Fronteras en movimiento e imaginarios geográficos: la cordillera de Los Andes como espacialidad sociocultural
()
Información de este libro electrónico
Lee más de Andrés Núñez
(Las) Otras geografías en Chile: Perspectivas sociales y enfoques críticos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesGeografías imaginarias y el oasis del desarrollo: Cambio climático y la promesa del futuro del esplendor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAraucanía-Norpatagonia III: Tensiones y reflexiones en un territorio en construcción permanente Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAraucanía-Norpatagonia: Discursos y representaciones de la materialidad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Relacionado con Fronteras en movimiento e imaginarios geográficos
Libros electrónicos relacionados
El largo proceso histórico de partición territorial: Las fronteras de América latina y el Caribe, siglos XVI al XXI Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEspacios Regionales Fronterizos: Integración, Más Allá Del Discurso Político. Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTiempo y territorio en arqueología: El centro-norte de México Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTerritorios de acumulación en el siglo XXI: Los andes meridionales. Patagonia en el espacio global Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesFronteras conceptuales / Fronteras patagónicas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMontes de Maria: Un territrio en disputa Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesConstruir la paz en las fronteras internas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa Creación de Chile Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCaleidoscopio: ocho ensayos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAutonomía Indígena: El pueblo indígena de los Pastos en la frontera Colombia - Ecuador Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesGeopoéticas, memoria e imaginarios en la frontera México - Estados Unidos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesChile y América Latina: democracias, ciudadanías y narrativas históricas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDe frontera natural a límite político: La demarcación de la Puna de Atacama (1881 - 1905) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesGobernanza territorial en la construcción de paz: Un panorama para la Sierra Nevada de Santa Marta (Colombia) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMigraciones en la Patagonia: Subjetividades, diversidad y territorialización Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMigrascapes: paisajes étnicos, mediáticos y de ideas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa singularidad chilena Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa violencia en el continente americano desde el río Bravo a las Malvinas: ¿una semilla latente? Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDesmarcar el territorio: Otras escenas artísticas durante la dictadura en Chile Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEstructura formal y no formal de la interacción transfronteriza de población, bienes y recursos naturales en la frontera México-Guatemala: Población, bienes y recursos naturales Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLas raíces anarquistas de la geografía. Hacia la emancipación espacial Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCarretera de frontera: Poder, historia y estado en la Amazonia colombiana Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMigraciones centroamericanas en México. Procesos socioespaciales y dinámicas de exclusión Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna identidad terremoteada: Comunidad y territorio en el Chile de 1960 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesGeografia Militar de Colombia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesProyecto de traslacion de las fronteras de Buenos Aires al Rio Negro y Colorado Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesGeopolítica del Antropoceno: Globalización, seguridad y sostenibilidad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAproximaciones al Perú de hoy desde las ciencias sociales Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Puentes en el tiempo: Historia Social y Cultural de Concepción Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPérdida y asombro en el fin del mundo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Ciencias sociales para usted
Memento Mori Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Soledad no deseada Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Diccionario de lenguaje no verbal: Una guía del comportamiento humano Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El libro negro de los Illuminati: La gran conspiración para dominar el mundo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Te di ojos y miraste las tinieblas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Los cárteles no existen: Narcotráfico y cultura en México Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Monte Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Illuminati: los amos que controlan el mundo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Como ser un imán para las personas: 62 Estrategias simples para construir relaciones fuertes e impactar positivamente en la vida de todas las personas con las que te comunicas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCómo Eliminar Distracciones: Dispara tu Atención y Concentración Mental con Sencillos Métodos que Puedes Empezar a Usar Hoy Mismo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cómo Aniquilar la Adicción al Porno: Pasos muy Sencillos para Eliminar por Completo la Adicción a la Pornografía y Mejorar tu Vida Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Nuestro Utero Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Habilidades de Conversación para Introvertidos: Descubre cómo interactuar socialmente cómo un extrovertido natural y a ser la persona más interesante del lugar Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa Epopeya de Gilgamesh Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Mitología Yoruba: El sagrado corazón de África Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cómo Leer el Lenguaje Corporal de las Personas: Descubre los secretos que ocultan el lenguaje personal de las personas con las que interactuas día a día Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesModernidad líquida Calificación: 5 de 5 estrellas5/5"Manual del Aprendiz Masón: Descifrando los Secretos de la Orden Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Las mejores frases y citas célebres Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cosecha de Mujeres: El safari mexicano Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Mitología griega y romana: Un viaje fascinante por los símbolos y mitos de la cultura grecorromana Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Comentarios para Fronteras en movimiento e imaginarios geográficos
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
Fronteras en movimiento e imaginarios geográficos - Andrés Núñez
Andrés Núñez
Rafael Sánchez
Federico Arenas
(editores)
Fronteras en movimiento
e imaginarios geográficos
La cordillera de Los Andes
como espacialidad sociocultural
Editor Serie GEOlibros
Rodrigo Hidalgo Dattwyler
Serie GEOlibros
N° 16
Comité Editorial Serie GEOlibros
José I. González Leiva, Federico Arenas Vásquez, Rafael Sagredo,
Axel Borsdorf, Horacio Capel, Sandra Lencioni y Carlos de Mattos.
Comité arbitral de los textos de este libro:
Ricardo Rubio, UCSH
Leopoldo Tobar, UCSH
Pablo Camus, UPV-UC
Andrés Núñez, UC
Rafael Sánchez, UC
Proyecto FONDECYT Posdoctoral N° 3110027
Proyecto FONDECYT Iniciación N° 11121323
Fronteras en movimiento e imaginarios geográficos
Primera edición: agosto de
2013
© Instituto de Geografía - UC,
2013
Registro de Propiedad Intelectual
Nº
231.948
© RIL® editores,
2013
Los Leones
2258
cp 7511055
Providencia
Santiago de Chile
Tel. Fax.
(56-2) 22238100
ril@rileditores.com • www.rileditores.com
Composición, diseño de portada e impresión: RIL® editores
Epub hecho en Chile • Epub made in Chile
ISBN
978-956-01-00011-5
Derechos reservados.
Índice
Prólogo
Las fronteras: representaciones, poderes y divisiones territoriales
Antoine S. Bailly 11
Introducción 15
Más allá de la línea: la montaña y la frontera desde su
pluralidad espacio-temporal
Andrés Núñez, Rafael Sánchez y Federico Arenas 25
Textos de estudio: dispositivos de invisibilización de la cordillera
de Los Andes como sujeto cultural
Abraham Paulsen 41
La frontera argentino-chilena como espacio social en la Patagonia:
balance de una historiografía renovada
Susana Bandieri 67
El sueño de la razón y los monstruos de la nación: la naturalización
de la cordillera de Los Andes en la articulación estatal-nacional
argentino-chilena
Diego Escolar 89
Producción de fronteras e imaginarios geográficos: de la nacionalización
a la globalización de la cordillera de Los Andes. Chile, siglos XX y XXI
Andrés Núñez, Federico Arenas y Francisco Sabatini 111
Chilenos en San Carlos de Bariloche: barrios populares,
imaginarios y tensiones en una ciudad frontera
Brenda Matossian 137
Economías cordilleranas e intereses nacionales: genealogía de una
relación. El caso de la Compañía Comercial y Ganadera
Chile-Argentina (1895-1920)
Laura Marcela Méndez y Jorge Muñoz 163
Cordillera de Atacama: movilidad, frontera y articulaciones
collas-atacameñas
Raúl Molina 189
Minas en la montaña: cuando la explotación de las periferias
escapa al Estado
Anne-Laure Amilhat Szary 221
Los Andes tarapaqueños, nuevas espacialidades y movilidad
fronteriza: ¿barrera geográfica o espacio para la integración?
