Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Ciencia y religión: Una breve introducción
Ciencia y religión: Una breve introducción
Ciencia y religión: Una breve introducción
Libro electrónico205 páginas3 horas

Ciencia y religión: Una breve introducción

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Los debates sobre ciencia y religión rara vez dejan de ser noticia. Ya sea que se traten de lo que se enseña en las escuelas, de la encrucijada entre los valores religiosos y las recomendaciones médicas o de los cuestionamientos sobre cómo abordar nuestro cambiante medioambiente global, las emociones suelen estar a flor de piel y las respuestas no parecen satisfactorias. Sin embargo, la ciencia y la religión son mucho más que un choque de extremos.

Como exponen Thomas Dixon y Adam Shapiro en esta equilibrada, sugerente y breve introducción, existe una gama de puntos de vista, argumentos sutiles y perspectivas fascinantes para abordar este complejo y centenario tema. Así como exploran las preguntas filosóficas clave que subyacen al debate, también destacan los contextos sociales, políticos y éticos que han hecho de las tensiones entre ciencia y religión un asunto tan tenso e interesante en el mundo moderno. En esta nueva edición, Dixon y Shapiro relacionan conceptos históricos como la evolución, el sistema solar heliocéntrico y el problema del mal con temáticas actuales como la politización de la ciencia, los debates sobre la mente, el cuerpo y la identidad o la necesidad moral de enfrentar el cambio medioambiental. Desde los misioneros médicos hasta las congregaciones que adoptan nuevas tecnologías durante una pandemia, desde la astronomía de Galileo hasta la construcción del Telescopio de Treinta Metros, los autores analizan cómo algunas de las cuestiones sociales más complejas de nuestros días tienen su origen en debates sobre ciencia y religión.
IdiomaEspañol
EditorialEdiciones UC
Fecha de lanzamiento26 mar 2024
ISBN9789561432000
Ciencia y religión: Una breve introducción
Autor

Thomas Dixon

Dr. Dixon Thomas is an Associate Professor at Gulf Medical University (GMU) and Pharmacist at Thumbay Hospital, Ajman, UAE. He had completed his Diploma, Bachelors, Masters, and Doctoral Degrees from India in Pharmacy, Psychology, and Education. The latest of his qualification is from Gulf Medical University, Graduate Diploma in Health Professional Education. Dr. Thomas chairs the Department of Pharmacy Practice, Quality Assurance & Program Evaluation Committee, and the Program Director of Master of Pharmacy in Clinical Pharmacy at College of Pharmacy, GMU. Also, Dr. Thomas contributes to pharmacy profession through different projects by leading pharmacy organizations, invited lectures, and publishing. Dr. Thomas had editing responsibilities to publications by ISPOR Asia Consortium and Indian Pharmaceutical Association (IPA). He contributed to international projects by International Pharmaceutical Federation (FIP) and International Society for Pharmacoeconomics and Outcomes Research (ISPOR).

Relacionado con Ciencia y religión

Libros electrónicos relacionados

Ciencias sociales para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Ciencia y religión

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Ciencia y religión - Thomas Dixon

    CAPÍTULO 1

    ¿DE QUÉ TRATAN REALMENTE LOS DEBATES ENTRE CIENCIA Y RELIGIÓN?

    El 22 de junio de 1633, Galileo Galilei se arrodilló en Roma. La Inquisición de la Iglesia católica romana lo había encontrado vehementemente sospechoso de herejía, por sostener y creer una doctrina falsa, contraria a la divina y Sagrada Escritura. Esta era la doctrina de que el sol es el centro del mundo y no se mueve de este a oeste, que la tierra se mueve y no es el centro del mundo, y que uno puede sostener y defender como probable una opinión después de haber sido declarada y definida como contraria a la Sagrada Escritura. El filósofo y astrónomo florentino, de 70 años, fue condenado a prisión, que luego pasaría a ser arresto domiciliario, y también a recitar los siete salmos penitenciales una vez a la semana durante tres años como castigo. Su penitencia incluyó un verso especialmente acertado del Salmo 102: Desde el principio tú fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Arrodillado ante los Reverendísimos Señores Cardenales, Inquisidores Generales, Galileo aceptó su sentencia, juró completa obediencia a la Santa Iglesia católica y apostólica y declaró que maldecía y aborrecía los errores y herejías de los que había sido sospechoso, a saber, la creencia en un cosmos centrado en el Sol y en el movimiento de la Tierra.

