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Fallos críticos - Todo se va a volver real
Fallos críticos - Todo se va a volver real
Fallos críticos - Todo se va a volver real
Libro electrónico377 páginas5 horas

Fallos críticos - Todo se va a volver real

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Tim y sus amigos se dan cuenta por las malas de que no deberían cuestionar al master de la partida y de que no deberían reírse de su capa.

Están olvidando su depresiva vida con alcohol, sumergiéndose en un juego de fantasía y partiéndose el culo. Un minuto después, se encuentran en un carro tirado por caballos, rodeados de soldados que les apuntan con ballestas.

Ahora Tim tiene la voz y el físico de una niña preadolescente. Dave se encuentra con que, mientras ha perdido una o dos cabezas de altura, de alguna forma ha conseguido una armadura y una pedazo de barba. Las orejas de Julian se han vuelto ridículamente largas y puntiagudas. Y Cooper… Bueno, Cooper tiene un juego de colmillos, un par de manos con garras y un grave problema con las cacas. También se da cuenta de que lleva una mochila con una cabeza humana dentro; una cabeza que había rebanado cuando todavía estaban jugando.

Todo se ha vuelto real y, si quieren sobrevivir, estos cuatro colegas van a tener que recurrir a instintos básicos que ni siquiera sabían que existían en su mundo de comida rápida y reparto de pizzas a domicilio.

Deben luchar, huir o intentar convencer de que no existe en realidad a la gente que los intenta matar.

Mientras tanto, un master sádico se reclina en una silla del mundo real, comiéndose su pollo frito.

IdiomaEspañol
EditorialRobert Bevan
Fecha de lanzamiento26 sept 2015
ISBN9781507121726
Fallos críticos - Todo se va a volver real

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    Vista previa del libro

    Fallos críticos - Todo se va a volver real - Robert Bevan

    Índice

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Capítulo 15

    Capítulo 16

    Capítulo 17

    Capítulo 18

    Capítulo 19

    Capítulo 20

    Capítulo 21

    Capítulo 22

    Capítulo 1

    ––––––––

    Tim miró por el mugriento escaparate del Chicken Hut. La luz de neón roja proyectaba un resplandor rosado en el aparcamiento y Tim tenía una mano en el bolsillo del pantalón vaquero para contener su impulso natural de apretar el interruptor. Su reloj marcaba las nueve en punto, hora de cerrar. No habían tenido ni un cliente en más de cuarenta y cinco minutos, y no quería que ahora entrara alguno. Ya se había tomado tres cervezas y la cuarta estaba bastante avanzada. Los pensamientos sobre pollo y clientes ya se habrían ahogado si no hubiera sido por los continuos parpadeos y zumbidos de ese maldito cartel. Era un faro en la oscuridad, que invitaba a algún gordo gilipollas más a que entrase a pedir pollo después de que hubieran apagado todos los aparatos. Pero no podía apagarlo. El nuevo Cavern Master necesitaría el cartel para encontrar este lugar.

    No había reparado en el sordo golpeteo hasta que paró de repente. Su mirada giró desde el aparcamiento al interior del restaurante. Todo estaba como debía estar. Cooper estaba bebiendo una cerveza. Julian, el compañero de trabajo que Cooper había traído para la partida de esta noche, estaba abstraído en la tercera edición del Manual del Jugador de Caverns and Creatures. El golpeteo comenzó de nuevo.

    ―¿Oís eso? ―preguntó Tim.

    Julian no alzó la vista del libro.

    Cooper se levantó y cogió otra lata de cerveza del frigorífico.

    ―¿Te refieres a ese golpeteo? Sí. Me está tocando los huevos. No han construido este sitio sobre un cementerio indio, ¿verdad?

    Tim se volvió hacia la ventana.

    ―No, Cooper. No lo creo.

    Cooper emitió un sonido que era algo entre una risilla y un eructo.

    ―Viendo el estado de esta pocilga, sería una apuesta segura decir que data antes que cualquier tribu india. ―Puso los pies sobre la mesa y abrió la lata.

