Tío Vania
Por Antón Chéjov
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"Tío Vania" es única entre las obras capitales de Chéjov porque es esencialmente una extensa reconstrucción de una obra publicada una década antes: "Demonio del bosque". Dilucidando sobre las revisiones específicas redujo a los personajes de dos docenas a nueve, cambiando el climático suicidio del “demonio del bosque” en un famoso y frustrado homicidio del “Tío Vania”, y alterando el original final feliz en uno más problemático.
La obra fue publicada en 1899, pero es difícil determinar cuándo la obra estuvo originalmente terminada, o cuándo tuvo lugar el proceso de revisión.
En "Tío Vania" Chéjov refleja el apocalipsis interior de un puñado de destinos humanos, la manera peculiar en que el tiempo se instala en nuestro interior y cómo el tedioso transcurrir de los días derrumba esperanzas y hasta justificaciones de vida. La obra muestra la decadencia de la sociedad de la época. La acción se desarrolla en la antigua casa de campo de una familia aristocrática venida a menos. Todos los personajes se replantean su lugar en el mundo ante la llegada del profesor Serebriakov y su hermosa esposa, Elena.
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Tío Vania - Antón Chéjov
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TÍO VANIA
Antón Chéjov
Personajes
A LEXANDER VLADIMIROVICH SEREBRIAKOV, profesor retirado.
E LENA ANDREEVNA, su mujer, veintisiete años.
S OFÍA ALEXANDROVNA (SONIA), su hija de un primer matrimonio.
M ARÍA VASILIEVNA VOINITZKAIA, viuda de un consejero secreto y madre de la primera mujer del profesor.
I VÁN PETROVICH VOINITZKII, su hijo.
M IJAIL LVOVICH ASTROV, médico.
I LIA ILICH TELEGUIN, terrateniente arruinado.
M MARINA, vieja nodriza.
U n MOZO.
La acción tiene lugar en la hacienda de Serebriakov.
ACTO PRIMERO
La escena representa un jardín y parte de la fachada de la casa ante la que se extiende una terraza. En la alameda, bajo un viejo tilo, esta dispuesta la mesa del té. Sillas, bancos y, sobre uno de ellos, una guitarra. A corta distancia de la mesa, un columpio. Son más de las dos de la tarde. El tiempo es sombrío.
ESCENA PRIMERA
MARINA, viejecita tranquila, hace calceta sentada junto al «samovar»; ASTROV pasea a su lado por la escena.
MARINA: (Sirviéndole un vaso de té.)
Toma, padrecito.
ASTROV: (Cogiendo con desgana el vaso.)
Creo que no me apetece.
MARINA:
Puede que quieras un poco de vodka.
ASTROV:
No… No la bebo todos los días… El aire, además, es sofocante. (Pausa.) ¡Ama!… ¿Cuánto tiempo hace ya que nos conocemos?
MARINA: (cavilando.)
¿Cuántos?… ¡Que Dios me dé memoria!… Verás… Tú viniste aquí…, a esta región… ¿cuándo?… Vera Petrovna, la madre de Sonechka, estaba todavía en vida. Por aquel tiempo, antes de que muriera, viniste dos inviernos seguidos…, lo cual quiere decir que hará de esto unos once años. (Después de meditar unos momentos.) Y hasta puede que más.
ASTROV:
¿He cambiado mucho desde entonces?
MARINA:
Mucho. Antes eras joven, guapo…, mientras que ahora has envejecido… ¿Y dónde se te ha ido la belleza? También hay que decir que bebes vodka.
ASTROV:
Sí. En diez años me he vuelto otro hombre. Y ¿por qué causa?… Porque trabajo demasiado, ama… No conozco el descanso, y hasta por la noche, bajo la manta, estoy siempre temiendo que vengan a llamarme para ir a ver a algún enfermo.
Desde que nos conocemos no he tenido un día libre, y así…, ¿quién no va a envejecer? Además, la vida de por sí es aburrida, tonta, sucia… Eso también influye mucho. A tu alrededor no ves más que gentes absurdas, y cuando llevas viviendo con ellas dos o tres años, tú mismo, poco a poco y sin darte cuenta, te vas volviendo también absurdo… Es un destino inevitable. (Rizándose los largos bigotes.) ¡Qué bigotazo más enorme he echado! ¡Qué bigote más tonto! ¡Me he vuelto absurdo, ama!… Tonto todavía no me he vuelto. ¡Dios es misericordioso! Mis sesos están en su sitio; pero tengo, en cierto modo, atrofiado el sentimiento. No deseo nada, no necesito de nadie y no quiero a nadie. Acaso sólo te quiero a ti.
(Le besa la cabeza.) Cuando era niño, tuve también un ama como tú.
MARINA:
Puede que quieras comer algo.
ASTROV:
No. En la tercera semana de Cuaresma, durante la epidemia, tuve que ir a Malitzkoe… Cuando el tifus exantemático… Allí, en las «isbas», se morían las gentes como moscas… ¡Suciedad…, pestilencia…, humo…, terneros por el suelo, junto a los enfermos!… ¡Hasta cerdos había!… Yo no me senté en todo el día, ni probé bocado; pero, eso sí…, cuando llegué a casa, tampoco me dejaron descansar. Me traían al guardagujas de la estación… Le tendí sobre la mesa para operarle, y se me murió bajo el cloroformo… Pues bien…, entonces…, cuando menos falta hacía, el sentimiento despertó dentro de mí. La conciencia me dolía como si le hubiera matado premeditadamente. Me senté, cerré los ojos…, así…, y pensé: aquéllos que hayan de sucedernos dentro de cien o doscientos años, y para los que ahora desbrozamos el camino…, ¿tendrán para nosotros una palabra buena?… ¡No la tendrán, ama!
MARINA:
La gente no la tendrá; pero Dios, sí.
ASTROV:
Sí. Gracias… Has hablado muy bien.
ESCENA II
Entra Voinitzkii.
VOINITZKII: ((ha salido de la casa con aspecto de haber estado durmiendo después del almuerzo y, sentándose en el banco, endereza su corbata de petimetre).)
Bueno… (Pausa.) Bueno…
ASTROV:
¿Has dormido bien?
VOINITZKII:
Muy bien, sí. (Bosteza.) Desde que viven aquí el profesor y su mujer…, mi vida se ha salido de su carril. No duermo a las horas en que sería propio hacerlo; en el almuerzo y la comida, como cosas que no me convienen; bebo vinos… ¡Nada de esto es sano!… Antes no disponía de un minuto libre. Sonia y yo trabajábamos mucho; pero ahora es ella sola la que trabaja, mientras yo duermo, como, bebo… ¡No está bien, desde luego!
MARINA (moviendo la cabeza.):
¡Vaya orden de vida!… ¡El «samovar» esperando desde por la mañana temprano, y el profesor levantándose a las doce!… Antes de venir ellos, comíamos,