Marcela Tapia y Cristián Ovando 243
¿Espacio o territorio? La integración transfronteriza de la
economía salitrera. El caso de Bolivia (1870-1920)
Sergio González 275
Entre paisaje y cartografía. La tradición de la cordillera como
frontera y la producción visual de la Expedición Malaspina,
Gay y Rugendas
Alejandra Vega 307
El turismo de montaña y la construcción de fronteras culturales
Rafael Sánchez y Rodrigo Hidalgo 337
Fronteras identitarias a la sombra de la gran frontera estatal.
Omisiones y tensiones en las construcciones del pasado en la
Comarca Andina del Paralelo 42°, Patagonia Argentina
Carolina Crespo y María Alma Tozzini 357
La multidimensionalidad espacio-temporal de la cordillera
de Los Andes a través de los textos de Historia, Geografía y
Ciencias Sociales
Fabián Araya 387
La construcción del espacio. Una mirada histórica al territorio
cordillerano de la Araucanía. El territorio andino de la Araucanía,
concepto y antecedentes
Jaime Flores 415
El espacio fronterizo argentino-chileno. Definición de categorías
operativas y primera aproximación descriptiva
Alejandro Benedetti e Iñigo Laguado 451
Prólogo
Las fronteras: representaciones, poderes y divisiones territoriales
Antoine S. Bailly¹
«El espacio geográfico es fundamentalmente discontinuo», escriben R. Brunet y O. Dolfus en el primer volumen de Geografía universal (1990: 104). Múltiples procesos se utilizan para dividirlo y establecer fronteras: ¡son 14.200 km de nuevas fronteras creadas en Europa desde 1990! Sin hablar de aquellas impugnadas en distintas partes del mundo y que son fuentes de conflicto, ya sea en Los Andes o en el Himalaya. ¡Cuán lejos estamos del mundo sin fronteras soñado por Montesquieu!, y también por numerosos utopistas del siglo XX.
La creación de nuevas fronteras y la evolución del concepto mismo demuestran que estas son un producto social construido progresivamente por las sociedades para dividir el mundo. Es así que la frontera separa Estados antiguos y nuevos, y permite identificar países, regiones y soberanías.
Los temas ligados ala división ya las redes territoriales se han vuelto esenciales, en un mundo marcado por los intereses geopolíticos y la evolución de las prácticas humanas en el espacio. Los hombres tienen cada vez más movilidad. Caen fronteras, pero también otras resurgen «en el tiempo de la caída de los muros».
El concepto de frontera
El concepto de frontera posee una larga historia. Desde el limes romano (término que proviene de limen, umbral), que materializaba los límites de la soberanía del Imperio, hasta las fronteras de señoríos y Estados del siglo XV, cada territorio posee sus «fines» y «confines». El término frontera, derivado de la palabra «frente», en su acepción militar, marca el límite de la dominación de un determinado poder sobre un espacio.
Los cientistas políticos se han dedicado a describir los procesos de formación de las fronteras en diversos lugares del mundo, las teorías, los mecanismos y los juegos de intereses involucrados en su formación, en particular en los «nuevos» continentes, donde han sido trazadas por los poderes coloniales de manera arbitraria. Algunas fueron modificadas, como las de Brasil, que hoy están bastante más allá de la línea establecida por el Tratado de Tordesillas; otras se han conservado a pesar de su aparente absurdo, como algunas fronteras africanas. El diseño de la mayor parte de las fronteras traduce, más que algún principio general, el estado de las fuerzas en contienda al momento de ser definidas.
Incluso el concepto de frontera natural, de aparente sencillez en cordilleras como las de Los Andes, es un constructo que tiende a situar los límites sobre accidentes naturales, montañas y ríos, elementos susceptibles de materializar la separación. Sin embargo, una frontera fijada sobre un accidente natural no es una línea absoluta: ¿qué trazado elegir en el medio de un río (por la mitad del canal, del lecho mayor) o en una cadena de montañas (línea de altas cumbres, línea divisoria de aguas)? Todas las fronteras son artificiales por definición, inclusive las que este libro estudia, ya sea que vayan por las altas cumbres o se traduzcan en una línea recta, como la que separa Chile y Argentina en la Patagonia, a veces denominada «línea imaginaria».
Y sin embargo, estas fronteras, después de conflictos, negociaciones en La Haya o intervenciones de Naciones Unidas, llegan a ser divisiones reconocidas. Como murallas, las fronteras marcan el sistema espacial para separar lo interior de lo exterior, definiendo así un territorio. Procedente del sustantivo latino terra, el adjetivo territorialis, que significa espacio de tierra adueñado, ya era utilizado en este sentido jurídico por Cicerón y Plinio para expresar una toma de posesión del espacio por un sistema administrativo e institucional.
Posibilismo y fronteras
La creciente preocupación por la definición de fronteras y territorios encuentra su origen en el darwinismo. La idea matriz es que todo ser vivo es producto del medio en que vive, y que, ateniéndose a una serie de indicadores físicos (clima, relieve, vegetación) se pueden identificar los componentes del funcionamiento social. Tal como en las ciencias físicas, por analogía a la ecología vegetal, la organización (o la desorganización) social sería entendida como un producto del medio ambiente.
Este tipo de investigación acerca de los «nichos ecológicos» ha encontrado su prolongación en el posibilismo geográfico (no hay necesidades determinantes, sino posibilidades que el hombre aprovechará o no) que flexibiliza esa visión al dar al ser humano la opción de modelar el medio. El hombre, mediante la implementación de sistemas de explotación, da forma a dos mundos, uno a cada lado de la frontera, como se puede constatar en numerosas zonas montañosas o desérticas. Pero, ¿es esa la verdadera explicación en una época donde lo económico se impone sobre los valores físicos o culturales?
Las fronteras entre el cierre y la apertura
La frontera, discontinuidad espacial mayor, sirve de vitrina o, al contrario, de lugar de rechazo, según la política del país dominante. Las ideologías nacionales se revelan en la organización de los espacios fronterizos, especies de cimientos —puertas de entrada— de la identidad nacional o regional. Los casos estudiados en Los Andes lo muestran claramente a través del cuidado que se da (o no) a los espacios fronterizos. Así, el cruce de la frontera permite la aparición de actividades complementarias a cada lado: distintos comercios, también tráfico ilegal, se instalan en esas zonas a la búsqueda de rápidas ganancias, apoyándose, a veces, en una cultura común; y, otras veces, en nuevas condiciones generadas por los poderes nacionales.