    ―Nadie te está suplicando que te quedes ―dijo Tim dándose la vuelta para mirarlo―. Venga, hombre. Quita los pies de la mesa. Aquí la gente come.

    Volvió a mirar por la ventana.

    ―Bueno, ¿y dónde está ese tal Mordred? Se suponía que iba a estar aquí hace unos quince minutos.

    ―Ya aparecerá ―dijo Cooper―. A cualquiera dispuesto a venir en coche desde Biloxi solo para jugar a C&C con un montón de desconocidos, obviamente el juego se la pone dura.

    ―Y esa es otra ―dijo Tim―. ¿Qué clase de rarito has invitado a mi restaurante?

    ―No lo sé ―dijo Cooper―. Solo puse un anuncio en el periódico. No, en serio. ¿Qué alternativa tenía? No voy a volver a lo de ser el Cavern Master por turnos. Es casi como ser el que le toca conducir cuando salimos.

    ―¿Te refieres a que ninguna de esas dos responsabilidades consigue hacer que no bebas?

    Julian levantó la vista del libro.

    ―¿Qué diferencia hay entre un mediano y un gnomo?

    ―Tres o cuatro centímetros ―dijo Cooper―. Tu vagina será del mismo tamaño independientemente de cuál escojas.

    ―Creo que voy a ser un elfo.

    ―Genial.

    ―¿Qué es ese ruido? ―volvió a preguntar Tim―. ¡Me está volviendo tarumba!

    ―Tío, tranquilízate ―dijo Cooper―. Seguramente solo sea un vagabundo follándose a tu madre contra el muro del edificio.

    ―No puedo aguantarlo más ―dijo Tim. Entró en la zona de la cocina.

    ―¡Katherine!

    ―¿Sí? ―dijo su hermana sin mirarlo. Estaba en la oficina, mirándose en el espejo cascado y poniéndose una capa de pintalabios rojo.

    ―¿Oyes ese ruido?

    Katherine frunció los labios.

    ―Sí ―dijo―. Creo que uno de tus amigos se ha quedado atrancado en la cámara frigorífica.

    ―¡Joder! Y tú ni... ¡Dave! ―Tim fue corriendo hasta el congelador y lo abrió.

    Dave lo miró con los ojos entornados. Se sacó el polo de la boca.

    ―¿Tienes idea de cuánto tiempo llevo dando golpes a esa puerta?

    ―Lo siento, tío, el cerrojo de seguridad está roto ―dijo Tim―. Tienes que calzar este trozo de madera entre la puerta y el marco cuando entres.

    ―¿Sabes lo peligroso que es esto? Podría haber muerto congelado.

    ―No podías haber muerto ―dijo Tim cogiendo una cerveza―. Mira, esta cerveza lleva aquí más tiempo que tú y apenas está lo bastante fría como para beberla.

    ―Da igual ―dijo Dave―. Mira, no se lo digas a Cooper. Esta noche no voy a poder aguantar demasiadas gilipolleces suyas.

    ―No te preocupes.

    ―¡Ey, Tim! ―gritó Cooper desde la entrada―. Deja de hacerte pajas ahí dentro. Creo que ha llegado.

    ―Vamos ―dijo Tim. Dave y él fueron al comedor.

    Tim, Cooper y Dave miraron por la ventana, entrecerrando los ojos por los faros que los iluminaban. Julian se quedó donde estaba, con la cara enterrada en el libro.

    ―Dios, espero que no sea un cliente ―dijo Tim.

    ―Ah, hola Dave ―dijo Cooper―. ¿Dónde coño has estado?

    ―Me alegro de que me echarais de menos ―dijo Dave.

    ―¿Me has traído un polo?

    ―Toma ―, dijo Dave mientras le daba un segundo polo a Cooper.

    ―Joder ―dijo Cooper―, ¿naranja?

    ―De nada ―dijo Dave.

    Una puerta de coche se cerró estrepitosamente.

    ―Me cago en la puta ―dijo Cooper.

    Un tipo gordo vestido con una capa púrpura aterciopelada estaba al lado del coche, devolviéndoles la mirada. Les sacaba más de diez años a todos los que estaban en el Chicken Hut y tenía mucho más pelo en la cara que en la coronilla. Tomó un extremo de la capa, revelando debajo una camiseta gris desteñida, e hizo una elaborada reverencia.

