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Libro electrónico175 páginas2 horasVegap Contextos

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En FLUJO VISUAL se publican un conjunto de reflexiones, desde una perspectiva fluida y dinámica, en donde la realidad es percibida en perfecto cambio y, al mismo tiempo, ese cambio es a su vez, paradójicamente, un continuo.

Valerio Rocco introduce el debate desde una perspectiva filosófico-artística atendiendo a la evolución histórica del arte, en una puja constante del creador contra los límites materiales que cada disciplina artística presenta. En esta confrontación se sitúa la reflexión que plantea Ana Marcos.

Los autores aportan razonamientos que parten de lugares de reflexión diferentes. Lois Patiño interviene desde su experiencia personal como creador de imágenes en movimiento, y ello le permite pensar sobre los elementos inmateriales que ordenan e impulsan su actividad, desde un sentimiento oceánico, pero también da cuenta de aspectos muy concretos y materiales del mercado audiovisual y de sus condiciones de trabajo.

Valentín Vallhonrat, por su parte, nos describe el flujo histórico de la fotografía desde su origen hasta la actual cultura de la imagen, así como la evolución que va desde los propósitos científicos iniciales de los primeros fotógrafos, la necesidad de precisión y exactitud, a la diversidad y el desarrollo proteico y biogenético de la fotografía en estos momentos. La biogénesis creadora subyace ante el reto de la mal llamada "inteligencia artificial", pues la vida solo se genera desde la vida y el arte es fruto de seres vivos: los seres humanos.
IdiomaEspañol
EditorialTrama Editorial
Fecha de lanzamiento1 jul 2025
ISBN9791399027143
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    Flujo visual - Lois Patiño

    Del objeto a la experiencia

    Ana Marcos

    ¿Puede el arte existir sin un objeto tangible que lo represente? ¿Qué tiene que suceder para que la obra artística deje de ser algo que se contempla para convertirse en una experiencia? Podemos decir que en la era digital la expresión plástica atraviesa una transformación radical: el objeto artístico, tal como lo concebimos tradicionalmente, desaparece para dar protagonismo a la experiencia del espectador. Las obras ya no buscan ocupar un espacio físico ni ser valoradas por su permanencia material, sino que emergen como manifestaciones efímeras que cobran sentido únicamente en la oportunidad de ser percibidas y experimentadas.

    En lugar de una creación estática, la obra digital se presenta en un entorno dinámico, una interacción que se despliega en tiempo real y se reinventa con cada espectador ya que la experiencia va a ser única e irrepetible. Lo plástico se entrelaza con lo audiovisual para generar experiencias multisensoriales que no solo se limitan al ámbito visual, sino que también pueden integrar espacio, sonido, movimiento y, en muchas ocasiones, respuestas impredecibles e interactivas. De este modo, el arte digital abandona su rol como objeto de contemplación pasiva y asume una naturaleza participativa e inmaterial.

    Este texto se presenta como un ensayo visual para imaginar otros futuros en las artes visuales. Soy artista visual, no historiadora del arte; inevitablemente me toca hablar de presente y futuro. Mi formación parte de la ingeniería y culmina en la Facultad de Bellas Artes. Este recorrido ha moldeado mi forma de pensar, dividiendo —o mejor, contaminando— mi mente entre lo técnico, la solución a un problema y lo artístico, lo que posibilita conjugar y especular en ambos mundos. Este ensayo refleja precisamente esa dualidad, aplicándola a la reflexión sobre el quehacer artístico y las posibilidades creativas de los nuevos medios digitales.

    Mi intención es abrir el foco hacia propuestas artísticas realizadas con medios digitales, sabiendo que los procesos de trabajo y conceptualización de estas piezas comparten muchas similitudes con los de otras disciplinas artísticas. Sin embargo, el objeto artístico ha cambiado: la fisicidad ha sido sustituida, en la mayoría de los casos, por la virtualidad del píxel.

    En este contexto, el espectador deja de ser un observador distante para convertirse en un participante activo, en ocasiones, cocreador de la obra. La desaparición del objeto artístico permite que el foco se desplace hacia la percepción individual y subjetiva, creando una poética contemporánea de la experiencia. Esta transformación no solo amplía las posibilidades expresivas del arte, sino que también cuestiona nuestra relación con lo artístico en un mundo donde lo efímero, lo virtual y lo tecnológico predominan sobre lo tangible y lo permanente.

    Este cambio implica un replanteamiento profundo de lo que entendemos por Arte. ¿Qué vamos a ofrecer al sistema del arte del siglo XXI? ¿Qué rediseño plantean los procesos de patrimonialización de estas experiencias? El arte digital actual inaugura una nueva etapa en la que lo importante no es lo que se conserva, sino lo que se experimenta. El conocimiento, las emociones y las sensaciones que genera una obra digital se convierten en su verdadero legado, dejando atrás la necesidad de materializarse en un soporte físico. Este giro hacia lo inmaterial nos plantea de nuevo interrogantes no solo sobre el concepto de obra de arte, sino también del papel del artista, quien ya no busca producir un objeto duradero, sino provocar experiencias en el tiempo y el espacio y en diálogo bidireccional con el espectador.

