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El sicario en la novela colombiana
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Libro electrónico262 páginas7 horas

El sicario en la novela colombiana

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"Óscar Osorio despliega en este libro sobre la figura del sicario en la novela colombiana lo mejor de su capacidad crítica. Pone a prueba su honestidad intelectual y su rigor investigativo al confrontar a algunas de las figuras más prestigiosas de nuestra literatura colombiana. Pero no lo hace incurriendo en expresiones altisonantes, ni en frases truculentas. Prefiere emplear su agudeza analítica en cada lectura, opta por construir un diálogo solvente con otros estudiosos de su tema, elige entregarse a la filigrana de la argumentación y de la demostración." Alejandro José López
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 abr 2015
ISBN9789587653939
El sicario en la novela colombiana

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    El sicario en la novela colombiana - Óscar Osorio

    Universidad del Valle

    Programa Editorial

    Título: El sicario en la novela colombiana

    Autor: Óscar Osorio

    ISBN: 9789587653946

    Colección: Libros de Investigación

    Primera edición

    Rector de la Universidad del Valle: Iván Enrique Ramos Calderón

    Vicerrectora de Investigaciones: Ángela María Franco Calderón

    Director del Programa Editorial: Francisco Ramírez Potes

    © Universidad del Valle

    © Óscar Osorio

    Diseño de carátula y diagramación: Hugo H. Ordóñez Nievas

    Impreso en: Artes Gráficas del Valle S.A.S.

    Universidad del Valle

    Ciudad Universitaria, Meléndez

    A.A. 025360

    Cali, Colombia

    Teléfonos: 57(2) 321 2227-Telefax: 57(2) 330 8877

    e-mail: programa.editorial@correounivalle.edu.co

    Este libro, o parte de él, no puede ser reproducido por ningún medio sin autorización escrita de la Universidad del Valle.

    El contenido de esta obra corresponde al derecho de expresión del autor y no compromete el pensamiento institucional de la Universidad del Valle, ni genera responsabilidad frente a terceros. El autor es el responsable del respeto a los derechos de autor y del material contenido en la publicación (fotografías, ilustraciones, tablas, etc.), razón por la cual la Universidad no puede asumir ninguna responsabilidad en caso de omisiones o errores.

    Cali, Colombia, abril de 2015

    A José Osorio

    Este libro es el resultado de una investigación que inicié con el proyecto Violencia del narcotráfico y el sicariato en la novela colombiana, aprobado en la Universidad del Valle para el período 15-01-2006 / 15-06-2008 con el código CI-4213, y que continué durante mis estudios doctorales (adelantados con una comisión de estudios de la Univalle y con un crédito beca de Colfuturo). Productos de esta investigación son también algunos ensayos publicados en revistas académicas, el libro El narcotráfico en la novela colombiana (Univalle, 2014) y la tesis Novela y violencia en Colombia: el narcotráfico y el sicariato, que obtuvo el premio Gutiérrez Mañé a la mejor tesis doctoral del año sobre literaturas latinoamericanas y del Caribe hispánico en el Ph.D. Program in Hispanic and Luso-Brazilian Literatures and Languages del Graduate Center, CUNY, 2013.

    CONTENIDO

    INTRODUCCIÓN

    CAPÍTULO 1

    LA SICARESCA: DE LA AGUDEZA VERBAL AL PREJUICIO CRÍTICO

    LOS LASTRES DE UNA OCURRENCIA

    LA SICARESCA EN LA CRÍTICA LITERARIA

    LA NOVELA DEL SICARIO VERSUS LA SICARESCA: DEFINICIÓN DEL CORPUS

    CAPÍTULO 2

    LA NOVELA DEL SICARIO

    ANÁLISIS INDIVIDUAL

    El sicario (1988)

    Sicario (1991)

    El Pelaíto que no duró nada (1991)

    Morir con papá (1997)

    Rosario Tijeras (1999)

    Sangre ajena (2000)