De este modo, la frontera se convierte en algo más que un límite administrativo y de control. Influye sobre la economía local y la organización territorial, lo que favorece el dinamismo económico a un lado de la frontera, pero no al otro, y puede entorpecer las conexiones interfronterizas: transportes y equipamiento de uso común son aún escasos debido a las dificultades para establecer acuerdos transnacionales en Los Andes. La frontera protege, pero impide el establecimiento de instalaciones unificadas y el desarrollo de culturas ancestrales compartidas.
En ocasiones, en lugar de ser «tierra de nadie» la frontera puede llegar a ser fuente de utilidades. La creación de «zonas francas» muestra cómo se utiliza la discontinuidad para desarrollar actividades comerciales, industriales y de servicios, intentando resolver conflictos o insuficiencias en el desarrollo regional. Esta idea de zona franca es antigua, como lo ilustra el caso de Andorra. A la inversa, donde hay Estados que obstruyen movilidad y desarrollo, la frontera es el chocante ejemplo de una visión política enclaustrada, que hace caso omiso de una historia común.
Las fronteras en la época del sistema-mundo
A través de esta presentación del concepto de frontera y de su evolución, constatamos tanto la multiplicidad de sus facetas como sus ambigüedades. Dividiendo un mundo, según escalas geográficas diversas, la frontera sirve para proteger identidades y poderes. Pero, como esos poderes evolucionan, algunas fronteras pierden su sentido, mientras que otras nuevas aparecen.
En la época del sistema mundo, los Estados se reorganizan en conjuntos supranacionales, mientras que otros se despedazan bajo la presión de viejos nacionalismos. Nuevas fronteras emergen, entonces, a escalas continentales e intranacionales. Después de las divisiones resultantes de las guerras y del colonialismo, una organización del mundo se establece con su cortejo de conflictos, negociaciones y acuerdos. Finalmente, nuevos países y nuevos conjuntos supranacionales ven la luz (TLCAN, MERCOSUR).
El fenómeno frontera permanecerá vigente, sobre todo en las montañas, por largo tiempo, y los hombres imaginarán y diseñarán nuevos conjuntos, y reclamarán otros. Así marcha un mundo hecho de territorios, límites, hitos y flujos, valorizados por poderes que materializarán, de esta forma, sus identidades en el espacio.
Esta innovadora obra sobre Los Andes pone de relieve los procesos que dividen y unen, en función de poderes políticos diferentes y culturas cordilleranas comunes. Abre el camino hacia una mejor comprensión de los espacios andinos, discontinuos a pesar de su comunidad de culturas, pero, ¿por cuánto tiempo más, en una época de rápida circulación de las personas, de los bienes, de los servicios, de los capitales y, sobre todo, de las culturas?
1 Dr. en Geografía. Profesor emérito de la Universidad de Ginebra, Suiza. Premio Vautrin Lud, «Nobel» de la geografía. E-mail: antoine.bailly@unige.ch
Introducción²
Como el título ya lo adelanta, ha sido interés de los editores visualizar, a través de los trabajos reunidos en esta compilación, una frontera y una cordillera cuya interpretación se desmarque de las perspectivas que enfatizan solo lecturas políticas o físicas de ellas, así como también de las que las perciben insertas únicamente en una escala nacional. También buscan valorizar un trabajo historiográfico y geográfico que no se asiente exclusivamente en el centro político, donde lo que comúnmente se resalta es la perspectiva de Estado y su espacialidad como herencia natural. Desde este punto de vista, en una lectura periferia-centro, el libro apuesta por resaltar historicidades espaciales que han ido significando o narrando áreas de Los Andes donde los diversos sentidos o proyecciones de frontera y de montaña se han movilizado y cambiado con el tiempo.
Como compiladores, buscamos aportar a ampliar la mirada de una cordillera de Los Andes y de una frontera que posee una memoria más amplia que solo la administrativa o política, abriéndonos a observar la periferia como centro y a subrayar la producción de imaginarios geográficos en torno a territorialidades que presentan diversas y nuevas posibles lecturas.
Los artículos poseen el común denominador de considerar a Los Andes y los espacios fronterizos como sociabilidades cuya configuración es factible de ser historizada o enmarcada en una memoria colectiva que la explica. En otras palabras, y esto es clave, comprender que la aprehensión del espacio requiere del marco que otorga su contexto sociocultural, donde el análisis temporal es fundamental para visualizar el proceso de construcción del sentido o significación espacial. Como han expuesto los geógrafos Daniel Hiernaux y Alicia Lindón en un reciente libro denominado, precisamente, Geografías de lo imaginario (2012), es necesario asumir que el espacio no se reduce a su simple materialidad y que, como en este libro, resulta importante en la geografía actual no perder de vista «la dimensión espacial de lo social». Los imaginarios geográficos son procesos constructivos, son producciones espaciales, son representaciones con las que un grupo o un país se proyecta socialmente. Por lo mismo, son producciones finitas, cambiantes, móviles. Sin embargo ellas, debe comprenderse, se materializan, se concretan, es decir, los imaginarios geográficos son el resultado de un relato social, de acciones, de dispositivos, de mecanismos discursivos que afianzan en la retina colectiva un modo de mirar el espacio y, por ende, un modo de actuar en él.
Como es posible apreciar, la apuesta es interdisciplinaria y multinacional y aquello no es una postura ingenua. Acá han participado geógrafos, historiadores, antropólogos y sociólogos, cuyas miradas convergen hacia una plataforma amplia y dialogante entre los distintos componentes disciplinarios de las ciencias sociales. Aquello resulta vital e indispensable. Como es sabido, la geografía está inserta en las ciencias sociales, por lo que el diálogo de sus distintas especialidades es necesario e imprescindible . A diferencia del siglo XIX y buena parte del XX, hoy no nos parece posible concebir al espacio separado de su proceso de enunciación, de su ámbito de formulación discursiva. Aquello, como mencionamos, implica tiempo, por lo que es factible estimar que el espacio, junto con ser físico, es tiempo y memoria.
En definitiva, este libro desea colaborar en la discusión de una geografía abierta a las ciencias sociales, en un diálogo vivo con la antropología, la historia, la sociología y la filosofía, en cuyo contexto el discurso geográfico se vuelve fundamental y vital. La geografía, nuestra querida área de trabajo, tiene un papel importante que cumplir en la trama de un horizonte epistemológico y disciplinar que busca, especialmente en este inicio del siglo XXI, nuevas preguntas, nuevos temas, renovados puntos de vista. En ello somos deudores de muchos notables geógrafos y geógrafas que han abierto el horizonte del saber geográfico. Entre otros, Joan Nogué, Alicia Lindón, Daniel Hiernaux, Horacio Capel, Rodrigo Hidalgo, Enrique Aliste, Hugo Zunino, Marcelo Garrido, Perla Zusman, Alicia Laurín, Pedro Navarro Floria, María Laura Silveira, Milton Santos, David Harvey, Doreen Massey, Alain Musset, Antoine Bailly, Antonio Carlos Robert Moraes, Carla Lois, por nombrar algunos.
En otras palabras, apostamos por una geografía con memoria, historicidad, diversidad y complejidad.