    Estos cambios afectan también a la institución museística, entendida como todo el sistema expositivo, no solo los espacios de arte tecnológico tipo LABs orientados a proyectos que con frecuencia carecen de coherencia con los lenguajes artísticos, el sistema en su totalidad, que debe llevar a cabo un proceso gradual de transformación. Los museos están empezando a vislumbrar que tienen que redefinir su papel en la sociedad del siglo XXI, evolucionando de ser archivos históricos a convertirse en laboratorios dinámicos con sus comunidades para dar nuevas visiones de futuro. Los museos no solo se limitarían a documentar el pasado; con este planteamiento, se posicionarían como plataformas para proyectos innovadores que, desde su concepción colaborativa, establecen puentes entre disciplinas y sectores profesionales. Estas iniciativas tienen el potencial de consolidarse como vanguardias artísticas, explorando no solo los desafíos históricos, sino también las formas en que las comunidades superaron adversidades, desarrollaron estrategias de adaptación e imaginaron futuros alternativos. A través de exposiciones intergeneracionales y laboratorios de ideas, los museos amplían su función tradicional para integrar activamente al público en sus capacidades creativas y de pensamiento prospectivo.

    Imaginando este futuro que ya tiene que estar configurándose, los museos-extendidos se convierten en espacios de transformación y esperanza colectiva, diseñados para generar conexiones significativas y emocionales con audiencias de todas las edades. Además de documentar, buscan re-sonar profundamente en lo personal, ofreciendo viajes que inspiren reflexión y acción. Estas experiencias no solo son informativas, sino también transformadoras, al conectar pasado, presente y futuro de manera que propongan y promuevan un cambio cultural y social. Así, las instituciones museísticas activan y consolidan su relevancia como agentes de innovación, capaces de inspirar nuevas formas de entender y abordar los retos del mundo contemporáneo.

    Antes de terminar esta introducción, y para no confundir en ningún caso, quiero aclarar que estas propuestas artísticas que a partir de ahora llamaré arte experiencial o arte digital (en genérico e indistintamente) no buscan reemplazar al arte tradicional de otras disciplinas artísticas. De hecho nunca en la historia del arte ha muerto una disciplina artística —pintura, escultura— por el nacimiento de otra —video, fotografía—, solo se han contaminado para complementarse. El Arte siempre ha escapado de las sentencias moribundas. Dar al espectador nuevas posibilidades, en un momento de puesta en cuestión de muchas estructuras artísticas, permite entender por comparación más opciones: la experiencia de la obra como objeto y la vivencia de la obra como fenómeno o acontecimiento. Reitero que este cambio no busca menospreciar las llamadas artes plásticas, sino dar un enfoque para ampliar el alcance, proponiendo una poética que involucra tanto la percepción como la participación activa. En este sentido, podemos afirmar que el arte experiencial no rompe con la tradición, sino que la complementa y enriquece, aportando nuevos medios y lenguajes que responden a las inquietudes de una época profundamente influenciada por la tecnología.

    Así, el arte experiencial debe abrir caminos inexplorados dentro de las disciplinas artísticas, sin por ello negar la vigencia y el valor del objeto como centro de la expresión creativa de la humanidad. Se trata de impulsar una reflexión más amplia sobre cómo evolucionan nuestras concepciones de lo artístico en el sector profesional y el público. En lugar de oponerse a las tradiciones artísticas amenazando su desarrollo, este nuevo enfoque abre un espacio para cuestionar las definiciones preexistentes y explorar territorios creativos inexplorados. La tecnología, los nuevos medios y las dinámicas sociales emergentes ofrecen herramientas y perspectivas que enriquecen el discurso artístico, permitiendo que se conecte con audiencias más diversas que dialogan con problemas contemporáneos de manera innovadora.


    Comenzamos con uno de los factores, los artistas. Los nuevos artistas digitales se encuentran inmersos en un fluido de información y conocimientos en constante transformación, lo que añade complejidad y complementa la idea de un artista híbrido donde sus procesos creativos y objetivos artísticos oscilan entre diversos ejes. Uno de los pilares fundamentales sigue siendo el concepto o la idea artística, núcleo desde el cual se construyen las obras, aunque ahora se desarrollen y formalicen a través de medios tecnológicos. Las temáticas suelen partir de ideas de otras ciencias como la psicología, la biología, la ecología, en un interés por lo que nos afecta y preocupa de los problemas globales actuales. Por otro lado, los artistas digitales trabajan con la premisa de que la tecnología no solo es una herramienta, sino un lenguaje en sí mismo, capaz de dar forma a conceptos que antes eran difíciles o imposibles de materializar. La tarea del artista no se simplifica en este contexto; por el contrario, se complejiza hasta límites que a menudo solo otros sectores profesionales, como el tecnológico o el académico, pueden llegar a apreciar en toda su

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