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Imaginación y verdad. Escritos sobre literatura hispanoamericana
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Imaginación y verdad. Escritos sobre literatura hispanoamericana
Libro electrónico283 páginas4 horas

Imaginación y verdad. Escritos sobre literatura hispanoamericana

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La escritura de Carla Cordua transita con sutileza y lucidez por los espacios de encuentro entre la literatura y la filosofía, donde los desafíos de la imaginación, de las ideas y del estilo se ponen en juego y muestran, muchas veces, la irreductible y maravillosa singularidad poética. En este libro, que recopila parte fundamental de sus escritos sobre literatura hispanoamericana, la filósofa chilena ensaya modos diversos de pensar la escritura de una docena de autores –de Rubén Darío a Juan Luis Martínez, de Gabriela Mistral a Jorge Luis Borges, de César Vallejo a Juan José Saer– deteniéndose en claves estéticas, biográficas e interrogándolos en motivos relevados en las obras, como las fronteras entre verdad y ficción, y la capacidad de esta última para adentrarse en la turbulencia de la realidad.

En este trayecto literario por nuestro continente nos encontramos con revelaciones que, sin dogmatizar, permiten comprender las preferencias que la han llevado a ocuparse de estas obras notables, y que invitan, felizmente, a leer y releer los originales.
IdiomaEspañol
EditorialEdiciones UDP
Fecha de lanzamiento19 jun 2024
ISBN9789563145618
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    Imaginación y verdad. Escritos sobre literatura hispanoamericana - Carla Cordua

    Carla Cordua / Imaginación y verdad. Escritos sobre literatura hispanoamericana

    Santiago de Chile: Ediciones Universidad Diego Portales, 2022,

    1ª edición, 320 pp. , 13x21 cm.

    Dewey: 860.9

    Cutter: C796

    Colección Humanidades

    Textos publicados en revistas académicas y periódicos de circulación nacional sobre figuras literarias, tales como: Rubén Darío, César Vallejo, Manuel Rojas, José Santos González Vera, Jorge Luis Borges, José María Arguedas, Juan José Saer, Mauricio Wacquez, Juan Luis Martínez, Claudio Bertoni y Raúl Zurita.

    Materias:

    Prosa chilena.

    Literatura hispanoamericana. Siglo XX. Historia y crítica.

    Autores latinoamericanos.

    Cordua, Carla, 1925-

    IMAGINACIÓN Y VERDAD

    ESCRITOS SOBRE LITERATURA HISPANOAMERICANA

    CARLA CORDUA

    © Carla Cordua, 2022

    © Ediciones Universidad Diego Portales, 2022

    Primera edición: noviembre de 2022

    ISBN: 978-956-314-539-7

    ISBN digital: 978-956-314-561-8

    Universidad Diego Portales

    Dirección de Publicaciones

    Av. Manuel Rodríguez Sur 415

    Teléfono: (56 2) 2676 2136

    Santiago – Chile

    www.ediciones.udp.cl

    Diseño: María Fernanda Pizarro

    Imagen de portada: Campo de cerezas (Rimbaud). ©Juan Luis Martínez, 1974

    Edición y selección de textos: Sebastián Astorga y Felipe Gana

    Diagramación digital: ebooks Patagonia

    www.ebookspatagonia.com

    info@ebookspatagonia.com

    ÍNDICE

    Nota a la edición

    Rubén Darío (1867-1916)

    Víctima superior

    Gabriela Mistral (1889-1957)

    Recoger gente

    Convivialidad exagerada

    Sobre el mar

    Gabriela y Victoria

    César Vallejo (1892-1938)

    César Vallejo

    Guardar un día para cuando no haya

    Vallejo esencial

    Manuel Rojas (1896-1973)

    Una fortaleza sin puente levadizo

    José Santos González Vera (1897-1970)

    Falta de ignorancia

    Jorge Luis Borges (1899-1986)

    La imaginería metafísica de Borges

    Borges y los servicios de la palabra

    Ceguera de Borges

    Asombro irónico

    Neruda sobre Borges

    José María Arguedas (1911-1969)

    Una pegazón de la muerte

    Juan José Saer (1937-2005)

    Saer: Nadie nada nunca

    Oscuridad del mundo

    Juan José Saer

    Mauricio Wacquez (1939-2000)

    Excesos

    Frente a un hombre armado

    Juan Luis Martínez (1942-1993)

    Variedad poética de la negación

    El anzuelo y la bolsita de tierra

    Más de Juan Luis Martínez

    Adiós a la poesía

    Algunas preguntas

    Claudio Bertoni (1946)

    Una estrella danzante

    Raúl Zurita (1950)