    ANÁLISIS TRANSVERSAL

    El narcotráfico y el sicariato

    La formación del sicario

    Aspecto religioso

    Narrador y visión de mundo

    CONDICIONES GENÉSICAS Y VISIÓN DE MUNDO EN LA NOVELA DEL SICARIO

    CAPÍTULO 3

    PENSAMIENTO CRIMINAL EN LA MODELIZACIÓN NARRATIVA DE LA VIRGEN DE LOS SICARIOS

    BIBLIOGRAFÍA

    INTRODUCCIÓN

    La palabra sicario¹ designa al asesino a sueldo, es decir, hace referencia al sujeto por su oficio. El sicario se define en esta acción: asesinar bajo el estímulo de una remuneración económica. Por supuesto, la violencia del sicario no se reduce a ello. La dinámica del crimen se vuelve parte de su entendimiento del mundo y el asesinato por causas distintas a las laborales hace parte de la órbita de su acción sicarial². Hay, además, muchas otras formas de violencia involucradas en la vida del sicario, pero no son estas las que lo particularizan. El sicario se define en su actividad criminal central, que es la muerte violenta, y la literatura que de él se ocupa está signada por dicha actividad.

    Aunque los sicarios han sido utilizados por distintos grupos sociales, sus principales contratantes eran los carteles de la droga. La expansión de estos carteles y las distintas confrontaciones que sostuvieron entre ellos y contra el Estado colombiano generaron una demanda creciente de estos asesinos. Los narcotraficantes, incluso, establecieron y financiaron escuelas para la formación y entrenamiento de sicarios en Colombia³, y algunos sicarios se convirtieron en narcotraficantes. Hay, pues una estrecha asociación entre el narcotráfico y el sicariato. Sin embargo, la actividad criminal del narcotráfico no se reduce a la violencia sicarial: la compleja estructura del crimen que implica la actividad ilegal a gran escala de los narcotraficantes origina otras formas de violencia física de gran impacto en la sociedad.

    Consecuente con esto, la ficción narrativa deja constancia de estas diferencias y coincidencias. Así, algunas novelas indagan en profundidad el fenómeno del narcotráfico con poca o ninguna referencia al sicariato. Otras se concentran en el fenómeno del sicariato con una mínima atención por el narcotráfico. Otras equilibran la indagación al hacer pasar a sus protagonistas por la doble condición de narcotraficantes y sicarios. Por ello, es muy útil diferenciar los dos corpus, sin perder de vista la intensa interdependencia de las dos novelísticas: la novela del narcotráfico remite a una narrativa que tiene el narcotráfico o la economía de la droga como elemento fundamental en la construcción de mundo que hace, la novela del sicario o novela del sicariato se refiere a una narrativa que se ocupa de estos asesinos y de su actividad violenta.

    En el libro La novela del narcotráfico en Colombia examino el primer corpus. En este me ocupo del segundo: las novelas cuyos ejes diegéticos se construyen sobre la figura del sicario y/o el fenómeno del sicariato: El sicario (1988) de Mario Bahamón Dussán, El Pelaíto que no duró nada (1991) de Víctor Gaviria, Sicario (1991) de Alberto Vázquez-Figueroa, La Virgen de los sicarios (1994) de Fernando Vallejo, Morir con papá (1997) de Óscar Collazos, Rosario Tijeras (1999) de Jorge Franco Ramos, Sangre ajena (2000) de Arturo Álape⁴.

    Para referirse a esta literatura con tema de sicarios, Abad-Faciolince crea la designación sicaresca. El término surge de un juego de agudeza verbal (por asimilación fónica con picaresca) y entraña cierta ambigüedad respecto del objeto que define: se desliza de la novela del sicario a la del narcotráfico, de la narrativa literaria a la audiovisual, de la literatura al periodismo. Está denominación también queda marcada por una actitud despreciativa del autor respecto de esta literatura, que considera definida por una estética mafiosa del mal gusto y el exceso, y por una poética de la truculencia. En años posteriores Abad-Faciolince trata de seguir dotando de contenido conceptual su juego verbal y plantea una correspondencia formal entre la sicaresca y la picaresca, en lo que se refiere al uso de la primera persona del sicario, y una misma actitud benevolente de los creadores hacia sus protagonistas marginales en ambas literaturas. Las dos afirmaciones son falsas: el narrador en primera persona no es una constante formal en la novelística del sicario y no es cierto que la actitud general de esta literatura es la benevolencia con el criminal. No obstante el prejuicio que da origen al término y la improcedencia de las argumentaciones en torno de la asociación que lo define, algún sector de la crítica literaria lo ha incorporado sin mayores miramientos. Algunos críticos incluso han tratado de darle solidez argumentativa a la equivocada vinculación formal con la picaresca española y han pretendido definir algunas consideraciones formales que le darían el estatuto de género o subgénero a esta narrativa.

