Ya Te Puedes Casar y Otras Tonterías

Por M.P. Capellan

“Ya te puedes casar” - ¿te lo han dicho alguna vez al cocinar un buen plato, y te has quedado pensando qué tiene que ver eso con el matrimonio? Pues te van a gustar estas cortas anécdotas sobre frases y moralejas que existen en nuestra cultura.

Es que el machismo latino y caribeño lo han perfeccionado tanto que hasta las mismas mujeres repiten las frases, y a veces acciones, que las denigran. Este es un breve relato acerca de algunas de esas frases “inocentes” que escuchamos desde niñas y que continuamos perpetuando. Su objetivo es promover la igualdad entre los géneros.

• Idioma: Español
• Editorial: M.P. Capellan
• Fecha de lanzamiento: 17 abr 2017
• ISBN: 9781370365760

M.P. Capellan

A linguist, illustrative storyteller, and a passionate human rights advocate, M.P. Capellán fell in love with words at a very young age. In addition to writing, she loves arts and crafts, reading about world history, traveling, and dancing.Her writing style is undefined, but for the most part she writes short contemporary romance stories, poetry, and nonfiction. Visit her online at www.marciacapellan.com to learn more about her and all her projects.

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Tienes que Aprender a Cocinar

Cultura: f. Conjunto de modos de vida y costumbres de una época o grupo social.

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Es domingo por la tarde y me ha tocado quedarme sola en casa. Ya siento que me arde el estómago del hambre, y el estómago no miente; es hora de alimentarlo. Doy un paseo por las esquinas de mi memoria para revisar detalladamente todos los comestibles que he visto en la despensa y en el refrigerador desde la última compra que hice. Tanto organizo mi apartamento que conozco cada rincón con los ojos cerrados. Frijoles, verduras, frutas, cereales, jugo de naranja, jugo de limón… —Con esto no puedo hacer mucho —digo.

Como casi nunca congelo los alimentos, no sé si he guardado alguna carne en el congelador. Así que, con el dolor de mi alma, por la pereza que llevo, me paro de mi escritorio y me dirijo hacia la cocina para ver, en vivo y en directo qué puedo hacer de comer. Me encuentro con dos o tres cosillas: tilapia, tuna, y pollo. El único problema es que está todo con fecha de mayo, y ya es julio. Voy fatal. Salvo un pollo entero que había comprado la semana pasada, todo ha caducado. Pollo es lo que hay.

Retiro el pollo del congelador y lo pongo sobre la meseta. Luego, me doy cuenta de que no está en condiciones de ser cocinado inmediatamente: está más tieso que un cadáver. No sé cuánto tiempo lleva congelado el ave, pero creo que se tardaría una eternidad en cocinarlo si me pongo a descongelarlo ahora. Mientras analizo la situación, saboreando el pollito así congelado y todo, me entran unas ganas de comerme un locrio (arroz con pollo) como uno que hizo mi cuñada Mercedes el sábado pasado. Se me hace agua la boca sólo de pensarlo.

Al fin me decido por satisfacer mi antojo. Intentaré hacer el locrio. Estoy cien por ciento segura de que no me va a quedar igual que como el de Mercedes, pero moriré intentando reconstruir algo parecido.

Ahora lo único que me falta son los ingredientes. No los tengo todo y tampoco estoy de ánimo para ir al supermercado a comprarlos, pero por lo que veo ya tengo el arroz y unas verduritas. Solo queda descongelar el bendito pollo y comenzar la acción.

Me inclino para sacar el pollo del congelador y lo pongo sobre la meseta. Hago una pausa para primero que nada pensar en cómo proceder, cómo descongelar esta masa de hielo de la mejor forma. Me interesa que la calidad de la carne