    ―¡Katherine! ―Tim dio un respingo. Fue corriendo hacia la cocina y la interceptó justo cuando estaba entrando en el comedor.

    ―¡Joder, Tim! ―dijo―. Mira por dónde vas.

    ―Oye, Kat ―dijo Cooper―, ¿te hace luego una partidita de rol fantástico?

    ―Que te folle un orco, pringado ―dijo ella con una sonrisa falsa y con el dedo corazón.

    ―Quizás sea mejor que salgas por detrás ―sugirió Tim, intentando ocultar el pánico de su voz―. Hay un poli en la entrada.

    ―Ah, vale. Gracias ―dijo Katherine. No había dado más que unos pasos cuando se dio la vuelta―. Espera un momento. No he llegado a hacer nada malo. ¿Por qué me tengo que preocupar...?

    La campanita de la puerta principal sonó cuando la puerta se abrió. Tim bajó la cabeza.

    Detrás de él, el silencio de Katherine insinuó que estaba demasiado impactada como para reírse.

    ―¿Es aquí donde la maravillosa historia de esta noche será revelada? ―preguntó el nuevo Cavern Master con unos ojos inquietantemente abiertos y una amplia sonrisa.

    ―Pensándolo mejor ―dijo Katherine―, quizás me vaya por detrás.

    Dio a Tim en la espalda.

    ―Que te diviertas, hermanito ―dijo yéndose a la cocina. Si se fue por educación, no se tendría que haber molestado. Los amigos intercambiaron miradas cuando la risa resonó desde la cocina.

    ―Tú debes de ser Mordred ―dijo Tim―. Soy Tim.

    Extendió la mano. Mordred la aceptó sin interés y estiró el cuello para mirar tras él.

    ―Supongo que la señorita no se unirá a nosotros esta noche.

    ―No, ―dijo Tim―. Sin duda la señorita no se unirá a nosotros.

    Un lado de la boca de Mordred se crispó y los orificios de su nariz se ensancharon. Volvió a centrar su atención en Tim.

    ―¿Ha sido vos el que me ha convocado aquí en esta velada?

    ―Ese he sido yo ―dijo Cooper levantándose―. Yo puse el anuncio en el periódico, si te refieres a eso. Soy Cooper y este es Julian. Ya conoces a Tim.

    ―Yo soy Dave ―dijo Dave después de esperar un segundo para confirmar que Cooper no iba a presentarlo.

    ―Me podéis denominar Mordred ―dijo Mordred―. O Cavern Master si os place.

    ―Sí ―dijo Cooper―, ya lo veremos.

    Mordred inspeccionó la zona del comedor del Chicken Hut.

    ―¿Es aquí donde pretendéis jugar?

    ―Sí ―dijo Tim―. Aquí es donde jugamos siempre.

    ―Supongo que bastará. Sin embargo, precisaré una mesa únicamente para mí.

    ―Ahora mismo, su Majestad ―dijo Tim, arrastrando una mesa del montón que ya habían preparado.

    ―Gracias. ―Mordred se sentó y dejó un gran saco de lona en la silla de al lado.

    ―¿Todos habéis preparado los personajes siguiendo las pautas que envié por correo electrónico a Cooper?

    ―Sí ―dijo Tim, sacando un trozo de papel de una carpeta que había sobre la mesa. Dave y Cooper hicieron lo mismo.

    ―¿Puedo examinarlos? ―Mordred les arrebató las hojas de las manos. Sus ojos con aspecto de cerdo subían y bajaban por ellas mientras murmuraba y gruñía en aprobación y desaprobación.

    ―Un enano, un semiorco y un mediano ―reflexionó―. Qué grupo de camaradas más poco común. Por supuesto, os dais cuenta de que los enanos y los semiorcos no se llevan bien, ¿verdad?

    ―Eso no debería ser muy difícil de rolear. Tampoco es que Dave y Cooper se lleven bien.

