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Siqueiros y Blanca Luz Brum. Una pasion tormentosa
Siqueiros y Blanca Luz Brum. Una pasion tormentosa
Siqueiros y Blanca Luz Brum. Una pasion tormentosa
Libro electrónico134 páginas2 horas

Siqueiros y Blanca Luz Brum. Una pasion tormentosa

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La prodigiosa obra del mexicano David Alfaro Siqueiros esta fuera de toda discusión. Su vida, sin embargo, ha quedado signada por aquella madrugada de 1940 en que intentó asesinar a León Trotsky. Desde entonces convoca adhesiones y rechazos, pero nadie niega al halo de pasión de artista en tiempos de acción y rebeldía. La figura de Blanca Luz Brum es mucho menos conocida, pero emana similar aura de leyenda. Ambos fueron inconformistas, fogosos, polémicos, además, ambos se amaron, con intensidad durante cuatro violentos años, con distancia durante décadas. Este libro es la poca transitada historia de dos seres desmesurados, una historia de turbulencias, como dice el autor, una buena historia de amor.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 ene 2013
ISBN9781939048745
Siqueiros y Blanca Luz Brum. Una pasion tormentosa
Autor

Esteban Campos

Esteban Campos es licenciado en Historia, docente en la facultad de Filosofia y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Miembro de la seccion Historia reciente en la Latin America Studies Association (LASA), se le reconoce como especialista en historia de los movimientos politicos y sociales latinoamericanos de los ultimos treinta años.

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    Siqueiros y Blanca Luz Brum. Una pasion tormentosa - Esteban Campos

    He aquí dos vidas particulares. Dos vidas recorridas al límite de la velocidad permitida, sólo podían producir una explosión formidable con su encuentro. Tomemos dos breves historias para ejercitar la memoria:

    Nos encontramos en Coyoacán, una de las dieciséis delegaciones del Distrito Federal de México. En la madrugada del 24 de mayo de 1940, una veintena de pistoleros se deslizan en varios automóviles hacia el fin de la noche, intentando evitar el ruidoso empedrado de la Avenida Hidalgo. A pesar de la elevada temperatura, llevan abrigos militares, que le otorgan impunidad y hasta cierta belleza al brillo amenazador de ametralladoras y pistolas. Van a matar a León Trotsky, el genio militar de la Revolución Rusa de 1917, exiliado en México gracias a la generosidad y a los ajedreces políticos del presidente Lázaro Cárdenas. El jefe de la partida mira su reloj, esconde su mirada detrás de unos gruesos anteojos y se acomoda el bigote postizo: es David Alfaro Siqueiros, pintor muralista y militante comunista. Son las tres de la mañana. Atrás ha quedado la arenga, teñida de mueras al traidor de la gloriosa revolución proletaria y los instantes prácticos, silenciosos, eficaces, de limpiar y cargar las armas, de dividir las tareas con fría precisión. La casilla que alberga a la custodia oficial es ocupada sin disparar un tiro, confundida la pequeña guardia por los disfraces militares. Un poco más adelante, uno de los secretarios de Trotsky les abre el portón de la residencia para que puedan entrar. Los asesinos atraviesan a gatas el jardín, y unos segundos después se desata el infierno. Como si fuera una película ambientada en la Chicago de los años 30, los matones disparan más de cien balas contra puertas y ventanas.

    Diecisiete años después, contemplamos otra escena en Punta Arenas, la ciudad más austral del mundo (para los chilenos). El 28 de septiembre de 1957, una mujer está dispuesta a dar la vida por Perón. Va a preparar la fuga de Guillermo Patricio Kelly, un preso político argentino y peronista que se había escapado del penal de Ushuaia, la ciudad más austral del mundo (para los argentinos). Un largo periplo ideológico y sentimental la había llevado por Uruguay, Perú, México y Argentina, para terminar desembarcando en Chile. En seis minutos, la mujer le aplicó a Kelly una espesa capa de base para disimular la barba, y lo disfrazó con una peluca rubia, anteojos y un grueso tapado. Hacía semanas que le había enseñado a caminar con sensualidad; ella comprendía lo que los hombres esperaban de una mujer y siempre había ganado el centro de todos los ámbitos por donde había pasado. Kelly ya tenía un pasado cruzado por balas, puñetazos y audacia, gracias a su militancia juvenil en una agrupación de extrema derecha, así que no la decepcionó. Cuando salieron de la celda tomados del brazo, los compañeros de apoyo encargados de distraer a la guardia debieron contener la risa: Blanca Luz Brum y Guillermo Patricio Kelly caminaron hacia la puerta del penal como dos buenas amigas, y se fugaron sin disparar un solo tiro.

    En las próximas páginas vamos a contar dos historias cuyas órbitas se cruzan durante cuatro intensos años, entre 1929 y 1933, para luego brillar con luz propia durante varias décadas. En primer lugar, nos encontramos ante la leyenda de una pasión latinoamericana, el romance furioso entre David Alfaro Siqueiros y Blanca Luz Brum. Él nació en México y fue sucesivamente soldado, pintor muralista y militante comunista. Ella vio la luz en Uruguay, y se ganó un nombre propio como escritora, periodista, poeta y activista de izquierda. Ambos fueron seres polémicos y artistas sublimes, y los dos se convirtieron en algún momento en personajes malditos, en el buen sentido de la palabra. A ella, por ser una mujer revolucionaria y sin fronteras se le negó un lugar en la cima de las letras de su país. A ella, que rompió los límites terrestres y los límites ideológicos, nadie le perdona que se haya deslizado escandalosamente de la ultraizquierda a la extrema derecha política. ¿Por qué? El machismo también tiene pluma, y hasta ahora historiadores y novelistas sólo la han recordado por la calidad y la cantidad de sus amantes, o por ser la mujer que alguna vez Siqueiros pintó desnuda.

