Relatos Psicológicos: Para Mentes Abiertas
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Nos complace presentarle nuestra más reciente publicación: "Relatos Psicológicos: Para Mentes Abiertas", un libro que no solo entretiene, sino que también invita a la reflexión profunda y al aprendizaje. Este fascinante volumen contiene veinte historias únicas que entrelazan conceptos psicológicos, situaciones de la vida real, elementos de fantasía, crueles verdades y finales sorprendentes que sin duda cautivarán y desafiarán la mente del lector.
¿Qué hace a "Relatos Psicológicos: Para Mentes Abiertas" una lectura atrapante?
Diversidad de Historias: Cada relato está meticulosamente diseñado para ofrecer una experiencia única. Desde la exploración de los recovecos de la mente humana hasta la exposición de verdades incómodas, cada historia aporta una perspectiva nueva y provocadora.
Riqueza en Conceptos Psicológicos: Este libro es una joya tanto para los aficionados a la psicología como para aquellos que buscan entender mejor la naturaleza humana. Los relatos abordan temas como la identidad, el comportamiento, las emociones y las relaciones interpersonales de manera accesible y envolvente.
Fantasía y Realidad: Las historias mezclan hábilmente elementos de fantasía con circunstancias reales, creando un equilibrio perfecto que atrapa al lector desde la primera hasta la última página.
Finales Sorprendentes: Cada relato concluye con un giro inesperado que no solo sorprende, sino que también invita a la reflexión profunda, permitiendo a los lectores extraer valiosas lecciones y perspectivas nuevas.
Estilo Atractivo y Accesible: La escritura es fluida y cautivadora, con toques de sarcasmo y lenguaje de la vida diaria, lo que hace que el libro sea fácil de leer, pero difícil de dejar. Es perfecto tanto para lectores ocasionales como para aquellos que buscan una lectura más intensa y profunda.
Adéntrate al mundo de la psicología, no temas verte reflejado en los pasajes de las siguientes historias.
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Relatos Psicológicos - Guillermo Pegoraro
Relatos psicológicos
para mentes abiertas
Guillermo H. Pegoraro
Editorial Anuket
ISBN: 978-631-00-3866-7
––––––––
Copyright © 2024 Editorial Anuket
Todos los derechos reservados
Relatos:
1. Reunión de locura
2. En la escala del 10... un 9
3. El sobreviviente
4. Intrincada danza
5. Salvavida de plomo
6. Recuerdos porfiados
7. Memoria fragmentada
8. Psicología animal
9. Los Fernández
10. Los impostores
11. La lección del día
12. Meritocracia
13. El club de los manipuladores
14. Ciudad de prohibiciones
15. Una sesión especial
16. El samurai
17. El laberinto
18. El cronista
19. Una cosita más, y ya...
20. Disonancia cognitiva
Reunión de locura
––––––––
La miró asombrado... Bueno, no sé si asombrado
es la palabra adecuada.
Permítanme describirlo mejor: Sus ojos se abrieron de par en par, como si dudara lo que estaba oyendo, enfocándolos a modo de binoculares sobre su interlocutora. Su boca se quedó entreabierta, mostrando sus blancos dientes congelados, y su mandíbula se descolgó ligeramente, incapaz de ocultar unas facciones de terror. La piel del rostro se tensó, y las cejas se le arquearon en una expresión de extrañeza, mientras sus labios se curvaron en una sonrisa mentirosa, incapaz de generar confianza. Era un cuadro de incredulidad, sorpresa, pintado por un artista kafkiano en el más bizarro de los museos. No había visto un fantasma, solo escuchado palabras comprometedoras...
Por segundos no atinó a dar respuesta alguna. Su cuerpo permaneció inmóvil, como si estuviera crucificado por lo inesperado. Sus brazos se quedaron colgando a los lados, dominados por la fuerza de la gravedad, mientras sus piernas se mantuvieron firmes, pero a punto de pedir un descanso. Su respiración se detuvo, y su corazón latió con virulencia a la vez.
― ¿Y qué me respondes?, dijo ella mientras mantenía tapado el oído derecho con el teléfono móvil.
—No sé..., titubeó él, lo hablamos... y luego les respondes
—Ok, sentenció la mujer, sabiendo que su compañero de vida no la defraudaría.
Mateo es un necio ingeniero racional, que esconde tras los números, el supuesto saber exacto
de la realidad, y que cualquier atisbo de subjetividad no ingresa a su mundo geométricamente probado.
Laura es su esposa, joven y bella; y como si le faltara cualidad, es la maestra preferida de la escuela en donde da clases a los más pequeños. Ella, es el lado opuesto de Mateo: sensible, soñadora, algo inocente y romántica. Quizás por ello se necesitan y se atraen; él, necesitado de un corazón que le permita ser humano; ella, de una objetividad que le posibilite sortear los engaños.
La vida tenía su equilibrio, hasta que la suma de responsabilidades y dramas ajenos, hicieron que Laura acusara fatiga mental. No bastaron los días de reposo recomendados, tuvo que ser internada en una clínica para trastornos mentales.
