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El nivel más alto de iluminación. Transcender los niveles de conciencia para la autorrealización total
El nivel más alto de iluminación. Transcender los niveles de conciencia para la autorrealización total
El nivel más alto de iluminación. Transcender los niveles de conciencia para la autorrealización total
Libro electrónico154 páginas2 horas

El nivel más alto de iluminación. Transcender los niveles de conciencia para la autorrealización total

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En este libro, el doctor Hawkins apunta con lucidez hacia la transcendencia de los niveles de conciencia y el nivel más alto de iluminación, sin dejar de recordarnos, con el humor que le caracteriza, que “el ego tritura la negatividad” y saca “jugo” de ella.
Y su consejo central es fácil de entender: “En la práctica, lo que podemos hacer es convertirnos en la mejor persona posible. Podemos llegar a ser amables con la totalidad de la vida en todas sus expresiones, pase lo que pase. Y eso incluye a uno mismo. Se trata de estar dispuesto a perdonarse entendiendo las limitaciones de la conciencia humana”.
Más adelante, nos revela que no somos el producto de nuestro pasado, sino que estamos siendo atraídos por el futuro, porque por un acto de la voluntad ya hemos elegido nuestro destino y lo que ahora vivimos es el despliegue de lo que se requiere para alcanzarlo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 abr 2024
ISBN9788412842708
El nivel más alto de iluminación. Transcender los niveles de conciencia para la autorrealización total

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    El nivel más alto de iluminación. Transcender los niveles de conciencia para la autorrealización total - David R. Hawkins

    Introducción

    Bienvenido a El nivel más alto de iluminación. Acabas de embarcarte en un viaje que probablemente sea diferente a cualquier otro que hayas experimentado. Este viaje comienza con la extraordinaria historia de vida de un notable maestro espiritual, el doctor David Hawkins. Muy conocido por su trabajo en kinesiología y calibración energética, ha descubierto una poderosa herramienta que puedes utilizar para descubrir la veracidad o falsedad de cualquier afirmación, independientemente de tus opiniones o sentimientos al respecto.

    Las posibles aplicaciones de este sistema de medición son inmensas. En numerosas ocasiones, líderes espirituales de la talla de Wayne Dyer han cruzado el mundo para asistir a las conferencias del doctor Hawkins, en las que tomaban copiosas notas. Desde la temprana edad de tres años, el doctor Hawkins se encontró con el don y la maldición de una vida plagada de paradojas y preguntas sin respuesta. Durante su búsqueda, experimentó el cielo y el infierno, pero al final de su tumultuoso camino encontró la verdadera iluminación.

    Él sigue aquí, dedicado a llevar la energía y la sabiduría de su camino iluminado a quienes estén dispuestos a escuchar no con la mente, sino con el corazón. Al seguir las enseñanzas del Doctor Hawkins, es importante que comprendas que leerle va mucho más allá de la mente. En el marco de la energía, del que el doctor Hawkins ha sido pionero, el acto de leer, e incluso estar en presencia de la energía de una conciencia superior, tiene un profundo efecto en tu propia energía y en el viaje de tu alma.

    Al principio puede parecerte que tu mente no capta plenamente los conceptos que él está compartiendo, pero ten la seguridad de que tu alma comprende cada enunciado. De hecho, basándonos en las exploraciones del doctor Hawkins, el simple hecho de leer el material puede tener un impacto positivo en tu energía y en tu experiencia de crecimiento espiritual. Te animamos a leer este libro con frecuencia. A medida que lo hagas, descubrirás que se despliegan capas de sabiduría y percepciones que son claramente de una conciencia más elevada. A veces lo sentirás como un rompecabezas que tu mente no puede comprender del todo. Pero has de saber que el trabajo energético ya se está realizando. Tu mente del ego lucha mientras tu alma se eleva.

    CAPÍTULO 1

    Un notable viaje de iluminación

    La sección siguiente está tomada de un taller de 2003 que el doctor Hawkins impartió en San Juan Capistrano. Entre otros temas, comienza compartiendo su propio viaje personal de transformación, un viaje que parece abarcar mucho más que una simple vida.

