Libro electrónico167 páginas2 horas
Falsas sospechas: Familia Real de Edenbourg (2)
Por Martha Shields
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Rowena Wilde, que trabajaba para la familia real de Edenbourg con total dedicación, estaba empeñada en esclarecer la misteriosa desaparición del rey. Para ello, lo primero que tuvo que hacer fue hacerse pasar por la niñera del hijo del principal sospechoso. Pero cuanto más intentaba demostrar la culpabilidad de Jake Stanbury, más creía en su inocencia. Cuando Jake le propuso un matrimonio de conveniencia para conservar la custodia de su hijo, Rowena se dio cuenta de lo difícil que le resultaría aceptar aquella unión temporal porque lo que realmente deseaba era estar con él para siempre.
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Falsas sospechas - Martha Shields
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2001 Harlequin Books, S.A.
© 2015 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Falsas sospechas, n.º 1233 - noviembre 2015
Título original: The Blacksheep Prince’s Bride
Publicada originalmente por Silhouette® Books.
Publicada en español en 2001
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-687-7348-3
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Portadilla
Créditos
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Epílogo
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Capítulo 1
ROWENA Wilde odiaba esa casa.
Dowager Cottage era un lugar desolador. La construcción de granito de tres pisos se asentaba al borde de un acantilado y había aguantado estoicamente las tormentas del Mar del Norte durante sus trescientos años de antiguedad.
Con la mano en un frío barrote de hierro de la puerta de la verja, Rowena recordó las ocasiones en las que había acompañado a la princesa Isabel en sus visitas a su abuela, fallecida tres años atrás. En esas visitas, bebían té en un sombrío salón con pesadas cortinas de terciopelo. Aunque hacía unos años que había calefacción central, la casa nunca estaba cálida. Ni siquiera cuando también se encendían las chimeneas. Ni siquiera en el mes de julio.
Desde que ella e Isabel trazaron su plan, Rowena sabía que tendría que hospedarse allí. Ese era uno de los motivos por el que había esperado que Jake Stanbury la rechazara como niñera de su hijo.
La casa estaba llena de fantasmas, y Rowena nunca se había sentido a gusto rodeada de fantasmas.
Y, naturalmente, estaba Jake.
Jake y Dowager Cottage. Por separado, eran todo un desafío, pero juntos...
Rowena tembló a pesar de la cálida luz de aquella tarde de abril.
Tanto Jake como la casa la hacían estremecer, aunque por muy diferentes motivos... pero ambos relacionados con el miedo.
Algo ridículo.
Rowena respiró profundamente y enderezó los hombros. No había por qué sentir miedo, la casa no era más que un montón de piedras y la oscuridad que en ella reinaba podía disiparse descorriendo cortinas y encendiendo luces. En cuanto a Jake...
En fin, estaba allí por un motivo. Siempre y cuando se centrara en su propósito, no tendría que considerar las razones de unas emociones que no entendía y... temía.
Rowena se obligó a sonreír. Su madre siempre decía que la mejor manera de conquistar el miedo era sonriendo. Su madre tenía razón. Siempre que sonriera no podría gritar.
Rowena abrió la puerta de la verja. A pesar suyo, se sentía como la Bella Durmiente a punto de pincharse el dedo.
—Voy a pillarte.
Jake Stanbury, con la mano en el pomo de la enorme puerta de madera tallada, se quedó inmóvil. Reconoció aquella voz inmediatamente.
Rowena Wilde ya había llegado.
El tono siniestro de la voz de la nueva niñera parecía confirmar sus sospechas, despertadas cuando su prima, la princesa Isabel, sugirió que su dama de compañía se encargara del cuidado de su hijo de dos años. Jake sospechaba que Rowena estaba allí como espía.
¿Qué iba a hacer? ¿Dejarla que revolviera entre sus papeles en aquella sombría casa que le habían asignado cuando las travesuras de Sammy habían resultado una molestia excesiva para los invitados, sobre todo para Edward, el padre de Jake, en el palacio, donde se habían hospedado al principio? ¿Y si revolvía entre sus cosas estando Sammy presente? ¿Le diría que su padre era sospechoso de haber secuestrado al rey de Edenbourg?
—Voy a pillarte, Sammy, ya lo verás.
Una risa sorda siguió a aquellas palabras.
Jake sintió un intenso alivio. Estaban jugando.
Sacudiendo la cabeza, cerró la puerta de la casa y dejó su portafolios encima de la cómoda del vestíbulo.
Sus sospechas de que aquella hermosa y dulce joven estuviera desempeñando el papel de Mata Hari era el producto de la tensión a la que se había visto sometido.
Jake se quitó la chaqueta del traje, la dejó encima del portafolios y luego se dirigió hacia la puerta del salón estilo gótico desde el que provenían las voces.
Con un pañuelo cubriéndole los ojos y los brazos extendidos, Rowena se paseaba por el salón. Sammy asomó la cabeza por debajo de una mesa auxiliar colocada a un extremo del sofá. El niño se tapaba la boca con una mano para contener la risa.
La gallinita ciega. Un juego de todos conocido, pero a Jake no se le había ocurrido jugar a la gallinita ciega con su hijo.
