Hormigueros, Elefantes y otras Fascinaciones... mi infancia en África
Por Rina Flanagan
()
Información de este libro electrónico
Rina Flanagan creció en África, esquivando serpientes, elefantes, bromas de sus tíos y primos, y otras criaturas imaginarias aún más terroríficas, y de alguna forma sobrevivió para contar la historia...
Una lectura rápida y divertida para personas de todas las edades.
Relacionado con Hormigueros, Elefantes y otras Fascinaciones... mi infancia en África
Libros electrónicos relacionados
Bella del Señor Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Malerba: Vida a muerte en Sicilia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl nombre del gato Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa mordiente Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAlguien voló sobre el nido del cuco Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCómo ser mujer Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Las niñas prodigio Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl diario de Tulio: El Can Paredes Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Flipú, el perro. Flipú deja su familia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesJusticia Por Belle Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos Guardianes Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMe llamo Lolita Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAcero quebrantado Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCharlie, las memorias de un perro Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPerra Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAspereza Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl rio tiene dientes Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La lealtad de los delincuentes Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesWillodeen Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Amor con fecha de entrega Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Un corazón pensante Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMi razón de amarte. ¿Se puede vivir sin miedo? Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuentos Crepusculares: Segundo Mundial de Escritura Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAnimal Rosadulce: Historia no tan lírica de un gay cubano Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl papagayo Sinsalabín y la Jirafa Pimpatú Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa Huachita Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDonde no puedas amar Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa hija única Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Un Corazón de Ranita. Primer volumen. La pluma dorada, ¿ángel o verdugo? Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos zapatos del lobo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Memorias personales para usted
Una vida robada Calificación: 4 de 5 estrellas4/5A pesar de todo, decir sí a la vida Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Tenía que sobrevivir Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Molly's Game: La historia real de la mujer de 26 años Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Las confesiones Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTatuajes en el corazon: El poder de la compasión sin límite Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Sí, Señor Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Aferrándose a la Esperanza: A Pathway through Suffering to the Heart of God Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Oprime refrescar: La aventura de redescubrir el alma de Mi Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Suma de Mis Partes: Testimonio de una Sobreviviente de Trastorno de Identidad Disociativa Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cien años de sociedad Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El chico de las musarañas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Las pequeñas grandes cosas: Todos los días pueden ser un gran día Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUn niño afortunado (6º edición ampliada) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Confesión Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Apegos Feroces Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Resumen de Me Alegro De Que Mi Madre Haya Muerto por Jennette McCurdy (I'm Glad My Mom Died Spanish Summary): Un Resumen Completo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCómo Superar la Muerte de Alguien que Amas: Recibe consuelo y esperanza para sobrellevar el duelo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDiario de un loco Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Palabras que consuelan Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Guardiana de la Sabiduría: Mi Extraordinario Viaje para Liberar el Sagrado Interior Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPrincipios que funcionan: En la vida y el liderazgo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5No leer Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Mírame a los ojos: MI vida con síndrome de Asperger Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Mi legado Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cuaderno de ideas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Inocencia interrumpida Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Yo Soy la Hija de Mi Padre: Una Vida Sin Secretos Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
Categorías relacionadas
Comentarios para Hormigueros, Elefantes y otras Fascinaciones... mi infancia en África
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
Hormigueros, Elefantes y otras Fascinaciones... mi infancia en África - Rina Flanagan
Breve introducción y descargo de responsabilidad
Estas son, creo, algunas de mis experiencias más interesantes mientras crecía en África... Mi familia y mis mejores amigos podrían reconocer algunas circunstancias, personas, etc. y, si consideran que estas no son al 100 por ciento como ellos las recuerdan, les pido por anticipado su indulgencia. Estos recuerdos son lo más nítidos y detallados que permite el paso del tiempo y la memoria ... y, espero, lo suficientemente interesantes como para resultar atractivos.
Table of Contents
Breve introducción y descargo de responsabilidad
Hormigueros y tetas
El cerdo Jiri
La delgada línea entre la vida y la muerte
El disparo fatal
Una variada colección de animales
Klei Lat
o el látigo de barro
Cerveza y arcos de mopani
La serpiente verde de la vid
Infierno
Tradiciones y Chwala
Matones y puertas abiertas
Arados de disco y jacarandás
Tommy Líos y Snippy
Ensoñaciones y Roger
Los elefantes y el Chevrolet
Caídas de la bicicleta y abrillantados magistrales
Vehículos y babuinos pastores
Jefison, Soromon y Paul
Topos y sujetadores fuera de lugar
Garabatos en la clase de inglés y un can-can
Hormigueros y tetas
Dos veces casi perdí una teta... Y esta es una de esas ocasiones.
Tengo doce años. Llevo mi primer sujetador. Mi hermano mayor lo llama el soporte de granos sobre los hombros
. Esos maravillosos inventos de sensuales de conchas de espuma recubiertas de encaje negro que retienen los pechos en un atractivo escote aún quedan a años luz.
Corro a través de la alta hierba ocre, esquivando piedras y ramas bajas, siguiendo a los perros y a los niños – mi primo y su amigo. Tienen ocho años, y estamos en África. Hemos ido al alto hormiguero con anterioridad, nos hemos encaramado a un viejo árbol muerto situado junto a él, temerosos de que algo grande pudiera salir del considerablemente negro orificio excavado junto al hormiguero. Yo me he quedado de pie sobre la propia rama muerta.