    A él le tocó ser el malo de la película durante mucho tiempo; un muralista talentoso como el bueno de Diego Rivera, pero a fin de cuentas un estalinista irredento y un incurable provocador. Siqueiros terminó siendo conocido como el pintor de la pistola, un artista que estaba dispuesto a jugarse la vida (la de él o la de los demás) por sus ideas. El que pasa una temporada en el infierno jamás retorna limpio del viaje.

    Hacer y pensar

    Una pregunta concreta para introducirse en la lectura de este libro podría ser la siguiente: ¿es posible juzgar a un intelectual o a una artista separando la obra del compromiso político, cuando en su vida estuvieron unidos? Los ejemplos de asincronía entre vida y obra abundan: Luis Ferdinand Céline fue el autor de un libro genial y al mismo tiempo escribía panfletos antisemitas. Leni Riefenstahl era una cineasta inolvidable cuya producción, sin embargo, respondía a las necesidades de propaganda del Tercer Reich. Jorge Luis Borges es considerado uno de los mejores escritores en lengua castellana, y sin embargo nunca se privó de hacer declaraciones antidemocráticas y racistas.

    Nuestros héroes (o por qué no antihéroes, según cual sea el tramo de sus vidas que elijamos narrar), no pueden escapar de aquellas contradicciones. Otro problema que atraviesa el libro es el de la verdad histórica. Tanto Blanca Luz Brum como David Alfaro Siqueiros escribieron sus memorias, y parece evidente que ambos convirtieron su vida en una epopeya, borrando o edulcorando los episodios que irritaban la belleza del cuadro general.

    Como sostiene el novelista Hugo Achugar sólo existen falsas memorias, impresiones de una vida que deben ser verificadas con documentos y testimonios. El historiador tiene que ser en primera instancia un detective, pero también un narrador capaz de contar una buena historia, como los antiguos rapsodas griegos. Es por eso que sin descuidar el ritmo del texto nos vamos a detener en el problema del lugar de nacimiento del artista mexicano, o en el misterioso parentesco de la escritora uruguaya.

    También trataremos de comprender el contexto histórico que rodeó el atentado de Siqueiros contra Trotsky, y el compromiso de Brum con la dictadura militar de Augusto Pinochet. Como decía el escritor argentino Leopoldo Lugones, vamos a transitar el tiempo que va desde los jovencitos que rompen vidrios hasta esos jóvenes convertidos en adultos que los colocan.

    Pero sobre todo, vamos a emocionarnos con una vibrante historia de amor: no de aquellas que terminan en un final feliz con casamiento y vestidos de tul, sino una de arañazos, transpiración y humores trasnochados; una pasión arrebatada por la violencia y los celos. Parece que fue ayer cuando David todavía escribía:

    Mi mujercita chula, chulita a quien hice sufrir tanto por quererla tanto. Pero qué maravillosa la pasión bárbara que a veces me sale quemando de adentro del cuerpo y del pensamiento.

    Y es un día parecido al de hoy cuando Blanca, como siempre, va a manotear su pluma con agilidad felina para responder:

    Tenemos que besarnos y olvidarnos de todos [...] acariciar tus pies, tu vientre, tus rodillas, tus manos. Tú me romperás las trenzas y no podrás remediar tus celos.

    Capítulo I

    Los años locos

    En algún lado, alguna vez se dijo que si la verdad no es bella, entonces no es buena. Por alguna razón, los recuerdos de David Alfaro Siqueiros y Blanca Luz Brum se pierden en la noche de los tiempos, a pesar de (o precisamente por) los relatos autobiográficos que elaboraron cada uno por su lado. Como sostiene el crítico y escritor Ricardo Piglia, el género biográfico y la ficción son hermanos mellizos, emparentados por la autoridad del narrador.

    Al mismo tiempo, toda memoria implica como su opuesto necesario y condición de posibilidad al olvido. ¿Cómo detectar la amnesia deliberada o inconsciente en las historias de vida de unos personajes tan singulares como David y Blanca, que concibieron sus vidas a la manera de una obra de arte? ¿Cómo detectar el uso de ficciones en las biografías, tan dignificadas por la autoridad de la experiencia?

    En Mitos, emblemas e indicios, el historiador Carlo Ginzburg habla del paradigma indicial, inspirado en el historiador del arte Giovanni Morelli. Morelli era capaz de descubrir en las pinturas perfectas falsificaciones, observando las huellas casi invisibles que dejaba el autor en la copia de un clásico: era en los detalles, y no en los grandes argumentos pictóricos, donde se hacía más visible la individualidad del artista.

    Del mismo modo, es sintomático que el escritor uruguayo Hugo Achugar denomine falsas memorias al intento de escribir una biografía de Blanca Luz Brum, un libro que desfila tiritando entre la ficción, el testimonio y el documento, con una alquimia tan intencionada que termina por sembrar más dudas que certezas. La cosa no cambia mucho cuando consultamos el libro Me llamaban el Coronelazo, la autobiografía de David Alfaro Siqueiros.

    A pesar de la profusión de datos y experiencias, aquí también debemos reconstruir el contexto histórico para dar cuenta de los silencios elocuentes y de los detalles que han sido objeto de réplica. Si la posibilidad de acceder a la verdad histórica se ha vuelto un problema desesperante a comienzos del siglo XXI, podemos brindar los materiales, las versiones y las hipótesis para que el lector o la lectora puedan reconstruir por sí mismos el significado de esta historia de una pasión latinoamericana.

    Linaje de fuego

    No

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