    ―Muy bien ―dijo Mordred―, si es lo que queréis. Un momento, ¿por qué tengo solo tres personajes?

    ―No he hecho el mío ―dijo Julian―. No he jugado nunca y no sé...

    ―¡Un jugador virgen! ―exclamó Mordred―. ¡Qué maravilla!

    Cooper se atragantó con un trago de cerveza. Si Mordred hubiera hablado un segundo antes, Cooper podría haberle premiado con un baño de cerveza y saliva.

    ―Tío, si alguien en esta sala es un jugador virgen...

    Dave lo interrumpió con un codazo en las costillas, por el cual recibió un puñetazo en el brazo mucho más fuerte.

    Mordred acompañó a Julian durante las tiradas de dados para determinar los resultados de las habilidades de su personaje.

    ―¿Qué raza te gustaría ser?

    ―Judío no es una opción ―dijo Cooper.

    ―No sé ―dijo Julian―. Creo que está bien si soy blanco. Debería ser fácil de rolear puesto que soy nuevo en esto.

    Cooper, Dave y Tim se rieron disimuladamente, pero Mordred solo le dirigió una sonrisa amable.

    ―En este juego, las razas incluyen a los humanos, elfos, enanos...

    ―Ah, eso. ―La cara de Julian se puso roja―. Quiero ser un elfo.

    ―Excelente ―dijo Mordred―. ¿Y qué clase?

    ―Elige media-alta ―sugirió Cooper.

    Mordred tajó más posibles interrupciones explicándose:

    ―Las clases incluyen guerrero, mago, clérigo...

    ―Quiero ser un mago ―dijo Julian.

    ―¿En serio? ―preguntó Mordred sin convicción.

    ―¿Para qué coño quieres ser un mago? ―preguntó Cooper―. Solo tienes once puntos de inteligencia.

    ―Quiero usar magia.

    ―Entonces sé un puto hechicero. Tienes muchos puntos de carisma.

    ―En el libro he leído que una clase favorecida por ser elfo son los magos ―dijo Julian mientras miraba a Mordred para que lo confirmara.

    ―¡Una razón excelente! ―dijo Mordred―. Te otorgo trescientos puntos de experiencia.

    ―¿Y por qué cojones? ―preguntó Cooper.

    ―Por rolear, claro ―dijo Mordred―. Me ha demostrado que ha pensado más en el propio personaje que en modificar los números para conseguir los mejores bonificadores.

    Echó otro vistazo a la ficha de personaje de Julian.

    ―Además ―masculló―, con este personaje, va a necesitar toda la ayuda posible.

    Julian encogió los hombros y anotó sus trescientos puntos.

    ―¿Podemos empezar ya? ―preguntó Tim.

    ―Todavía no ha terminado ―dijo Mordred―, aún tiene que escoger las habilidades y dotes, y comprar equipo.

    ―Que coja el pack de principiante ―sugirió Dave―. No ha jugado nunca. Si tiene que preparar todo eso, estaremos aquí toda la noche.

    Mordred lo sopesó.

    ―¿Quieres coger el pack de principiante? ―Abrió el Manual del Jugador por la debida página y se la mostró a Julian. Este le echó una ojeada.

    ―No sé qué significa casi nada de esto, pero vale. Ah... excepto que prefiero luchar con una espada que con un bastón.

    ―Los magos luchan con palos ―dijo Cooper―. Si querías usar una espada, no deberías haber sido un mago nenaza.

    ―Ya ―dijo Mordred―, pero el manejo de la espada es parte de la cultura élfica. Todos los elfos son diestros en el arte de la espada.

    ―Genial ―dijo Julian, mirando engreídamente a Cooper―. Entonces, ¿puedo tener una espada?

    ―Lamentablemente, no.

    ―¿Por qué?

    ―Un bastón es gratis. Al fin y al cabo es prácticamente un palo. Una espada cuesta un dinero, que no tienes.

    ―Ah ―dijo Julian―. Vale.

    ―¿Sabes qué? ―dijo Mordred―. Como no conoces el juego, te daré los materiales mágicos que necesitarás para invocar a tu familiar. Eso vale cien piezas de oro.