    Poesía y verdad

    Procedencia de los textos

    NOTA A LA EDICIÓN

    En Luces oblicuas (1997), Carla Cordua, hace una confesión que sirve de guía para adentrarse en este libro: No he leído obras literarias como profesional sino como diletante; pero como he dado libre curso a esta afición toda mi vida puedo establecer una diferencia entre los escritos que me han retenido ocasionalmente y aquellos que se me volvieron indispensables, resultaron ser amores duraderos. Los ensayos, notas, digresiones e, incluso, una contratapa reunidos en este volumen hablan de ese amor duradero por los autores aquí tratados. La lectura no profesional y apasionada se nota en los puntos de vista singulares y en la diversidad de perspectivas al momento de tratar las obras de su elección: aparecen en una frase, en una impresión o en un ensayo de más largo aliento. Notables son las disquisiciones sobre la oscuridad del mundo en Juan José Saer, la conversación en Jorge Luis Borges o en cómo relacionarse con los otros en Gabriela Mistral. Todos los textos aquí antologados hablan de una pasión y de una búsqueda, la de encontrar algo más que solo lo … meramente entretenido o una manera de pasar el tiempo, sino que, en sus palabras, lo que me despertaba el seso. Esto es, la literatura como una forma vital de imaginación y pensamiento.

    Hemos elegido el título Imaginación y verdad de Borges y los servicios de la palabra, aquí incorporado y publicado originalmente en Nativos de este mundo (2004), donde señala: Lo que encontramos en los escritos de Borges [...], es una reflexión sobre el contraste tajante que él acostumbra a establecer entre realidad y fantasía, entre ficción e información, entre imaginación individual creativa y vida social compartida, entre lo cotidiano y lo mágico, entre el sueño y la vigilia, entre imaginación y verdad. En este lugar, descubrimos algo similar, ideas contrapuestas y en tensión que más que confundirnos iluminan el acercamiento a la feliz complejidad del fenómeno literario.

    En el trayecto vemos a un victimizado Rubén Darío; unos versos que sirven de excusa para Vallejo; a Hijo de ladrón comparado con la novela autobiográfica póstuma de Albert Camus; cómo una frase de José Santos González Vera nos sirve para entender la ineptitud humana; o un extraordinario recorrido sobre la poesía de Juan Luis Martínez, entre otros autores y obras.

    Imaginación y verdad fue organizado cronológicamente, tanto por los años de nacimiento de narradores y poetas incluidos, como por los años de publicación de cada uno de los artículos seleccionados.

    RUBÉN DARÍO

    VÍCTIMA SUPERIOR

    Rubén Darío aborda en su autobiografía los sufrimientos de su adolescencia, y en su poesía, los de toda su vida. Cultiva sus diferencias con los demás, separado de todo el mundo. ¿Cuál será la raíz de sus sufrimientos, de su soledad? No faltan quienes prefieren la explicación supersticiosa; habría heredado una mezcla de sangres: negra, india y española. ¿Aclara algo este punto de vista animal? No creo. Rubén Darío creció feliz entre parientes que lo acogieron con solicitud y cariño cuando le faltaron sus padres. Pero el niño precoz no supo a tiempo que quienes lo criaban no eran sus padres. Cuando se lo dijeron continuó fingiendo por años que era verdad lo que él antes había creído sobre su nacimiento. Es decir, él adoptó a quienes lo habían tratado como hijo. Nunca comentó con nadie su propia suerte de allegado. Pero se supo diferente y esto lo convertirá en el solitario que será en adelante.

    Comienza a leer y a escribir muy temprano. En su Autobiografía dirá de sí: Fui algo niño prodigio. A los tres años sabía leer, según me han contado. También empieza pronto a escribir y descubre que la versificación se le da con naturalidad. Pregunta: ¿A qué edad escribí mis primeros versos? No lo recuerdo precisamente, pero ello fue harto temprano. Yo nunca aprendí a hacer versos; ello fue en mí orgánico, natural, nacido. Acontecía que se usaba entonces –y creo que aún persiste– la costumbre de imprimir y repartir, en los entierros, epitafios, en que los deudos lamentan los fallecimientos, en versos en general. Los que sabían mi rítmico don, llegaban a encargarme que pusiese su duelo en mis estrofas. Un periódico le publica a los doce años algunos versos de este tipo luctuoso que él declarará ser de primerizo, rimados en ocasión de la muerte del padre de un amigo.