    Una vía instantánea hacia Dios pasa por la belleza y, de niño, encontré a Dios a través de la belleza en una catedral episcopal, donde fui acólito del obispo y niño soprano. Las experiencias de esta vida, de las que hablaré brevemente, explicarán algunas de mis excentricidades y comportamientos extraños. Todo comenzó realmente a los tres años, a partir de la nada, del olvido de lo que entonces creía que era el vacío, la realidad última del vacío. Fui estudiante de budismo, la vía de la negación, durante muchas vidas, y de ahí sales a la nada, porque si crees que la realidad última es el vacío, entonces lo que obtienes es ese vacío. Si el vacío fuera real, podrías quedarte allí. El vacío no es real, así que tienes que volver, y yo descubrí eso a los tres años, cuando salí del vacío y de repente —¡bam!— me di cuenta de que existía, no de que existía como este pequeño cuerpo sucio que yacía en una cuna y que no me complacía, sino simplemente la conciencia de la existencia; una confrontación impresionante con la existencia.

    Es como una refutación de que la verdad última es el vacío, porque ahora entiendo que tengo existencia. De modo que tenía existencia, y entonces, instantáneamente, surgió el enigma del miedo a la inexistencia. Pensé que si yo existía, podría haber ocurrido que yo no hubiera llegado a existir, y de repente surgió el miedo a la inexistencia. Así que esa era la polaridad, la dualidad, los opuestos, el enigma de esta vida. Tardé cincuenta años en resolverlo. ¿La realidad última es el todo o la nada? En el nivel de conciencia 850, se resuelve solo. Así que esa fue la confrontación.

    Y mientras que otros niños se preocupaban por jugar, yo me preocupaba por la existencia frente a la inexistencia. Mientras ellos jugaban al béisbol, yo leía a Platón, Aristóteles y a otros grandes filósofos de la historia, y tengo todos los grandes libros del mundo occidental en casa. La preocupación de los grandes libros del mundo occidental se reduce, en realidad, a ¿qué es la verdad y cómo se puede llegar a conocerla? Y si se calibran los grandes libros, los más grandes pensadores que han existido, todos los grandes filósofos de todos los tiempos, los grandes libros del mundo occidental calibran en torno al 468. Eso es el resultado de estar atascado en el intelecto, que es el problema de tratar de salvar la brecha entre la religión, la espiritualidad y la ciencia, porque la ciencia solo puede llegar hasta cierto punto. Llegaremos a los niveles calibrados de conciencia, pero verás que la ciencia está atascada en los 400. Einstein estaba en el nivel de conciencia 499. Freud también, en 499. Isaac Newton, 499. Hasta ahí puede llegar el intelecto.

    Así que yo, al ser muy, muy religioso, era muy escrupuloso. Tenía un miedo espantoso a pecar, y el pecado, según mencionaba el sacerdote, era como una mancha en tu alma. Era como si tuvieras una pantalla invisible detrás de ti, y Dios pudiera ver esa mancha. Aquello era suficiente como para crearme paranoia. Así que iba a confesarme.

    La iglesia alta episcopal es muy parecida al catolicismo. Nos confesábamos los sábados por la tarde; yo iba lo más tarde posible y luego iba a misa lo más temprano posible. Se suponía que no podías pecar entre la confesión y la comunión. Así que salía de la confesión a las cinco menos cuarto, y solo tenía que llegar a la primera comunión del domingo por la mañana, a las siete, y evitar el pecado durante doce o catorce horas. Bueno, tenías que vigilar tus pensamientos y ser muy, muy cuidadoso, y ya sabes cómo es cuando intentas controlar tus pensamientos. Cuanto más intentas no pensar en un camello verde, ya sabes cómo es. Quiero que nadie piense en un camello verde durante cinco minutos.

    Pero bueno, de todos modos, estás intentando evitar el pecado. Recuerdo que, de camino a la iglesia, teníamos un Ford Modelo A del 29, y la capota estaba bajada. Justo cuando llegamos cerca de la iglesia, había una valla publicitaria de diez metros de largo con un anuncio del traje de baño Jantzen, y una rubia curvilínea de diez metros acostada allí. Enloquecido por la testosterona, como todo chico de 14 años, aquel anuncio de diez metros de largo de un bañador Jantzen bastaba para lanzarte al terror del pecado. Aquella mañana comulgué con inquietud, pensando que igual me podía partir un rayo.