    Según la mitología que surgió en torno a su juicio, después de renunciar públicamente a sus creencias, Galileo supuestamente murmuró E pur si muove [Y sin embargo se mueve]. Si bien no hay pruebas de que Galileo haya dicho esto, la leyenda se ha utilizado durante siglos para promover una historia en la que la religión oprime a la ciencia. La representación de Galileo como el mártir maltratado que defendió la verdad empírica contra el fanatismo bíblico de la religión organizada es probablemente el ejemplo más famoso de la idea de que la ciencia y la religión están inevitablemente en conflicto. Todos los episodios posteriores de encuentros entre ciencia y religión‒debates sobre el significado de la evolución y la naturaleza de la moral humana, los orígenes del cosmos e incluso la relación entre los seres humanos y su entorno planetario– se desarrollan en la órbita de ese cuento popular. Al final, Galileo estaba en lo cierto al afirmar que la Tierra se mueve, ya que orbita alrededor del Sol una vez al año. Pero, como veremos más adelante, el castigo de la Inquisición a Galileo no fue el clásico enfrentamiento entre ciencia y religión que se suele contar.

    El agnóstico victoriano Thomas Huxley expresó vívidamente en su crítica a El origen de las especies (1859) de Charles Darwin esta idea de lucha entre religión y ciencia. Los teólogos extinguidos yacen alrededor de la cuna de cada ciencia como las serpientes estranguladas junto a la de Hércules; y la historia cuenta que siempre que la ciencia y la ortodoxia se han opuesto, es justamente esta última la que se ha visto obligada a retirarse de las filas, sangrando y aplastada, si no aniquilada; escacharrada, si no muerta, escribió Huxley. La imagen del conflicto también le ha resultado atractiva a algunos creyentes religiosos, quienes la utilizan para presentarse como miembros de una minoría asediada pero justa, que lucha heroicamente por proteger su fe contra las fuerzas opresoras e intolerantes de la ciencia y el materialismo.

    Aunque la idea de una guerra entre ciencia y religión sigue estando muy extendida y goza de gran popularidad, la mayoría de los escritos académicos recientes sobre el tema han socavado la hipótesis del conflicto inevitable. Como veremos, hay buenas razones para rechazar las simples historias de oposición. Desde el juicio a Galileo en la Roma del siglo XVII hasta los desafíos contemporáneos sobre la evolución y el cambio climático causado por el hombre, la relación entre ciencia y religión ha sido más compleja de lo que parece.

    Los pioneros de la ciencia moderna temprana, como Isaac Newton y Robert Boyle, consideraban el estudio de la naturaleza como parte de una empresa religiosa dedicada a comprender la creación de Dios. Galileo también pensaba que la ciencia y la religión podían existir en armonía. El objetivo de un diálogo constructivo y de colaboración entre ciencia y religión ha sido respaldado por miembros de tradiciones religiosas en todo el mundo, así como por muchos científicos, quienes siguen considerando su investigación como un complemento y no como un desafío a su fe.

    ¿Significa esto que la historia de la ciencia y la religión es en realidad una historia de armonía, más que de conflicto? Desde luego que no. Debemos evitar una visión estrecha de los conflictos o acuerdos posibles entre ciencia y religión. Los individuos, las ideas y las instituciones pueden y han entrado en conflicto, o se han resuelto en armonía, en un sinfín de combinaciones diferentes.

    El historiador John Hedley Brooke escribe que un estudio histórico serio ha revelado una relación tan extraordinariamente rica y compleja entre ciencia y religión en el pasado que resulta difícil sostener tesis generales. La verdadera lección resulta ser la complejidad. Esta se analizará en capítulos posteriores. Desde luego, no ha existido una relación única e inmutable entre dos entidades llamadas ciencia y religión. No obstante, hay algunas cuestiones filosóficas y políticas centrales que se han planteado con frecuencia en este contexto: ¿Cuáles son las fuentes de conocimiento más fidedignas? ¿Cuál es la realidad más elemental? ¿Qué clase de criaturas son los seres humanos? ¿Cuál es la relación adecuada entre Iglesia y Estado? ¿Quién debe controlar la educación? ¿Pueden las escrituras o la naturaleza servir como guía ética confiable?