    En sus reflexiones de joven adulto elabora la noción general del poeta como una figura victimizada por la sociedad. Él tiene, sin embargo, una clara conciencia de sus dotes extraordinarias, las que le fueron reconocidas por otros desde su preadolescencia. La nostalgia de su religiosidad infantil simple lo mantiene fiel al catolicismo, a pesar de su falta de fe. Busca un camino entre este sentimiento de pérdida y su incontenible sensualidad. Viajó toda su vida por todo el continente y por Europa. Tal como Rilke, su inquietud no encontró el lugar donde tranquilizarse. No pertenecen a grupo, tierra o nación alguna: son poetas, y entienden esto como una obligación superior con la belleza que les impulsa a rechazar otras incorporaciones. Cuando llega a Chile no tiene sino veinte años y su genio. Lo otro son la pobreza, las dificultades y la soledad. De Santiago se muda a Valparaíso y de allí, de vuelta a Santiago. Bebiendo, enamorándose, escribiendo sin detenerse poesía y prosa, se hace conocido en todo el continente: pero a él lo episódico lo deja sintiéndose culpable y desilusionado. Seguro de su fuerza para lamentar la pérdida de un reino que debió ser suyo –dice su Nocturno– sufre pensando que hubo un momento en que pudo haber evitado nacer. ¿Cómo imaginar esta posibilidad? No sabemos hacerlo, pero el oscuro deseo de no haber sido ya fue expresado varias veces por otras víctimas superiores, a partir, probablemente, de su común dificultad de ser.

    GABRIELA MISTRAL

    RECOGER GENTE

    Hablar con desconocidos en la calle, ceder al impulso de contar cosas personales a quien apenas conocemos, confiar en cualquiera, aceptar al otro de inmediato, ofrecer ayuda sin haber sido invitado a darla, es un impulso frecuente en algunas pocas personas y una debilidad que otras se reprochan. En inglés hay una expresión para tales conductas que, como resulta comprensible en una cultura de la privacidad, las desaprueba. Se dice to pick up people, esto es, literalmente, recoger gente. No sé si capto bien el matiz de la frase inglesa pero creo que designa algo que en aquel idioma resulta más cuestionable que lo que he descrito en español. Pues en alguno de sus usos en inglés llega a significar ligar, cosa que no se hace sin intención ulterior, nos parece. De manera que la expresión en inglés se extiende más allá del impulso impensado a que me refiero.

    A pesar de esta diferencia de matiz, Gabriela Mistral dice, hablando de sí misma en su diario íntimo: "Mi mayor flaqueza de chilena y de mujer tal vez sea esta: busco la familiaridad inmediata, quiero la buena fe; pido, como todos los errantes, la casa tibia en que entrar, pues llevo años de ruta helada y de viento y polvo en el rostro. Gracias a cada niño que me dijo, sin más, Gabriela, y a cada maestra que vio su oficio en mis gestos". Esta no es, sin embargo, la postura permanente de Gabriela Mistral frente a los demás. Tal vez lo de recoger gente no sea nunca, tampoco en otros, más que una iniciativa ocasional que nos toma de sorpresa a nosotros mismos cuando nos descubrimos llevándola a cabo. La poeta confiesa tener muchas y frecuentes dificultades con la gente y es cuidadosa de proteger una soledad que le resulta necesaria en más de un sentido.

    En el extranjero anota: Yo no me muevo sino entre extraños [...]. Yo no fui querida nunca, cuando quise. Y no he podido querer a los que dicen que me han querido [...]. Cultivo un poco (un poquito chico) de desdén. Y no dejo a los intrusos entrar en mi vida y empañar lo que Dios me ha dado. Y no concedo derecho a entristecerla, sino a los sucesos definitivos de la vida. Conceder derechos a los sucesos pero no a las personas, es una manera de hablar algo oscura, muy rara en esta escritora clara y exacta como nadie. Pues, ¿qué sería un suceso, definitivo o no, con derechos? Oscura y también amenazante porque, en la medida en que la frase tiene sentido, este no puede menos que asustar. Pues los sucesos definitivos de la vida nunca ocurren de acuerdo a derechos; más bien, de querer hablar así, se los toman todos sin consultarnos y tampoco esperan tener una justificación para caer sobre nosotros con todas sus consecuencias. Esto lo sabía Gabriela de sobra. Lo que ella dice, en definitiva, al hablar de derechos es que no le concede a la gente en general el de recogerla a ella.

    Cuando nos negamos al impulso de fraternizar sin propósito, es seguro que sabemos por qué lo hacemos y cómo explicarlo. Gabriela Mistral lo pone así: Viene lo peor, viene el veneno de la gente. Tengo yo una susceptibilidad que la llamaría trágica. Me duele horriblemente que me maltraten en lo que me importa más: en mí misma, no en mis versos, que he abandonado hace tiempo a las lancetas [...]. Yo soy todavía tan tonta, que le pido perfección a la gente [...]. Les exijo que sean ricos interiormente para no aburrirme; que tengan una vida, como intereses espirituales, afectivos. Todo esto es demasiado pedir, lo reconozco....