Los artículos que forman parte del libro
El libro se inicia con la presentación del destacado geógrafo francés Antoine Bailly, premio Vautrin Lud o «Nobel» de la geografía (2011), que se titula «Las fronteras: representaciones, poderes y divisiones territoriales». Con ella, Bailly adelanta uno de los propósitos centrales del libro como lo es la identificación de una pluralidad de fronteras cuyas bases se sustentan en memorias puntuales, locales y que, por lo mismo, proyectan representaciones sociales.
Luego de la introducción, se da inicio a los trabajos de investigación. El primero, «Más allá de la línea: la montaña y la frontera desde su pluralidad espacio-temporal», es importante en el conjunto del libro, porque es el espacio donde los editores contextualizan los diversos artículos que lo integran. Allí damos cuenta de los lineamientos principales que nos han guiado al momento de proyectar un trabajo como este. En este sentido, el trabajo juega un rol introductorio y de balance del problema en tanto subraya las discusiones actuales de la temática, especialmente la necesidad de no perder de vista los aspectos interculturales de Los Andes y de las fronteras.
El trabajo del geógrafo Abraham Paulsen, denominado «Los textos de estudio como dispositivos de invisibilización de la cordillera de Los Andes como sujeto cultural», selecciona diversos textos de estudio para la educación primaria y secundaria chilena desde donde el autor rescata los imaginarios y discursos con que se presenta a la cordillera de Los Andes al estudiantado nacional. Su trabajo lo complementa con dibujos de estudiantes que demuestran la transmisión de discursividades que actúan como parámetro social y cultural. Concluye Paulsen con la urgente necesidad de modificar la idea de una cordillera invisible hacia un espacio de oportunidades para las generaciones futuras.
La connotada historiadora argentina Susana Bandieri, con su texto «La frontera argentino-chilena como espacio social en la Patagonia: balance de una historiografía renovada», realiza una revisión de las investigaciones llevadas a cabo desde la norpatagonia sobre la frontera argentino-chilena, que tienen como común denominador considerar aquel espacio como resultado de procesos sociales. La autora desarrolla la idea que seguir pensando en los procesos socioeconómicos encerrados en los límites del Estado-nación resulta un contrasentido y resta complejidad a modalidades de funcionamiento de gran dinamismo y persistencia, por lo que propone que lo adecuado sería reconocer formas de identidad socioeconómica regionales y fuertes herencias culturales que han dejado profundas huellas en el territorio norpatagónico. Sin duda, como ella misma lo adelanta, un balance muy necesario.
Por su parte, el notable antropólogo argentino Diego Escolar se suma con un trabajo titulado «El sueño de la razón y los monstruos de la nación: naturalizaciones de la cordillera de Los Andes en la articulación estatal-nacional argentino-chilena», desde donde resalta el proceso de producción y consolidación de la frontera argentino-chilena con una cordillera de Los Andes que juega el rol de invisibilizar activos intercambios y movimientos de población que se produjeron a través de ella, tanto entre parcialidades étnicamente marcadas como aborígenes o como criollos. Su caso de estudio se concentra en la provincia de San Juan, en la sección centro-norte de Argentina. .
En otra escala, el historiador Andrés Núñez, el geógrafo Federico Arenas y el sociólogo Francisco Sabatini, todos de nacionalidad chilena, a través de su trabajo «Producción de fronteras e imaginarios geográficos: de la nacionalización a la globalización de la cordillera de Los Andes. Chile, siglos XX y XXI», optan por poner en relieve la contradicción sociodiscursiva que surge en el ámbito del poder en torno a la frontera y Los Andes. De este modo, ellos plantean que, mientras por una parte se proyecta socialmente una imagen fronteriza de índole global, asociada a los transnacionalismo de los capitales, donde incluso se formula la idea de un «fin de las fronteras», de otra suerte subsiste con fuerza, especialmente al momento de manifestarse diferencias con países vecinos, la producción fronteriza surgida en el siglo XIX donde el «nosotros» nacional es lo que aparece como vital. Aquella bipolaridad fronteriza, como la llaman los autores, es el centro del análisis.
Brenda Matossian, geógrafa argentina, en un artículo de marcada actualidad demuestra el rol desempeñado por la población de origen chileno en el espacio urbano de San Carlos de Bariloche, los cuales, a pesar de estar presentes desde la fundación del asentamiento, continúan sin ser reconocidos como actores destacados de la historia local. A través de una serie de estrategias, los diversos grupos de chilenos han intentado legitimarse y visibilizarse como grupo dentro de la sociedad receptora y canalizar activamente la apropiación del espacio. Su trabajo se titula «Chilenos en San Carlos de Bariloche: barrios populares, imaginario y tensiones en una ciudad frontera».
En la misma zona de estudio, los historiadores Laura Méndez, argentina, y Jorge Muñoz, chileno, nos brindan una sugestiva investigación que da cuenta del control sociocultural del espacio por parte de los Estados nacionales. El trabajo titulado «Economías cordilleranas e intereses nacionales: genealogía de una relación. El caso de la Compañía Comercial y Ganadera Chile-Argentina (1895-1920)», aborda la situación de la Compañía Comercial y Ganadera Chile-Argentina para mostrar cómo los espacios transnacionales se van conformando a partir del control burocrático por parte de los Estados y por poderosos grupos empresariales. El interés de los Estados por apropiarse de un determinado territorio explica, en parte, que la Compañía haya sido sometida a fuertes presiones que terminaron por su liquidación y desmembramiento.
Por su parte, el geógrafo y antropólogo chileno Raúl Molina aborda uno de los espacios geográficos más desconocidos de Los Andes: la cordillera de Atacama. Ella resulta vital en tanto actúa como bisagra articuladora del desierto y la Puna de Atacama. Se adentra el autor en una revisión de los aportes de las ciencias sociales a las relaciones transcordilleranas y profundiza con un análisis etnográfico de las articulaciones sociales y económicas que desarrollan collas y atacameños, que, a diferencia de lo que comúnmente se estima, parecieran ser etnias diferentes, pero que finalmente son comunidades que se encuentran unidas por una larga historia, por el parentesco y por la complementariedad de pisos ecológicos. Allí, plantea Molina, la frontera parece ser solo un hito de fierro que dice por un lado «Argentina» y por otro «Chile». Su interesante trabajo se titula «Cordillera de Atacama: movilidad, frontera y articulaciones collas-atacameñas».
Anne-Laure Amilhat Szary, importante geógrafa francesa, aborda una problemática muy actual, donde deja en evidencia la posición minimalista del Estado en el contexto de los discursos socioculturales neoliberales. Así, a través del texto titulado «Minas en la montaña: cuando la explotación de las periferias escapa al Estado», la autora aborda el tema de la explotación minera en el norte de Chile y el contexto de cómo las empresas construyen estrategias de participación para tomar una posición dentro de los mecanismos de gobernación territorial de los lugares en los que estas invierten, convirtiéndose en el principal actor político, social y económico de las regiones de montaña chilenas, con la consecuente ausencia del Estado. Desde este planteamiento es posible realizar una lectura amplia de la propuesta neoliberal: el desarrollo le corresponde al mundo privado.