    El Capítulo 1 lo dedico a discutir el término sicaresca, en su origen y en la apropiación que del mismo han hecho los críticos, señalando los errores conceptuales y los prejuicios que conlleva. Sustento también la inconveniencia de la adopción de tal designación para una crítica rigurosa y argumento en pro de la denominación novela del sicario o novela del sicariato.

    En el Capítulo 2 examino seis novelas del sicariato: El sicario, Pelaíto, Sicario, Morir, Rosario, Sangre. Primero indago en cada novela la construcción de la figura del sicario, la relación ciudad y violencia, el fenómeno del narcotráfico y el sicariato, y las implicaciones de la instancia narrativa en la visión de mundo que construyen estas ficciones⁵. Luego propongo un análisis transversal de todas las novelas en lo atinente a la presencia del fenómeno del narcotráfico, las organizaciones sicariales, la formación del sicario y las determinaciones sociales y familiares de su génesis, el aspecto religioso y las implicaciones de la instancia narrativa en la lectura de mundo que hacen los textos. Finalizo este capítulo con un apartado en el que integro los resultados del análisis transversal a la luz de la relación que se establece entre el sicario y el entorno social, a través de la indagación por las condiciones genésicas del sicariato: la manera como las novelas establecen las condiciones e interacciones sociales y familiares como determinadoras del talante violento del sicario y su disposición al crimen, y las implicaciones de la visión de mundo de la instancia narrativa en dicha configuración.

    En lo que se refiere a las condiciones sociales de emergencia del sicario, el primer elemento que se advierte es la disfuncionalidad familiar. En Sicario el protagonista no tiene familia, ni nombre, ni apellido y sólo le queda un vago recuerdo de su madre prostituta, alcoholizada y violenta. En El sicario, Virgen y Rosario las familias son plenamente disfuncionales: ausencia del padre, escasa presencia de la madre, pobreza, violencia intrafamiliar. En Morir la familia es semi-funcional: aunque los padres son separados, no se presentan conflictos entre ellos, pero el padre es también un sicario que trabaja con el hijo en su labor criminal. En Pelaíto, aunque los padres trabajan para sostener una familia que se mantiene unida, amorosa y en paz doméstica, las largas jornadas laborales los alejan del hogar y no les permite dedicar el tiempo necesario al cuidado y buen desarrollo de sus hijos. En Sangre los padres permanecen unidos, pero protagonizan permanentemente escenas de violencia conyugal y castigan con violencia excesiva a los hijos. Las novelas coinciden en señalar esta disfuncionalidad familiar como un elemento fundamental en la génesis del sicario.

    A estas condiciones familiares se unen las condiciones sociales adversas. En todas las novelas se presenta un contexto social profundamente degradado que se caracteriza por el desequilibrio social, la precariedad del Estado, la injusticia, la miseria económica y la profunda corrupción social. Salvo en Virgen, que plantea que los pobres son los principales causantes del caos social, estas novelas coinciden en indicar la responsabilidad de todo el conjunto social en la aparición del sicariato y la violencia. Además de esta disfuncionalidad social y familiar, El sicario, Sicario, Rosario y Virgen remiten a la continuidad histórica de la violencia que produce un hábito y define la proclividad a optar por la solución violenta. Virgen y Rosario suman, además, una explicación etnohistórica que entiende la disposición a la violencia como el resultado de una malformación genética cuyo origen está en el cruce de razas ocurrido en la Conquista y la Colonia.

    Además de estas explicaciones familiares, sociales, históricas o raciales, se ofrecen, en algunas novelas, razones de orden individual. En El sicario, Sicario, Rosario y Sangre los protagonistas asesinos fueron en su infancia víctimas de distintos tipos de violencia: castigos excesivos, violaciones, violencia entre los padres. Salvo en El sicario, estas experiencias como víctimas de la violencia no sólo complementan la explicación sobre la formación del criminal sino que cumplen el propósito de paliar o desestimar la responsabilidad individual de estos asesinos: su condición de víctimas reduce o anula su responsabilidad individual como victimarios.

