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Un hombre enfundado
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Libro electrónico22 páginas16 minutos

Un hombre enfundado

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Ensayo sobre lo mas grotesco: enrocarse sobre si mismo, esta dentro, tapado con paraguas de palabras, con posturas imposibles que ocultan, quiza, sentimientos, tapandose de la alegria que espera sincera mas alla de los abrigos negros. Tal vez, mañana, ya veremos, formas de no atreverse a hacer lo inesperado, de no romper los movimientos torpes para alcanzar un instante puro mas alla de la guarida, agujero profundo en el que nos escondemos a diario.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 feb 2017
ISBN9788826027999
Un hombre enfundado

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    Un hombre enfundado - Antón Chéjov

    Un hombre enfundado

    Anton Pavlovich Chejov

    - I -

    En un extremo de la aldea Mironositsky, en la porchada del alcalde Prokofy, se habían instalado para pasar la noche, dos cazadores llegados al pueblo mucho después de anochecer: el veterinario Iván Ivanovich y el maes-tro de escuela Burkin.

    Iván Ivanovich tenía un donoso apellido: Chimcha-Guimalaysky, cuya pomposidad estaba en contradicción, con la modestia de su persona. En toda la comarca se le llamaba, sencillamente, Iván Ivanovich. Vivía no lejos de la ciudad, en una hermosa finca, donde se dedicaba a la cura de las enfermedades equinas. Aquel día había salido de casa para airearse un poco.

    Burkin vivía en la ciudad; pero pasaba todas las vacaciones de verano en la finca del conde P..., y era también muy conocido en la comarca.

    Ni uno ni otro podían dormirse.

    Iván Ivanovich, alto, enjuto, entrado en años, canoso, bigotudo, fumaba su pipa, sentado junto a la puerta abierta de la porchada.

    La luz de la Luna le daba de lleno en el rostro. Burkin yacía sobre un montón de heno, en el fondo del aposento, sumergido en la oscuridad.

    Hablaban de la alcaldesa, Mavra, una mujer fuerte y despejada, que no había salido en toda su vida de la aldea y no había visto nunca la ciudad ni el ferrocarril. Hacía algunos años que sólo salía a la calle por la noche.

    -No tiene

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