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Doce Sermones Selectos
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Libro electrónico192 páginas3 horas

Doce Sermones Selectos

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Cumpliendo con el deseo de muchos amigos he consentido la publicación de las siguientes Alocuciones.
Siento, profundamente, cuan parcial e insuficientemente el Glorioso Evangelio del bendito Dios está representado en las mismas, pero las dejo a los pies del Maestro, orando y rogando a todos mis amigos cristianos a que oren, que las mismas sean el medio, en su forma escrita, de ganar más almas para Cristo  que cuando ellas fueron habladas.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 nov 2018
ISBN9781547524372
Doce Sermones Selectos
Autor

D. L. Moody

Dwight Lyman Moody, also known as D. L. Moody, was a well-known American evangelist who founded the Moody Church, Northfield School and Mount Hermon School in Massachusetts, Moody Bible Institute, and Moody Publishers.

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    Doce Sermones Selectos - D. L. Moody

    SELECTOS

    ¿DÓNDE ESTÁS TÚ?

    Génesis 3:9.

    LA primera cosa que sucedió después de que la noticia de la caída del hombre llegó al cielo, fue que Dios se dirigió directamente a buscar al perdido. A medida que caminaba por el jardín en medio del fresco día, se lo podía escuchar llamando "¡Adán, Adán! ¿Dónde estás? Era la voz de la gracia, de la misericordia y del amor. Adán debía haber ocupado el lugar del buscador, ya que él era el transgresor. Él había caído, y él debería haber ido por todo el Edén gritando, ¡Mi Dios! ¡Mi Dios! ¿Dónde estás?" Pero Dios dejó el cielo para buscar a través del mundo oscuro al rebelde que había caído—no para arrojarlo de la faz de la tierra, sino para planearle un escape de la miseria de su pecado. Y lo encuentra—¿dónde? Escondiéndose de su Creador entre los arbustos del jardín.

    En el momento en que el hombre deja de comunicarse con Dios, hasta el que profesa ser hijo de Dios, el mismo quiere esconderse de Él. Cuando Dios dejó a Adán en el jardín, él estaba en comunión con su Creador, y Dios hablaba con él; pero ahora él había caído, no tenía deseos de ver a su Creador, había perdido la comunión con su Dios. No puede soportar verlo, ni siquiera pensar en Él, y corre a esconderse de Dios. Pero su Creador lo sigue a su escondite. ¿Dónde estás, Adán? ¿Dónde estás?

    Seis mil años han pasado, y este texto ha venido rodando cuesta abajo a través de las edades. Dudo de que haya habido un solo hijo de Adán que no haya escuchado esto en algún punto de su vida—a veces en medio de la noche cayendo sigilosamente sobre él—¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿A dónde estoy yendo? y ¿Cuál será el final de todo esto?. Creo que es correcto que el hombre haga una pausa y se haga estas preguntas. Yo te pediría que te lo preguntes, joven; y tú, jovencita; y tú, hombre que te estás volviendo canoso, y con los ojos tenues, y la fuerza natural disminuida, tú que pronto te encontraras en otro mundo. No te pregunto en qué lugar te encuentras a los ojos de tus vecinos; no te pregunto dónde te encuentras a los ojos de tu amigos; no te pregunto en qué lugar te encuentras a los ojos de la comunidad en donde vives. Es de muy poca importancia el lugar en donde nos encontramos a los ojos de los demás, es de muy poca importancia lo que los hombres piensan de nosotros; pero es de enorme importancia lo que Dios piensa de nosotros—es de vasta importancia saber dónde se encuentran los hombres a los ojos de Dios; y esa es la pregunta real. ¿Estoy en comunión con mi Creador, o no lo estoy? Si no estoy en comunión, no hay paz, gozo ni felicidad. No existe un hombre sobre la faz de la tierra, que no teniendo comunión con su Creador, pueda saber lo que la paz, el gozo y la felicidad, y el verdadero bienestar significan. Son cosas extrañas para él. Pero cuando tenemos comunión con Dios, nuestro camino se ilumina. Por lo tanto, hazte esta pregunta. No pienses que estoy predicando a los que te rodean, sino recuerda que estoy intentando hablarte a ti, individualmente a ti, como si estuvieras solo. Fue la primera pregunta hecha al hombre después de su caída, y Dios tenía un auditorio muy pequeño—Adán y su esposa. Pero Dios era el predicador, y a pesar de que intentaron esconderse, las palabras llegaron a ellos. Deja que esas palabras lleguen a ti ahora. Tal vez piensas que tu vida está escondida, que Dios no sabe nada acerca tuyo. Pero el conoce nuestras vidas aun mejor de lo que nosotros la conocemos; y Sus ojos se han inclinado a nosotros desde nuestra niñez a la actualidad.