    CONVIVIALIDAD EXAGERADA

    En las notas íntimas de Gabriela Mistral, la poeta se describe de muchas maneras. La reflexión sobre sí misma y el impulso de poner por escrito en sus cuadernos reservados las conclusiones que proceden de la meditación forman parte del contenido de Bendita mi lengua sea, publicado por Jaime Quezada. En los diversos lugares del extranjero donde residió, viviendo sola la mayor parte del tiempo, a veces acompañada, sobre todo a medida que avanza en edad, Gabriela Mistral registra en sus cuadernos lo que ocurrió en el día, los trabajos diplomáticos, las lecturas, las personas que va conociendo, las cartas recibidas y enviadas. En el trasfondo de estas intimidades, Chile, inolvidable, lejano, voluntariamente evitado y digno de serlo. Yo tengo en Chile demasiados seres que me odian, una verdadera riqueza de antipatías sin causa. Hace no más de un año la prensa de mi patria me ha arrastrado por el barro, en una campaña de injurias. El diario íntimo consigna el peligro de lo que ocurre allá para su posición, las intrigas que no puede controlar, los anónimos insultantes que recibe y los vaivenes políticos, la mezquindad del sueldito de gobierno por su trabajo, su persistente pobreza chilena arrastrada por el mundo.

    Gabriela se pinta por su origen nortino, por su herencia paterna aindiada, dice, por el recuerdo de los años juveniles trabajados en modestas escuelas de enseñanza pública, por la inspiración bíblica, tanto religiosa como literaria, que le legó su abuela Villanueva, por el amor a la madre y a la hermana, por el rencor hacia el padre que deserta de la casa familiar cuando ella es todavía bien pequeña, por la simpatía hacia el pueblo sufriente del que dice ser parte y del que sostiene no querer diferenciarse en nada, por su falta de suerte en amores. Y también, muy importante, se define por el recuerdo persistente de las ofensas recibidas: Yo tengo, para mi mal, fiel la memoria de la desgracia. Conmueve este uso tan chileno, amplísimo, de la palabra desgracia, que caracteriza entre nosotros el habla de los desvalidos y que figura en esta misma acepción en un verso temprano de Neruda: No quiero para mí tantas desgracias.

    Algunos de los autorretratos de Gabriela Mistral poseen rasgos convincentes, otros menos. Ella gusta de verse más humilde, más común de lo que es, como la pobre mujer sola, aunque amiga de Vasconcelos, de Aguirre Cerda, la cónsul vitalicia, la premio Nobel. Una individualidad poderosa, preferencias y ambiciones bien definidas y una gran energía no solo poética sino también moldeadora de su propia vida la caracterizan de hecho, aunque ella no suele describirse así. El poder de sus letras y la claridad de su inteligencia la expresan mejor que los rasgos que se asigna. Una característica que llama la atención del lector del diario íntimo es la intolerancia de Gabriela Mistral hacia la convivialidad excesiva. Como otros cosmopolitas, rechaza las costumbres provincianas en cuanto incluyen una sociabilidad exagerada y forzosa, impuesta por el aburrimiento de los pueblos pequeños más que por la afinidad e interés mutuo de las personas. En particular la exasperan los habladores incontinentes. Los sufre en España y en casi todas partes; también expresa su hastío con las visitas, demasiado frecuentes, repetidas y que no acaban nunca de marcharse. A veces son, incluso, malevolentes: Es frecuente el que las visitas, sin cortesía alguna, me den largas informaciones sobre el ‘odio general que existe hacia mí en Chile’.

    Hace diez meses que estoy en el consulado madrileño [...]. La oficina sin ayudante me lleva todo el día. No la oficina, el horrible, el desventurado visiteo de estas extrañas criaturas que se quedan hablando de cinco a siete horas, y que se vuelven para mí más que un desagrado, un puro castigo, una desesperación [...]. No puedo seguir viviendo atollada en gentes, porque nunca me soporté cosa parecida a esta oficina de conversación empalagosa, que comienza a las nueve y acaba a medianoche...

    Vivo aquí muy infeliz, sin ninguna alegría, cargada de visitas ociosas, que no dejan trabajar, oyendo bobadas de política o jacobina o sacristanera...