Con cuidados y paciencia, Laura egresó del nosocomio, algo más débil físicamente, pero fortalecida por la experiencia. En la convivencia hospitalaria descubrió el costado triste y amargo de los que no pueden controlar sus pensamientos, y menos aún... sus emociones, haciéndose de amigos
de aquellos que luchaban por su alta, de compinches
que le mostraban el camino probado, de guardianes
que estaban allí para apoyarla, y de pupilos
que buscaban en ella el consuelo.
Mateo superó el trago amargo de este capítulo matrimonial, evitando que se transformara en la norma, para ser simplemente una excepción. Evitó volver al tema, aunque vigilaba el comportamiento de Laura, por si acaso...
Por su parte, la mujer volvió al trabajo, donde tras rondas de mates con sus compañeras, no tenía tapujo de transmitirles las increíbles historias vivenciadas; y hasta tenía un grupo de la clínica agendado en su teléfono, con aquellos con los que había compartido palabras y almuerzos.
—Bueno... dime, ¿qué te parece? La invitación es para el viernes a la noche... solo hay que llevar algo para compartir —Se manifestó entusiasmada, proyectando en su mente el futuro reencuentro de ex pacientes.
Mateo permaneció mudo, no lograba digerir el asunto. ¿En dónde había quedado lo del borrón y cuenta nueva? ¿Para qué reunirse con personas desquiciadas, trastornadas, quebradas mentalmente? ¿No resultarían contagiosos para su recuperada mujer? ¿Qué tenía que ver él con semejante sub mundo? Estaba claro, no tendría tema de conversación; su cosmovisión era coherente, realista, anclada en la lógica, nunca en los desvaríos, las incongruencias o los disparates.
Pero..., ¿y si se oponía? ¿No reflejaría un mal mayor? Quizás generaría una discusión, o un bajón
en Laura, que sentiría el desamparo, o el estigma sobre su pasada enfermedad. Tal vez, si él se sacrificaba, podría luego hacerle ver lo inútil que resultaba juntarse con esa clase de personas, que en nada contribuían a sus vidas, y que lo mejor era dejar en la memoria, lo que resulta inútil en la actualidad. Así que... ¡aceptó!
El día llegó y los dos arribaron a la casa del organizador. Laura, exultante; Mateo, reprimido, a la defensiva, con el armamento psicológico presto a dar batalla. Apenas les abrieron la puerta, él le arrojó al anfitrión una red de suspicacia, crítica y condena. Creyó ver en quién le daba una cálida bienvenida, a un farsante por sus frugales elogios hacia su esposa, atributos que él veía como normales.
A medida que la pareja se internó en el inmueble, fueron saludando a los ex compañeros de recuperación de Laura; algunos solos, otros acompañados. En cada débil cruce de manos, en cada mueca forzada de sonrisa, en cada palabra de protocolo, Mateo escudriñaba, evaluaba, analizaba y concluía. Que aquel tenía el rostro desencajado, que el otro debía estar en etapa de abstinencia, que el gordito se muere por contar sobre su crisis existencial, o que aquella mujer, aparte de la mirada perdida, no puede unir dos pensamientos seguidos. Como en todos los casos, Mateo no empatizaba, se comportaba como un terapeuta sin título y usurpador de discursos médicos.
Lo cierto es que la velada trascurrió sin sobresaltos, nadie ofreció estupefacientes, ninguno miró con veneración el filo de un cuchillo, y menos aún, a nadie se le ocurrió armar con el vino de mesa una bomba molotov. Mateo se calmó, fue entendiendo que los comensales no se comportaban de manera tan extraña como lo había presagiado. Platicaban de economía, política, fútbol, filosofía mundana, y se hacían bromas, de igual tenor que las dichas por personas cuerdas y en su sano juicio.
Al mediar la medianoche, cuando el postre se había degustado, Mateo se sentía tranquilo y feliz; máxime por considerar, que siendo él el único sin un historial de demencia en la reunión, había podido aportar una que otra reflexión y sano pensamiento en las mentes en recuperación de los presentes.
Poco después comenzaron las despedidas; y mientras Laura buscaba su cartera, Mateo se despedía de los invitados con firmes apretones de manos. Fue aquí, cuando el anfitrión vio sola a Laura, y aprovechando la distracción de Mateo, le sugirió:
—Querida Laura, como lo hemos hecho en el pasado, en donde compartimos nuestras penurias, deseos, y nos dijimos la verdad sin guardarnos nada; del mismo modo permíteme, en nombre del resto, acercarte un consejo.
—Sí..., dijo la mujer intrigada, mientras el otro con severidad e indulgencia en el tono se despachó:
—Hemos notado algo raro
en tu esposo ¿Por qué no le sacas un turno en la clínica?
En la escala del 10... un 9
––––––––
Tiró el manotazo como deseando aplastar un insecto. Instintivo, memorizado, automático fue el movimiento que se detuvo a mitad de camino. El radio despertador se salvó esta vez.
Mañana tras mañanas, el maldito aparato lo despierta con un horripilante sonido metálico que le asegura llegar traumatizado a su maldito trabajo, en donde deberá