    ¿Dónde estás? me gustaría dividir mi auditorio en tres categorías—los que profesan ser Cristianos, los Apartados, y los Impíos.

    Primero, me gustaría preguntar a los que profesan esta pregunta, o mejor dejar que Dios le pregunte—¿Dónde estás? ¿Cuál es mi posición en la iglesia, en mi círculo de conocidos? ¿Saben mis amigos que estoy, absolutamente, al lado del Señor? Tal vez has sido un cristiano profeso por veinte años, o treinta, o aún hasta cuarenta. Bien, ¿dónde estás esta noche? ¿Estás haciendo progreso hacia el cielo? ¿Puedes dar una razón para la esperanza que posees dentro de ti? Supongan que pregunte a aquellos que son realmente cristianos aquí, que se pusieran de pie; ¿les daría vergüenza levantarse? Supongan que yo pregunte a cada uno que profesa ser hijo de Dios en este lugar, "Si cayeras en manos de la muerte, ¿tienes una buena razón para creer que serías salvo?" ¿Estarías dispuesto a pararte delante de Dios y de los hombres, y decir que tienes buenas razones para creer que has pasado de muerte a vida? ¿O te sentirías avergonzado? Vuelve tu mente a los últimos años: sería consistente para ti decir, Yo soy cristiano; y, ¿correspondería tu vida con tal declaración? No es tanto lo que decimos, sino como vivimos. Las acciones hablan más fuerte que las palabras. ¿Saben tus compañeros que eres cristiano? ¿Lo sabe tu familia? ¿Saben que estás absolutamente del lado de Dios? Que cada uno que profesa ser cristiano se pregunte, ¿Dónde estoy a los ojos de Dios? ¿Es mi corazón leal al Rey de los cielos? ¿Es mi vida de la misma forma aquí que en la comunidad donde vivo? ¿Soy una luz en este mundo oscuro? Cristo dice, Ustedes son mis testigos. Cristo era la luz del mundo, y el mundo no deseaba la Luz verdadera; el mundo se levantó y apagó la Luz, y ahora Cristo dice, "Yo los dejo a ustedes aquí para que testifiquen de Mí; los dejo aquí como Mis testigos. Eso fue lo que el apóstol quiso decir cuando dijo que los cristianos deben ser epístolas vivientes, sabidas y leídas por todos los hombres. Por lo tanto, ¿estoy yo representando a Jesús como debo hacerlo en este mundo oscuro? Si alguien está a favor de Dios, que lo diga. Si alguien está a favor de Dios, que salga y se ponga del lado de Dios; pero si es del mundo, pues que sea del mundo. Esto de servir a Dios y al mundo al mismo tiempo—esto de estar a ambos lados al mismo tiempo—es la maldición del cristianismo en la actualidad. Retarda el progreso del cristianismo más que cualquier otra cosa. Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz diariamente y sígame".

