El Supermartes de la semana pasada puso punto final a las primarias republicanas. Un día después de concluir el recuento en los quince Estados en los que se celebraban elecciones, la candidata Nikki Haley anunció que suspendía indefinidamente su campaña. Su posición se había tornado insostenible. Sólo consiguió imponerse en Vermont, un pequeño Estado de Nueva Inglaterra, y en Washington DC, un distrito en el que los demócratas arrasan. El anuncio de retirada no incluía apoyo alguno a Donald Trump, con quien ha mantenido un agrio enfrentamiento a lo largo de las últimas semanas. Los resultados de Haley son, con todo, meritorios. Ha ganado en dos Estados y se ha hecho desde que dieron comienzo las primarias con el 31,7% del voto, lo que vendría a decirnos que no todo el partido Republicano es trumpista.

No todo, pero si una considerable mayoría. Tras su victoria en las primarias republicanas, Trump se siente ya ganador de las presidenciales a pesar de que aún faltan ocho meses para que se celebren. Parte con ventaja en las encuestas, pero ocho meses es mucho tiempo y puede pasar cualquier cosa. Al otro lado está su contrincante de 2020, Joe Biden, que se está imponiendo por una abrumadora mayoría en las primarias demócratas. Pero el equipo de campaña de Trump no quiere dejar ningún fleco suelto, conocen bien lo que sucedió hace cuatro años y saben que, al final, las elecciones se deciden por unos pocos Estados clave que cuentan con muchos votos electorales.

El equipo de Biden es también consciente de eso. El presidente se dirigió al Congreso el pasado viernes durante el debate sobre el Estado de la Unión. Hilvanó un discurso ya totalmente electoral y se mostró dispuesto a seguir en el cargo otros cuatro años más. Tras ello se supo que la campaña de Biden pondrá en marcha una campaña publicitaria masiva en diferentes soportes que les va a costar 30 millones de dólares. Junto a eso contratarán numeroso personal de campaña y abrirán un centenar de oficinas electorales en los Estados importantes. La televisión y las redes sociales son importantes, pero no quieren desatender la campaña puerta a puerta, que en Estados Unidos es tradicional y cuyos buenos resultados están más que probados.

A los republicanos no les queda otra que ponerse al día. Necesitan contrarrestar los esfuerzos de Biden por revitalizar su candidatura, pero eso cuesta dinero, y el dinero sólo se puede obtener presentando un frente unido de cara a los donantes. Ese es el primer trabajo que tienen que hacer. Unificar la recaudación y ponerse en marcha en una serie de Estados donde seguramente se decida todo. No son muchos, pero hay que estar presente en ellos. Por los números que arrojan las encuestas, Estados como Pensilvania, Michigan, Wisconsin y Georgia están en la cuerda floja. También lo están Arizona y Nevada, aunque son más pequeños en términos electorales. Ahí tendrán que pelear voto a voto como ya sucedió en 2020. Biden se hizo con casi todos ellos y eso le permitió llevarse 306 votos electorales y ganar las elecciones sin problemas. Este año Biden podría perder Georgia, Arizona y Nevada, pero eso aún le permitiría ganar si mantiene al llamado “Muro Azul”, es decir, Michigan, Wisconsin y Pensilvania. Ahí es donde Trump quiere presentar batalla y ahora, tras la retirada de Nikki Haley, se siente completamente libre de ataduras para ello.

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