«Los Andes tarapaqueños, nuevas espacialidades y movilidad fronteriza, ¿barrera geográfica o espacio para la integración?» es el trabajo de la geógrafa Marcela Tapia Ladino y el cientista político Cristián Ovando, ambos chilenos, donde ponen énfasis en nuevas relaciones sociales surgidas en torno a la región fronteriza de Chile-Tarapacá a partir de la última década del siglo XX. Aquellas nuevas dimensiones espaciales se refieren al renovado sentido o configuración espacial de la zona de estudio, así como a un problema de escala: por un lado, una orientada a una escala territorial conectada con lo global, de tipo transfronterizo y de gran movilidad y otra de escala nacional que actúa como contención y fragmentación.
El reconocido y destacado historiador chileno Sergio González aporta al libro con su artículo «¿Espacio o territorio? La integración transfronteriza de la economía salitrera. El caso de Bolivia (1870-1920)». Su trabajo no solo es importante por el conocimiento que el autor posee de la zona producto de innumerables investigaciones y por involucrar a Bolivia en su análisis, en tanto la mayoría de los autores ha abordado la relación argentino-chilena, sino también porque visibiliza una frontera abierta y en permanente movimiento precisamente en los tiempos en que los límites nacionales adquirían mayor valor. El soporte de su agudo análisis es lo que es factible llamar un verdadero y amplio territorio salitrero.
Por su parte, la historiadora chilena Alejandra Vega, con el trabajo titulado «Entre paisaje y cartografía. La tradición de la cordillera como frontera y la producción visual de la Expedición Malaspina, Gay y Rugendas», discute las obras producidas en los últimos años del siglo XVIII y del siglo XIX como correlato del impulso ilustrado que movilizó al imperio hispano y de la instauración del Estado republicano. De esta manera, concluye que no solo se contextualiza el desarrollo de una retórica de la república, sino cómo la cordillera se constituye en motivo paisajístico representado como escenario y límite visual de la nueva nación.
Por su parte, los geógrafos chilenos Rafael Sánchez y Rodrigo Hidalgo, a través de su artículo «El turismo de montaña y la construcción de fronteras culturales», trabajan en la construcción de fronteras culturales a partir de la valorización que ha vivido en las últimas décadas en Chile el turismo de montaña. Analizan puntualmente el caso del Cajón de Maipo y ponderan la aparición de características sociales y culturales entre los migrantes por amenidad que llegan a estos nuevos espacios.
Carolina Crespo y María Alma Tozzini, ambas antropólogas argentinas, desde su texto denominado «Fronteras identitarias a la sombra de la gran frontera estatal. Omisiones y tensiones en las construcciones del pasado en la Comarca Andina del Paralelo 42°, Patagonia argentina», se centran en las localidades de Lago Puelo, El Hoyo y El Bolsón, que se denomina en la década de 1990 como Comarca Andina del Paralelo 42°, desde donde analizan lo que denominan «narrativas desde la frontera», es decir, narrativas legitimadas que contienen silencios y fronteras identitarias que se habían instalado desde fines del siglo XIX. Con ello ponen en evidencia que no solo suponen redefiniciones de la historia de este espacio territorial, sino también de la narrativa en la que se inscribe la historia de esta zona fronteriza, de las relaciones interétnicas y de las subjetividades y desigualdades.
A continuación, el geógrafo chileno Fabián Araya, a través del artículo «La multidimensionalidad espacio-temporal de la cordillera de Los Andes a través de los textos de Historia, Geografía y Ciencias Sociales», realiza una exhaustiva exploración a los textos escolares de enseñanza básica y media, analizando cómo la cordillera de Los Andes es representada en ellos. Queda en evidencia que lo que prima es la dimensión natural, pero que no es la única categoría considerada en los libros, sino que también se encuentran otras dimensiones que complementan y enriquecen la concepción naturalista, lo cual parece ser fundamental para que la cordillera de Los Andes se constituya en un referente temático, didáctico y curricular al momento de avanzar en tópicos como sustentabilidad ambiental, económica y social de nuestros territorios.
Un siguiente trabajo lo aporta el destacado historiador chileno Jaime Flores Chávez, como la mayoría interesado en problemáticas periféricas o regionales. Su artículo lleva por nombre «La construcción del espacio. Una mirada histórica al territorio cordillerano de la Araucanía. El territorio andino de la Araucanía, concepto y antecedentes» y nos brinda numerosos antecedentes que permiten observar a la cordillera de Los Andes como un continuo de habitabilidad y permeabilidad desde hace varios milenios. En este contexto, identifica el proceso de construcción de parte de los Estados nacionales de una cordillera como sinónimo de obstáculo y esterilidad, es decir, como un «límite natural» que es útil para separar dos naciones. El autor subraya que, entre otras estrategias de dominio, la cartografía nacional contribuyó a fijar la imagen de Chile y Argentina.
Finalmente, los geógrafos argentinos Alejandro Benedetti e Iñigo Laguado nos entregan el trabajo «El espacio fronterizo argentino-chileno. Definición de categorías operativas y primera aproximación descriptiva». Los autores realizan una descripción del funcionamiento actual del espacio fronterizo argentino-chileno, comprendido como un espacio geocultural, donde se yuxtaponen dos fronteras enfrentadas, complementarias, creadas y mantenidas por dos Estados nacionales: Argentina y Chile. En él, identifican algunos cambios y continuidades que pueden reconocerse en el sistema de movilidad y en el sistema de lugares fronterizos.
Una propuesta con raíces comunes
Es oportuno subrayar acá que este libro no surge por sí solo. Es ciertamente deudor de una serie de investigaciones, muchas de ellas asentadas precisamente en un contexto regional o periférico. Desde esta perspectiva, este trabajo sigue la línea de investigaciones realizadas, entre otros, por Susana Bandieri, Sergio González, Pedro Navarro Floria, Jorge Pinto, Pablo Lacoste, Alejandro Benedetti, Susana Sassone, todos referentes ineludibles al momento de hablar de la relación frontera y montaña.
El antropólogo argentino Alejandro Grimson es también relevante al momento de discutir sobre fronteras, especialmente porque sus trabajos ponderan y actualizan el debate en torno a ellas y sus procesos identitarios. Por su parte, el también antropólogo argentino Diego Escolar ha sido decisivo para este trabajo, particularmente sus investigaciones en torno a la provincia de San Juan, Argentina. En la práctica, fue la lectura de su artículo «Identidades emergentes en la frontera argentino-chilena. Subjetividad y crisis de soberanía en la población andina de la provincia de San Juan» lo que en buena medida gatilló el interés por embarcarse en esta tarea. Su trabajo se encuentra publicado en una notable compilación del propio Alejandro Grimson (2000), titulada Fronteras, naciones e identidades. La periferia como centro.