    El miedo a Dios; tenemos miedo a Dios por no conocer la verdad sobre Dios. Si Dios fuera un ególatra arbitrario, eso tendría sentido. Y esa concepción de Dios es la que dominaba en las religiones más antiguas y establecidas. La institución religiosa ganaba una gran cantidad de poder sobre la población manteniéndola aterrorizada. Así que Dios era la herramienta definitiva para aterrorizar. La máxima maldad, en realidad demoníaca, viciosa, vengativa, celosa, paranoica, inestable e insegura del Dios había salido del Antiguo Testamento. Él tenía sus favoritos, y si no eras uno de sus favoritos…, iba a decir que Dios te asista, pero...

    ***

    Entre los doce y los catorce años tenía la ruta de reparto de periódicos más larga del estado de Wisconsin, veintinueve kilómetros por el campo. En una ocasión hacía 10 grados bajo cero, había ventisca y todos mis periódicos salieron volando. Estaba oscuro como la boca de un lobo, era mucho después de la hora de volver y yo me encontraba muy, muy lejos de casa. La bicicleta patinó sobre el hielo y los papeles volaron en la oscuridad. Y empecé a llorar. Frustración. Y pensé: Voy a cavar un hueco en este banco de nieve. Bueno, en Wisconsin, a finales de enero, la nieve tiene tres metros de altura, así que cavé un agujero en el banco de nieve. Rompí la corteza helada y me metí allí.

    De repente, me invadió un estado increíble. No quiero pensar mucho en ello porque me lo vuelve a provocar. Era la presencia infinita de una paz exquisita, era como la esencia del amor. El yo personal se disolvió. Solo existía la totalidad de esta presencia infinita, que no es diferente de lo que yo soy. El verdadero Yo era el Yo de esta presencia, que existía desde antes de que todo tiempo comenzara y estará ahí cuando todo el tiempo haya acabado. Habrá eso antes y después de todos los universos. Toda esta experiencia era no verbal. Era el conocimiento de ser uno con esa presencia.

    Estaba más allá de todo tiempo, y esa condición duró eternidades. Los estados que están más allá del tiempo no pueden medirse con las ideas conceptuales sobre el tiempo, por lo que eso duró un período infinito, infinito según los conceptos mundanos. Cuando terminó, mi padre estaba sacudiéndome el pie, temiendo que hubiera muerto congelado. Y vi que él creía en la muerte, y que si yo no volvía al cuerpo, pensaría que había muerto, y tendría un gran dolor. Así que, debido a mi amor por él, regresé.

    En otro momento posterior de mi vida, estaba caminando por el bosque solo y me vino a la mente el conocimiento completo del sufrimiento total de toda la humanidad, su totalidad a través del tiempo. No sé cómo explicarlo. Surgió de un conocimiento y de una confrontación sorprendente que fueron increíbles. Contemplé la totalidad de la agonía de los seres humanos. ¡Vaya con Dios! En ese momento, me convertí en ateo, porque, en aquellos días, el dogma era que Dios era el creador de todo, incluidos los hongos de las uñas de los pies. Dios era el creador de todo, así que no solo era alguien malo, sino que había también creado todo este horrible sufrimiento. Pues bien, yo no podía creer en un Dios así.

    De modo que esta entidad ya era devota de la verdad y reconocía que eso no era verdad. Por falta de sofisticación, no me di cuenta de que lo que estaba viendo era una creación del ego humano, por la que se le culpaba a Dios, lo cual sigue ocurriendo en los telediarios de cada noche: ¿Por qué Dios permitió que le pasara esto a mi hijo, que lo atropellara el autobús? ¿Verdad? ¿Esta persona nunca ha oído hablar del karma? A partir de hacerme ateo, comencé una búsqueda de la verdad a través del psicoanálisis. Pasé por un psicoanálisis increíble. Leí a todos los grandes filósofos y la gran literatura del mundo, y leí sobre Zen y algunas otras cosas, pero sentía una desesperación progresiva. Empeoró hacia los treinta y tantos, y se convirtió en una obsesión por llegar al núcleo y a la esencia de la verdad, tanto si existía tal verdad como si no. Ya no la llamaba Dios. Era como si la vida no tuviera sentido, no era significativo vivir la vida a menos que uno pudiera llegar a esa verdad. De otro modo, la vida era una especie de conductismo tonto, un reflejo condicionado. Podías pasar sin ella, no tenía ningún significado profundo, a menos que pudieras encontrar algún núcleo de verdad existencial que le diera significado. Si solo vives para pasar de un momento al

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