Un hijo desconocido
Por Carole Mortimer
2.5/5
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Información de este libro electrónico
Lo que más la inquietaba era que, si Liam no se hubiera marchado hacía tantos años, se habría enterado de algo que ahora Laura se veía obligada a contarle... que él también tenía un hijo...
Carole Mortimer
Carole Mortimer was born in England, the youngest of three children. She began writing in 1978, and has now written over one hundred and seventy books for Harlequin Mills and Boon®. Carole has six sons, Matthew, Joshua, Timothy, Michael, David and Peter. She says, ‘I’m happily married to Peter senior; we’re best friends as well as lovers, which is probably the best recipe for a successful relationship. We live in a lovely part of England.’
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Un hijo desconocido - Carole Mortimer
Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2001 Carole Mortimer
© 2014 Harlequin Ibérica, S.A.
Un hijo desconocido, n.º 1347 - septiembre 2014
Título original: Liam’s Secret Son
Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.
Publicada en español en 2002
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-687-4666-1
Editor responsable: Luis Pugni
Conversión ebook: MT Color & Diseño
Capítulo 1
SE TE HA caído una lentilla en la taza de té? Le temblaron las manos al oír aquella voz con fuerte acento irlandés, pero Laura intentó disimular.
Déjà vu.
Pero no era solo la impresión de haber vivido aquello antes... lo había vivido. Hacía ocho años.
¿De dónde había salido? Estaba sentada en el bar de un lujoso hotel, de cara a la puerta, y, sin embargo, Liam O’Reilly había conseguido entrar sin que lo viera.
Laura dejó la taza sobre el plato, intentando aparentar una tranquilidad que no sentía. Pero no se volvió.
–Estoy tomando café, no té. Y ya sabes que no llevo lentillas.
–De todas formas... –él estaba muy cerca, rozando con su aliento los rizos oscuros de su nuca– tienes los ojos más preciosos que he visto en mi vida.
–¿Cómo puedes verlos desde ahí? –replicó Laura, sin mirarlo.
–Qué pena. Has roto el hechizo –bromeó Liam, su acento irlandés más fuerte que nunca–. La réplica debería haber sido otra.
Ocho años antes, quizá. Pero eso fue en otro tiempo, en otra vida. Ella ya no era una ingenua estudiante de literatura inglesa en su último año de carrera.
Y Liam ya no era el famoso autor que había ido a la facultad para dar una clase maestra. Ni el hombre que la dejó impresionada.
Laura respiró profundamente antes de volverse.
Liam O’Reilly no había cambiado nada.
Lo primero que llamaba la atención de él era su tamaño: un metro noventa y cinco, con un cuerpo musculoso, lleno de vitalidad. Iba vestido, como siempre, sin que le importasen en absoluto las apariencias: vaqueros gastados, camiseta azul y chaqueta de cuero negra.
Como siempre también, llevaba el pelo demasiado largo. Pero lo que más llamaba la atención de Liam O’Reilly era la inteligencia que brillaba en sus ojos de color azul cielo y sus hermosas facciones masculinas.
Ninguna emoción se reflejaba en el rostro de Laura mientras lo miraba con «los ojos más preciosos que había visto en su vida», uno de color azul, el otro verde esmeralda. La razón por la que, ocho años antes, Liam creyó que había perdido una lentilla.
Había tenido que soportar todo tipo de bromas en el internado a causa del color distinto de sus ojos, pero al hacerse mayor se dio cuenta de que los hombres encontraban muy seductora esa diferencia.
Como Liam una vez...
–¿Debería halagarme que recordases esa conversación? –preguntó, aparentando indiferencia.
Aquellos ojos azules, bordeados por largas pestañas oscuras, deberían parecer demasiado femeninos en un hombre tan alto y musculoso, pero no era así. Todo lo contrario, suavizaban sus duras facciones, dándole un encanto casi imposible de resistir.
–No te sientes halagada, ¿verdad?
¿Halagada porque recordaba su primera conversación después de tantos años? No, Laura no se sentía halagada. Después de lo que había pasado, después de lo que la hizo sufrir...
Pero tenía que controlar el resentimiento. No quería estar enfadada. Mejor no decir nada que replicar con la más mínima emoción.
–Te has cortado el pelo. Antes tenías una melena preciosa –dijo él entonces, mirándola especulativamente.