Esta vez hemos traído a Snippy, Capt’n y Bull, criaturas impacientes, fox terriers, que olfatean y cavan en el túnel situado junto al hormiguero, y que con sus amortiguados ladridos y gimoteos de excitación me hacen recular sobre el viejo árbol, temerosa, pero a la vez entusiasmada y llena de curiosidad. Podría ser un jabalí... o quizás un tejón... o incluso una gran serpiente. Lo que sea que esté ahí abajo podría ser más grande que los perros.
Al minuto siguiente estoy cayendo estrepitosamente hacia el temor indefinido de más abajo y a continuación me quedo... inexplicablemente...colgando... la dentada punta de la rama a centímetros de mi cara.
¡Qué susto! A continuación, las carcajadas y risotadas desenfrenadas e impertinentes de los niños. Se ríen a mandíbula batiente mientras yo intento averiguar por qué aún me mantengo en el aire. Una prudente exploración revela que la mitad de mis ropas todavía está enganchada a lo que queda de esa rama, la parte superior de mi torso y mis pequeñas tetas desnudas y gloriosamente a la vista de mis compañeros que se mueren de la risa.
No os quedéis ahí. ¡Venid y ayudadme a bajar!
. Pero no lo hacen, así que, con considerables esfuerzos, abochornada y con las fuerzas que ahora alimenta mi creciente exasperación, me arrastro lo suficientemente hacia arriba con una mano y tiro de la ropa enganchada con la otra. Hace calor, estoy sudando y los pequeños y molestos mosquitos que zumban en torno a nuestros ojos y oídos en busca de humedad me empiezan a picar el pecho descubierto. Finalmente me libero y desciendo, donde con las dos manos ya disponibles puedo reorganizar lo que queda de mi blusa y sujetador en jirones. El sujetador de algodón amarillo y blanco, talla 75, se ha rasgado en dos en la parte delantera, pero la de la espalda aún está absurdamente sujeta por los ganchos. La gran margarita de algodón, antes un precioso detalle decorativo en medio de la parte delantera, ahora cuelga tristemente, marchita, de un descosido.
Una larga línea carmesí en un trazado de líneas rojas ligeramente más suaves, que combinan estupendamente con la seca y bifurcada rama, asciende casi verticalmente desde mitad del estómago hacia el pecho derecho, y se detiene amenazadoramente cerca del pezón.
¡Horror! Mi mente de doce años se llena de temores de cáncer, deformaciones y ostracismo... pero ahora un temor mucho más acechante es mi madre. Esto no le gustará. Conseguir ese sujetador había requerido que le diera la paliza largo y tendido. Además, ahora tengo algo que puede necesitar atención médica. La última vez que eso había sucedido fue porque había estado fastidiando al perro de la familia (un cruce de pastor alemán), esquivando el alcance de sus afiladas mandíbulas hasta que me pilló, realmente no de forma agresiva, más como un afortunado pequeño mordisco en la parte posterior de mi cadera que se alejaba y que atravesó la piel dejando que emergiera una diminuta protuberancia de grasa subyacente. Había necesitado un punto y la inyección del tétano, insignificancias en comparación con la reacción de mi madre. Ahora estoy convencida de que se trataba de preocupación maternal, pero en aquel momento pareció más un estallido de furia salvaje. Las madres, a veces, pueden confundirnos.
Los niños se quedan momentáneamente en silencio a la vista de un poco de sangre, pero mientras recorro desconsolada el camino de regreso a casa, la seriedad desaparece. Pronto recuerdan el espectáculo de aquellos pechos desnudos y la vuelta a casa a menudo queda interrumpida por sus risitas. Llegamos a la casa y, por supuesto, tan pronto como el primer adulto se encuentra a una distancia que le permita oír nuestros gritos, los niños tienen que difundir la noticia con toda la alegría y entusiasmo de sus ocho años. No tengo oportunidad de llamar aparte tranquilamente a mi madre y tratar la situación con discreción. Me lleva volando a la cocina y me aplica un punzante desinfectante mientras me regaña por mi falta de cuidado, y a continuación anuncia a los adultos de la familia que casi me desgarro un pecho al caerme de un árbol. ¿Por qué cuando las personas están enfadadas (la preocupación y el temor materno de nuevo) siempre exageran? Por supuesto, mi tío la conoce de toda la vida y puede detectar por su tono y forma de hablar que realmente no es nada tan serio. Pero ahora, con su anuncio resonando una y otra vez en mi cabeza, vuelve mi temor a las deformaciones y, cuando considero que la situación se ha calmado un poco, examino discretamente la ‘herida’ en el espejo y me pregunto sobre cicatrices y cáncer y otras aterradoras posibilidades.
Mi tío se burla de mí sin piedad. Siempre lo ha hecho. Cuando le visitamos desde la ciudad siempre me saluda con un ¡Buenas tardes, Rina!
cuando me levanto a las 6 de la mañana y los demás de la familia se me han adelantado apenas cinco minutos. Bueno, quizás algo más. Ahora tiene algo nuevo. Me ha apodado ‘Pezón triple’, aunque mi pezón no tiene ningún problema y tiene solo un gemelo, y mantiene este apodo durante años, para mencionarlo ocasionalmente delante de toda la familia. ¡Tíos!
Por tanto, estoy razonablemente intacta, aunque examino la pequeña cicatriz durante bastante tiempo tras el incidente, hasta que surgen otros intereses. Y a la edad de doce años decido firmemente dejar de subirme a los árboles.