    ―¿Puedo venderlo para comprarme una espada?

    ―Puedes coger una espada en cualquier sitio ―dijo Tim―. Seguro que tarde o temprano tendremos que luchar con alguien que lleve una espada. Hazme caso, Mordred te está ofreciendo un buen trato. Acéptalo.

    ―¿Qué es un familiar? ―preguntó Julian.

    ―Es como un pequeño escolta animal que pueden conseguir los magos y hechiceros ―dijo Dave.

    ―¿Como una mascota? ―preguntó Julian.

    ―No... bueno, sí, algo así. Pero compartís un lazo empático y puede hacer recados para ti y tal.

    ―Como ir a por el periódico.

    ―Por el amor de Dios ―dijo Cooper―, coge la bolsa de mierdas mágicas y sigamos.

    ―Vale ―dijo Julian―. Bolsa... de... mierdas... mágicas ―murmuró para sí mientras lo escribía en su inventario.

    ―Bien ―dijo Mordred―. Entonces tenemos un pícaro mediano ―le pasó a Tim su ficha de personaje―, un clérigo enano ―le dio la ficha a Dave―, un bárbaro semiorco ―le pasó el papel a Cooper― y un mago elfo ―dijo, dándole la última ficha a Julian―. Esta es vuestra última oportunidad para que cambiéis de opinión. Os advierto que un grupo así no tiene muchas posibilidades de ser aceptado por ciertos sectores de la sociedad.

    ―Soy un bárbaro ―dijo Cooper―. Rehúyo de la sociedad.

    ―Y la sociedad te lo agradece ―respondió Tim―. Ahora te callas.

    ―Vale ―dijo Cooper―. Vamos a empezar con esto. Mordred, ¿quieres una birra?

    ―No bebo alcohol.

    ―¿En serio? ¿Ponerte esa capa fue una decisión sobria?

    Todos se rieron. Mordred frunció el ceño a Julian.

    ―Es un manto.

    Dave mantenía los ojos y los labios bien cerrados. A Tim se le comenzaron a llenar los ojos de lágrimas.

    ―No hemos llegado a empezar ―dijo Mordred―, y ya estáis actuando como una panda de imbéciles borrachos. Precisamente por esto nunca he participado de la bebida.

    Tim estaba controlando la risa. Mordred no respondía bien al humor de Cooper.

    Mordred buscó en su bolsa de lona y sacó una bolsita de seda negra. Su superficie brillaba como si fuera metal líquido, sujetado por un cordel plateado trenzado. Colocó la bolsita delante de él y recorrió un costado con el dedo, sonriendo para sí mismo inquietantemente.

    ―¿Y qué tal una coca-cola? ―preguntó Cooper.

    ―¿Eh? ―respondió Mordred repentinamente, como si despertara de un sueño. Cooper estaba al lado de Mordred, sujetando una coca-cola. Mordred soltó la bolsa.

    ―¿Qué tienes ahí? ―Cooper estiró la mano hacia la bolsa―. ¿Los huevos?

    ―¡Quita de ahí! ―gritó Mordred, atrapando su bolsa con una mano y pegando a Cooper con la otra.

    ―Hostias, macho. Perdona.

    Mordred recobró la compostura.

    ―Lo siento ―dijo―. Este es un juego de dados especial. Son raros y muy valiosos. Es que no dejo que nadie los use.

    Sacó un segundo saquito de su bolsa de lona. Este era de cuero, de color pardo. Volcó un juego de dados de plástico azul marmoleado. Debían de estar recién sacados de la tienda.

    Tim sacó sus dados de una bolsa de whisky Crown Royal. Estaban sucios, deslucidos y rayados. No más de tres eran del mismo juego. Entre ellos había una cabeza de un hombre de Lego con la cara desgastada, un ala de cucaracha y un pelo púbico.

    Cooper cogió otra cerveza y se sentó.

    Mordred cerró los ojos e inspiró hondo.

    ―¿Comenzamos?