    Estas novelas se construyen desde una percepción del sicariato según la cual este fenómeno es el resultado a la vez que potenciador y reproductor de esa profunda descomposición social. Bajo esta consideración, las novelas señalan la responsabilidad de la sociedad y el Estado en la aparición y proliferación del sicariato. El sicario, Pelaíto y Virgen tienen una mirada tremendamente pesimista y no se avizora en ellas ninguna salida del problema de la violencia criminal. Sicario y Sangre proponen una salida posible: a través del esfuerzo personal y la educación en Sicario, y de la aceptación de la miseria económica en Sangre. Rosario y Morir reconocen ese estado de descomposición social, pero no trazan la idea de una caída al abismo.

    El sicario, Sicario, Sangre, Pelaíto y Morir tienen como eje de su interés la figura del sicario, el proceso de su formación, el tejido social que lo determina, sus dimensiones sicológicas y espiritual. Virgen y Rosario desplazan ese interés a la figura del narrador y su relación con el entorno social y con los criminales protagonistas, que son objetos de la pasión amorosa de los narradores.

    Aunque uno de los asuntos más llamativos de los ambientes marginales del sicariato es la ritualidad religiosa, solamente Virgen y Rosario desarrollan estas expresiones fetichistas de lo religioso: rezar balas y cocinarlas en agua bendita, portar escapularios de protección, encomendarse a la Virgen para que les vaya bien en los crímenes. En las otras cinco novelas el tema religioso tiene poca relevancia. En Sicario no hay referencia alguna. En El sicario la precaria relación del protagonista con la religión católica es una de las causas principales de su destino criminal. En Pelaíto, Morir y Sangre hay mínimas menciones al tema: los sicarios son católicos sin devoción que no asisten a rituales religiosos.

    En lo atinente a la instancia narrativa hay diversidad de construcciones en la novelística del sicariato. Sicario y Sangre tienen un mismo tipo de narrador en primera persona, que es la voz del sicario protagonista. En Pelaíto, el narrador en primera persona es el hermano del sicario protagonista y participa en la historia que narra sobre el mundo marginal y delincuencial al que pertenecen él y su hermano. Sin embargo, estas tres novelas hacen pasar la narración del narrador protagonista por una manipulación previa del autor implícito, que se proyecta en la ficción en la figura de un escritor periodista que entrevista a los sicarios. Este narratario periodista/autor implícito usa dicho material para construir las novelas en las cuales cede la voz narrativa a sus protagonistas. Estos narratarios/autores no pertenecen al entorno marginal en el que se inscriben las ficciones sino a la sociedad hegemónica y exhiben esa distancia social y cultural con el mundo de sus protagonistas. La organización discursiva del material narrativo, hecha desde esta distancia socio-cultural, contamina el discurso citado. Es decir, el discurso del narrador protagonista está determinado por la conflictividad propia de estos dos sectores sociales. En esa perspectiva, esa ficción de voz en primera persona está desestimada en el esquema narrativo que la define. En Virgen y Rosario el narrador en primera persona pertenece a la sociedad hegemónica, en conflicto con el mundo marginal al que pertenecen los delincuentes que protagonizan estas ficciones. En El sicario y Morir los narradores están en tercera persona, no tienen relación con los sicarios protagonistas y, al igual que los narradores de Virgen y Rosario, exhiben un léxico y una formación cultural que es ajena al mundo marginal que les sirve de escenario a sus ficciones. En síntesis, en todas estas ficciones, la instancia narrativa subordinante (aun en el caso de las novelas cuyos narradores son los delincuentes mismos) se inscribe de una u otra manera en el entorno social opuesto al mundo marginal. Sin embargo, Pelaíto resuelve esta conflictividad diluyendo al autor implícito a través de un registro lingüístico que se sostiene en el parlache y a través del cual se tramita la visión de mundo de un peladito de las comunas. Las demás novelas trazan y están determinadas por una distancia social y/o moral y/o axiológica y/o discursiva respecto de los mundos marginales en que se desarrollan sus anécdotas. Estas consideraciones claramente desmienten la pretensión de algunos críticos de sostener la correspondencia formal entre la picaresca y la sicaresca, fundamentada esencialmente en el uso de la primera persona.

