Sueño del infierno
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Sueño del infierno - Francisco de Quevedo y Villegas
Francisco de Quevedo y Villegas
Sueño del infierno
Barcelona 2015
www.linkgua-digital.com
Créditos
Título original: Sueño del infierno.
© 2015, Red ediciones S.L.
e-mail: info@red-ediciones.com
Diseño de cubierta: Mario Eskenazi
ISBN rústica: 978-84-9816-883-9.
ISBN ebook: 978-84-9897-761-5.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.
El diseño de este libro se inspira en Die neue Typographie, de Jan Tschichold, que ha marcado un hito en la edición moderna.
Sumario
Créditos 4
Presentación 7
La vida 7
«Soñando» 7
Sueño del infierno 9
PRÓLOGO AL INGRATO Y DESCONOCIDO LECTOR 9
Discurso 9
Libros a la carta 47
Presentación
La vida
Francisco de Quevedo y Villegas (Madrid, 1580-Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1645). España.
Hijo de Pedro Gómez de Quevedo, noble y secretario de una hija de Carlos V y de la reina Ana de Austria. Francisco de Quevedo estudió con los jesuitas en Madrid, y luego en las universidades de Alcalá (lenguas clásicas y modernas) y Valladolid (teología).Tras su regreso a Madrid tuvo la protección del duque de Osuna, con quien viajó a Sicilia en 1613.
Osuna fue nombrado virrey de Nápoles y Quevedo ocupó su secretaría de hacienda y participó en misiones políticas contra Venecia promovidas por su protector. Cuando éste cayó en desgracia Quevedo sufrió destierro y prisión, pero regresó a la corte tras la muerte de Felipe III. Durante años tuvo buenas relaciones con Felipe IV, aunque no consiguió ganarse la simpatía de su favorito, el conde-duque de Olivares. Se especula que dejó bajo la servilleta del monarca el memorial contra Olivares titulado «Católica, sacra, real Majestad», lo que motivó su detención en 1639. Se cree, en cambio, que terminó en un calabozo del convento de San Marcos de León, donde permaneció hasta 1643, víctima de una conspiración.
Murió en Villanueva de los Infantes.
«Soñando»
Los sueños son obras satíricas, escritas entre 1606 y 1621; son narraciones de inspiración Lucianesca en que se ironiza sobre diversas costumbres, oficios y personajes de la época. En los Sueños, Quevedo hace una sátira de las distintas profesiones y estatus sociales. Aparecen juristas, médicos, carniceros, hidalgos, poetas, astrólogos, y la obra incluso se refiere a los malos practicantes de las distintas religiones, con alusiones a Mahoma, Lutero y Judas.
Sueño del infierno
CARTA A UN AMIGO SUYO
Invío a V. M. este discurso, tercero al Sueño y al Alguacil, donde puedo decir que he rematado las pocas fuerzas de mi ingenio, no sé si con alguna dicha. Quiera Dios halle algún agradecimiento mi deseo, cuando no merezca alabanza mi trabajo, que con esto tendré algún premio de los que da el vulgo con mano escasa, que no soy tan soberbio que me precie de tener envidiosos, pues de tenerlos tuviera por gloriosa recompensa el merecerlos tener. V. M. en Zaragoza comunique este papel, haciéndole la acogida que a todas mis cosas, mientras yo acá esfuerzo la paciencia a maliciosas calumnias que al parto de mis obras (sea aborto) suelen anticipar mis enemigos. Dé Dios a V. M. paz y salud. Del Fresno y mayo 3 de 1608.
Don Francisco Quevedo Villegas.
PRÓLOGO AL INGRATO Y DESCONOCIDO LECTOR
Eres tan perverso que ni te obligué llamándote pío, benévolo ni benigno en los demás discursos porque no me persiguieses; y ya desengañado quiero hablar contigo claramente. Este discurso es el del infierno; no me arguyas de maldiciente porque digo mal de los que hay en él, pues no es posible que haya dentro nadie que bueno sea. Si te parece largo, en tu mano está: toma el infierno que te bastare y calla. Y si algo no te parece bien, o lo disimula piadoso o lo enmienda docto, que errar es de hombres y ser herrado de bestias o esclavos. Si fuere oscuro, nunca el infierno fue claro; si triste y melancólico, yo no he prometido risa. Solo te pido, lector, y aun te conjuro por todos los prólogos, que no tuerzas las razones ni ofendas con malicia mi buen celo. Pues, lo primero, guardo el decoro a las personas y solo reprehendo los vicios; murmuro los descuidos y demasías de algunos oficiales sin tocar en la pureza de los oficios; y al fin, si te agradare el discurso, tú te holgarás, y si no, poco importa, que a mí de ti ni dél se me da nada. Vale.
Discurso
Yo, que en