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EL PODER DE LA SINGULARIDAD
EL PODER DE LA SINGULARIDAD
EL PODER DE LA SINGULARIDAD
Libro electrónico86 páginas29 minutos

EL PODER DE LA SINGULARIDAD

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Información de este libro electrónico

La pluralidad nos hace normales, la singularidad nos hace únicos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 may 2024
ISBN9788411749114
EL PODER DE LA SINGULARIDAD
Autor

DAVID IGLESIAS RODRIGUEZ

David Iglesias Rodríguez, nace en Madrid en 1980, y en Madrid realiza sus estudios. Actualmente vive en Castilla la Mancha. Este es su cuarto libro vinculado al mundo de la emocionalidad, desde su primera salida al mar de las letras.

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    EL PODER DE LA SINGULARIDAD - DAVID IGLESIAS RODRIGUEZ

    [A mi madre,

    Mujer imparable por proteger a sus

    polluelos.

    A mi Loli,

    Por estar y ser todo

    sin recibir nada.

    A mi familia,

    Por ser abrigo en invierno.]

    Indice

    Soy un librepensador.

    Epitafio

    Quédate 2.0

    Quédate 3.0

    Inflexión

    Quédate 4.0

    Intento

    Cruda, pero realidad

    Morir para aprender a vivir

    Soy un librepensador.

    Un librepensador es aquel que no se encasilla, que no pertenece a ningún grupo social, que no rinde pleitesía a ninguna doctrina.

    Un librepensador no cree en la ciencia ni la religión ni en un ideal y, a la vez, cree en todos ellos.

    Porque un librepensador no es finito.

    Sabe que, si el universo es infinito, las posibilidades también lo son. Una persona sabia huye de las etiquetas: «ateo», «creyente», «científico sectario», «espiritual ególatra»... Todas ellas van en contra de toda lógica, porque la lógica es relativa y subversiva.

    Un librepensador sólo es alguien que deja todas las puertas abiertas, porque sabe que en todas ellas hay posibilidades.

    Porque un librepensador sabe que el hecho de que haya unas reglas en este videojuego llamado vida no la exime de que algo —o alguien— esté detrás y, a la vez, por encima.

    Dicen...

    Que no hay forma más bonita

    de decir algo sin decirlo.

    Que las primaveras

    son el verano del invierno.

    Que languidezco

    cuando no me encuentro

    y sólo me hallo

    en las hojas de un cuaderno.

    Que quiero que me arropen

    las manos de una mujer

    cada día en la noche

    de su anochecer.

    Que soy un diablo en el cielo

    porque no entiendo

    a los buenos, dígase de esos

    que aceptan aprender con el sufrimiento.

    Y si el universo es amor

    qué sentido tiene el dolor

    que esgrime esa condición

    para el crecimiento interior...

    Que todo esfuerzo

    tiene su recompensa.

    Mucho para pocos,

    pocos a la inversa.

    Nos vemos sumergidos

    en costumbres ilógicas.

    Despiertos, avanzamos dormidos

    por las calles de la zozobra.

    «La suerte no existe —dicen—,

    existe tu sacrificio».

    Esa es la realidad que esgrimen

    los que por suerte pueden decirlo.

    El esfuerzo claro que tiene recompensa,

    sumado a la suerte de la familia,

    al lugar donde naces, al entorno

    y a la destreza.

    La madre naturaleza es sabia,

    pero eso es intrínsecamente contradictorio:

    ¿dónde quedó esa sabia inteligencia

    cuando la vida se basa en comernos?

    Y hablemos de conocernos:

    no nos interesa.

    Una cara y

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