En la misma línea de influencia, el amplio trabajo de Susana Bandieri es en la actualidad un verdadero faro en materia de historia y geografía regional. No solo introdujo tesis nuevas que permitieron ver la articulación oeste-este con una cordillera bisagra sino que, a su vez, ha generado todo un interés por trabajar el espacio y sus actores desde la complejidad local o regional. Ante el dominio decimonónico de las historias nacionales, ella y un amplio equipo de trabajo que funciona en la Universidad de Comahue, Argentina, ha permitido resaltar especificidades, en lo que ella misma ha llamado «nuevas investigaciones, otra historia».
Laura Méndez y Jorge Pinto, entre otros, han puesto el énfasis en circuitos comerciales que subsistieron entre Chile y Argentina más allá de la línea; otros, como Brenda Matossian, en los circuitos y movilidades actuales de chilenos en torno a la norpatagonia chilena-argentina y otros tantos, como Alma Tozzini, Brígida Baeza y Carolina Policastro, en relevar los procesos identitarios y simbólicos de determinados espacios de frontera. En el ámbito de una geografía política renovada y de la valorización multiescalar del territorio, sin duda la geógrafa argentina Alicia Laurín es un referente.
También hemos tenido a la vista a quienes en la zona norte han visto las fronteras como espacio de circulación étnica y articulación social y económica, como Gabriela Karasic y Viviana Conti en Argentina y Raúl Molina en Chile. Imposible no mencionar en esta línea a Raúl Mandrini y Lidia Nacuzzi. También en el norte, todo el trabajo llevado a cabo al alero del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Arturo Prat es destacable. La labor de Sergio González y Marcela Tapia, entre otros, ha permitido que numerosos trabajos sobre la relación fronteras-Los Andes se pongan en relieve.
En un contexto más amplio, cuando se habla de fronteras es imposible no tener como referencia a la destacada historiadora argentina Cristina Hevilla y la también destacada geógrafa argentina Perla Zusman, quienes además nos han brindado notables trabajos sobre la movilidad del espacio y los imaginarios geográficos.
Finalmente, resulta indispensable destacar la entrañable figura del gran historiador argentino Pedro Navarro Floria, a quien dedicamos este libro. En la práctica, sin su trabajo y presencia este esfuerzo hubiese sido en vano. Su persistente producción investigativa como su reconocida calidez humana han llevado a que, como ha subtitulado Alejandro Grimson en el citado libro del año 2000, muchos percibiésemos que es factible trabajar e investigar en el marco de una periferia que se desenvuelve desde su propio centro. Él siempre estuvo interesado en abordar sujetos históricos que no necesariamente estuviesen al alero de las prácticas discursivas surgidas desde el Estado, y, si trabajaba en este ámbito, lo hacía desconstruyendo o con una mirada crítica del proceso de producción del proyecto estatal nacional. Por lo mismo, su obra se ha convertido en todo un referente.
Desde la perspectiva del trabajo de Navarro Floria, este es un libro del presente y de un problema del presente. En efecto, es un trabajo que busca concentrar la atención en los mitos o marcos discursivos con que se va configurando la memoria colectiva y por ende el significado de los espacios. La cordillera antes, después y hoy un espacio de articulación, luego, y en paralelo, una barrera. Los Andes antes, después y ahora espacialidades diversas y heterogéneas y luego y en paralelo una unidad física que proyecta un espacio vacío e inhabitable, de hecho, quieto, inmóvil, inerte.
La imagen es también un problema del poder y es un asunto inexorablemente ligado al lenguaje social, a las palabras, y, sin duda, al «problema del otro», como dice Tzvetan Todorov, en tanto Los Andes y la frontera son definidos o construidos en contextos enunciativos históricos, propios de una existencia finita. Los Andes y la frontera no son solo una línea, son sociabilidad, movilidad y cambio y, por lo mismo, son también centralidad periférica.
Este libro, en definitiva, presenta narraciones de sentido, modos de producción de interpretaciones espaciales que surgen y adquieren validez y comunidad al insertarse en prácticas sociales y culturales. Unas, prácticas de poder, en tanto proyecciones hegemónicas; otras, construidas en sus marcos locales o específicos. Ambas móviles y cambiantes. Ambas en un dialogo desde sus saberes, desde su interculturalidad. Pero todas, en definitiva, construidas al alero de los marcos sociales de la memoria.
A. Núñez, R. Sánchez y F. Arenas
2 Los editores agradecen el apoyo de la Comisión Nacional de Investigación Científica y tecnológica (CONICYT) que a través de los proyectos Nº 3110027, Nº 11121323, ha hecho posible este libro.
Más allá de la línea: la montaña
y la frontera desde su pluralidad
espacio-temporal³
Andrés Núñez⁴, Rafael Sánchez⁵ y Federico Arenas⁶
Hacia fines del siglo XIX, el diplomático e ingeniero-geógrafo, Eduardo de la Barra manifestaba, proyectando a Dios, que «la Naturaleza puso entre ambas naciones —Chile y Argentina— la gran cordillera nevada de Los Andes para dividir sus tierras y sus aguas, por la raya imborrable de la cumbre» (1895: 49). Aquel influyente hombre de sociedad no dudaba en delinear en Los Andes un hito natural cuya función central era dividir y separar a dos jóvenes naciones.
Su punto de vista, es decir, que el territorio en torno a Los Andes era un elemento congénito e inherente a la nación y que frontera y Los Andes eran espacialidades esenciales de ella, en tanto colaboraban a demarcarla, delimitarla, cercarla y aclararla, fue una práctica discursiva que se hizo estructural en la época y que muchos estudios y funcionarios de gobierno, «sabios», ingenieros y geógrafos incluidos, se encargaron de estamparla como oficial, tanto de un lado de la cordillera como del otro. El proceso de producción del saber histórico y geográfico en torno a la frontera y Los Andes estaba en curso y no tardó muchas décadas en transformarse en parte de la memoria e imaginario colectivo de las respectivas sociedades.
En la práctica, en diversos estudios limítrofes a lo largo del siglo XX la cordillera fue definida y subrayada como «cumbre», «muralla», «raya», «cadena de gran elevación», «compacta en su encadenamiento», entre otras acepciones. El propio Diego Barros Arana, historiador chileno y hombre de Estado, además de encargado de las negociaciones de fijación de límites, expresaba, con notoria y necesaria exageración, que «es la cadena misma del Himalaya la que se parangona con la cordillera de Los Andes» (1902: 89). En el proceso de construcción y definición de la frontera era indispensable reafirmar lo que ya era físicamente evidente: que la cordillera era imponente y majestuosa, especialmente si se observaba desde la capital chilena, Santiago.
De aquel modo, Los Andes fueron útiles a la producción fronteriza y a la identificación de un «nosotros» nacional y familiar en contraposición a un «otro» extraño y distinto.
La fijación de la frontera en la cordillera colaboró, a su vez, con madurar un proceso más amplio de racionalización espacial que venía consolidándose desde la época colonial y cuyos efectos fueron percibidos ya avanzado el siglo XIX (Núñez, 2009). Nos referimos a la necesidad de articular el territorio bajo los parámetros de una centralidad que permitiese, siguiendo a Gramsci, institucionalizar hegemónicamente aquella espacialidad. Uno de los resultados más relevantes de aquel proceso fue, por un lado, la invisibilización del «país de las cuencas», cuya lógica se proyectaba en sentido oeste-este, de modo horizontal y fragmentario, así como, por otra parte, el relevamiento y valorización de un país unificado y continuo de norte a sur, es decir, con sentido vertical (Núñez, 2012).
