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La oración y los hombres de oración
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Libro electrónico117 páginas2 horas

La oración y los hombres de oración

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El reverendo Edward McKendrie Bounds estaba entregado apasionadamente a su amado Señor y Salvador Jesucristo. Su devoción era extraordinaria, pues oraba y escribía sobre Él todo el tiempo, excepto durante las horas del sueño. Dios le dio a Bounds una grandeza de corazón y un deseo insaciable de servirlo. En ese sentido, disfrutó de una inspiración sobresaliente, pues de otra forma no podría jamás haber sacado de su tesoro algo que excede cualquier cosa que sepamos o que hayamos leído en la última mitad de siglo.
Bounds es la Betelgeuse del cielo devocional. No hay otro hombre, desde los días de los apóstoles, que lo haya superado en la profundidad de su maravillosa búsqueda dentro de la vida de oración.
En La oración y los hombres de oración se analiza cómo oró Abraham, el hombre de oración; Moisés, el poderoso intercesor; Elías, el profeta; Ezequías, el rey; Esdras, el reformador; Nehemías, el constructor; Samuel, el niño; Daniel, el cautivo y Pablo, el maestro. Todos ellos tienen en común haber sido hombres de oración poderosa que alcanza resultados.
La oración y los hombres de oración es de lectura obligada para todos aquellos que quieran transformar para siempre su vida de oración.

IdiomaEspañol
EditorialSembrador
Fecha de lanzamiento14 sept 2012
ISBN9798215123331
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    Que libro tan fantástico!!!lleno de conocimiento y devoción por Dios!

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La oración y los hombres de oración - Sembrador

La oración y los hombres de oración

Edward M. Bounds

Publicado originalmente en inglés bajo el título Prayer and Prayer Men

Traducido por Renata Viglione

Sembrador - Copyright 2012

Smashwords Edition

*****

Este libro está protegido por derechos de autor. La licencia de este libro en formato digital es para su uso exclusivo y personal. No puede ser vendido ni entregado a otros. Si usted desea compartir este libro con otras personas, por favor, compre una copia adicional para cada una de ellas. Si usted está leyendo este libro y no lo compró, por favor, adquiera su propio ejemplar.

*****

Las citas bíblicas fueron tomadas de la Biblia versión Reina Valera, revisión 1960, a menos que se indique lo contrario.

*****

Índice

Introducción

1-. Santos de oración del Antiguo Testamento

2-. Santos de oración del Antiguo Testamento (2da. parte)

3-. Abraham, el hombre de oración

4-. Moisés, el poderoso intercesor

5-. Elías, el profeta que oraba

6-. Ezequías, el rey que oraba

7-. Esdras, el reformador que oraba

8-. Nehemías, el constructor que oraba

9-. Samuel, el niño de oración

10-. Daniel, el cautivo que oraba

11-. La fe de los pecadores en la oración

12-. Pablo, el maestro de oración

13-. Pablo y la oración

14-. Pablo y la oración (2da. parte)

15-. Pablo y sus pedidos de oración

16-. Pablo y sus pedidos de oración (2da. parte)

Índice de referencias bíblicas

*****

Introducción

El reverendo Edward McKendrie Bounds estaba entregado apasionadamente a su amado Señor y Salvador Jesucristo. Su devoción era extraordinaria, pues oraba y escribía sobre Él todo el tiempo, excepto durante las horas del sueño. Dios le dio a Bounds una grandeza de corazón y un deseo insaciable de servirlo. En ese sentido, disfrutó lo que puedo llamar una inspiración sobresaliente, pues de otra forma no podría jamás haber sacado de su tesoro algo que excede cualquier cosa que sepamos o que hayamos leído en la última mitad de siglo. Bounds es la Betelgeuse del cielo devocional. No hay otro hombre, desde los días de los apóstoles, que lo haya superado en la profundidad de su maravillosa búsqueda dentro de la vida de oración. Estaba muy ocupado e involucrado en la escritura de sus manuscritos cuando el Señor le dijo:Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor (Mateo 25:21). A menudo, me llegaban sus cartas a Brooklyn, Nueva York, en 1911, 1912 y 1923 en las que me decía: Ora por mí, que Dios me dé nuevas fuerzas y visiones para terminar los manuscritos.

