El secreto de la Misericordia
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El padre Joaquín Lasala es asesinado. La única pista es un trozo de papel en el que escribió algo relacionado con el duque de Vendôme y que parece no tener sentido. Su sobrino Andrés Taída intentará descubrir el significado de aquel papel; para ello contará con la ayuda de Estefanía Soler, colaboradora de su tio en el libro que éste estaba escribiendo sobre la historia de Vinaròs.
Andrés descubrirá que todo ello guarda relación con la Orden de Montesa y con una sociedad secreta llamada Hermandad de la Misericordia; al mismo tiempo se verá envuelto en una serie de persecuciones e intentos de asesinato.
Javier Garrit Hernández
Francisco Javier Garrit Hernández nació en Ulldecona (Tarragona) el 23 de agosto de 1979. Aficionado desde niño a la lectura, le gustó leer todo tipo de novelas, aunque siempre le fascinaron las de misterio e intriga. Desde hace varios años reside en Vinaròs (Castellón), junto a su esposa. Es autor de "La máscara de Venecia" (2008) y "La Brújula"(2009) dos novelas de intriga y acción; publicadas por la Editorial Cinctorres Club. . Cabe destacar que la primera edición "La máscara de Venecia" se agotó en tan sólo tres meses. Con Ediciones JavIsa23 es autor de "El secreto de la Misericordia"(2010) y de "El anillo perdido del Papa Luna (abril de 2012), protagonizada ambas por Andrés Taída. Actualmente está comenzando a preparar su próxima novela, que será la tercera protagonizada por Andrés Taída, con el cual tiene intención de continuar una saga de novelas de intriga; donde el personaje vivirá una aventura diferente en cada una de ellas, por lo que las novelas podrán ser leídas independientemente unas de las otras, puesto que no tendrán continuidad en la trama; aunque sí en varios de sus personajes.. Con su estilo característico, el autor crea en todas sus novelas un suspense que atrapa, sin ningún resquicio de duda, al lector hasta el final.
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El secreto de la Misericordia - Javier Garrit Hernández
Javier Garrit Hernández
El secreto de la Misericordia
Logo%20b-n.jpgEdiciones JavIsa23
Título: El secreto de la Misericordia
www.elsecretodelamisericordia.blogspot.com
© del texto: Javier Garrit Hernández
www.javiergarritnovelas.com
Fotografía de la portada cedida por el Patronato de Turismo de Vinaròs
© de esta edición en e-book: Ediciones JavIsa23
www.edicionesjavisa23.com
E-mail. info@edicionesjavisa23.com
Tel. 964454451
Primera edición en e-book: enero de 2014
ISBN:978-84-941713-8-3
© de la edición original en papel: Ediciones JavIsa23, 2010
ISBN de la edición en papel: 978-84-613-8345-0
Conversión en e-book: NOA ediciones
Todos los derechos reservados. Queda prohibida, según las leyes establecidas en esta materia, la reproducción total o parcial de esta obra, en cualquiera de sus formas, gráfica o audiovisual, sin el permiso previo y por escrito de los propietarios del copyright, salvo citaciones en revistas, diarios, radio, televisión y/o blogs de Internet, siempre que se haga constar su procedencia y autor.
Portada%20El%20secreto%20de%20la%20Misericordia%20(Javier%20Garrit%20Hern%c3%a1ndez).jpgErmita de la Misericordia de Vinaròs
AGRADECIMIENTOS
Me gustaría agradecer en primer lugar todo su apoyo a mi esposa Isabel Alcalá, sin ella esta novela no existiría. También quisiera darle las gracias a mi madre Rosa María Garrit por inculcarme la pasión por la lectura, gracias a ello me hice escritor.
Quiero expresar mi agradecimiento a J.J. Rovira, editor de Cinctorres Club, por darme mi primera oportunidad al apostar por La máscara de Venecia y posteriormente con La brújula, así como por ayudarme en este proyecto; leyendo y corrigiendo el texto original.