Aquella unificación y homologación espacial pretendía no solo amalgamar paisajes diferentes que evolucionaban en latitud a ambos lados de Los Andes —desde los desiertos a los canales australes y desde la puna y selva chaqueñas hasta las pampa patagónicas—, sino también buscaba superar la diversidad social y étnica, en una narrativa sociocultural centralizada desde las respectivas capitales nacionales.
En esa lógica, el control espacial de la nación en formación requería de numerosos dispositivos o mecanismos para viabilizar el horizonte de una espacialidad común. A los de la racionalización espacial borbónica en el siglo XVIII, tales como cuestionarios, fundación de ciudades, mensuras, entre otros, se le sumaron algunos más que colaboraron a desplegar un imaginario territorial cada vez más homogéneo y compacto.
Así, en el siglo XIX se continuó —en ello la colonialidad del sistema-mundo es una sola— con otras estrategias entre las que destacan el control de los «espacios vacíos», es decir, la creación de nuevos asentamientos y espacios urbanizados con el fin de controlar y acortar distancias y, a través de ellas, el territorio; la búsqueda y acumulación de información, que en el fondo fue una continuación de los cuestionarios borbónicos, en lo que podría denominarse un verdadero catastro de los bienes existentes en el territorio asociado a la nueva nación; la exploración de nuevos territorios, en tanto la nueva nación necesitaba la incorporación de nuevos espacios así como nuevos recursos naturales; la supremacía simbólica de la ciudad sobre lo rural, lo que, como en otras latitudes, colaboró a fijar en lo urbano el dominio de un discurso hegemónico⁷; la conformación de una historia nacional que diese sentido a sus habitantes, perspectiva que generó mitos y héroes comunes, impactando en la memoria de la nación y en su necesidad de mirar un futuro, fruto de su propia tradición; la materialización del telégrafo, que colaboró a minimizar distancias; la ejecución del correo, que hizo que la temporalidad sufriera cambios de valorización y sentido; mejoramientos de caminos y puentes y la implementación del ferrocarril, tal vez el más simbólico de los dispositivos de control, todos verdaderos representantes del «paisaje del progreso», como ha expuesto con claridad el historiador argentino Pedro Navarro Floria (2007).
En este marco, la fijación de una frontera resultaba indispensable y necesaria, de modo que numerosos agentes del Estado central encaminaron sus esfuerzos en fronterizar Los Andes⁸.
Podemos observar en este proceso de fronterización formas, creencias o cosmovisiones que influyeron en la interpretación con que se tradujo el imaginario territorial nacional. Por aquellos años, la heterogeneidad era enemiga de la moderna o ilustrada concepción de unificar y homologar, tradición que se nutría de principios definidos como universales: progreso, civilización e historia. Ellos actuaron como pilares de un mirar, de un modo de dibujar y significar el paisaje y la vida en general. En otras palabras, aquellos soportes definidos como naturales fijaron la forma de ver el mundo y, por ende, la territorialidad de la nación. Como ha expresado Halbwachs (2004), la percepción es recuerdo, por lo que aquellos valores fueron los mitos —o el sistema de interpretación a decir de Todorov (2012) o la tradición en palabras de Gadamer (1999)— que terminaron por otorgar sustento y validez a numerosas acciones y técnicas que perfilaron y normalizaron el sentido del «nosotros».
Existió, por tanto, una urgencia, una labor en la órbita del Estado, por esencializar o naturalizar el territorio, tarea que estuvo en la arquitectura propia del poder, especialmente en el siglo XIX, y cuyos pilares o rasgos modernos funcionaron desde el yo social que gobernaba la nación. ¿De qué modo se puede interpretar el siguiente texto sino, como expresa Todorov, en el contexto circunstancial de su enunciación? Refiriéndose a los indígenas de zonas de frontera, el renombrado liberal Benjamín Vicuña Mackenna divulga, en 1868, lo siguiente: [el indígena no era] «(…) sino un bruto indomable, enemigo de la civilización porque solo adora todos los vicios en que vive sumergido, la ociosidad, la embriaguez, la mentira, la traición y todo ese conjunto de abominaciones que constituye la vida del salvaje. Se invoca la civilización a favor del indio i ¿qué le debe nuestro progreso, la civilización misma? Nada, a no ser el contajio (sic) de barbarie con el que ha inficionado nuestras poblaciones, por lo que la conquista del indio es, esencialmente, como lo ha sido en Estados Unidos, la conquista de la civilización» (1868)⁹.
Aquellas palabras no son gratuitas o inocuas, como tampoco las de Eduardo de la Barra o Diego Barros Arana respecto de Los Andes. Como dice el mismo Todorov: «Las palabras son, y solo son, la imagen de las cosas» (2012: 41). Aquella visión de Vicuña Mackenna, como también de muchos otros hombres de Estado, fue la percepción de Occidente, fue la homologación de las diferencias, fue la búsqueda de una autenticidad y pureza cultural que sirviese como soporte y despliegue de un lenguaje comunitario en un ámbito de alcance nacional, lenguaje que también se desplegó en un marco territorial.
Desde esta perspectiva, no es extraño que en la actualidad la memoria colectiva homologue la cordillera de Los Andes con una frontera rígida, más allá de los actuales propuestas globalizadoras que proyectan un imaginario de «fin de fronteras». Y tampoco parece incoherente que la cordillera, como agudamente lo indica uno de los textos incluidos en este libro, sea dibujada en las escuelas de modo elevadísimo, como subrayando que acá estamos «nosotros» y que allá están «ellos» y que ella no se represente habitada, por el contrario, siempre vacía, rígida y fría, obviando, entre otras cosas, su habitabilidad, movilidad y cambio. De hecho, en la práctica al decir «cordillera» o «Los Andes» proyectamos un imaginario geográfico fronterizo que incorpora el proceso de construcción consustancial a la definición de la nación y es aquella interpretación la que domina nuestra memoria colectiva. Ahí la cordillera aún es sólida en su hermenéutica decimonónica.
La valorización de la frontera jurídico-política, por tanto, ha sido el relato fuerte, el texto consistente. Y lo ha sido de modo estructural, al nivel que Los Andes parecen ser el resguardo ideal para ratificar el «nosotros» que de tanto en tanto resurge o se reafirma en su trasfondo moderno a partir de ciertos conflictos limítrofes de índole político, especialmente los de los últimos años, con Bolivia y Perú.