Desde que la madre de Sammy los abandonara, cada vez que Jake dejaba a su hijo a cargo de alguien, el niño sufría ataques de pánico. Ese era el motivo por el que Jake necesitaba una niñera.
Estaba decidido a ofrecerle a su hijo un hogar estable. Se había visto obligado a dejar al niño en manos de extrañas cuando tenía que ausentarse de la casa, y casi le había resultado imposible conseguir la misma persona dos veces. Ya que le era imposible estar con Sammy las veinticuatro horas del día, esperaba que una niñera fija diera estabilidad a la vida de su hijo.
Aunque no necesitaba trabajar para ganarse la vida, la experiencia de Jake en fusiones y adquisiciones de empresas estaba en gran demanda, y había ofertas que no podía rechazar. Un ejemplo era la que le habían hecho la semana anterior, como consejero del regente en funciones de Edenbourg, su primo Nicholas.
El trabajo era una disculpa para mantenerle ocupado. Jake lo sabía y todos lo sabían. La sugerencia de que Nicholas le necesitaba era un pretexto para evitar a la familia real la incómoda situación de tener que pedirle que les entregara el pasaporte con el fin de que no pudiera regresar a América mientras investigaban su posible participación en el secuestro del Rey. El secuestro de su tío.
Al darse cuenta de los derroteros que su mente estaba tomando, Jake se obligó a fijar la atención en la juguetona pareja que había en el salón.
La risa de Sammy debería haber conducido a Rowena directamente al lugar donde se escondía; sin embargo, ella, fingiendo, continuó chocándose con mesas, lámparas y demás mobiliario. Su comportamiento provocaba más carcajadas del niño.
Lo único que Jake sentía por Rowena era gratitud. Por fin, tenía a alguien con quien dejar a Sammy sin preocupación. Alguien que ya había demostrado que podía evitar a Sammy sus ataques de pánico y su timidez.
Jake se apoyó en el marco de la puerta para observarlos; pero, al momento, volvió a incorporarse. Había algo fuera de su sitio: una escalerilla de acero... con la que Rowena iba a chocarse.
Jake corrió hacia la mesa auxiliar justo a tiempo de agarrar a Rowena en el momento en que ella se chocó con la escalerilla.
El choque hizo que ambos cayeran al suelo, pero Jake, agarrándola por la cintura, logró caer de espaldas, con ella encima.
Rowena no gritó al caer, solo emitió una suave exclamación:
—¡Oh!
Aterrizó encima de Jake, con ambas piernas alrededor de una de las de Jake y la nariz en su pecho.
—¿Qué ha...?
La alfombra oriental que cubría el suelo de roble amortiguó el golpe de Jake, por lo que el cuerpo de este fue capaz de reaccionar a los movimientos del cuerpo de Rowena mientras trataba de incorporarse.
Aunque la razón de Jake se negaba a admitirlo, su cuerpo sabía que Rowena le atraía desde la primera vez que la vio. Y ahora, su cuerpo le estaba recordando a su razón las cosas que le gustaría hacer a aquel otro cuerpo, tan pequeño, pero con tantas curvas.
Ninguna mujer le había atraído tanto, ni siquiera su ex esposa.
—¡Papá está aquí! —gritó Sammy.
Jake agarró a Rowena por las caderas para evitar que se moviera... pero no le ayudó en mucho. Al ponerle las manos en las nalgas no le hizo ningún favor a su libido. Las curvas de ella eran suaves y cálidas, al igual que su aroma a rosas.
A Jake solo le cabía esperar que, con la confusión, Rowena no notara lo que estaba pasando entre los dos.
Cuando Rowena se quitó el pañuelo que le cubría los ojos castaños; durante un segundo, estos se iluminaron de placer.
—Señor Stanbury —pero la preocupación sustituyó al placer inmediatamente—. ¿Qué ha pasado? ¿No se ha hecho daño?
Sammy salió de debajo de la mesa y se lanzó encima de Rowena y Jake.
Jake lanzó un suave gruñido.
Rowena hizo un esfuerzo por levantarse.
—¡Dios mío! Sammy, por favor, levántate. Estamos aplastando a tu padre.
Jake sonrió.
—No digas tonterías.
Rowena no podía incorporarse con medio cuerpo de Sammy encima de ella.
—¿Desde cuándo es una tontería querer dejar respirar a alguien?
Jake rio.
—Los dos juntos no pesáis lo que pesa una persona normal.
—¿Le ocurre con frecuencia que las personas normales se le echen encima?
—Papá, ¿sabes una cosa?
—¿Qué, Sammy?
—Que Ena está aquí.
—Sí, ya lo sé —Jake sonrió traviesamente—. Tengo su codo clavado en las costillas. ¿O es una rodilla?
—¿Por qué no lo ha dicho antes?
Con cuidado, Rowena se zafó de ambos.
Jake se incorporó hasta quedar sentado en el suelo, con Sammy encima. Inmediatamente, se quedó paralizado.
Rowena estaba de rodillas y la blusa de seda le caía, dejando al descubierto sus pechos. Jake podía ver claramente dos maravillosos senos
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