Lo que hace sólo dos años se consideraba una idea descabellada, es decir, que los activos rusos en el extranjero congelados poco después de que Putin ordenase la invasión de Ucrania, se usasen para pagar la reconstrucción de un país devastado por la guerra, está cada vez más cerca de convertirse en realidad. De llevarse a cabo se convertiría en un precedente histórico que sentaría jurisprudencia en el derecho internacional.

Las instituciones financieras de Estados Unidos y Europa poseen alrededor de 300.000 millones de dólares (aproximadamente la mitad de los activos totales del Banco central de Rusia al estallar la guerra) que fueron congelados al comienzo de la guerra y que, de ser incautados y puestos en manos del Gobierno ucraniano, podrían contribuir a subsanar parte de los daños causados por la invasión. En los primeros días de la guerra, la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, descartó la idea de confiscar activos rusos por considerarla ilegal, pero la idea se ha retomado este mismo invierno, en parte por los ataques rusos sobre la infraestructura civil de Ucrania, y en parte por la incertidumbre que rodea la ayuda occidental a Ucrania desde hace unos meses.

A finales de enero el Senado de Estados Unidos avanzó una ley que autorizaría la incautación de estos fondos rusos congelados. Lo hizo tras una medida similar que había adoptado la Cámara de Representantes poco antes. La Casa Blanca ha apoyado el proyecto de ley tras examinar cuidadosamente las ramificaciones legales que pudiese tener. Canadá ya tiene una ley de este tipo en marcha. La Unión Europea es más cautelosa en este aspecto, pero se muestra partidaria de, como mínimo, incautar los intereses devengados por los activos rusos en su territorio y entregar esa cantidad al Gobierno ucraniano.

Semejante medida no tendría precedentes y presenta una serie de complejos desafíos legales que los críticos temen que pueda erosionar la confianza en las instituciones financieras y las divisas occidentales. Pero pasar de la congelación a la incautación sería un salto importante tanto para el futuro de Ucrania como para los cálculos del Kremlin. Para algunos se trataría de un precedente positivo ya que prevendría actitudes expansivas como la de Vladimir Putin, disuadiendo de paso a otros de hacer lo mismo por el coste que podría tener en términos financieros. El hecho es que algo parecido a esto ya se realizó hace más de 30 años. En 1990 EEUU incautó miles de millones de dólares de fondos iraquíes para atender los gastos de la reconstrucción de Kuwait. En aquel entonces, eso sí, la incautación vino sancionada por Naciones Unidas.

Es en Washington donde más están presionando para que Putin reciba el mismo trato que Saddam Hussein, pero Estados Unidos posee sólo una pequeña porción de los activos rusos congelados, se estima que entre 40.000 y 60.000 millones de dólares. El resto se encuentran en Europa, especialmente en la cámara de compensación financiera Euroclear de Bruselas, pero la UE y la mayoría de los Estados miembros se muestran tibios ante la idea de pasar a una incautación total de fondos rusos por temor a represalias seguras por parte del Kremlin.

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