Edward Said (2010), refiriéndose a la relación Occidente-Oriente, realiza un llamativo análisis donde formula una tesis que es válida también para las tierras americanas y nos ayuda a comprender por qué fijamos la mirada en una cordillera y una frontera que nos representa el deslinde de un «hogar» nacional que nos resguarda de los «otros». El autor de origen palestino dice que el orientalismo levantado por Occidente poco o nada tiene que ver con la cosmovisión del mundo oriental, por lo que, finalmente, Oriente viene a ser la proyección de un Occidente orientalizado, donde ha sido posible fijar otredades e imaginarios exóticos y extraños. Es decir, el orientalismo posee directa relación con una mediación ideológica y política en el ámbito del poder a fin de definir un mundo diferente al cuerpo central que era Occidente. De esta suerte, lo «no europeo» se fue afianzando como lo «extraño». El problema hermenéutico identificado por Said es, desde nuestro punto de vista, un asunto que involucra la incomprensión del «otro», y es de una actualidad abrumadora¹⁰.
Por décadas aquella frontera institucional ha servido de base para la difusión de tratados limítrofes o para el interés del estudio de la conformación de su línea, visión de Estado que fue notoriamente subrayada en colegios, universidades y en el imaginario colectivo durante las décadas de 1970 y 1980 bajo las dictaduras militares de ambas naciones. Sin embargo, poco o nada se dio cuenta de «otras» fronteras, simbólicas o interestatales, o de los procesos de significación y sentido con que la especialidad fronteriza se iba desenvolviendo en diversas escalas. Tal panorama ha ido variando desde mediados de la década de 1980 (Grimson, 2010), particularmente con el aporte de los estudios antropológicos, aunque de modo relativamente lento¹¹. Muchos de estos nuevos estudios han trabajado la idea de fondo de fronteras culturales, de sociabilidades dinámicas, interesados en sujetos sociales —no solo estatales— con memorias concretas, buscando especificidades más que generalidades y desconstruyendo imaginarios surgidos en el ámbito del poder central.
Este libro no es ajeno a aquella corriente, aunque, como veremos, no busca desconocer el rol del Estado en la configuración de aquellas fronteras culturales ni menos, obviamente, anular su rol en la producción del imaginario de frontera como límite político y de Los Andes como espacio institucional. Sin embargo, uno de sus objetivos principales es dejar atrás los mitos de la construcción del territorio nacional bajo una lógica «heroica», precisamente, una perspectiva solo y únicamente centro-periferia. En otras palabras, allí donde se resalta de manera monopólica la labor de los agentes del Estado y los códigos que ratifican la soberanía, proponemos observar otras prácticas que nos muestren que la frontera y la cordillera fueron, y son, espacialidades sociales y culturales y pueden ser observadas como territorios en movimiento, cargados de memoria, pasado y presente y donde, más allá de la producción de la línea, han existido y existen muchas formas de contacto, sean estas fluidas o complejas, sean estas amistosas o conflictivas.
Al formular esta propuesta nos interesa fijar algunos elementos principales que guiaron el trabajo editorial de los compiladores y que fueron el centro de la discusión al momento de proyectar el libro, así como de las sucesivas etapas en el largo y arduo camino de publicar un trabajo como este. A continuación, damos a conocer aquella plataforma de modo resumido, con el fin que el lector pueda contextualizar las investigaciones que lo integran.
Geografía y memoria colectiva: el espacio como
historicidad
Parece relevante resaltar que el proceso antes expuesto, esto es, la producción de una naturalización o esencialización de la cordillera y de la frontera en ella, debe ser comprendido en el contexto de una organización del saber geográfico en estrecha relación con lo evidente, con lo visible, con lo tangible. En otras palabras, en una asociación directa entre geografía y materialidad¹². Entre otras razones, aquello tuvo que ver con la fuerte presencia, durante el siglo XIX, aunque con una prolongación hacia el primer tercio del XX, de una temporalidad dinámica y móvil en tiempos en que la historia era figura central y donde, por lo mismo, el espacio o, precisamente, la geografía era lo inerte, lo fijo, lo no dialéctico: la proyección de una «naturaleza muerta».
El espacio, en aquél contexto del saber, muchas veces se proyectó como un espacio vacío, inhabitable y desconocido donde se generaron muchas imágenes «geográficas» que aún perduran: una aislada Patagonia, un deshabitado desierto y una cordillera impenetrable.
Una serie de cambios, ocurridos tanto en la geografía como en las ciencias sociales, especialmente a partir de las ideas posestructuralistas, ha llevado a que tal posición ya no se sostenga de modo unívoco. Son muchos los factores que hacen que en la actualidad la espacialidad —y por lo tanto, su estudio— no pueda evadirse, siguiendo una vez más a Maurice Halbwachs, de los marcos sociales de la memoria. Desde esta perspectiva, la espacialidad no solo es física, puesto que la configuración de su sentido es el proceso de conformación de su representación. En otras palabras, el espacio también es temporalidad y memoria y como tal requiere reconocer o identificar el proceso social en que se produce su marco de significación: «La sociedad —resalta Halbwachs— adaptándose a las circunstancias, y adaptándose a los tiempos, se representa el pasado de diversas maneras: la sociedad modifica sus convenciones. Dado que cada uno de sus integrantes se pliega a esas convenciones, modifica sus recuerdos en el mismo sentido en que evoluciona la memoria colectiva» (2004: 324). En otras palabras, la comprensión del espacio subyace a las prácticas sociales o al sistema de creencias que movilizan su sentido o interpretación colectiva (Tuan, 2007: 13). El geógrafo Milton Santos lo expresa del siguiente modo: «(…) la sociedad se geografiza a través de esas formas, atribuyéndoles una función que, a lo largo de la historia, va cambiando» (Santos, 2000: 91).
Para el caso de la frontera y la cordillera, no sería posible, entonces, obviar la proyección sociocultural que de ellas se ha hecho y constatar que ella es un constructo histórico que nos remite al contexto en que la interpretación surge. En ello una geografía hermenéutica, así como la textualidad del espacio, se proyectan como un enlace indispensable al momento de pensar hoy la geografía (Aliste et al., 2013).
Aquello lleva, en definitiva, a justificar el interés de los editores de poner el acento en una espacialidad social o cultural y a trabajar la temática desde una perspectiva interdisciplinaria, una plataforma desde donde la geografía puede aportar de modo relevante. Este es un libro de geografía, qué duda cabe, pero lo es a la vez de historia, sociología, antropología y filosofía.
La frontera institucional como herramienta de
poder y control espacial
El interés por fijar en la cordillera una barrera fue la labor de numerosos pensadores de Estado, muchos de ellos extranjeros. De esta suerte, Los Andes se volvieron, desde una perspectiva sociocultural, un espacio vacío que proyectó la función de afinar el territorio y dar cuerpo a la soberanía de la nación.
Es interesante recordar acá dos procesos que se desarrollaron en forma paralela y que a su modo responden al horizonte de fijación del sentido del saber-nación; tienen que ver, por tanto, con la configuración de los imaginarios geográficos. En Argentina, la llamada «Campaña del Desierto» del general Roca; y en Chile, la llamada «Pacificación de la Araucanía», del general Saavedra. El punto es ilustrativo, porque sus designaciones o títulos asumen imaginarios que reflejan perspectivas centralistas y colonizadoras en el sentido dado al término por Inmanuel Wallerstein (1979, 2001) y luego por Aníbal Quijano (2000) y Walter Mignolo (2011).
Así, por ejemplo, la interpretación desértica del sur argentino hizo conjeturar que en