A Javier Palomo, a Mª Dolores Miralles y a la gente de la Biblioteca Municipal de Vinaròs por su ayuda incondicional.
Por último expresar mi agradecimiento a toda la gente de Ulldecona, por todos estos años, y a toda la gente de Vinaròs, por acogerme y hacerme sentir como un vinarocense más; a ellos está dedicada esta novela.
NOTA DEL AUTOR
Todos los edificios, calles y monumentos arquitectónicos descritos en esta novela son reales y pueden verse a día de hoy en la ciudad de Vinaròs. Así como se encontrarán algunas descripciones y referencias del pueblo de Ulldecona.
Varios de los hechos históricos narrados durante la trama de esta novela, los expuestos en la introducción y algunos más, son reales; sin embargo, los documentos a los que se refiere esta obra, así como los hechos que relacionan a la Orden de Montesa con el Duque de Vendôme y con la Ermita de la Misericordia de Vinaròs son totalmente ficticios. La llamada Hermandad de la Misericordia no existe.
INTRODUCCIÓN
—La Orden de Montesa:
Jaime II había entregado en 1294, el castillo de Peñíscola y toda su jurisdicción a la Orden del Temple, para arrebatársela por la fuerza trece años después. Tras la disolución de la Orden del Temple en 1312 el propio Jaime II creó, cinco años más tarde, la Orden de Santa María de Montesa, a la que se le adjudicaron las posesiones y bienes que los templarios tenían en el reino de Valencia.
Los Maestres de la Orden, pese a mantener su nombre en referencia al castillo y convento de Montesa, decidieron establecer definitivamente su sede y sus funciones en la villa de Sant Mateu, al norte del reino de Valencia, puesto que allí se encontraban principalmente sus posesiones.
En 1587 el Maestre de la Orden frey Pedro Luis Garcerán de Borja decidió dejar el maestrazgo a uno de sus hijos, frey Juan de Borja. Sin embargo, se le negó la aceptación de tal propuesta por lo que éste decidió que renunciaría al maestrazgo de la Orden dejándolo a manos del Papa Sixto V, el cual expidió el 15 de mayo de ese mismo año la Bula Supernidispositione que incorporaba la Orden de Montesa a la Corona de Aragón, pasando a ser el gran Maestre de la Orden el propio rey, delegando las funciones propias de la Orden a un Lugarteniente General. El día 8 de diciembre de 1592 Felipe II tomó posesión como Maestre Administrador Perpetuo de la Orden de Santa María de Montesa, pasando a ser Maestres de la Orden todos sus sucesores a la corona española.
* * * *
—La Guerra de Sucesión:
Tras la muerte de Carlos II en 1700, sin haber tenido sucesión directa, dejaba en su testamento la Corona de España a Felip D’Anjou, nieto de su hermana María Teresa de Austria y de su esposo Luis XIV de Francia. Al ser Felip D’Anjou un Borbón significaba el fin de la Corona de España para la casa de los Austria, quienes no tenían intención de resignarse ante la perdida de España.
En 1701 D’anjou fue proclamado rey en Madrid bajo el nombre de Felipe V. Un año más tarde, en 1702, comenzó la guerra de Sucesión entre los seguidores de los Austria y los que se mantenían fieles a Felipe V.
Luis XIV rey de Francia enviaría en 1710 a Louis Jouseph de Borbón, Duc du Vendôme, en ayuda de su nieto Felipe V . Tras la batalla de Villaviciosa se aseguraba prácticamente el trono de España a favor de los Borbones. La guerra terminaría definitivamente en 1714.
Por orden del propio Felipe V se da por falsa la acusación contra la Orden de Montesa por no haber sido totalmente incondicionales a los Borbones durante la guerra de Sucesión. A pesar de lo vengativo que se había mostrado con quienes habían estado del lado de los Austria, tuvo un gesto de clemencia para con la Orden de Montesa.