    Capítulo 2

    ––––––––

    ―Durante meses vosotros cuatro habéis viajado después de recibir la llamada de una vida de aventuras que os impulsó a abandonar vuestros hogares y familias en busca de fortuna. En el viaje, vuestros caminos se cruzaron y decidisteis continuar juntos, dejando de lado vuestras diferencias raciales y filosóficas. Llegáis a la periferia de una ciudad pequeña.

    ―¿Cómo se llama la ciudad? ―preguntó Cooper.

    ―No lo sabes ―respondió Mordred―. No puedes leer el cartel.

    ―¿Es un cartel mágico? ―preguntó Julian―. Yo puedo leer magia.

    ―No ―dijo Mordred―, es un cartel corriente. No lo puede leer porque es un bárbaro y los bárbaros no saben leer.

    ―¿Entonces qué dice? ―preguntó Tim.

    ―En la lengua común, dice «Bienvenido a Algor».

    ―¿Al Gore? ―preguntó Dave.

    ―¿Es una ciudad verde? ―preguntó Cooper.

    ―¡Algor! ―espetó Mordred―. Una palabra. Sin «e» ―dijo mientras su mano se movía hacia la bolsita de seda que tenía al lado.

    Tim le echó una mirada de ruego a Cooper y este se calló. Mordred puso firmemente ambas manos sobre la mesa y continuó:

    ―Una alta empalizada de madera rodea la ciudad. La puerta principal está escoltada por un único soldado y los carros entran y salen sin impedimentos, hasta donde podéis ver. Fuera de la entrada, a cada lado del camino, se encuentran dos menhires grandes y negros, reliquias de un pueblo de hace...

    ―¿Tienen que estar fuera porque son negros? ―preguntó Julian.

    ―¿Qué?

    ―Quiero hablar con uno.

    ―¿Con quién?

    ―Con uno de los hombres grandes y negros.

    ―¿Un menhir?

    ―Sí, claro. Aquí, allá, dondequiera que estén.

    ―Eh... vale.

    ―Buenos días, señor ―dijo Julian―. Soy Melvin el Blanco, sin ofender, hijo de Zorbin el Grande. Mis amigos y yo hemos viajado desde lejos y...

    Mordred lo interrumpió:

    ―El guardia de la puerta te pregunta por qué estás hablando con un objeto inanimado.

    ―¡Qué puto racista! ―dijo Julian―. Le disparo una flecha.

    ―No tienes arco.

    ―¿Le puedo dar con mi bastón?

    ―No ―dijo Mordred―, está a quince metros de ti.

    ―Eres un mago, cacho bobo ―añadió Cooper―. ¿Por qué no usas algo de magia?

    ―Ah, claro ―dijo Julian―. Le tiro algo de magia.

    ―¿Qué conjuro quieres lanzar?

    ―No sé. Rayos relampagueantes o algo de eso.

    Rayo relampagueante es un conjuro de nivel 3. Ahora mismo, lo mejor que puedes lanzar es proyectil mágico.

    ―Estupendo, le lanzaré eso.

    ―¿Lo has memorizado?

    ―¿Tengo que memorizar cosas?

    ―Julian ―dijo Tim―, tienes que memorizar qué conjuros quieres cada mañana. Bien jugado, Mordred. ¿Podemos seguir?

    ―¿Seguir? ―preguntó Julian―. ¿En serio no os importa cómo tratan a los hombres grandes y negros en esta ciudad?

    ―Menhires ―corrigió Mordred.

    ―Lo que sea ―dijo Julian―. La forma en la que tratan a los hombres grandes y negros en esta ciudad. ¿Os da igual?

    ―¡Me cago en la puta! ―gritó Cooper―. M-E-N-H-I-R. Es una puta columna de piedra o algo.

    ―Ah... ―dijo Julian―. Pues perdonadme. Será que no me he encontrado tantos menhires como vosotros.

    ―Tu madre sí que se ha encontrado a muchos hombres aquí ―dijo Cooper―. Los grandes y negros siempre han sido sus favoritos.

    ―Julian, apúntate otros cien puntos de experiencia.

    ―¿Y eso por qué cojones? ―preguntó Cooper.

    ―Por tratar de mantenerse dentro del personaje y rolear. Ha pensado un poco en su historia personal.

