En 1858, Camilo Benso, conde de Cavour y ministro de Víctor Manuel II de Saboya, se reunió secretamente en el balneario francés de Plombières con Napoleón III. Una entrevista en la que Cavour consiguió que el emperador francés apoyara definitivamente la causa de la unificación italiana, aunque para ello tuviera que enfrentarse al Imperio austríaco por las tierras del Véneto. El acuerdo, sin embargo, es muy posible que nunca hubiera tenido lugar si previamente no hubiera entrado en acción una seductora y bellísima mujer: Virginia Oldoini, condesa de Castiglione.
En 1853, los Saboya habían apoyado a Francia en la guerra de Crimea, pero su ayuda había sido insuficiente para que Napoleón III se decantara por secundar la causa unionista. De ahí que Cavour, conocedor de la debilidad del emperador galo por las mujeres bellas, orquestara una nueva estrategia, convencido de que allí donde no llegaba la diplomacia lo harían las artes de