Wesley era una persona de la disposición más dulce e indulgente, pero cuando se inspiraba era un hombre de una penetración muy aguda, con un don de habla que golpeaba como un látigo. Bounds era manso y humilde, y nunca tomaba represalias contra sus enemigos. Clamaba, oraba y lloraba por ellos de noche y de día. Wesley era engañado fácilmente. Mi hermano –dijo Charles en una ocasión con tono de disgusto–, usted nació para beneficio de los bribones. Ningún hombre podía abusarse de la credulidad de Bounds. Tenía una rara habilidad para diagnosticar. Bounds se alejaba de todo fraude en la profesión y no perdía tiempo en ello. Wesley predicaba y viajaba todo el día. Bounds oraba y escribía de noche y de día.

En sus últimos años, Wesley no permitía ninguna inexactitud respecto a su posición doctrinal. En ese sentido, Bounds era muy similar a Wesley. Wesley alcanzó la fama mientras estuvo vivo. Siempre estaba en el ojo del público. Bounds, aunque editó una publicación cristiana durante doce años, era poco conocido fuera de su iglesia.

A los ochenta y seis años, Wesley todavía podía predicar en las calles durante treinta minutos. A los setenta y cinco, Bounds podía orar durante tres horas sobre sus rodillas. Al momento de su muerte, Wesley había disfrutado de cincuenta y seis años de promoción. Su nombre estaba en toda boca. El cristianismo nació de nuevo en Inglaterra bajo su poderosa predicación y organización. Comparativamente, Bounds fue desconocido durante cincuenta años, pero recobrará el perdido y olvidado secreto de la iglesia en los próximos cincuenta años.

La piedad y genialidad de Wesley fluía desde su temprana edad como un río majestuoso. Bounds ha sido contenido, pero ahora ha comenzado a levantarse con una fuerza irresistible y por ello pronto será el poderoso Amazonas del mundo devocional. Henry Crabbe Robinson anotó en su diario cuando escuchó a Wesley predicar en Colchester: se paró en un púlpito ancho, y de cada lado había un ministro que lo sostenía. Su voz era débil y apenas se lo podía escuchar, pero su rostro venerable, en especial con sus mechones de cabello blanco, generaban una imagen inolvidable. El escritor de estas líneas entregó su púlpito en Brooklyn al Reverendo E. M. Bounds en 1912, justo diez meses antes de su muerte. Su voz era débil. Su sermón solo duraba veinte minutos y cuando llegaba al final, parecía exhausto.

Wesley tuvo suficiente dinero durante toda su carrera. Bounds no se preocupaba por el dinero. No es que lo despreciara, pero le otorgaba la mínima importancia. Wesley murió con la mirada vivaz y los labios alabando. Lo mejor de todo es Dios con nosotros –escribió Bounds al escritor de estas líneas–. Cuando Él esté listo, yo lo estoy; anhelo probar los gozos del cielo.

Wesley dijo: El mundo es mi grey. Bounds oraba como si el universo fuera su jurisdicción. Wesley era la encarnación de lo opuesto a la mundanalidad, la encarnación de la magnanimidad. Bounds era la encarnación de lo anti-terrenal, de la humildad y de la negación a sí mismo. Wesley vivirá en los corazones de los santos para siempre. Bounds, eternamente. Wesley duerme en terrenos de la iglesia City Road Chaple, entre huesos amigos, con un apropiado tributo cincelado en prosa, a la espera de la Resurrección. Bounds descansa en Washington, Georgia en un cementerio sin lápida de mármol, esperando la venida del novio.