    Julian anotó otros cien puntos en su hoja de personaje y sonrió a Cooper.

    ―El guardia se acerca y grita: «¡Alto!».

    ―Buenos días, señor ―respondió Tim.

    ―¿Adónde creéis que lleváis esa bestia? ―dijo Mordred señalando a Cooper.

    ―¿A quién llamas bestia, hijo de p...?

    ―Es nuestro amigo ―intervino Dave―. No quiere haceros daño a vos ni a esta ciudad. Hemos venido desde lejos y buscamos...

    ―Me trae sin cuidado por qué escogéis asociaros con alguien de su calaña. Ningún orco pondrá un pie en Algor. Es la ley del lugar.

    ―Os dije que este tío era un racista ―dijo Julian.

    ―Es solo un semiorco ―dijo Tim―. Su madre era humana.

    ―¿Entonces tengo que dejarlo pasar porque su madre era una fulana follaorcos? A lo mejor también debería postrarme a sus pies. Salve aquel cuya madre se abre de piernas para...

    ―A la mierda ―dice Cooper―. Me lo cargo.

    ―¿En serio? ―preguntó Mordred.

    ―Lo sabe Dios ―dijo Cooper cogiendo un dado de veinte caras―. Decapito a ese cabronazo.

    Tiró el dado. 19. Mordred se encogió de hombros.

    ―Vale, impulsas tu gran hacha alrededor de tu cuerpo y el filo se encuentra con su cuello justo por encima del hombro. Es un corte limpio y la cabeza cae rodando al suelo.

    ―Cojonudo. La meto en mi mochila.

    ―Si quieres...

    ―¿Consigo algún punto de experiencia?

    ―No.

    ―¿Por qué no?

    ―Este guardia no suponía ningún reto. Era solo parte del escenario. Solo tenía dos puntos de golpe.

    ―¿Y qué pasa con rolear y mantenerse dentro del personaje?

    ―¿A eso lo llamas rolear?

    ―Soy un puto bárbaro y ese llamó fulana follaorcos a mi madre. ¿Habría estado más acorde con mi personaje discutir su perspectiva con un diálogo racional?

    ―Vale. Apunta cincuenta puntos.

    ―Tu madre se apuntó cincuenta puntos ―murmuró, pero anotó los cincuenta puntos sin discutir por más.

    Mordred habló repentinamente, captando toda la atención:

    ―La gente chilla. Poco después oís una campana sonando y guardias que gritan tras la puerta.

    ―Joder, Cooper ―dijo Dave―. Nos van a joder pero bien.

    ―Que te den, Dave. El honor de mi madre estaba en juego.

    Tim se dirigió directamente a Mordred:

    ―Dijiste que hay muchos carros entrando y saliendo de la ciudad, ¿verdad?

    ―Bastantes, sí.

    Se giró hacia el grupo.

    ―Vamos a robar un carruaje o algo y nos piramos de aquí.

    ―Me parece bien ―dijo Dave.

    ―Es un buen plan para esta ocasión ―dijo Mordred―. Apúntate 100 puntos de experiencia.

    ―Buscaré un carro que haya salido de la ciudad ―dijo Cooper―. Si tengo tiempo para ponerme quisquilloso, escogeré uno que tenga un par de caballos sanos.

    ―Encuentras un vehículo adecuado. Es una caravana con dos caballos que están en buenas condiciones según tu parecer.

    ―Apunto al conductor con mi hacha y le ordeno que se marche.

    Mordred tiró un dado tras un cartón que hacía de pantalla.

    ―Hace lo que dices.

    ―Rápido, todos dentro.

    ―Vale ―dijo Tim―. Estamos todos en la caravana. ¡Vámonos!

    Mordred sonrió.

    ―¿Alguien tiene algún punto en la habilidad trato con animales?

    Todos miraron en sus fichas de personaje y luego se miraron entre ellos.

    ―Yo tengo diplomacia ―dijo Julian.

    ―Aunque no sepas, puedes intentar hacer que se muevan por tu puntuación en carisma.

    ―Eh... ¡Corred, caballos!

    ―Tira un dado.

    ―¿Vale un seis?

