tomo la tarjeta, la voy a guardar, pero la tiro en el primer bote de basura que me encuentro.
Bajo al andén, no miro hacia atrás, aun cuando algo pasó, y la curiosidad me jala del pelo. Pero sigo. Debo seguir. No me gusta la sal. No. No me gusta. La Biblia tampoco, pero hay que tomar las debidas precauciones por si es de observación obligatoria.
—¿Qué horas traes, m’ija?
La mujer es baja, morena, recuerdo levemente mi sutil racismo tapatío; sus ojos están muertos,
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