    En cuanto al legítimo hablar bien, una cosa es hablar y otra es pronunciar, y aún más otra, escribir. Se han engañado creyendo que diluviar palabras muy bien pronunciadas pero muy mal reunidas (porque apilan y abruman) sea dominar la claridad y disponer la belleza. Me reventaban la cabeza hablándome en la oficina consular…

    Pero no es solo en España que la cansa la cháchara. No me gustan los intelectuales mexicanos [...]. Están más divididos que los chilenos, se odian más. Los literatos no han sido mi círculo: como en todas partes tienen bandos feroces y no son gratos de tratar para las gentes como yo, poco literatas. Siete años vivió como profesora en Los Andes. Viví aislada en una sociedad analfabeta... Es verdad, sí, que me entiendo más con italianos y norteamericanos que con los míos... la cursilería del chileno me empalaga, los orgullitos, la soberbia y la malediciencia ociosa y temeraria. En el Cuaderno de Nápoles anota: Todo el día fue de visitas y unos chilenos de Rancagua me tuvieron consigo hasta la 1 o 2 de la madrugada... Estoy cansada de mi día con esos chilenos de ayer. En Italia se queja: Hay sobre mí un diluvio constante de cartas y otro de visitas. A veces 16 por día. En el Cuaderno de Nueva York: Mi vida es, a la vez, un tumulto de visitas y una gran soledad interior. Veo muy mal y tengo días en que leer es un suplicio. Y crece el dolor de cabeza, el dolorazo que me aprendí en España cuando me hablaban a gritos por horas y horas [...] gentes sin noción alguna del tiempo ajeno y sin ninguna humildad. En una carta enviada desde Niteroi: Yo tengo un visiteo tremendo, a pesar de la distancia de Río en que estoy, y la gente me lleva dos tercios de mi tiempo.

    Es obvio que después del Nobel el acoso indeseado de los curiosos e impertinentes se agravó mucho. Gabriela Mistral tuvo muy buenos amigos, cuya compañía añoraba. Además de las personas cercanas siente que la reclaman los libros, para no decir nada de la propia escritura. Fue la lectura lo que hizo de mí una escritora, una lectora solitaria. El hecho de haber yo preferido Rapallo a Nápoles fue la cercanía a los libros franceses... Y los libros franceses son mi pan. El que lee y piensa prefiere, tal como Gabriela Mistral, su propia compañía. Conversar a gusto no puede ser sino consigo, con un amigo o con un libro. Las tres cosas tienen mucho en común, sobre todo, la intimidad de la relación y el interés espontáneo que las personas han invertido en ella.

    SOBRE EL MAR

    Muchas veces la admiración diversa y sensitiva de la naturaleza de Gabriela Mistral se detiene y elabora modos de decir sobre los campos, los bosques, el paisaje, las semillas, los pequeños insectos inquietos. Rara vez, en cambio, apunta la palabra sobre el mar, el Pacífico nuestro, ese personaje tan independiente y grandioso, que con sus incansables pétalos lame casi en silencio la tierra pedregosa de las montañas. Es que él es tan entero e independiente que por lo apartado y hasta señorial cuesta incluirlo en la naturaleza, la que a nosotros tiende a parecernos principalmente lo que tenemos debajo de los pies. Sin embargo, cuando Gabriela se dispone a elogiar, es ella la que decide, la dueña y señora de la palabra de autoridad. Verán entonces cómo trepa el mar a las alturas espirituales de la fe religiosa y del deseo urgente de pureza necesario para volver a vivir con alegría contemplativa la libertad sin culpa. Dice:

    De nuevo el mar, el mar cantado y eternamente inédito, otra vez su luz grande en mis ojos y su don de olvido.

    El mar lava del pasado como la comunión lava de su miseria al creyente, el mar de la única libertad perfecta. Viene de él un verdadero estado de gracia, es decir, de inocencia y de alegría.

    Olvida el hombre su oficio y sus limitaciones, deja caer el dolor y la alegría que le dio la tierra como cosas vergonzantes que se destiñen en el mar, que tienen existencia solamente sobre las costras de la tierra. Cuánto hay en él de circunstancial, cuánta cosa es producto de la hora y del lugar, todo eso se desbarata sobre el agua maravillosa. Somos solamente el ser desnudo, hombre o mujer, sin otro nombre de contingencia. Somos el cuerpo que ama los yodos y las sales, y nació para ellos; el ojo que goza sobre el horizonte y el oído que recibe ritmos. Nada más.

    Es una redención que vuelve a perderse –como la otra– en un puerto, redención de las ciudades viles y de las acciones torpes, del sucio tejido de la vida que, por misericordia, podemos a veces cortar en un tajo, dejando caer como túnica vieja que se desgarra en los hombros.

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