    ―No, los caballos no se mueven. Podéis ver una nube de polvo elevándose sobre la empalizada mientras el sonido de cascos de caballo tronando se acerca hacia vosotros.

    ―Agarro el bastón de Julian ―dijo Cooper―, y le doy un golpe a un caballo en el culo con él.

    ―Los caballos salen despedidos, fuera de control. Haced una tirada de Destreza.

    Tim, Dave y Cooper cogieron un dado de veinte y Julian les imitó enseguida.

    ―Cuatro ―dijo Cooper.

    ―Doce ―dijo Dave.

    ―Seis ―dijo Tim.

    ―¡Ja! ―gritó Julian―. ¡Veinte!

    Su mirada triunfal se encontró con las miradas de preocupación del resto de jugadores.

    ―¿Qué?

    ―En las tiradas de habilidad hay que sacar poco ―explicó Tim.

    ―Mierda ―dijo Julian.

    Mordred habló:

    ―Pierdes el equilibrio y comienzas a caerte de la caravana.

    ―Mi tirada ha sido muy buena ―dijo Cooper―, ¿puedo intentar agarrarlo?

    Mordred lo sopesó.

    ―Vale. Tira otra vez y podrás cogerlo.

    Cooper tiró el dado de nuevo.

    ―¡Catorce! Lo conseguí.

    ―Suficiente. Apúntate 100 puntos de experiencia: 50 por hacer que los caballos se muevan y 50 por salvar a tu compañero.

    ―¿Entonces estamos volviendo por donde hemos venido? ―preguntó Dave―. ¿Qué hay por ahí?

    ―Seguís recorriendo el camino unos 500 metros más o así, pero el camino tuerce y los caballos siguen recto. Podéis ver un grupo de caballos siguiéndoos. Al contrario que vuestros caballos, no tienen ninguna carga más que sus jinetes y os están ganando terreno deprisa.

    ―¿Qué llevan puesto los jinetes? ―preguntó Tim.

    ―Llevan armadura de cota de mallas y están armados con ballestas y espadas largas.

    ―¿Qué hay por delante de nosotros? ―preguntó Dave.

    ―La linde del bosque. Los caballos no podrán maniobrar entre los árboles con la caravana. Calculáis que la caravana llegará a los árboles más o menos a la vez que los guardias de la ciudad os alcancen.

    ―Joder ―dijo Cooper―. ¿Quién quiere un cigarro?

    ―¿Qué? ―preguntó Mordred.

    ―Sí ―dijo Dave―. Suena bien.

    ―Me apunto ―dijo Julian.

    ―Iré un momento a la tienda a por más birra ―dijo Tim.

    ―Pero si estamos a punto de tener un enfrentamiento ―objetó Mordred―. ¡Estáis interrumpiendo el flujo del juego!

    Cooper encendió un cigarrillo mientras salía por la puerta principal.

    ―¿Por qué no interrumpes el flujo de sangre de tu vagina durante un rato y te relajas?

    Tim se comenzó a caminar hacia la tienda de barrio que había cerca del Chicken Hut. La llevaba una pareja mayor y Tim sospechaba que sus reuniones para jugar los viernes por la noche podían ser las responsables de mantener su negocio a flote.

    Cooper vociferó:

    ―¡Compra unos tampones para Mordred ya que vas! ¡Y que sean púrpura y aterciopelados!

    Tim regresó un par de minutos después con una caja de cervezas en cada mano para encontrarse a Dave y Julian riéndose. Miró a Mordred a través de la puerta. Estaba sentado solo, con los codos apoyados en la mesa y los pequeños mechones de pelo de ambos lados de la cabeza sobresaliéndole entre sus dedos rechonchos.

    ―¿Os importa meterlas?

    Dave y Julian cogieron una caja cada uno y entraron. Cooper fue a seguirlos, pero Tim lo paró.

    ―¿Tienes un cigarro?

    ―Claro.

    Cooper encendió un cigarrillo para Tim y otro para él. Tim exhaló una larga estela de humo. Se quedó suspendida en el aire húmedo.

    ―¿Qué me he perdido?

    ―No

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