* * * *
—El Duc du Vendôme:
Louis Joseph de Borbón, Duque de Penthièvre y de Vendôme (1654 – 1712). Durante la Guerra de Sucesión dirigió, en 1702, las batallas que se iniciaron en Italia. Estuvo al frente del ejército de Flandes en 1706. Fue el vencedor de una de las batallas claves para dar la victoria a Felipe V; la de Villaviciosa.
En 1712 el Duc du Vendôme anunció su intención de veranear en la villa de Vinaròs, pero su veraneo se vio truncado radicalmente, puesto que falleció en dicha villa el 10 de junio a causa de una supuesta indigestión de langostinos. Su cuerpo fue enterrado en la iglesia de la Asunción de Vinaròs, trasladando posteriormente el cadáver al Monasterio de San Lorenzo del Escorial, por orden de Felipe V.
PRIMERA PARTE
I
Eran las siete de la mañana de un frío día de noviembre, el sol empezaba a aparecer semioculto por el mar de Vinaròs. La ciudad se encontraba prácticamente desierta, salvo por el paso de algún que otro vinarocense que se dirigía al trabajo con su vehículo. La mañana era más oscura de lo normal a causa de las nubes que comenzaban a aparecer por la sierra del Puig.
El padre Joaquín Lasala, caminaba a paso ligero por las calles de Vinaròs. Pese al frío de esa mañana, el sudor resbalaba por su frente.
Don Joaquín, que era como le conocían sus feligreses de la parroquia de Santa Magdalena, era un hombre delgado y de estatura media; a sus cincuenta y cuatro años lucía un pelo totalmente blanco y tenía las facciones de la cara abundantemente pronunciadas. Vestía un pantalón negro y una camisa gris en la que destacaba el típico alzacuellos blanco, pese a que hoy en día la mayoría de sacerdotes no lo llevaban cuando iban por la calle; llevaba también una chaqueta de lana negra, que tenía desabrochada a causa del calor que sentía, pues a cada momento aceleraba el paso más y más.
Don Joaquín había nacido y pasado su infancia en Vinaròs, aunque a muy temprana edad descubrió su vocación hacia Dios, teniendo entonces que marchar al seminario y posteriormente recorriendo diversos pueblos de la Comunidad Valenciana para hacerse cargo de sus respectivas iglesias; había regresado a su ciudad natal hacía apenas un par de años, para hacerse cargo de la parroquia de Santa Magdalena. Aunque la Iglesia le proporcionaba una vivienda, él prefirió instalarse en la antigua casa de sus padres, en la que había vivido su hermana con su marido hasta que ambos murieron en un trágico accidente en la carretera de Vinaròs a Ulldecona.
El padre Joaquín había intentado no mirar hacia atrás durante todo el camino, sabía que alguien le estaba siguiendo; probablemente la misma persona que le había llamado al móvil momentos antes. Al llegar frente a su casa miró con reticencia hacia atrás, sin ver el menor rastro de su perseguidor. Subió uno de los dos escalones que se encontraban frente a su puerta, con el fin de alcanzarla. Sin previo aviso sintió un fuerte golpe en su espalda, perdiendo así el equilibrio y estampándose contra la puerta; giró la cabeza para percatarse de qué había sucedido, viendo detrás de sí a la persona que lo había estado siguiendo, quien sacó un cuchillo y con gran rapidez se lo clavó en el costado izquierdo. El párroco sintió un fuerte escalofrío por todo el cuerpo, sus dedos se debilitaron y su mano se abrió, dejando caer el maletín. El agresor recogió el maletín y salió corriendo, desapareciendo de la vista de don Joaquín.
El cura se encontraba apoyado contra la puerta de su casa, con la mano presionando sobre su costado lleno de sangre. Metió la otra mano en el bolsillo y sacó una llave. Con gran esfuerzo logró introducirla en la cerradura y abrir la puerta. Pese al terrible dolor que sentía y prácticamente a gatas fue subiendo, como pudo, las escaleras. Mientras la sangre seguía brotando de entre sus costillas. Al fin logró llegar al primer piso, abrió la puerta de su despacho y se internó en él.