    Los debates sobre ciencia y religión versan, a primera vista, sobre la compatibilidad o incompatibilidad intelectual de alguna creencia religiosa concreta con algún aspecto particular del conocimiento científico. ¿Se oponen las creencias en la vida después de la muerte o en el libre albedrío con los descubrimientos de la neurociencia moderna? ¿Es incompatible creer en la Biblia con creer que los humanos y los chimpancés evolucionaron a partir de un ancestro común? ¿Es contradictorio creer en los milagros con el mundo estrictamente regido por leyes que revelan las ciencias físicas? Una respuesta a la pregunta que hace este capítulo –¿De qué tratan realmente los debates entre ciencia y religión?– es que estos abordan cuestiones de compatibilidad intelectual.

    Sin embargo, lo que queremos subrayar en esta breve introducción, es que estas contiendas contemporáneas de ideas son las puntas visibles de estructuras mucho más amplias y profundas. Nuestro objetivo será analizar históricamente cómo hemos llegado a pensar como pensamos acerca de la ciencia y la religión, explorar filosóficamente qué ideas preconcebidas sobre el conocimiento están involucradas y reflexionar sobre las cuestiones políticas y éticas que a menudo establecen la agenda tácita de estos debates intelectuales. En la mayoría de los casos, las cuestiones sobre ciencia y religión tienen lugar en un contexto social y cultural más amplio. A menudo, los debates sobre ciencia y religión no solo buscan encontrar alguna verdad abstracta sobre la naturaleza humana o el cosmos, sino que pretenden utilizar esos conceptos para negociar cuestiones que afectan nuestra vida cotidiana.

    Encuentro con la naturaleza

    El conocimiento científico se basa en las observaciones del mundo natural, pero observarlo no es tan sencillo ni tan solitario como puede parecer. Piensa en la Luna. Cuando miras al cielo en una noche despejada, ¿qué ves? Ves la Luna y las estrellas. Pero, ¿qué observas realmente? Un montón de pequeñas luces brillantes y un objeto circular blanco más grande. Si nunca hubieses aprendido ciencia, ¿qué pensarías que es ese objeto blanco? ¿Es un disco plano o una esfera? Y si fuera una esfera, ¿por qué vemos siempre el mismo lado? ¿Por qué su forma parece cambiar de una fina media luna a un disco completo y viceversa? ¿Es este un objeto como la Tierra? Si lo es, ¿qué tamaño tiene? ¿Qué tan cerca está? ¿Vive gente ahí? ¿O es como el Sol, pero nocturno y más pequeño? ¿Es, quizás, como una de las lucecitas brillantes pero más grande o cercana? De todas formas, ¿cómo y por qué se desplaza así por el cielo? ¿Hay algo que la empuja o se mueve sola? ¿Está conectada a algún tipo de mecanismo invisible? ¿Es un ser sobrenatural?

    Como ya sabes, la Luna es un satélite grande y rocoso en forma de esfera que orbita alrededor de la Tierra, aproximadamente una vez al mes, y que gira en su propio eje en el mismo periodo, lo que hace que siempre veamos la misma cara. Además, la Luna no genera su propia luz, sino que refleja la luz del Sol. Las posiciones relativas cambiantes del Sol, la Tierra y la Luna explican por qué la Luna tiene fases. En determinados momentos se puede ver por completo la cara iluminada de la Luna y en otros solo partes de esta. Quizás sepas también que todos los cuerpos físicos se atraen entre sí por una fuerza gravitatoria proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa, y que esto ayuda a explicar los movimientos regulares de la Luna alrededor de la Tierra y los de la Tierra alrededor del Sol. Probablemente, también sepas que las lucecitas brillantes del cielo nocturno son estrellas, parecidas a nuestro Sol; que las que vemos a simple vista están a miles de años luz y que las que observamos a través de telescopios están a millones o incluso miles de millones de años luz. Por tanto, mirar al cielo nocturno es mirar al pasado lejano de nuestro universo. Pero por más que sepas todo esto, no lo descubriste por simple observación; alguien te lo dijo. Probablemente lo aprendiste de tus padres, de un profesor de ciencias, de un programa de televisión o de una enciclopedia en línea. Sin embargo, ni siquiera los astrónomos profesionales han comprobado la veracidad de ninguna de estas afirmaciones mediante sus propias observaciones empíricas. No es que sean perezosos o incompetentes, simplemente saben que pueden confiar en el cúmulo de observaciones autorizadas y razonamientos teóricos de la comunidad científica que ha establecido estos hechos como verdades físicas fundamentales a lo largo de muchos siglos.

