Los turcos asestaron este domingo al presidente Recep Tayyip Erdogan y a su partido, el AKP, un golpe histórico en las elecciones municipales que se celebraban en todo el país. De la jornada, aparte de la humillación de Erdogan, sale un posible sucesor, Ekrem Imamoglu, el actual alcalde de Estambul, que se vio muy reforzado sacando diez puntos de diferencia al candidato del partido del presidente. Aparte de eso, la socialdemocracia kemalista del CHP retuvo Ankara, Esmirna y creció como la espuma por toda Turquía.

La derrota es la peor que ha padecido Erdogan en sus más de dos décadas en el poder y podría marcar un punto de inflexión en el polarizado ambiente político turco. Lo de calificar a estas elecciones como un punto de inflexión es algo a lo que se refirió el propio Erdogan cuando compareció por televisión tras conocerse los resultados. A su partido le fue notablemente peor de lo que predijeron las encuestas. El caso de Estambul es paradigmático ya que el AKP perdió por poco el Gobierno de la ciudad en 2019 y desde entonces han hecho todo lo que estaba en su mano para recuperarla. La importancia de Estambul en la política turca es fundamental. No sólo es que se trate de la mayor ciudad del país con mucha diferencia sobre las dos siguientes (Ankara y Esmirna) y su principal motor económico, es que tiene un alto contenido simbólico para el partido gobernante,

Erdogan empezó su carrera política en Estambul allá por 1994 cuando era un completo desconocido. Consiguió hacerse con la alcaldía de su ciudad natal y retenerla durante cuatro años. Tras ello se lanzó a la política nacional y se convirtió en primer ministro en 2003 y en presidente una década después. Pero no sólo se ha demostrado incapaz de retomar Estambul, es que tampoco ha conseguido la capital, Ankara, que seguirá en manos de la oposición tras la victoria de su alcalde, Mansur Yavas, también del CHP.

El hecho es que las encuestas pronosticaban una batalla muy reñida en Estambul y posibles pérdidas de CHP en todo el país. La realidad ha sido muy distinta, y no sólo en las grandes ciudades. En 2019 el AKP se impuso sin problemas obteniendo el 42% del voto popular mientras que los socialdemócratas se quedaban en un magro 29%. Este domingo todo se dio la vuelta. El CHP ganó en todo el país con un 37% dejando al AKP dos puntos por debajo. Puede parecer poco, pero para la oposición turca es un cambio de tendencia fundamental que preludia el fin del erdoganismo.

La razón que explica este vuelco hay que ir a buscarla al acusado desgaste de Erdogan, al rearme de la oposición en torno al CHP y, sobre todo, a la crisis económica que se ha cronificado y lleva años castigando a la población. La inflación es muy alta y los sucesivos ajustes en los tipos de interés han afectado dramáticamente al bolsillo de los turcos. Lo que no se esperaba era que surgiese un liderazgo alternativo como el que ya representa Ekrem Imamoglu, un hombre mucho más joven que Erdogan y con carisma y apoyos suficientes como para aspirar a más y dar el salto a la política nacional. Erdogan, de cualquier modo, mira el futuro inmediato con optimismo. Tras ganar las presidenciales del año pasado no tendrá que volver a las urnas hasta dentro de cuatro años, pero este podría ser su último mandato.

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