    He escuchado a muchas personas que piensan que si están unidas a la iglesia, y han hecho su profesión de fe, que eso es suficiente por el resto de sus días. Pero existe una cruz para cada uno de nosotros diariamente. Oh, hijo de Dios, ¿dónde estás? Si Dios se te apareciera esta noche en tu habitación y te hiciera esa pregunta, ¿cuál sería tu respuesta? ¿Podrías decir, Señor, te estoy sirviendo con todo mi corazón y fuerzas; estoy mejorando mis talentos y preparando para que venga el reino? Cuando estuve en Inglaterra en 1867, había un comerciante que vino desde Dublín, y estaba hablando con un hombre de negocios de Londres, quien cuando yo me acerqué, me presentó al hombre de Dublín. Refiriéndose a mí, este último dijo, ¿Es este joven uno de esos absolutistas?. El londinense dijo, ¿Qué quieres decir con absolutista? El hombre de Dublín respondió, ¿Es él uno de esos absolutamente por Cristo? Les digo que eso penetró mi alma. Es algo muy grande ser un absolutista por Cristo; pero eso es lo que todo cristiano debería ser, y su influencia se sentiría en el mundo muy pronto, si los hombres que están del lado del Señor tomaran una postura, y levantaran sus voces a tiempo y fuera de tiempo. Como lo dije antes, existen muchos en la iglesia que hacen una profesión de fe, y eso es todo lo que se sabe de ellos; y cuando mueren, tienes que ir a escarbar para encontrar en la iglesia algún registro enmohecido para saber si eran cristianos o no. Dios no hará eso. Creo que cuando Daniel murió, todos los hombres en Babilonia sabían a quién él servía. No había necesidad de que ellos investigaran en los viejos libros. Su vida contaba su historia. Lo que queremos son hombres con algo de coraje para sentar postura por Cristo. Cuando el cristianismo se despierta, y cada hijo que pertenece al Señor está dispuesto a hablar en Su nombre, está dispuesto a trabajar para Él, y, si fuere necesario, está dispuesto a morir por Él, entonces el cristianismo avanzará, y veremos prosperar la obra del Señor. Existe algo que temo más que cualquier cosa, y es el formalismo muerto y frio  de la Iglesia de Dios. ¡Hablemos de los "ismos"! ponlos todos juntos, y no les temo tanto como al formalismo muerto y frio. ¡Hablemos de los falsos ismos! No existe nada más peligroso como este formalismo muerto y frio, que ha penetrado en el mismo corazón de la Iglesia. Tantos de nosotros sólo estamos durmiendo y aletargados mientras las almas alrededor nuestro están pereciendo. Honestamente creo que los que profesamos ser cristianos estamos medio dormidos. Algunos estamos empezando a restregarnos los ojos y los tenemos medio abiertos, pero como un conjunto estamos dormidos.

    Había una historia que se contaba en la prensa americana que me causó una gran impresión como padre. Un padre llevó a su pequeño hijo al campo un sábado, y, como era un día caluroso, él se acostó bajo la sombra de un hermoso árbol. El niño corría por los alrededores juntando flores silvestres y hojas de pasto, y corría hacia su padre y le decía, ¡Muy lindas!. Finalmente el padre se quedó dormido, y mientras estaba durmiendo el niño se alejó. Cuando se despertó, sus primeros pensamientos fueron, ¿Dónde está mi hijo?. Buscó por los alrededores, pero no podía verlo. Se puso a gritar su nombre, pero todo lo que podía escuchar era el eco de su propia voz. Se dirigió corriendo al cerro cercano, siguió buscando y volvió a gritar. No había respuesta. Luego se dirigió a un precipicio a cierta distancia, miró hacia abajo, y ahí entre las rocas y las zarzas, vio la forma destrozada de su amado hijo. Corrió hacia el lugar, tomó el cuerpo sin vida y lo apretó contra su pecho, y empezó a culparse de haber matado a su hijo. Mientras él dormía  su hijo se había dirigido hacia el precipicio. Mientras oía eso, yo pensé, ¡esa es una imagen de la iglesia de Dios!

    Cuántos padres y madres, cuántos hombres cristianos, están durmiendo ahora mientras sus hijos se dirigen al terrible precipicio, justo al abismo profundo del infierno. Padre, ¿dónde está tu hijo esta noche? Tal vez salió por ahí a algún lugar público; tal vez está caminando por las calles; tal vez se está dirigiendo a la tumba del alcoholismo. Madre, ¿dónde está tu hijo? ¿Está en la casa del publicano bebiendo hasta perder su alma—todo lo que es apreciado y sagrado para él? ¿Sabes dónde está tu hijo? Padre, has profesado ser cristiano por cuarenta años; ¿dónde están tus hijos esta noche? ¿Has vivido tan piadosamente, y tan parecido a Cristo, que puedes decir, Sígueme como yo he seguido a Cristo? ¿Están sus hijos caminando en sabiduría; están de camino a la gloria; han sido juntados en el rebaño de Cristo; están sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero? ¿Cuántos padres y madres podrían ser capaces de responder a esto? ¿Alguna vez te detuviste a pensar que podrías ser culpable; que no has sido fiel a tus hijos? De la manera en que la iglesia está viviendo como el mundo, no podemos depender de ello, y esperar que nuestros hijos sean atraídos al rebaño. Ven, Señor, y despierta a cada madre, y que cada uno de nosotros que somos padres sintamos el valor de las almas de nuestros hijos que Dios nos ha dado. Que no nos lleven a la tumba con tristeza, pero que puedan ser una bendición a la iglesia y al mundo. No hace mucho, la única hija de un amigo adinerado, se enfermó y murió. Sus padres estaban parados al lado de su lecho de muerte. Él había gastado todo su tiempo acumulando riquezas para ella; ella había sido parte de una sociedad alegre y moderna; pero no le habían enseñado nada acerca de Cristo. Al acercarse al borde del río de la muerte, dijo, ¿Porqué no me ayudas?; está muy oscuro, y la corriente es muy fría. Estrujaron sus manos con dolor, pero no podían hacer nada por ella; y la pobre chica murió en la oscuridad y desesperación. ¿De qué les sirvió su riqueza? Aún así, ustedes, padres, están haciendo la misma cosa en Londres hoy en día, ignorando la obra que Dios les ha dado para hacer. ¡Le suplico, por lo tanto, a cada uno de ustedes, que comience a trabajar ahora por las almas de sus hijos!