Tambaleándose se dirigió hacia el escritorio, cogió un lápiz y un papel y, temblándole el pulso, escribió en él. Rendido por el esfuerzo cayó al suelo, quedándose boca arriba, mientras sentía cómo la vida se le escapaba. Se quedó allí, sin ni siquiera intentar moverse; con el papel medio arrugado en su mano izquierda, que descansaba sobre un pequeño charco de sangre.
II
Como cada mañana, a las ocho y media, Andrés Taída pasaba por la Plaza Parroquial de Vinaròs para ir a abrir su tienda en la Calle Mayor; una pequeña tienda de antigüedades, algunas de ellas extraordinariamente raras y caras.
La gente solía decir de Taída que no parecía un anticuario. Cuando alguien hablaba de anticuario venía a la mente la típica imagen de un señor mayor con el pelo blanco y las gafas apoyadas en la punta de la nariz, pero no era así. Andrés tenía treinta y dos años; era medianamente alto, pero no por ello excesivamente delgado; tenía el cabello castaño y denso, aunque él mismo empezaba a notar que había comenzado a caerle el pelo, de forma casi imperceptible; llevaba también una barba de tres días.
Sin saber porqué, se había detenido a contemplar la iglesia de la Asunción, más conocida como la Arciprestal. Se quedó observando su fachada, en la que destacaba su gran portalada barroca valenciana a modo de retablo; construida entre los siglos XVII y XVIII. A cada lado de la puerta emergían dos columnas salomónicas.
La portalada estaba ornamentada con tallas de motivo vegetal; entre las tallas se encontraban, en los laterales de la puerta, en su parte más alta, los dos símbolos de Vinaròs. En la parte izquierda una vid y en la derecha una ala caída.
Andrés miró hacia arriba a la cruz, en ella se encontraba una corona encima y dos ángeles a cada lado. Taída subió más la vista, por encima de la cornisa, viendo la figura que representaba a la Virgen de la Asunción. A cada lado se hallaban tres columnas; entre las columnas más pequeñas había una vidriera de forma oval; Andrés fijó la vista en la vidriera y divisó en el centro el escudo de Vinaròs; nunca se había fijado en ese detalle.
Andrés bajó la vista y sonrió al ver las cuatro pequeñas columnas de poco más de un metro de altura que había frente a la entrada, pues algunos adolescentes bromeaban acerca de ellas, diciendo que parecían unos gigantescos penes que salían del suelo, puesto que la parte superior de dichas columnas se ensanchaba terminando en canto romo.
A la izquierda se levantaba el campanario, el cual se encontraba situado en el exterior de la iglesia. Arriba, en el centro del campanario, mirando hacia la plaza, el reloj no marcaba la hora correcta, pues estaba estropeado; pero Andrés no reparó en ello, no se dio cuenta de la hora que era.
Se dio media vuelta y contempló el actual edificio del Ayuntamiento, situado en la otra parte de la plaza, frente a la iglesia.
Los cinco escalones de canto romo presidían la entrada. Sobre la puerta de madera, grabado en piedra, se encontraba el escudo de Vinaròs con una corona encima. El edificio era de piedra hasta la primera planta donde había un largo balcón que ocupaba toda la fachada. Del balcón salían, hacia adelante, tres banderas; una frente a cada puerta de éste, en el centro la española, y, a los lados, la de la Comunidad Valenciana y la de la Unión Europea.
El Ayuntamiento se ubicaba donde antiguamente había estado la iglesia original de Vinaròs que fue derruida para construir el actual edificio, aunque originalmente no tenía la función de Ayuntamiento.
Andrés nunca había podido comprender cómo se pudo tirar la iglesia, aunque eso no era nada extraño, puesto que en el año dos mil uno el que fuera alcalde de Vinaròs, hizo derruir un antiguo convento con la intención de construir allí un nuevo edificio que sirviera como Ayuntamiento. El convento de San Francisco fue derruido, sí, pero nunca se permitió construir el nuevo edificio.