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La tía Poli y su gato fantasma
La tía Poli y su gato fantasma
La tía Poli y su gato fantasma
Libro electrónico99 páginas1 hora

La tía Poli y su gato fantasma

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La obra "La Tía Poli y su gato fantasma" nos invita a conocer las aventuras de Nono y sus amigos. Este libro es una inolvidable historia de amistad salpicada de travesuras, con una cierta nostalgia por un pasado que no se debe olvidar.
Este libro obtuvo el Premio Carmen Lyra de literatura infantil en el 2007.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento31 jul 2016
ISBN9789930519486
La tía Poli y su gato fantasma

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    La tía Poli y su gato fantasma - Floria Jiménez

    Abre el portón de hierro encrespado. ¿Lo escuchas? Sí. Te da la bienvenida: ¡chirrín, chirrín!

    Ya estás adentro. No te imaginas lo que vas a encontrar en el jardín de la Tía Poli.

    Si pudieras dibujar sus fronteras sería de la siguiente forma: limita al norte con el solar de los cafetos en flor y los bananales, que abrigan los nidos de los yigüirros; al sur con las azucenas, agapantos, begonias y lirios de mayo; al este con los naranjos y los altos árboles de poró en donde viven las reinitas verdes y las ardillas; al oeste, con el kiosco tapizado con flores de Maravilla.

    El jardín de la casa es tan grande que ni siquiera abriendo los dos brazos podrías abrazarlo por completo.

    Corre por los amplios caminos de asfalto y llegarás a la casa roja, que parece una sandía en pleno verano. Toca sus paredes de hojalata con relieves, graciosamente esculpidos por las manos de un artista.

    Sube la escalinata y llega al corredor. Siéntate en el sofá de mimbre o en la mecedora. Imagina que hoy es domingo por la tarde y charlas con la familia.

    ¿Ves los amplios ventanales y la puerta de la casa? Tienen cristales rojos, verdes y amarillos. Si te asomas por detrás, puedes escoger el color con que deseas ver la hierba, los árboles y las flores. Es un juego mágico y divertido.

    Regresa al jardín. ¿Ves aquellas palmeras tan altas que parecen hablar con las nubes? No acaricies su tronco porque tiene espinas; pero recoge sus frutillos rojos, que caen sobre la hierba y lánzalos, uno por uno, en las limpias aguas de la acequia, que corre detrás del palmar.

    Déjalas ir. ¿A dónde? No lo sé. Si pudieras ir con ellas, tal vez llegarías hasta el mar. Tal vez.

    Sigue tu camino. Dobla hacia la izquierda y te vas a encontrar con el árbol de San Miguel coronado por blancas florecillas. Cómete las que prefieras. ¡Son deliciosas! Sus pétalos son gruesos y crujientes. Saben a miel de abeja.

    Al frente del árbol, encontrarás la pequeña bodega pintada de rojo, igual que la casa. Su techo se asemeja al de una carpa de circo con su cono vuelto al revés. Parece como si la pequeña construcción tuviera un sombrero.

    Abre la puerta. No te vas a arrepentir. Dice la Tía Poli que ahí vive un ratón que predice las estaciones y, a diferencia de los demás, es el custodio de cuantas cosas se guardan ahí.

    Todos los días cuenta y recuenta las escobas, las palas, los rastrillos, los costales de café maduro, las frutas en cosecha y la paja, que sirve de alimento al caballo del abuelo.

    Pero eso no es todo. Al fondo de la bodega, verás una puerta por donde viajas a donde tú quieras, con solo desearlo. Eso dice la Tía Poli.

    Allá, junto a la tapia de ladrillos rojos que da a la calle principal, está la colina de los helechos. Es la torre del custodio de la entrada. Dice la Tía Poli que ella lo ha visto vigilar los alrededores, con su largo telescopio, capaz de ver hasta una hormiga.

    Acércate a la casa. Mira hacia arriba, bajo la cumbre del tejado. ¿Ves aquella ventanita de la tercera planta? Ahí está el misterioso cuartillo, cuyos secretos los protegen las palomas, que anidan junto a la moldura del cristal.

    En las tardes de domingo, las hermanas de Jacinta, la mamá de los chicos, llegan a visitar a la familia y se pasean por el jardín, tomadas del brazo.

    Entonces, hablan de cuando eran jóvenes y se divertían cortando rosas y margaritas, para hacer guirnaldas y adornarse el cabello.

    Sube la escalinata que lleva al corredor. ¿Ves aquella señora pequeña de hermoso rostro, con el cabello blanco recogido en un moño redondo como almohadilla de algodón? Es la abuela que abre la puerta con los cristales de colores y te invita a pasar. Las otras señoras sentadas en los sillones de mimbre son: la Tía

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