    En torno al narcotráfico, sólo algunas novelas hacen algún desarrollo. En Morir no hay ninguna mención directa del asunto. En Sangre aparecen dos alusiones mínimas. En Virgen hay dos menciones a la economía de la droga y algunas referencias a la relación Estado narcotraficantes. En las otras novelas hay mayores desarrollos, pero no son sustanciales. En El sicario, el narcotráfico es la peor lacra de una sociedad llena de lacras. Este aparece como el resultado de una disfuncionalidad social anterior a él, pero también como su principal multiplicador. Sicario hace una lectura más dramática al proponer que el narcotráfico es no solamente una amenaza para Colombia sino para la humanidad y, al igual que en El sicario, este fenómeno se entiende como resultado a la vez que multiplicador de una disfuncionalidad social. Rosario plantea que el narcotráfico es la bisagra que une la sociedad anómica con la normalizada, aunque el resultado del encuentro es la exacerbación del conflicto que siempre ha definido la relación entre estos dos sectores sociales. Además, el narcotráfico genera una transformación en los valores tradicionales de la sociedad paisa, lo que resulta en la búsqueda del dinero fácil, el consumismo y el despilfarro.

    El tema del consumo de drogas aparece apenas mencionado en El sicario, Virgen y Morir. Sicario y Pelaíto asocian el consumo a la violencia. Rosario y Sangre desarrollan muchas escenas de endrogamiento, pero no hacen asociación directa entre el consumo y la violencia.

    Esta novelística también aborda el tema de las organizaciones sicariales y su vinculación con el narcotráfico. En El sicario y Sangre los sicarios trabajan al servicio de organizaciones criminales muy desarrolladas, con sus propias escuelas de sicariato para el entrenamiento de sus asesinos. Estas empresas criminales sirven a los narcotraficantes, pero no pertenecen a los carteles de la droga. En Morir no hay claridad sobre el tipo de organización criminal para la cual trabajan estos sicarios, pero por los lujos de las haciendas, los despliegues logísticos y la organización de los magnicidios es claro que son muy poderosas y que tienen una vinculación estrecha con el narcotráfico. En Sicario el asesino trabaja independiente y sus contratantes son, entre otros, algunos narcotraficantes. En Pelaíto el sicario es contratado, sin intermediación de organización criminal alguna, por unos vecinos para matar a un delincuente del barrio. En Rosario, los sicarios trabajan para bandas de barrio, pero cuando se destacan por su habilidad criminal son incorporados a las estructuras criminales del narcotráfico. Virgen supedita el sicariato al cartel de Medellín. En estas novelas es evidente que la principal fuente de contratación de los sicarios es el narcotráfico, pero no es la única, y que los niveles de organización criminal son diversos.

    El Capítulo 3 lo dedico al análisis de Virgen. Examino, en primer lugar, las implicaciones de la estructura de la novela en la lectura de realidad que propone, esencialmente en lo atinente al ideologema violencia y, en menor medida, al tema del narcotráfico y el sicariato. Virgen se monta sobre una estructura de repetición a varios niveles: un ir venir de la anécdota definido por el contraste entre el pasado feliz y el presente infeliz; la duplicación de la historia Fernando y Alexis en la historia de Fernando y Wílmar; la historia del Ñato, que se repite treinta años después, y que está contenida dentro de la historia duplicada de Fernado Wílmar; frases del narrador que insisten en la idea de la repetición incesante de la misma historia. Toda esta serie de repeticiones se remiten a la violencia: el caos del presente que se opone a la armonía del pasado se define en gran medida por la violencia social que se toma todos los escenarios en el presente; las historias repetidas se remiten a la violencia: Alexis, Wílmar y el Ñato son asesinos asesinados; las frases del narrador que insisten en la idea de la repetición se refieren a la violencia. Esta estructura de repetición está al servicio de plantear la idea que la violencia en Colombia se da de forma cíclica y, por ello, estamos condenados a esa repetición interminable. La violencia del narcotráfico y el sicariato es sólo una de las variantes de este fenómeno incesante. Esta idea de la repetición de la violencia, viejo lugar común en Colombia, se convierte en la idea rectora del texto y orienta la lectura que la novela hace de la realidad. Según ella, es imposible salir del desastre. Esta desesperanza absoluta justifica la salida genocida que propone el narrador: la aniquilación de la población. Los sicarios amantes materializan estos deseos criminales del narrador matando pobres, que en la conciencia del narrador son los principales causantes de los males sociales que denuncia.

    En segundo lugar, estudio la instancia narrativa de Virgen, con especial énfasis en las ideas del narrador y las implicaciones de su visión de mundo en la construcción de la ficción narrativa y la lectura de realidad que esta novela propone. El narrador protagonista

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