    Si bien es cierto que el conocimiento científico se basa en observaciones del mundo natural y se comprueba a partir de ellas, este implica mucho más que orientar los órganos de los sentidos en la dirección correcta. Como individuo, incluso como científico, solo una mínima parte de lo que sabes se basa directamente en tus propias observaciones. Y aun así, esas observaciones solo tienen sentido dentro de un complejo marco de hechos y teorías existentes que se han ido acumulando y desarrollando a lo largo de muchos siglos. Sabemos lo que sabemos sobre la Luna y las estrellas gracias a una larga y compleja historia cultural (que revisamos brevemente en el capítulo 2), que media entre la luz del cielo nocturno y nuestros pensamientos sobre astronomía y cosmología. Esta historia abarca los desafíos que Galileo Galilei planteó a la concepción antigua y terracentrista del mundo a través de la astronomía de Copérnico y el uso del telescopio recién inventado en el siglo XVII, así como el establecimiento de las leyes de movimiento y gravitación de Newton y los avances más recientes en física y cosmología. También, incluye las historias de los mecanismos sociales y políticos que permiten y regulan la propagación del conocimiento científico entre la población a través de libros y correspondencia y en las aulas y laboratorios.

    Es importante destacar que la ciencia tiene como objetivo demostrar que las cosas no son siempre lo que parecen, que las apariencias engañan. La Tierra bajo nuestros pies parece sólida y estable, y el Sol y las demás estrellas parecen moverse a nuestro alrededor. Pero la ciencia acabó demostrando que, a pesar de todas las pruebas sensoriales en contra, la Tierra no solo gira sobre su propio eje, sino que además se precipita alrededor del Sol a gran velocidad. De hecho, uno de los personajes de los Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo (1632) de Galileo expresa su admiración por quienes, como Aristarco y Copérnico, habían sido capaces de creer en el sistema centrado en el Sol antes de la llegada del telescopio: No puedo admirar suficientemente la eminencia intelectual de aquellos que la escucharon y la juzgaron verdadera. Por la vividez de su intelecto han violentado sus propios sentidos, prefiriendo lo que les decía la razón a lo que la experiencia de los sentidos les mostraba con evidencia (Figura 1).

    Figura 1. Un grabado de la Luna realizado por el artista Claude Mellan a partir de observaciones telescópicas de principios del siglo XVII.

    En épocas más recientes, tanto la biología evolutiva como la mecánica cuántica le han pedido a las personas que crean en cosas inverosímiles: que compartimos un antepasado no solo con los conejos, sino también con las zanahorias, por ejemplo, o que los componentes más pequeños de la materia pueden comportarse como ondas y como partículas. A veces se dice que la ciencia es solo una sistematización de observaciones empíricas, o nada más que la aplicación cuidadosa del sentido común. Sin embargo, también tiene la ambición y el potencial de demostrar que nuestros sentidos nos engañan y que nuestras intuiciones básicas pueden llevarnos por mal camino.

    Pero cuando miras al cielo nocturno, probablemente no estés pensando en datos o teorías procedentes de la astronomía y la cosmología. En lugar de ello, puede que te invada un sentido más amplio del poder de la naturaleza, de la belleza y la grandeza de los cielos, de la inmensidad del espacio y el tiempo y de tu propia pequeñez e insignificancia. Incluso podría ser una experiencia espiritual para ti, reforzando tu sentimiento de asombro ante el poder de Dios y la inmensidad y complejidad de la creación, recordándote las palabras del Salmo 19: Los cielos declaran la gloria de Dios; el firmamento revela la obra de sus manos.

    Esta respuesta emocional y religiosa al cielo nocturno estaría, por supuesto, tan mediada histórica y culturalmente como la experiencia de percibir la Luna y las estrellas en términos de cosmología moderna. Si no tuvieses algún tipo de educación religiosa, seguramente no serías capaz de citar la Biblia,

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1