    Hace un tiempo atrás, un joven se estaba muriendo, y su madre pensaba que él era cristiano. Un día, mientras ella pasaba por frente a su puerta lo escuchó decir, ¡Perdido, perdido, perdido!. La madre corrió a la habitación y clamó, Mi hijo, ¿será posible que hayas perdido tu esperanza en Cristo, ahora que te estás muriendo?. No, madre, no es eso; tengo esperanza más allá de la tumba, pero he perdido mi vida. He vivido veinticuatro años, y no he hecho nada por el Hijo de Dios, y ahora me estoy muriendo. He gastado mi vida en mí mismo; he vivido para este mundo, y ahora, mientras me estoy muriendo, me he entregado a Cristo, pero mi vida está perdida. ¿No se diría eso de muchos de nosotros, si estuviéramos ante lo mismo, que nuestras vidas han sido casi un fracaso—tal vez un completo fracaso cuando se trata de haber guiado a alguien a Cristo? ¡Señorita! ¿Estás trabajando para el hijo de Dios? ¿Estás tratando de ganar almas para Cristo? ¿Has tratado de hacer que alguna amiga o compañera tenga su nombre escrito en el libro de la vida? ¿O dirías?, ¡Perdida, perdida! Han pasado muchos años desde que me convertí en una hija de Dios, y nunca tuve el privilegio de guiar un alma a Cristo. Si hay algún hijo de Dios que nunca ha tenido el gozo de guiar aún un alma al reino de Dios, ¡que comience inmediatamente! No existe mayor privilegio en la tierra. Yo creo, amigos míos, que nunca hubo un tiempo, en nuestros días, en que la obra de Cristo fuera más necesaria que en la actualidad. Yo no creo que haya habido en tu día o en el mío un tiempo cuando el Espíritu de Dios se haya derramado de tal manera en el mundo. No existe una parte de la cristiandad donde el trabajo no se haya realizado; y pareciera como que las buenas nuevas tomarían, como lo fue, un nuevo comienzo, e ir alrededor del mundo. ¿Acaso no es tiempo que la Iglesia de Dios se levante como un solo hombre y ayude al Señor, y pelee para derrotar esas olas oscuras de muerte que rondan nuestras calles, llevando en su seno lo más noble y lo mejor que tenemos? ¡Que el Señor despierte la Iglesia! Encendamos nuestras luces, y avancemos y trabajemos por el reino de Su Hijo.

    Ahora, en segundo lugar, déjenme hablarles a aquellos que se han vuelto al mundo—a los Apartados. Tal vez viniste unos años atrás a una gran ciudad e hiciste tu profesión de fe. Una vez fuiste miembro de una iglesia, y, tal vez, un profesor de escuela dominical; pero cuando estabas con extraños pensabas esperar un poco—tal vez tomar una clase luego. Así que dejaste de enseñar en las clases dominicales; dejaste todo el trabajo para Cristo. Luego en tu nueva iglesia no recibiste la atención o la cálida bienvenida que esperabas, y tomaste el hábito de no asistir. Ahora ya fuiste demasiado lejos, y tal vez se te encuentra en los teatros en compañía de blasfemos y borrachos. Tal vez estoy hablando ahora a alguien que ha estado lejos de la casa de su padre por muchos años. Ven, ahora, descarriado, dime, ¿eres feliz? ¿Has tenido por lo menos una hora de felicidad desde que dejaste a Cristo? ¿Te satisface el mundo, o las cáscaras que tienes en el país lejano? He viajado mucho, pero nunca en mi vida encontré a un descarriado que sea feliz. Nunca conocí a un hombre que

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