–Así es más fácil de peinar –replicó Laura, sabiendo que la corta melenita oscura era un marco perfecto para sus exóticas facciones: los ojos de diferente color, la nariz pequeña, los labios carnosos y el mentón decidido. Las capas más cortas en la frente y la nuca restaban severidad al corte.
–Me gusta –dijo Liam entonces.
A ella le daba igual que le gustase su pelo o no. De hecho, si era sincera, le daba igual lo que Liam O’Reilly pensara sobre cualquier cosa.
Pero tuvo que tragarse la rabia. Y lo que le habría gustado decirle.
–¿Quieres sentarte conmigo? Puedo pedir otra taza de café.
Liam miró el reloj que llevaba en la muñeca derecha. Era zurdo, recordaba Laura. Como tantos artistas.
–No sé si puedo.
–Si has quedado con alguien...
–La verdad es que sí. Pero todavía es pronto –sonrió él entonces, dejándose caer sobre la silla.
Nadie podría decir si estaba sentado o de pie; su excepcional altura siempre hacía que las sillas pareciesen demasiado pequeñas.
Laura también era alta, un metro setenta y cinco, y solía ponerse zapatos de tacón. Aquel día llevaba un traje de color gris con una blusa verde esmeralda. Era una imagen fuerte, de mujer segura de sí misma, que agradecía en aquel momento porque Liam solía hacerla sentir pequeña. Y muy femenina.
–¿Quieres un café? –preguntó, sin mirarlo.
–No, gracias. El café es tan adictivo como los cigarrillos.
–¿Has dejado de fumar?
Cuando lo conoció, ocho años atrás, Liam fumaba casi dos cajetillas diarias.
–Difícil de creer, ¿verdad? Liam O’Reilly, el bebedor y fumador empedernido se ha reformado.
–No te creo.
Él rio suavemente, con aquellos ojos tan claros reflejando la luz que entraba por los ventanales del hotel.
–Has crecido, Laurita –dijo, con tono admirativo.
–Tengo veintinueve años, es normal.
Liam debía tener treinta y nueve, pensó entonces, notando al verlo de cerca que su primera impresión no era del todo correcta. Los últimos ocho años habían dejado su marca. Tenía arruguitas alrededor de los ojos y algunas canas en las sienes.
–Veintinueve –repitió él, pensativo–. ¿Y qué has hecho durante estos ocho años?
Estaba mirando sus manos; quizá para comprobar si llevaba alianza. No era así, pero tenía la marca de haber llevado una.
–Un poco de todo –contestó Laura, vagamente–. ¿Y tú? ¿Qué has hecho en este tiempo?
–Evidentemente, no he estado escribiendo –sonrió Liam, irónico.
–¿No?
Ella sabía perfectamente que Liam O’Reilly no había publicado un libro en ocho años. Pero no pensaba decírselo.
–No.
–Supongo que no tenías necesidad de escribir después del éxito de Bomba de relojería.
–¡Que no tenía necesidad de escribir! –repitió él, sarcástico.
Sabía que estaba tocando un tema difícil, pero necesitaba oír la respuesta.
–Me refiero a tu situación económica. Debiste ganar millones con Bomba de relojería. Solo los derechos cinematográficos...
–¿Y de qué me ha valido todo ese dinero si no he podido escribir una palabra desde entonces?
Laura se encogió de hombros.
–Supongo que no habrás tenido problemas económicos en los últimos ocho años. Además, parecías estar disfrutando mucho de la vida la última vez que... supe de ti.
Liam había conseguido un éxito relativo con los cuatro libros que publicó antes de Bomba de relojería, pero nada como lo que siguió a la publicación de esa novela.
Tres semanas después de salir a la venta, había sido número uno en la lista de best-sellers de Inglaterra y Estados Unidos. Liam apareció en numerosos programas de televisión, vendió los derechos del libro a una productora americana y él mismo se fue a Hollywood para escribir el guion.
Lo último que Laura supo de él fue a través de los medios de comunicación. Poco después de llegar a Hollywood, apareció una fotografía en todos los periódicos anunciando su boda con la rubia actriz que iba a interpretar a la protagonista.
Y Laura Carter, la estudiante con la que estaba saliendo antes de marcharse de Inglaterra, se convirtió en pasado.
Al principio no podía creer que la hubiese abandonado, no podía creer que su relación significara tan poco para él. Pero pasaron los días y las semanas sin saber nada de Liam, sin una llamada, sin una explicación... al disgusto y la rabia siguió la amargura y, por fin,