Estos dos hombres tuvieron ideales altos y estimados más allá del alcance de otros hombres. ¿Se ha terminado por completo este tipo de hombres ahora que ellos se han ido? Oremos.

Homer W. Hodge

Brooklyn, Nueva York

*****

1. Santos de oración del Antiguo Testamento

El Espíritu Santo les dará a los santos de oración el brillo de una esperanza inmortal, la música de una canción interminable, en su bautismo y comunión de corazón. Él dará visiones del cielo más dulces y grandes hasta que el gusto por otras cosas se torne insípido y las otras visiones se vuelvan opacas y distantes. Él pondrá notas de otros mundos en los corazones humanos hasta que toda la música de la Tierra sea desarmónica y muda.

Reverendo E. M. Bounds

La historia del Antiguo Testamento está llena de relatos de santos que oran. Los líderes de Israel de esos días tempranos eran notables por sus hábitos de oración. La oración es aquello que sobresale en sus vidas.

Para comenzar, nota el episodio de Josué 10, donde los propios cuerpos celestes fueron sujeto de oración. Se produjo una prolongada batalla entre los israelitas y sus enemigos, y cuando la noche estaba por venir, se descubrió que se precisaban unas pocas horas más de luz del día para asegurar la victoria del ejército del Señor, entonces Josué, el hombre fuerte de Dios, se paró en la brecha y oró. El sol se ponía con demasiada rapidez sobre el poniente como para que el pueblo de Dios pudiera cosechar todo el fruto de una victoria notable y Josué, al ver cuánto dependía de la ocasión, clamó ante la mirada y el oído de Israel: Sol, detente en Gabaón; y tú, luna, en el valle de Ajalón (Josué 10: 12). Y el sol y la luna detuvieron su curso ante la orden de este hombre de oración, hasta que el pueblo del Señor tomó venganza de los enemigos de Dios.

Jacob no era un modelo estricto de rectitud antes de su oración de toda la noche. Sin embargo, era un hombre de oración y creía en el Dios de la oración. Así que vemos que rápidamente clama a Dios en oración cuando estaba en problemas. Huía de su hogar por temor a Esaú e iba camino al hogar de Labán, un pariente. Al llegar la noche, se quedó en cierto lugar para dormir, y cuando se quedó dormido, tuvo un sueño maravilloso en el que veía a ángeles de Dios que subían y descendían por una escalera que desde la Tierra ascendía al Cielo. No es de extrañarse que cuando se despertó, se viera forzado a exclamar: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía (Génesis 28:16).

Entonces entró en un pacto muy definido con Dios todopoderoso, y en la oración hizo un voto al Señor: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti (Génesis 28: 20-22).

Con un profundo sentido de su total dependencia en Dios y deseando sobre todo su ayuda, Jacob condicionó su oración por protección, bendición y guía con un voto solemne. Así, Jacob respaldó su oración con un voto. Jacob permaneció veinte años en la casa de Labán y se había casado con dos de sus hijas, y Dios le había dado hijos. Había aumentado en mucho sus riquezas y había resuelto abandonar ese lugar y regresar a su hogar, al lugar en el que había sido criado. Al llegar cerca de su hogar se dio cuenta de que iba a encontrarse con su hermano, Esaú, cuya ira no había disminuido a pesar de haber transcurrido largos años. Sin embargo, Dios le había dicho: Vuélvete a la tierra de tus padres, y a tu parentela, y yo estaré contigo (Génesis 31:3). Sin dudas, en esta terrible emergencia, la promesa de Dios y su juramento hecho mucho tiempo atrás vinieron a su mente, y él se entregó a una noche completa de oración. Acá surge aquel extraño e inexplicable incidente del ángel que luchó toda la noche con Jacob, hasta que este obtuvo la victoria. No te dejaré, si no me bendices (Génesis 32:26). Y en ese momento y lugar, en respuesta a su

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